domingo, 30 de octubre de 2011

Una historia increible


Tuve la oportunidad de leer este libro y me conmovió profundamente. Lo recomiendo de todo corazón.
Este articulo se publico en la Revista La Nación y lo compartimos.

Domingo 30 de octubre de 2011 | Publicado en edición impresa
Historias de vida

El falsificador solidario

Con sólo 17 años, escondido en talleres clandestinos, Adolfo Kaminsky desafiaba el terror nazi y salvaba vidas con su capacidad para fraguar documentación. Un legado de valentía que su hija recogió en un libro de reciente aparición
Por Nathalie Kantt | LA NACION
PARIS.- Adolfo Kaminsky permanece en silencio. Su interlocutora le acaba de preguntar si tiene algún recuerdo en particular sobre aquellos años de la Segunda Guerra Mundial, que no haya sido incluido en el libro que escribió su hija Sarah. Reflexiona unos segundos y retoma: "Le voy a contar algo de lo que no me gusta hablar mucho". Rememora el encuentro que tuvo con una pareja durante esos tres meses pasados en el campo de concentración de Drancy, a unos 10 km al norte de París, donde eran llevados los franceses judíos antes de ser deportados a los campos de exterminio nazi en Alemania. Era 1943 y él tenía 17. "Era una pareja de unos 60 años, de una elegancia increíble. Iban de la mano. El hombre llevaba un tapado y un traje hecho a medida. Tenía una barba larga. Eran amables y educados. Muy cultos. Al día siguiente, cuando volví a verlos, la mujer tenía una mirada distinta. Detrás de ella vi llegar a su marido: lo habían rapado. Había perdido su barba. Había perdido su dignidad."
Baja la cabeza. La voz se le entrecorta. Está llorando. Levanta nuevamente la cabeza y susurra: "Por eso hoy yo llevo esta barba."
Adolfo Kaminsky nació en Buenos Aires (ver recuadro) y acaba de cumplir 86 años. La barba no es lo único que conserva de esa época. Su ojo derecho está totalmente ciego. "No existe, por eso no lo controlo y se va para el costado". El izquierdo está muy enfermo. Solían ser muy claros, incluso más que los de su hija Sarah. "Oscurecieron por los productos utilizados. Se corroyeron." Los productos que invoca Adolfo son esos que utilizó durante los casi 30 años que pasó falsificando documentos que salvaron miles de vidas. Sin ser remunerado, claro. Primero, con sólo 17 años, para la Resistencia Francesa, trabajando en una red que, calcula, salvó a más de 14.000 judíos. También proveyó de documentos falsos a los soldados franceses que, luego de la liberación de París, se arrojaban en paracaídas detrás de las líneas enemigas; a los sobrevivientes de los campos de concentración, que se embarcaron clandestinamente hacia Palestina entre 1946 y 1948, y al Frente de Liberación Nacional (FLN) durante la guerra de Argelia. "No hay racismo bueno y malo", resume.
Alec interrumpe la conversación. Tiene 9 años y necesita ayuda con sus deberes de matemáticas. Adolfo tiene dos hijos de un primer matrimonio con una sobreviviente del gueto de Varsovia. Son más grandes que su última y actual mujer, Leila, 30 años menor que él. Se conocieron a principios de los 70 en Argelia y diez años más tarde se mudaron a París (donde viven hoy) con sus tres hijos: Atahualpa, José y Sarah. Alec es hijo de Sarah, nieto de Adolfo y, en parte, la razón por la cual Sarah decidió escribir un libro sobre la vida de su padre. El falsificador se acaba de publicar en la Argentina (Editorial Capital Intelectual, con traducción de Alejo y Mateo Schapire), después de haber sido lanzado en Francia en 2009, y traducido al alemán y al italiano. Actualmente lo están traduciendo al hebreo. "De chicos nunca nos hablaba sobre su pasado. Pero escuchábamos las historias de los invitados que venían a casa. Cuando Alec nació, papá tenía 77 años. Me di cuenta de que más adelante mi hijo me preguntaría cosas sobre su abuelo y que yo no iba a poder responder. Así empezó todo", relata Sarah. Durante un año, se juntaron todos los martes y jueves al mediodía. Sarah hizo una lista de personas para contactar, aunque sólo la mitad estaba viva, y leyó mucho para entender el contexto de las historias de su padre. Adolfo iba y venía en el tiempo, se detenía en algún detalle y Sarah se perdía. Dos semanas después de haber empezado a escribir se detuvo. Estuvo bloqueada durante dos meses. Hasta que entendió que si escribía en tercera persona sería como relatar una necrológica. Por eso, el libro está redactado en primera persona del singular. Entre esos inicios y su primera publicación al francés pasaron cinco años. "Entré en las confidencias de mi padre. Tuve que salir de la típica relación padre-hija y construir una nueva, libre de prejuicios", confiesa.
En ese camino, descubrió que Adolfo, al igual que sus padres, Salomón y Anna, y sus hermanos Pablo, Angel y Pauline, no fue deportado a Alemania porque eran argentinos. Los padres, de origen ruso, se habían embarcado hacia Buenos Aires en los años 20. Volvieron a Francia a principios de los 30 y se instalaron en un pueblo de Normandía. "Yo me ocupaba de mis hermanos menores. Les construía juguetes. Siempre fui habilidoso para las manualidades y muy buen alumno. En la escuela, donde me pusieron a cargo de mi clase, tuve mi primer contacto con la imprenta, aunque eran nociones muy rudimentarias", cuenta Adolfo. En 1940, cuando lo echaron -por ser judío- de una fábrica tomada por los alemanes, entró como aprendiz en la tintorería de un ingeniero francés. Teñía los uniformes de la guerra de 1914 del caqui al marrón o azul marino, para volverlos ropa civil. Autodidacta y gran lector, allí realizó sus primeros experimentos químicos: la magia del color, las técnicas para teñir la lana. Sobre todo, la manera de borrar tintas aparentemente indelebles.
La familia entera fue arrestada por soldados alemanes en 1943. Desde el tren que los llevaba al campo de Drancy, su hermano Pablo arrojó cartas en las que pedía ayuda al cónsul de la Argentina. Tres meses después, la familia fue liberada. Pero dejar Drancy no fue fácil: "Allí descubrí a los judíos y su diversidad. Los amé, me amé a través de ellos, me sentí judío y eso fue algo que nunca más me abandonó. No me quería ir y dejarlos ahí. Pero fue mi padre quien me dijo que allí no le sería útil a nadie". La familia volvería a ser arrestada unos días más tarde, aunque sólo por 24 horas. A la salida, el padre escuchó a un grupo de personas, rodeadas por policías, que hablaban en una mezcla de español e yiddish propia de la Argentina: los acuerdos germano-argentinos se habían roto y estaban deteniendo a todos los argentinos. La familia de Adolfo se salvó por un error de comunicación entre los soldados franceses y los alemanes, pero enseguida entendió que debía separarse, no sin antes conseguir documentos falsos para todos. Su padre, Salomón, retomó el contacto con viejos amigos y concertó una cita con un hombre apodado Pingüino, a la que asistiría Adolfo por ser joven y menos sospechoso. Luego de esa reunión Adolfo Kaminsky pasó a llamarse Julián Adolfo Keller, mismo apellido que sus hermanos Angel y Pauline, y su padre se renombró Georges Vernet. En ese encuentro, además, Pingüino descubrió que Adolfo era tintorero y que, según él, las tintas indelebles no existían: todo podía ser borrado. Así comenzaría su larga carrera como falsificador.
"No tuve elección. Hice lo que debía. Tenía conocimientos incompletos, pero diversos. Aprendí solo", explica Adolfo. Con las nuevas tecnologías, ¿sería capaz de falsificar documentos hoy? "Es más difícil, pero todo es posible. Aunque no se puede construir una vida con papeles falsos", reflexiona.
Suena el timbre. Es un amigo de Adolfo que viene a visitarlo. Un hombre de unos 40 años que, frente a la emoción que sintió al ver un documental sobre su vida, decidió contactarlo hace más de 15 años. Desde entonces son amigos. La actual vida de Adolfo Kaminsky es más luminosa y menos solitaria que en el tiempo en que fue falsificador. Atrás quedaron aquellos cuartuchos ínfimos, de 15 m2, en las rue des Saints-Pères y rue Jacob -en el 7e arrondissement, hoy uno de los barrios más caros de París- que la red usaba como sedes de sus laboratorios químicos. Eligió vivir en París, en el cuarto piso de un departamento cerca de la Torre Eiffel. La casa está llena de libros y fotografías que Adolfo tomó durante varios años para intentar ganarse la vida: salvar miles de vidas no es un trabajo remunerado. Fue condecorado por las ciudades de Vire, Grenoble y París. A veces pasa por esas calles en las que antes vivía escondido día y noche. Esos laboratorios en los que se vivía una carrera contra el tiempo y contra la muerte: en momentos extremos, una hora de sueño significaba 30 personas muertas. "El recuerdo está siempre presente. Y siempre pesado. No es de vez en cuando que me acuerdo, sino de vez en cuando que me olvido. Mis pensamientos logran escapar por unos minutos de esa época de pesadilla. Pero forman parte de mi presente." Por suerte para Adolfo, su presente está hoy formado también por una gran familia con hijos y nietos que lo visitan todo el tiempo. Y que a veces lo llaman, también, cuando no logran quitar una mancha de una prenda.

LA RELACION CON LA ARGENTINA

Anna, la madre de Adolfo, había huido con su familia de los pogroms en la región rusa del Cáucaso, y se había instalado en París. Allí conoció a Salomón, también ruso. Cuando los bolcheviques tomaron el poder en la URSS y el gobierno francés ordenó la expulsión de todos los rusos considerados rojos, se embarcaron hacia la Argentina. Era 1917. La travesía duró más de un mes y en ese barco murió el primero de sus hijos, Michel, de seis meses. Adolfo nació en Buenos Aires en 1925, poco después de Pablo y dos años antes que Angel. Vivían en una casa chorizo, aproximadamente al 1000 de Ecuador, y su padre era sastre. "Era una calle de tierra y un barrio poblado de inmigrantes y nativos. Las viviendas eran muy pequeñas y no contaban con cocina propia, así que la cocina común, instalada en un jardín interno que compartían todas las casas, era para nosotros un lugar de encuentro. Fue una infancia de libertad bajo un cielo siempre azul", recuerda Adolfo. En 1929 sus padres decidieron volver a Francia, para que su madre Anna se reencontrara con su abuela. Pero los papeles de residencia tardaron en llegar y tuvieron que pasar dos años en Turquía antes de instalarse en el pueblo de Vire, en Normandía, al noroeste de Francia. En 1943 fueron detenidos por los soldados alemanes y llevados a un campo de concentración en Drancy. Fueron liberados tres meses más tarde por ser argentinos.
www.lanacion.com

¿Ajustar o Saquear?

El Dr. Enrique Guillermo Avogadro nos ofrece otra brillante nota que compartimos.

¿Ajustar o Saquear?

“Cuando crezcas, descubrirás que ya defendiste mentiras, te engañaste a ti mismo o sufriste por tonterías. Si eres un buen guerrero, no te culparás por ello, pero tampoco dejarás que tus errores se repitan”. Pablo Neruda

En un artículo reciente, pero anterior a las elecciones generales del domingo pasado, describí por qué el Gobierno, frente a la caída simultánea de todas las columnas basales del “modelo” –los superávits gemelos, el dólar “competitivo”, el crecimiento geométrico de la soja y el atraso cambiario en Brasil- se vería enfrentado a encrucijadas complicadas. Hoy podemos decir que la opción se reduce a ajustar ese “modelo” a la nueva realidad o saquear nuevas cajas.

Para enderezar el rumbo, y pese a conocer las diferentes complicaciones que implicaría, bastaría con corregir algunos gigantescos errores cometidos por el kirchnerismo: el ocultamiento de la inflación con la falsificación de las estadísticas oficiales, el subsidio a las empresas prestadoras de servicios públicos, el congelamiento de los precios a las energéticas con paliativos gubernamentales, el atraso cambiario, la inseguridad jurídica, etc.

Cuando digo que no sería tan difícil hacer correcciones que no conllevaran el sacrificio de puestos de trabajo –como ya está ocurriendo- o el castigo, una vez más, a los más pobres, me refiero, por ejemplo, a modificar la política de subsidios a la energía o al transporte. Una inmediata y rápidamente progresiva liberación de los precios, con un simultáneo subsidio a los consumidores más necesitados de ambos servicios, permitiría reducir de golpe el déficit de la balanza comercial que, en materia de combustibles, este año rondará los US$ 8.000 millones.

Porque, como siempre, la realidad se impone y el viento de cola que acompañó a dos gobiernos sucesivos, que tuvieron una suerte increíble, parece haber borneado por influencia de la crisis internacional, que nadie puede asegurar cuándo y cómo terminará.

El Gobierno está proyectando una película que los argentinos ya vimos muchas veces: el control policial para evitar la continuidad en la fuga de capitales, que este año superará los US$ 20.000 millones. Sería cosa de recordar a doña Cristina y a su instrumento, don Guillermo “Patotero” Moreno, que ni siquiera Stalin consiguió vencer al mercado negro, pese a llegar al asesinato de veinte millones de compatriotas al intentarlo.

Desde el lunes pasado, en lugar de continuar con el festejo que el 54% obtenido el domingo ameritaba, el Gobierno está trabajando de sol a sol para intentar calmar a un mercado que ya ha dejado de creer en el “relato”, que percibe que el dólar está extremadamente barato en la Argentina, que no hay nadie (o demasiados) al frente del timón monetario y que, más temprano que tarde, las leyes inmutables de la economía se impondrán.

Pero no es por capricho o por vocación suicida que el Banco Central haya sacrificado tantas reservas para mantener “planchado” el precio de la divisa norteamericana -¡detalle curioso: Argentina es el país más “antinorteamericano” de la región y, sin embargo, los argentinos se refugian en su moneda!- sino que sabe que devaluar hoy, con una inflación que supera el 28%, la dispararía instantáneamente, amén de producir conflictos graves por la licuación de los salarios.

Por lo demás, tampoco resulta un dato menor que, pese a los estruendosos anuncios oficiales en la materia –que sólo hablan, en realidad, de cifras minúsculas- la inversión privada directa ha mermado, en el último año, nada menos que 30%.

Y la única razón de ello es la falta de seguridad jurídica. Porque es menester reconocer que, a pesar que la Argentina, en orden a sus números macroeconómicos de crecimiento del PBI y de ratio de su deuda, está muchísimo mejor que muchos países europeos, las inversiones no llegan y prefieren irse a Brasil, a Chile, a Uruguay, a Paraguay, a Perú y a Colombia.

Nuestro país no ha conseguido llegar a un acuerdo con el Club de París por la cerrada negativa kirchnerista a cumplir el requisito esencial que el mundo impone a todos sus integrantes: la revisión, por el FMI de sus cifras económicas. Ello impide a las empresas privadas dar crédito a los importadores locales en sus compras, ya que no pueden obtener los seguros a la exportación de sus productos.

Pero, a la vez, nos impide acceder a los mercados voluntarios de crédito, mientras que Estados Unidos, absolutamente disgustado con nuestro país por varias y simultáneas razones, amén de habernos retirado el status de aliado privilegiado, no sólo veta cada tentativa nacional de obtener créditos de los organismos multilaterales sino que, públicamente, ha salido a buscar aliados que respalden su posición en nuestra contra.

Esta semana, en Cannes, en la dorada Costa Azul francesa, nuestra Presidente ha sido invitada a conversar, en privado, con Barak Obama. Por supuesto, el enorme aparato de prensa que el oficialismo supo conseguir ha presentado ese convite como un triunfo de la diplomacia argentina, encabezada por el inefable don Héctor “ex Twitterman” (se ha llamado a sugestivo silencio) o como un reconocimiento al apoyo ciudadano recibido el domingo pasado por doña Cristina.

Sin embargo, parece ser que las razones son otras. Como es sabido, Estados Unidos considera a Irán como su enemigo público Nº 1 en la actualidad. Por su parte, tanto Venezuela como Bolivia -el Brasil de Dilma corrigió esa postura de Lula-, han permitido a los ayahtollas hacer pie en América y, se sospecha, a acceder al control de material nuclear estratégico local.

Doña Cristina, con su orden a la delegación argentina de permanecer en el recinto de la Asamblea General de la ONU mientras su Presidente, el curioso Ahmadineyad despotricaba a los gritos contra Occidente y negaba el holocausto, y su negativa a romper relaciones pese a la acusación –aún no probada, es cierto- de la autoría del atentado a la AMIA, se ha puesto en la mira de un Departamento de Estado preocupado por la penetración iraní en nuestro continente.

Fuentes muy bien informadas, entonces, ofrecen otra versión de los objetivos de Washington para la entrevista bilateral: Obama daría un ultimátum a la señora de Kirchner para que ésta defina, en forma clara e inmediata, la posición hemisférica y global de la Argentina; si la respuesta no fuera del gusto norteamericano, nuestro país pasaría a convertirse, lisa y llanamente, en un enemigo de Estados Unidos. Si eso ocurre con una administración demócrata, cabe imaginar qué sucedería si el Partido Republicano se impusiera el año próximo.

Esa versión resulta muy creíble cuando se recuerda el cúmulo de agravios que el kirchnerismo y el cristinismo han propinado a las instituciones norteamericanas: la contra-cumbre de Mar del Plata, la acusación a la CIA de un complot contra el Gobierno por el caso de Antonini Wilson y su valija, el secuestro de material estratégico y la acusación de narcotráfico en el caso del avión decomisado por el Canciller en persona, y miles de otros más pequeños.

El Departamento de Estado tiene muy larga memoria cuando se trata de afrentas a la Presidencia –no al Presidente- de su país y, usualmente, las cobra. Baste recordar qué pasó cuando el mismo Obama decidió realizar una gira por el Cono Sur de la cual, como era obvio, la Argentina fue excluida.

En fin; como el resultado de octubre estaba definido ya en agosto, doña Cristina ni siquiera pudo disfrutar de la tradicional tranquilidad que otorgan los primeros cien días de un gobierno que, en los hechos, ya ha comenzado.

La conjunción de tan gran poder en manos de una sola persona y la falta de definición de ésta con relación al nombre de su Ministro de Economía, que permitiría vislumbrar por cuál de las variantes del título se inclinará a partir de diciembre, y un escenario internacional sumamente complicado, han vuelto a poner a la economía en el primer plano de la fotografía, pero sin un rostro concreto que la encarne.

Se podría decir, entonces, que nuestro futuro inmediato depende de una reunión en Cannes y de una elección personal de la viuda de Kirchner. ¡Qué país complicado somos!

Bs.As., 30 Oct 11

viernes, 28 de octubre de 2011

La triste historia de una célebre canción....

"LIBRE" DE NINO BRAVO

La canción habla del primer alemán que murió intentando atravesar el muro de Berlín. 

Peter Fechter, un obrero de la construcción de 18 años, intentó huir junto con un amigo y compañero de trabajo, Helmut Kulbeik. 

Tenían pensado esconderse en el taller de un carpintero, cerca del muro, y, tras observar a los guardias de la "frontera" alejándose, saltar por una ventana hacia el llamado "corredor de la muerte", atravesarlo corriendo y saltar por el muro cerca del Checkpoint Charlie, a Berlín Oeste.



Hasta llegar al muro las cosas salieron bien, pero cuando se encontraban arriba, a punto ya de pasar al otro lado, los soldados les dieron el alto, y a continuación dispararon. 


Helmut tuvo suerte, Peter resultó alcanzado por varios disparos en la pelvis, cayó hacia atrás, y quedó tendido en el suelo en la "tierra de nadie", durante cincuenta angustiosos minutos, moribundo, desangrándose, a la vista de todos, y sin que nadie hiciera nada. 

Gritó pidiendo auxilio, pero los soldados soviéticos que le habían disparado no se acercaron, y lo único que pudieron hacer los soldados americanos fue tirarle un botiquín, que no le sirvió de ayuda, ya que sus graves heridas internas le impedían moverse, y poco a poco fue perdiendo la consciencia.

Durante casi una hora, los ciudadanos de ambos lados de Berlín contemplaron impotentes su agonía, gritando a los soldados de ambos lados para que le ayudasen.

Pero ambos bandos tenían miedo de que los del otro lado les disparasen, como había pasado en otras ocasiones anteriores; aunque ninguna en una circunstancia tan perentoria como esta y a las dos del mediodía, con tantos testigos presentes, incluyendo periodistas en el lado occidental. 

Los soldados del lado oriental, zona a la que pertenecía en realidad la "tierra de nadie", tampoco le ayudaron, y no se acercaron hasta pasados 50 minutos, seguramente para que sirviera de ejemplo para cualquier otro que pensase huir.

Aún así, entre 1961 y 1989 murieron más de 260 personas, sólo intentando cruzar el Muro; además de los que murieron al querer cruzar la frontera entre las dos Alemanias, y ya no hablemos de los que estuvieron en la cárcel por intentarlo, o por ayudar a otros. 

Cuando por fin se acercaron los soldados de la RDA y se lo llevaron, los ciudadanos de ambos lados gritaron repetidamente "¡asesinos, asesinos!". 

En el lado occidental, se sucedieron las protestas y las manifestaciones los días siguientes, y los habitantes del Berlín Oeste comprendieron claramente lo difícil que sería para sus familiares y amigos del Berlín Este el intentar escapar. 

Asimismo, también se dieron cuenta, decepcionados, de que los soldados americanos, en pleno auge de la Guerra Fría , no harían nada para ayudarles en circunstancias similares. Fue un duro golpe para la esperanza de los berlineses.

TIENE CASI VEINTE AÑOS y ya está cansado de soñar;
pero TRAS LA FRONTERA está su hogar, su mundo y SU CIUDAD.
Piensa que la ALAMBRADA sólo es un trozo de metal,
algo que nunca puede detener sus ansias de volar.


Libre, como el sol cuando amanece yo soy libre, como el mar.
Libre, como el ave que escapó de su PRISIÓN y puede al fin volar.
Libre, como el viento que recoge MI LAMENTO Y MI PESAR,
camino sin cesar, detrás de la verdad, y SABRÉ LO QUE ES AL FIN LA LIBERTAD.

Con su amor por su bandera se marchó cantando una canción;
marchaba tan feliz que NO ESCUCHÓ LA VOZ QUE LE LLAMÓ.
Y TENDIDO EN EL SUELO SE QUEDÓ, SONRIENDO Y SIN HABLAR;
SOBRE SU PECHO, FLORES CARMÉSÍ BROTABAN SIN CESAR.

La canción, escrita diez años después de los hechos, recoge una historia y unas fotos que dieron la vuelta al mundo, y que todavía hoy son símbolo de la crueldad humana. En el lugar donde murió Peter Fechter, se levantó en 1990 un monumento. Ya en 1997, dos antiguos soldados de la RDA fueron juzgados, y admitieron haber disparado contra Peter Fechter. Se les declaró culpables, y fueron condenados a un año de cárcel. En el juicio el forense declaró que toda ayuda hubiera sido inútil, ya que la gravedad de las heridas le hubiera causado la muerte en cualquier caso. Pero es algo que nunca sabremos, ¿verdad?
La canción es símbolo de todo el pueblo alemán que soñó con huir, ya que si Peter fue la primera víctima del muro, el último, Chris Gueffroy, en 1989, tenía, precisamente, veinte años...

No tenía ni idea del origen de esta canción y la he cantado y escuchado cuantas veces. Aqui una version de la TV.


Gracias a Osvaldo,un amigo, que me mando por E-mail esta historia.
Nuestro permanente homenaje a Nino Bravo

Leonardo Liberman

miércoles, 26 de octubre de 2011

Sarah Kaminsky: Mi padre, el falsificador

Este video sirve de presentación de un libro que acaba de ser publicado por la Editorial Capital Intelectual. Su autora Sarah Kaminsky hace un raconto de la historia. Espero que la disfruten y tengan la posibilidad de leer el libro.

Sarah Kaminsky: Mi padre, el falsificador | Video on TED.com

Un ejemplo de un luchador casi anonimo al que la humanidad le debe mucho.
Quiero agradecer a
Deborah Lapidus y Natalia Viñes de DL Prensa Cultural.
Pueden contactarse en info@dlprensacultural.com.ar

Leonardo Liberman

Cada vez mas accidentes de tránsito

Publicamos un comentario interesante de Marcos Aguinis.

Dos hemorragias que pueden frenarse

Por Marcos Aguinis para LA NACION

Las muertes originadas por accidentes viales y ferroviarios pueden ser evitadas en su gran mayoría. Pero pareciera que fuese más divertido hablar y lamentarse que imponer la solución.

Sobre esto discutí largo con Guillermo Laura, quien fogonea la ley Promitt (ver www.autopistasinteligentes.org ). Esta ley pondría en marcha una sencilla política de Estado que volcaría enormes beneficios a nuestro país al disminuir notablemente dos hemorragias: las muertes por accidentes de ruta y tren, y el desparramo de una fantástica suma de dinero (el impuesto al combustible) que ahora se extravía por túneles inciertos, como el de las viviendas Schoklender, que también se nutrieron de ese impuesto.

Sobre el asunto ya publiqué artículos y hubo un editorial de LA NACION. Vuelvo al tema porque avergüenza la inexplicable demora del Congreso en aplicarse a discutir un proyecto que le fue enviado en el año 1998 (¡hace 13 años!). Un proyecto que ya fue respaldado unánimemente por legislaturas provinciales, municipales y por el Cimop (Consejo Interprovincial de Ministerios de Obras Públicas), además de ser reclamado por numerosas organizaciones sociales. Pero? ¡sigue cajoneado! En ese tiempo ya se hubiera podido completar una fabulosa red nacional de autopistas y rehabilitar nuestros ferrocarriles, para conectar la integridad del país. Sin aportes del Estado: eso es lo novedoso. ¡Y es lo que asusta! Nos paraliza el prejuicio de que las grandes obras deben ser realizadas por el Estado, cuando la realidad nos muestra que el Estado muchas veces es el responsable de despilfarros, desvíos y frustración.

Me explico.

Se trata de desarrollar verdaderas autopistas, como las que se iniciaron en Alemania y luego se construyeron en Estados Unidos y en China. Urge cambiar el sistema actual, basado en el pago de peaje, que ya cumplió veinte años de vigencia y no ha parido un solo kilómetro de autopista o de autovía. Nada de nada. En la última década se contrataron -¡y publicitaron!- siete autopistas por peaje y todas fracasaron. Patético.

La pregunta del millón: ¿cómo se pagaría la nueva y maravillosa red de autopistas y rehabilitación ferroviaria? Sin aportes presupuestarios del Estado -es la clave-, sin concesiones a los amigos, sin retornos ni extorsiones, sin corrupción ni zigzagueos burocráticos, que son los demonios de nuestra cotidianidad. Lo asombroso consiste en que los recursos sobran, pero no son utilizados debidamente porque intereses perversos quieren eternizar negocios que no bendicen al país. Fíjense: los usuarios pagamos 4000 millones de dólares anuales como impuesto al combustible. Ese impuesto fue establecido en 1932 por la ley de vialidad, que determinaba un único destino: ampliar y mejorar la red de caminos. Cuatro mil millones son mucho dinero y alcanzan para pagar al contado 2000 kilómetros de autopistas anuales. En diez años se podrían terminar 20.000 kilómetros, más de lo que propone el Promitt. Es horrible el contraste de ese dato con este otro: la única autopista relevante que se inauguró luego de 19 años, apenas la que une Rosario y Córdoba, sólo cubre 400 kilómetros y ya tiene baches.

El Promitt es tan simple que lo deja a uno perplejo. Esto lo hace parecer una utopía. Pero no lo es. Se basa en cambiar un modelo de gestión crónico y fallido, adaptándolo a otros tipos de servicios como el teléfono, la luz y el gas. ¿Cómo? No abonando estos servicios por adelantado, contra una promesa incierta. Se abona por un servicio que ya esté a disposición. Los argentinos cometemos el absurdo de pagar por adelantado autopistas que alguna vez -o nunca- se realizarán. Se recauda una suma fantástica como impuesto al combustible y no se lo aplica al objetivo para el que fue creado. Esos millones terminan en manos de funcionarios que lo reparten entre amigos, por lo tanto inmunes en el momento de rendir cuentas. Uno de los ejemplos resonantes de los últimos años es el caso Jaime, que, entre otros desfalcos, compró vagones-chatarra a España.

Por eso la ley Promitt establece una relación directa entre los empresarios que construyen primero las autopistas con su propia plata, y los usuarios que pagan después la tarifa en forma directa, sin intermediarios.

Analicemos otro caso para comprender mejor. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si los 8500 millones de dólares que facturan el teléfono y el cable pasaran al Ministerio de Planificación para que su burocracia se encargase de pagar a los prestadores? Pues nos quedaríamos sin esos servicios en corto tiempo. Esto es lo que se hace con los 4000 millones de dólares que se recauda en concepto de impuesto a los combustibles. En un caso, los usuarios pagan a los propietarios obligados a brindar un servicio, y en otro, pagamos al Estado que no se acuerda del servicio. Por eso existen unos 52 millones de teléfonos y carecemos de una infraestructura vial moderna. La telefonía celular implica alta tecnología, mientras que en las carreteras se aplica una ingeniería básica. Pero hacer lo difícil y emperrarnos contra lo fácil es parte de nuestra locura.

Dicho de otro modo, la ley Promitt estipula que será obligatorio habilitar la obra y recién después pagarla, como ocurre con los demás servicios públicos. Esta es la más eficaz protección: primero, las obras; después, el pago. Los tiempos de construcción se aceleran y se optimiza la calidad, porque los empresarios quieren cobrar cuanto antes (apurarán los trabajos) y luego no tener que gastar en mantenimientos innecesarios (usarán mejor material).

Vialidad Nacional viene construyendo autopistas, pero a un ritmo extremadamente lento. En las últimas décadas apenas completa 26 km por año. A este ritmo necesitaremos 440 años para concluir la red de 13.500 kilómetros que necesita la Argentina. El Promitt, en cambio, planifica avanzar a un ritmo de 1350 kilómetros anuales para concluir la red en sólo diez años.

¿Emergerán los estadistas que nuestra nación precisa para terminar con esas terribles hemorragias? ¿La hemorragia de quienes mueren por accidentes viales y la hemorragia de los miles de millones de dólares que se pierden en los laberintos de Schoklender, Jaime y tantos otros?

Pero, a no desesperar. Gradualmente se va consensuando, sobre todo en las provincias, un creciente apoyo a esta política de Estado, que nada tiene que ver con el corto plazo de los populismos. Al margen de banderías partidarias piden al Congreso Nacional un urgente tratamiento de la ley Promitt para construir la infraestructura vial y ferroviaria moderna y eficaz que relanzaría potencialidades latentes de todo el país. Nos queda la esperanza de que terminarán por ser escuchados.

© La Nacion.

viernes, 21 de octubre de 2011

Cuando la indignación no alcanza

El Dr. Enrique Guilermo Avogadro publicó en su Blog un nuevo artículo que reproducimos a continuación

Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis .

Mateo 7,15-20

Imaginemos, por un segundo, que un verdadero ejército de iluminados, con uniforme y armas de guerra, con entrenamiento realizado en algún país extranjero y financiado por éste, comienza a atacar las pocas instalaciones militares que hoy quedan en la Argentina, o que deciden abrir un frente de lucha en alguna provincia del país con vistas a declararla independiente y obtener el status de Estado beligerante.

¿Cómo reaccionaría entonces doña Cristina?; ¿los consideraría jóvenes idealistas o meros terroristas subversivos?; ¿cómo actuaría frente a los familiares de los soldados que cayeran defendiendo sus unidades militares?. Por su parte, el inefable Presidente de la Corte Suprema, don Lorenzetti, ¿continuaría con sus teorías de justicia transicional cuando juzgase a los sobrevivientes? Desde otro ángulo, ¿cómo deberían responder los militares y policías si fueran atacados a mansalva, a tiros y a bombazos? Curiosas preguntas para esta Argentina desquiciada y sin rumbo.

A partir de la publicación de un imprescindible libro de Ceferino Reato, Operación Primicia, la epidermis social sufrió un nuevo sarpullido, aunque tan leve y pasajero como los otros del mismo origen -Shocklender, Antonini Wilson, Jaime, de Vido, don Néstor (q.e.p.d.), doña Cristina, Felisa Miceli, los hermanos Juliá, etc.-, causado por la corrupción rampante en la Argentina.

En efecto, el autor reveló que, a raíz del ataque guerrillero al Regimiento de Infantería de Monte 29, con asiento en la ciudad de Formosa, producido el 13 de abril de 1975, los familiares de los terroristas que habían resultado muertos por los soldados que repelieron la agresión habían cobrado cuantiosas indemnizaciones, mientras que las familias de los conscriptos, sólo continúan percibiendo modestas pensiones, de ochocientos pesos por mes.

No está de más recordar que lo mismo sucedió con los deudos de muchos otros militares y policías que habían caído en defensa de la República y de sus instituciones, cuando lo hacen, y muchas víctimas civiles de los atentados guerrilleros, a los que se les ha negado todo derecho.

Además, consignó Reato que los nombres de los guerrilleros atacantes figuraban en las paredes dedicadas a las víctimas de la guerra antisubversiva, en el Parque de la Memoria que la Ciudad de Buenos Aires ha instalado en la Costanera Norte porteña. Resumiendo, el Estado rinde homenaje y paga a quienes atentaron contra sus instituciones sin poder invocar, siquiera, el principio de defensa a la opresión, ya que el intento de copamiento se produjo durante un gobierno democrático.

Cuando el ataque en Formosa, gobernaba Estela Isabelita Martínez de Perón quien, con su marido muerto, habían obtenido el 62% de los votos en las elecciones de 1973. Es decir, una Presidente a la cual, más allá de las quejas derivadas de los problemas económicos y, sobre todo, del clima de guerra imperante por el permanente accionar de las bandas armadas de derecha y de izquierda, no puede negarse ni su legitimidad ni su respeto a la ley.

En suma, se utilizó una norma, pensada para indemnizar a quienes pudieran haber resultado víctimas de desaparición forzada o de muerte inocente durante el proceso militar de 1976/1983, para premiar, más de dos décadas después, a quienes, en democracia, habían intentado copar un establecimiento militar y habían perdido la vida en el intento, que también había implicado la caída en combate de sus defensores legales. Peor aún, a éstos nadie había reconocido su valor y el cumplimiento de su deber.

Con esos antecedentes, y algunas otras fuentes, muchas de ellas terroristas confesos, un grupo numeroso de ciudadanos, indignados y nucleados en la Asociación de Abogados para la Justicia y la Concordia, comenzaron a trabajar para descubrir la verdad.

La primera investigación que, como digo, se realizó sobre la base de los dichos de Reato y, sobre todo, de las afirmaciones de un guerrillero de entonces, Gustavo Plis-Steremberg, de gran autoridad en el tema dada su participación confesa en el ERP, en su libro Monte Chingolo: la mayor batalla de la guerrilla argentina, sobre otros compamientos intentados contra la guarnición de Azul, con Perón aún como Presidente, el 19 de enero de 1974; contra la fábrica de explosivos de Villa María, el 10 de agosto de 1974; el Batallón Fray Luis Beltrán, el 13 de abril de 1975; y el propio del Batallón de Monte Chingolo, el 23 de diciembre de 1975.

Amén de que esa simple enumeración da por tierra a la intencionada y permanente negación del estado de guerra revolucionaria en la Argentina de los 70s -¿de qué otro modo puede calificarse el asalto, por bandas profesionalmente armadas y uniformadas, de guarniciones militares?-, existe una profusa bibliografía de la que son autores quienes se niegan a que los combatientes subversivos caídos sean considerados como idiotas que no sabían lo que hacían, reivindicando su iluminada vocación por cambiar, en forma violenta, la sociedad entera. Martín Caparrós, coautor de La Voluntad, es quizás el mejor, y más honesto, exponente de esa postura.

Con esos elementos en la mano, la Asociación mencionada comprobó, uno a uno, la incorporación de cincuenta y seis de esos casos al monumento mencionado.

Una vez verificado ese extremo, requirió a la Secretaría de Derechos Humanos, a cargo hoy de Eduardo Luis Duhalde, que informara si se habían pagado indemnizaciones a esos guerrilleros, caídos en combate al intentar copar, en democracia, cuarteles.

La respuesta, que tuvo que ser forzada por la Justicia dada la resistencia del organismo, confirmó las sospechas: se pagaron cuantiosas sumas a los deudos de esos terroristas muertos en la lucha contra los defensores de esas guarniciones militares. Además, se confirmó el caso más aberrante, denunciado por Reato en su libro: también se incluyó el nombre de Fernando Haymal, y se pagó indemnización a sus deudos, pese a que su muerte se debió al fusilamiento del que fue objeto por la propia organización terrorista a la que pertenecía, Montoneros.

Pese a que la ley indemnizatoria, sancionada en los 90s, tiene enormes defectos, comenzando por su enunciado de que pretende compensar a quienes cayeron por el llamado terrorismo de Estado con anterioridad al 10 de diciembre de 1983 si se aplicara de ese modo, podríamos llegar, sin dudas, a los fusilamientos ordenados por Castelli en Córdoba en 1810- lo más grave se produce con el advenimiento de los Kirchner al poder nacional.

En efecto; cuando, para fortalecer el relato que inventaron para construir una épica de la cual carecían nunca habían hablado del tema hasta el 2003-, ordenaron reescribir el prólogo del informe Nunca más, comenzaron a cometer, en materia de derechos humanos, todas las tropelías que una visión sesgada y malintencionada de la historia verdadera les fue permitiendo.

Pero cuando la indignación no basta es al tomar conciencia de cuánto fue el monto que, sin control de ningún tipo como ha sido habitual en las dos presidencias Kirchner- y con horrores como los descriptos, fue pagado por la Secretaría de Derechos Humanos desde 1983 a la fecha: ¡mil setecientos millones de dólares!. El interrogante surge como obvio: ¿no habrá en este asunto, también, indemnizaciones truchas?

La ley establece que la reparación individual será de cien veces el sueldo mayor de la Administración nacional. Coincido con Reato y con la Asociación al afirmar que, en general, las indemnizaciones pagadas a los deudos oscilaron, dependiendo del tipo de cambio, alrededor de los US$ 220.000 por barba, sin embargo, y dado que algunas se encuentran en trámite cuando el dólar está tan barato en la Argentina de hoy, multiplicar por cien el máximo salario actual puede triplicar esa cifra.

Para concluir esta indignada nota sólo me resta invitar al lector a visitar el monumento en cuestión. Descubrirá, con asombro, que a veintiocho años del renacimiento de la democracia, y con treinta mil lugares para colocar los nombres de los desaparecidos, sólo están ocupados algo más de ocho mil, incluyendo en esa cifra a quienes, como explico aquí, no pueden figurar allí. ¿Es que el Gobierno espera que surjan, tanto tiempo después, nuevos nombres, aún ignorados?

De lo contrario, se habrá comprobado claramente que la cifra de 30.000 desaparecidos -¡por cierto, no debiera haber habido ninguno!- fue nada más que un slogan publicitario y que su inexactitud también pone en tela de juicio la calificación de delitos de lesa humanidad que, con retroactividad, el kirchnerismo y sus socios idealistas, imputan a los militares y policías presos.

Enrique Guillermo Avogadro. Bs.As., 20 Oct 11

Blog: http://egavogadro.blogspot.com

jueves, 13 de octubre de 2011

Dia de la Madre

De chico en la escuela me enseñaron muchas poesías, entre ellas una que en particular me emocionaba mucho y lo sigue haciendo. En sus primeros versos decía: Ven para acá, me dijo dulcemente mi madre... de Olegario Víctor Andrade.

Con el tiempo me fueron llegando muchas otras canciones y textos referidos a las madres.

Recuerdo "Maternidad" de José Pedroni, "La silla vacía" de Evaristo Carriego y muchas mas.


En esta oportunidad elegí para compartir un soneto y una canción de Joan Manuel Serrat y un texto que rescate de un libro de Claudio María Domínguez.


Soneto a Mamá

No es que no vuelva, porque me he olvidado

de tu olor a tomillo y a cocina.

De lejos, dicen que se ve más claro,

que no es igual quién anda y quién camina.

Y supe que el amor tiene ojos verdes,

que cuatro palos tiene la baraja,

que nunca vuelve aquello que se pierde

y la marea sube y luego baja.

Supe que lo sencillo no es lo necio,

que no hay que confundir valor y precio,

y un manjar puede ser cualquier bocado

si el horizonte es luz y el rumbo un beso.

No es que no vuelva porque me he olvidado:

es que perdí el camino de regreso, Mamá...

Aquí, Joan Manuel Serrat en TVE 1974 cantando De Parto



Para completar este homenaje al Día de la Madre, un texto titulado Angeles, del libro Un collar de maravillas con prólogo y selección de Claudio María Domínguez.

Cuenta una antigua leyenda que un niño que estaba por nacer le dijo un día a Dios:

Me dicen que me vas a enviar muy pronto a la tierra, pero ¿cómo viviré tan pequeño e indefenso como soy?

Entre muchos ángeles escogí uno para ti, que te estará esperando. El te cuidará.

Pero, dime, aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír, eso basta para ser feliz.

Tu ángel te cantará y te sonreirá todos los días, y tú sentirás mucho amor y serás feliz.

¿Y cómo voy a entender lo que la gente me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres?

Tu ángel te dirá las palabras más dulces y tiernas que puedas escuchar, y con mucha paciencia y cariño te enseñará a hablar.

¿Y qué haré cuando quiera hablar contigo?

Tu ángel te juntará las manitos y te enseñará a orar.

He oído que en la tierra hay hombres malos, ¿quién me defenderá?

Tu ángel te defenderá, incluso a costa de su vida.

Pero estaré siempre triste porque no te veré más, Señor.

Tu ángel te hablará siempre de Mí y te enseñará a descubrir que Yo siempre estaré a tu lado.

En ese instante una gran paz reinaba en el cielo, y ya se oían voces terrestres.

Entonces el niño dijo suavemente:

Dios mío, ya me voy…dime su nombre, ¿Cómo se llamará mi ángel?

Su nombre no importa. Tú le dirás mamá.


Feliz día Mamá.

Leonardo Liberman