viernes, 4 de enero de 2013

Lic. Patricia Pouchulu - La Bella Música


Hace pocos dias, con motivo de las festividades por año nuevo recibí un E-mail del que repruduzco una parte.

Queridos amigos de la Música:


Vayamos por todo... lo que muchos parecerían haber olvidado. ¿Qué pasó con la honestidad? ¿Con la nobleza? ¿Con la dignidad? ¿Con la espiritualidad? ¿Con...? Disculpen que comience con estas preguntas, pero desear felices fiestas y buen año no alcanza, por lo menos para mí. Cada vez más me preocupa cierto estado de degradación en el aire que respiramos día a día.
Y entonces comienzo a recordar. Era muy pequeña y mis padres me regalaron un verdadero tesoro que por supuesto mantengo intacto: pequeños libritos que conformaban una colección que se llamaba Vida Espiritual del escritor y periodista Constancio C. Vigil, un humanista de su tiempo. A través de textos sencillos y de dibujos candorosos el autor presentaba esencialmente casos de convivencia de los niños con sus padres, con sus maestros, con otros niños como ellos. Sus reflexiones, que giraban en torno de las virtudes, invitaban a pensar y ayudaban a los niños a crecer. Virtud... ¡vaya palabra en actual retroceso y desuso!
Decía por ejemplo: “La continua vigilancia sobre tus palabras afirmará tu personalidad, tu voluntad y tu destino. No hables aturdidamente, no hables sin noble intención. Las palabras que salen de ti dicen quién eres, y qué sitio mereces en el mundo.” ¿Qué podía entender un niña pequeña al leer estas líneas? Quizás mucho o simplemente algo de ese profundo mar de términos abstractos... Pero había algo vital: ubicaba a la palabra en un sitio privilegiado. Y nos hacía -ya desde niños- responsables de cada palabra que saliera de nuestra boca. Muy diferente al “decí lo que quieras, mentí cuanto se te dé la gana” que parece tener tanta vigencia hoy día.
Recuerdo también Le Petit Prince de Saint Exupery. Maravilloso y breve con sus diversos niveles de lectura que pueden volverlo cuento de hadas o ensayo filosófico. Me encantaba ese concepto de único e irrepetible formalizado a través del tema de la rosa del Principito, frente a millones de rosas iguales que no podrían jamás reemplazarla... Y nuevamente el sentido de las palabras como generadoras de las acciones con ese broche de oro que fue aprender a resaltar lo ESENCIAL por sobre las apariencias. ¡Y era un cuento para niños!

Disculpen este extraño mail de fin de año pero entre otras cosas, es un extraño año. Pienso -recordando a Platón- que el ser humano dispone de tres herramientas básicas y fundamentales para poder vivir y convivir: el intelecto, la voluntad y la emoción. Y para cada una de ellas existe una virtud, una cualidad. Una de ellas es la sabiduría que nos permite identificar las acciones correctas y cuándo y cómo realizarlas. Otra es el valor que permitirá realizar las acciones a pesar de amenazas e incertidumbres. Y finalmente el autocontrol que permitirá interactuar con el otro y poder vivir en sociedad, sin calificar a aquel que no piense de la misma manera de contrincante, opositor, rival, destituyente, traidor, enemigo. No se trata de un juego, no es una épica mitológica, no estamos en una guerra.
Me pregunto si será posible rescatar a las palabras de viles usos y abusos... Si será posible hablar sin recurrir a una lista de slogans vacíos dignos de los fanáticos irrecuperables... Si será posible volver a creer en los valores y recuperar el sentido común. ¿Podremos enfocarnos en la tolerancia y hermanarnos por el camino de la superación y la responsabilidad?
De mi parte deseo una Argentina virtuosa, la necesito. Y como las cosas no pueden hacerse por decreto ni por magia, hay que trabajar inmensamente para caminar con templanza, prudencia, fortaleza y justicia. Y buen humor.
Les mando un cariño muy grande, Mtra. Patricia Pouchulu.