martes, 30 de abril de 2013

Dorival Caymmi


Dorival Caymmi nació el 30 de abril de 1914, en Itapuã, Salvador de Bahía, Brasil y murió en Río de Janeiro,Brasil, el 16 de agosto de 2008.

Está considerado como uno de los más influyentes cantautores de la música popular brasileña.

Vivió su niñez en un estrecho y constante vínculo con la playa, desarrollando su pasión por el mar, por la vida del pescador y por la figura de Iemanjá.

Sus padres amaban la música y, la curiosidad de Caymmi por esta disciplina, fue estimulada de manera natural desde temprana edad. 

De niño participó en un coro de Iglesia; de adolescente comenzó a aprender guitarra como autodidacta y a componer sus primeras canciones. 

A los trece años Dorival dejó sus estudios con la intención de trabajar. 


Se desempeñó, entre otras tareas, como auxiliar en un estudio de abogacía, así como reportero y dibujante.
 
A los veinte años cantaba para la Rádio Clube da Bahia. 

Dos años más tarde, en 1936, ganó un concurso de canciones para carnaval con una samba llamada A Bahia também dá.

En 1938 se mudó a Río de Janeiro con la idea de retomar sus estudios y trabajar como periodista. 

Sin embargo, pronto decidió dedicarse enteramente a la música. A pesar de que desde ese momento pocas veces volvió a Bahía, sus canciones, sin embargo, continuaron inspirándose en la idiosincrasia de su ciudad natal: la vida cotidiana del hombre de pesca, la playa y el mar.


Obtuvo su primer éxito en 1939 con O que é que a baiana tem?, canción incluida en la película Banana da Terra, protagonizada por Carmen Miranda.

En 1940, mientras su popularidad crecía, gracias a la canción anteriormente citada y a otras como O mar, Rainha do mar y Promessa de pescador, se casó con la cantante Stella Maris.

En la segunda mitad de la década de 1940 dedicó una mayor atención a la pintura. Como en su música, es posible encontrar en sus cuadros rasgos bahianos.

En el año 1947, grabó Marina, dando inicio a una nueva etapa en su producción musical, donde predominaría el género samba-canción, así como las canciones intimistas.

Durante los años 1954 y 1955 grabó sus dos primeros LP, Canções praieiras y Sambas de Caymmi, iniciándose una etapa prolífica y muy activa en lo que respecta a la producción de discos de larga duración, tras quince años de publicar exclusivamente en formato sencillo.

 
A finales de la década, en pleno surgimiento de la bossa nova, la figura de Caymmi fue popularizada por varios de los pioneros del nuevo género. 

Colaboró con Antonio Carlos Jobim y, en la década de 1960, muchas de sus canciones fueron interpretadas por João Gilberto. 

Entre estas interpretaciones se destacan Doralice de 1945,Samba de minha tierra, Saudade de Bahia de 1957 y Rosa Morena.

En 1965, tras la interpretación de una de sus canciones por parte del cantante estadounidense Andy Williams, viajó a Los Ángeles, donde residió cuatro meses y grabó un nuevo LP.

Durante 1968, el gobierno de Bahía le regaló una casa en Salvador como retribución a la divulgación internacional de la cultura local, tras lo cual volvió a vivir un tiempo en dicha ciudad, aprovechando la ocasión para vincularse más estrechamente al candomblé, religión con la que siempre había tenido afinidad.



Escribió, en 1972, Oração de Mãe Menininha, una canción en homenaje a Mae Menininha do Gantois, sacerdotisa de candomblé. Esta canción fue grabada luego por músicos como Gal Costa y Maria Bethânia.

Tres años después, su canción Gabriela fue emitida por Rede Globo como cortina musical de la telenovela homónima, basada ésta en la novela Gabriela, Cravo e Canela de Jorge Amado, gran amigo de Caymmi.

En 1984, en ocasión de su septuagésimo aniversario, fue condecorado en París por el ministro de cultura francés Jack Lang con la Encomienda de las artes y letras de Francia.


Dorival Caymmi se destacó musicalmente tanto por desarrollar un estilo propio, como por ser autor de varias canciones clásicas dentro del ámbito de la música popular.

Su estilo sencillo, fuertemente influenciado por el peculiar entorno pesquero de Bahía y su cotidianeidad, ha quedado plasmado en composiciones tales como Promessa de Pescador y O Vento.

Sus sambas se han convertido, con el tiempo, en estándares de la música popular brasileña. Tal es el caso, por ejemplo, de composiciones como O samba da minha terra.

João Gilberto y Tom Jobim lo consideraron precursor directo de la bossa nova. Jobim, en particular, señaló especialmente como moderna la manera de tocar la guitarra de Caymmi.

Entre los varios músicos fuertemente influenciados por Dorival Caymmi se encuentran también Caetano Veloso y Gilberto Gil. 

Este último le dedicó Buda Nagô, canción que grabó en el año 1991.



Sus hijos Dori, Danilo y Nana Caymmi son también importantes músicos. Todos ellos debutaron profesionalmente acompañando a su padre en escena y en discos.

A nivel artístico, si bien se destacó principalmente en el campo de la música, también se dedicó a la pintura.


El sábado 16 de agosto de 2008, a la edad de 94 años, falleció en Río De Janeiro.


A continuación un fragmento del documental "Um Certo Dorival Caymmi", de "Estrela de Manhã" (1950)



Otro momento del documental "Um certo Dorival Caymmi"



Gal Costa y Dorival Caymmi en vivo cantando Só Louco



Dorival Caymmi cantando Marina en 1996


lunes, 29 de abril de 2013

El tango vuelve a París


El Tango vuelve a París con dirección de Manuel Romero se estrenó el 16 de enero de 1948. 


Sobre una historia sencilla, un grupo de amigos, con Alberto Castillo a la cabeza, viven diversas situaciones y se crea el ambiente para que surjan los tangos para que el cantor se luzca: "Ninguna", "Griseta", "Muñeca brava", "Nubes de humo", "La canción de Buenos Aires". También participó la renombrada Dama de la Canción mejicana Elvira Ríos.

En esta película es donde más se aprovecha la figura de Anibal Troilo en dos roles, como actor y al frente de su orquesta.

El elenco completo es el siguiente
Alberto Castillo, Elvira Ríos, Severo Fernández, Fernando Lamas, Lilian Valmar, Aníbal Troilo, Julio Renato, Juan José Porta, Rodolfo Díaz Soler, Roberto Blanco y Antonio Provitilo 

  







Pedro Vargas


Pedro Cruz Mata, conocido en el mundo artístico como Pedro Vargas nació en San Miguel de Allende, Guanajuato, México, el 29 de abril de 1906 y murió en Ciudad de México el 30 de octubre de 1989.

De orígenes humildes, su madre lo envió a la iglesia desde los siete años para que fuera monaguillo y formara parte del coro.

Inmediatamente el maestro de la capilla reconoció que había una voz nueva y extraordinaria y fue él quien le dio las primeras lecciones de canto y le enseñó a tocar el órgano.

En 1920, a la edad de 14 años, llegó a la Ciudad de México y de inmediato empezó a cantar en los coros de varias iglesias y ofreciendo serenatas.

Fue en el Colegio Francés de La Salle, donde después de escucharlo, le ofrecieron una beca para realizar la escuela secundaria, clases de piano y solfeo; ahí permaneció hasta terminar el bachillerato.

En la casa de Pierson entró en contacto con Jorge Negrete, Alfonso Ortiz Tirado y Juan Arvizu.

José Mojica lo recomendó con Alejandro Cuevas y el maestro al escucharlo, se ofreció también a darle lecciones sin cargo.


Con Cuevas estudió canto, movimiento escénico, italiano y francés y el domingo 22 de enero de 1928 debutó como Turiddu en la ópera Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni en el teatro Esperanza Iris.

Pietro Mascagni
Esa misma noche recibió dos ofertas: una para cantar El Barbero de Sevilla de Rossini, con la famosa soprano Ángeles Otein y la otra firmar para una gira por Estados Unidos de un año como uno de los solistas de la orquesta de Miguel Lerdo de Tejada.

Después de sopesar los pro y contra de ambas ofertas, aceptó la segunda. 

Hasta ahí llegó su carrera operística y su amistad con el maestro Cuevas, que nunca le perdonó a su alumno el haber escogido el canto popular como forma de expresión.

Pedro Vargas debutó por los micrófonos de la NBC en 1928 y por la XEW el 20 de septiembre de 1930. 

En México mantuvo por 13 años su programa El estudio Raleigh de Pedro Vargas.

En 1932 firmó con la Víctor un contrato que duró más de cincuenta años, durante los cuales grabó más de 3.000 canciones.


En su primera visita a Buenos Aires grabó para el sello Víctor dos temas de su autoría: “Porteñita mía” y “Me fui”, con el acompañamiento musical de Pepe Agüeros en piano y el violín del legendario Elvino Vardaro.

Luego de participar de un importante concurso y por sus condiciones vocales, fue contratado como intérprete oficial de Agustín Lara.


Ese fue un paso más decisivo de su carrera después de haber cambiado la ópera por la canción popular.

Pedro Vargas estrenó prácticamente todas las canciones de Agustín Lara para voz masculina entre 1930 y 1936, año en que el joven tenor inició su carrera como solista independiente.


Entre sus agradecimientos a Lara nunca olvidó mencionar el desarrollo de la memoria, ya que Lara sólo le permitía leer la letra de cada canción por dos veces y a la tercera ya debía cantarla de memoria.

En 1933 viajó a Cuba, país al que siguió visitando periódicamente y que llegó a considerar como su segunda patria: "A Cuba le debo haber sentido por primera vez el cariño de un público que no fuera el de mi país".

En 1938 triunfó en Puerto Rico y así su vida artística no fue más que una cadena de triunfos.


Refiriéndose a su carrera radial decía: “Gracias a la radio debute en la televisión por la CBS de New York en 1951 acompañado por la orquesta de Percy Faith.

Percy Faith
En enero de 1952 Pedro Vargas debutó en La Voz Dominicana, circuito al que regresó en julio de 1954.

Años después se presentó en el Hotel Embajador y finalmente, el 24 de octubre de 1973, se despidió del público dominicano con un estupendo concierto en el Auditórium del Palacio de Bellas Artes.


Cantó en los más prestigiosos teatros del mundo y cuando el 21 de septiembre de 1981 ofreció un concierto patrocinado por la OEA en el “Kennedy Center for the Performing Arts” donde fue homenajeado por Alejandro Orfila, Secretario General de la OEA.


Con su estilo original y fácilmente reconocible, con su inconfundible manera de decir la canción marcó varias generaciones de cantantes de América.

Con su apariencia impasible exprimía de cada canción la última gota del romanticismo sin teatralidad ni afectación. En su voz y estilo la canción nunca fue banal.

El 20 de marzo de 1964 cantó un concierto en el Carnegie Hall de New York, con un éxito ya hoy legendario.


En el cine mexicano debutó en 1936 cantando Flores negras de Sergio de Karlo en Los chicos de la prensa. Apareció en unas 70 películas, incluyendo El caballo de mi general', de 'Walt Disney.

La voz de Pedro Vargas era de tenor lírico, su logro no descansaba tanto en agudos excepcionales como en su poder de transmitir, en su capacidad de comunicar emociones muy hondas, ancestrales, que no dejaba transparentar en su rostro impasible, estoico.


Su carisma y su presencia escénica era impresionante, aunque siempre mantuvo la serenidad del recitalista nato. 

Su ejemplo para la posteridad radica en su modestia y en ese saber mantenerse en el ámbito de sus posibilidades.

Pedro Vargas falleció por complicaciones de diabetes mientras dormía y sufrió un paro respiratorio, el 30 de octubre de 1989, en la Ciudad de México, a la edad de 83 años.




A continuación tres momentos de su carrera artística en TV.



domingo, 28 de abril de 2013

70 años del Levantamiento: los argentinos del gueto

Artículo publicado en el Diario Clarín. Domingo 28 de abril de 2013

70 años del Levantamiento: los argentinos del gueto

Unos 90 compatriotas quedaron atrapados en el gueto de Varsovia. Entre ellos hubo un héroe que mató a un jerarca nazi en Treblinka. La investigación que revela por primera vez sus nombres.

El gueto en llamas. Los últimos sobrevivientes salen de sus escondites tras la ofensiva nazi que terminó con la resistencia. Son llevados al campo de concentración de Treblinka.


28/04/13
Tomó con rabia el mango del cuchillo dentro del bolsillo. Apretó los dientes y aspiró profundo. Pensó un segundo en su mujer y su hija asesinadas en la cámara de gas unos días antes y se lanzó en dos saltos contra la espalda del Scharführer Max Bialas, el segundo jefe de Treblinka, el campo de exterminio donde lo habían llevado cinco días antes de ese 11 de septiembre de 1942. Sacó la mano derecha y clavó con una fuerza brutal el pequeño cuchillo que había logrado esconder tras su trabajo esclavo en el bosque. El nazi delgado, alto y apuesto en su uniforme gris perlado, que hasta un momento antes se paseaba con una pequeña vara tocando las caras de los hombres que iba a mandar a morir en la cámara de gas, cayó de bruces tratando de contener con la mano la enorme cantidad de sangre que salía de su cuello. Los guardias ucranianos miraban a todos lados buscando una explicación. Había gritos en varios idiomas y los perros no paraban de ladrar. Los Sonderkommandos, que hacían de policía interna, y los alemanes comenzaron a correr desesperados. Abraham Krzepicki, otro prisionero que había estado discutiendo sobre la posibilidad de armar una rebelión, se quedó inmóvil, al lado del ejecutor. Los SS, con sus trajes y botas lustrosas renegridas, empezaron a correr y gritar “¡Was ist los, was ist los!” (¡qué pasa!). El cabo Manchuk, que había visto lo sucedido, se adelantó con una pala en la mano y amenazó al ejecutor. Fue cuando el argentino Meir Berliner, un hombre de unos 40 años, hijo de inmigrantes polacos nacido en Buenos Aires, que había hecho aquí el servicio militar y regresado a Varsovia un tiempo antes para visitar a sus parientes, tiró el cuchillo y dijo con voz firme y serena: “No tengo miedo, pueden matarme si quieren”.
El cabo ucraniano Manchuk comenzó a golpear a Berliner con el filo de la pala dejándolo moribundo y desfigurado, tirado en el polvo, hasta que apareció otro jerarca, Kurt “Lalka” (Muñeca) Franz, a poner algo de orden. Al Scharfuhrer Bialas se lo llevaron al hospital militar de Ostrow Mazowiecki donde murió dos días más tarde. La venganza de Lalka Franz fue brutal. Mandó a fusilar a 150 hombres. Tampoco importaba mucho. Todos ellos iban a ser exterminados de una u otra manera. Desde el día en que se había abierto el campo, el 22 de julio de 1942, ya habían transportado hasta allí unas 250.000 personas del gueto de Varsovia, la zona de la capital polaca donde los nazis habían confinado a los judíos. A diferencia de Auschwitz, en Treblinka había pocas barracas, los prisioneros que no se suicidaban o sobrevivían al hacinamiento en los trenes, pasaban en el lugar apenas un promedio de una hora y media. Los guardias alemanes les quitaban las ropas y cualquier otra pertenencia. Los Goldjuden (judíos de oro) se encargaban de las joyas, el dinero y, una vez muertos, de extraer los dientes de oro. Las cámaras de gas no daban abasto. Los cuerpos eran arrojados a unas fosas o apilados en la rampa del ferrocarril hasta que hubiera tiempos para incinerarlos.
El prisionero Abraham Krzepicki, que estaba al lado del argentino Berliner en el momento del ataque aprovechó la confusión para meterse dentro de un vagón de tren que estaba por partir de regreso al gueto de Varsovia. Fue él quién contó la historia a Rachel Auerbach, una voluntaria que trabajó con Emanuel Ringelblum en la elaboración de un archivo que se enterró en cajas durante el exterminio del gueto y que fueron recuperadas en septiembre de 1946 y diciembre de 1950 en el sótano de un edificio de la entonces calle Nowolipki. Krzepicki contó que el argentino Berliner había intentado organizar un alzamiento desde el momento mismo que llegó al lugar. Pero que algunos líderes religiosos le decían que no había que pagar con la misma moneda y había que aceptar “lo que mandó Dios”. Cuando mataron a su mujer y a su hija ya comenzó a pensar en “una revancha” e intentó todo el tiempo sin éxito que sus compañeros se rebelaran. Cuando tuvo la oportunidad, actuó. Mató al segundo hombre más importante de Treblinka, el único nazi que murió allí, algo que produjo un grave problema para Heinrich Himmler, el comandante de las SS, quien se vio obligado a relevar a todos los comandantes del lugar. El hecho también provocó una profunda impresión en los sobrevivientes judíos. En el gueto, el argentino Berliner se convirtió en un héroe. Cuando comenzó el levantamiento en Varsovia, el 19 de abril de 1943, los jóvenes peleaban invocando el ejemplo que había dado el argentino Berliner.
----------------------------------------- La evidencia de la acción realizada por Berliner aparece en los archivos de Ringenblum por el relato que le hace Abraham Krzepicki a Rachel Auerbach, pero nunca se había puesto énfasis en el hecho de que fuera extranjero y menos argentino. Se lo tomó como un polaco más. Y en realidad no lo era. “Se evidencia en el hecho de que pensaba en forma diferente a la enorme mayoría de los que estaban padeciendo el campo de concentración como él. Muchos otros no pensaban en la resistencia.
Berliner quería resistir y quería revancha por la muerte de su mujer y su hija ”, explica la historiadora de la Universidad de Buenos Aires Marcia Ras, quien logró rescatar la figura de Berliner del olvido. Ras está haciendo su tesis doctoral sobre los argentinos que murieron en el Holocausto y los que participaron de alguna manera en la guerra en esos años en Europa. Y las cifras son sorprendentes: “hay al menos400 ciudadanos nacidos o naturalizados argentinos que fueron arrestados, esclavizados o asesinados por los alemanes o sus aliados. Y hay miles, sí literalmente miles, que participaron de los ejércitos en conflicto. Desde ya en el bando Republicano en España, pero muchísimos también en el ejército francés. Y, por ejemplo, hay aquí en el cementerio de Chacarita una tumba de 13 argentinos que murieron en la guerra sirviendo al ejército británico. También hubo entre los alemanes”, explica Ras que, a su vez, está a cargo del área de Investigaciones del Museo del Holocausto de Buenos Aires.
Uno de los obstáculos con los que tropezó su trabajo fue interpretar y unificar las diferentes formas de escritura de nombres y apellidos que aparecían en polaco, idish, hebreo, inglés y español. A pesar de esto, logró detectar que dentro del gueto de Varsovia vivieron en algún momento hasta 90 argentinos nacidos en el país o naturalizados, y que habían regresado a visitar a sus familias.
De acuerdo a la central de datos de las víctimas del Holocausto/Shoa de Israel, Yad Vashem, se puede determinar que en el gueto estuvo la argentina Klara Hazanovich, nacida en 1928 en Buenos Aires del matrimonio de Natan y Malka de la ciudad polaca de Faleniza. La familia estuvo confinada en el gueto de Varsovia hasta que fue trasladada al exterminio en Treblinka.
Klara murió allí a los 13 años. El testimonio lo dio su hermano Zvi en 1999. También estaban los hermanos Yitzkhak y Khaim Danziger,nacidos en Buenos Aires en 1924 y 1926 del matrimonio de Moshe y Fela. El primero murió en la prisión de Pawiak, que estaba ubicada dentro del gueto y donde confinaron por un tiempo a los extranjeros de países neutrales como lo era Argentina en ese momento. El segundo murió en el gueto en 1942 a los 16 años. El testimonio lo da en 1999 un primo de ellos de nombre Guta Danziger, sobreviviente de Bierkenau.
Hay otros tres adultos que probablemente se hayan naturalizado viviendo en Buenos Aires antes de la guerra y que murieron en Varsovia durante la “limpieza” del gueto. Khalee o Jaleie Segal, que habría vivido en Argentina entre 1922 y 1930, murió en el gueto a los 43 años, de acuerdo a su sobrina Alisa Shvartz. Jehuda Radzyner, que había nacido en el pueblo polaco de Zyrardow en 1908, era un comerciante de Buenos Aires antes de la guerra, y estaba casado con Khana Tauber. Su sobrino Nakhman Perlberg testimonió que murió en el campo de Treblinka. Yekhiel Markovitz era un sastre de Buenos Aires casado con María Roizen, que regresó a Varsovia durante la guerra y murió en el campo de exterminio de Auschwitz. Y hay tres niños que probablemente nacieron en Buenos Aires y fueron llevados por sus padres de regreso a Polonia poco antes de la invasión alemana. Son los hermanos Radzyner y Rivka, hijo de Yehuda Leib y Khana; y Yuri Markovitz, hijo de Yekhiel y María Roizen.
Es posible que nunca se sepa la cifra exacta de argentinos atrapados en el gueto. Aún se están recopilando los testimonios de los sobrevivientes y son un rompecabezas por armar. Hay testimonios que dicen que a fines de 1942 llegaron al correo del gueto paquetes conteniendo unos 90 pasaportes argentinos. De acuerdo al testimonio de Mary Berg, aparecido antes de que terminara la guerra en el diario escrito en idish de Nueva York Der Morgen Zshurnal, y del sobreviviente Hillel Seidman, se sabe del arribo de los documentos cuando ya no había argentinos allí y que al menos cuatro de los pasaportes fueron utilizados por los más altos dirigentes judíos del Comité de Distribución de Ayudas. Otros, fueron vendidos en el Polski, un hotel del 29 de la calle Dluga, en la zona aria, donde en un momento fueron confinados judíos extranjeros de paso para su repatriación o los campos de exterminio.
Y hay otro testimonio citado por el periodista y escritor Uki Goñi en su libro “La real Odessa” en el que cuenta una discusión entre el enlace de la cancillería alemana, Edward Von Thadden con el entonces encargado de la embajada argentina en Berlín, Luis Yrigoyen. De acuerdo al testimonio del jerarca nazi, éste le habría dicho a Yrigoyen -diplomático, hijo natural del presidente Yrigoyen- que “hay cincuenta argentinos en el gueto de Varsovia” y le puso sobre la mesa 16 pasaportes de supuestos argentinos judíos que habían pedido ser repatriados.
Lo cierto es que los judíos extranjeros de los países neutrales gozaban de una cierta inmunidad. En los primeros meses del gueto podían salir y hasta estaban exentos de usar el brazalete obligatorio de la estrella amarilla o llevaban otro con los colores de la bandera de sus países. A todos ellos, unos 700, los confinaron a fines de 1942 en la cárcel de Pawiak, ubicada dentro del mismo gueto, y luego los trasladaron a Vittel, en Francia, o al campo de Bergen-Belsen. Hasta allí habrían llegado varios argentinos, pero no se sabe su suerte ya que al final de la guerra sólo sobrevivían los extranjeros de países con los que los alemanes podían intercambiar prisioneros. Argentina sólo tenía a la tripulación del “acorazado de bolsillo” Graf Spee y en calidad de “internados”. Los prisioneros argentinos no le servían al régimen nazi.
---------------------------------------- El primer cañonazo se escuchó alrededor de las nueve de la noche, en el momento en que partían el Matzá, el pan sin levadura, para celebrar el Pesaj de ese 19 de abril de 1943. El segundo cañonazo terminó por destruir la parte superior del primer edificio ubicado justo frente a la entrada del gueto, por la actual calle Minow, en pleno centro de Varsovia. Los muchachos de la resistencia liderados por el delgado e hiperactivo Mordecjai Anielewicz, estaban esperando este momento desde hacía tres meses. Los mensajeros comenzaron a correr por las cloacas y desagües dando el alerta a todos los activistas. Los partisanos de las dos principales organizaciones judías clandestinas del ZOB y la ZZW, habían recibido algunas pistolas y fusiles de la Armia Krajowa, el Ejército Territorial Polaco, que resistía la ocupación en la “zona aria”. Pero la fuerza alemana era devastadora: 2.054 soldados y 36 oficiales del ejército, 821 comandos de las SS y 363 colaboracionistas polacos.
“Me acuerdo de los que estaban en la resistencia. Eran chicos muy jóvenes, apenas un poco mayores que yo, que tenía 13 o 14 años. Les faltaba ya la familia o se los estaban llevando.
No tenían nada que perder ”, cuenta Eugenia Unger, sobreviviente del gueto de Varsovia y de cinco campos de concentración, que vive en Buenos Aires desde 1948. Muestra el número tatuado por los nazisque aún es perfectamente visible en su brazo y sigue contando: “Se escondían en casas clandestinas y para moverse se metían por las alcantarillas”.
Los chicos lograron detener el avance nazi por cuatro días. Los mejores tiradores estaban apostados en los altillos de los edificios. Los más forzudos eran los encargados de lanzar las granadas y las molotov. Cuando avanzó el primer pelotón alemán a marcha forzada y cantando un himno hitleriano, cayó sobre ellos una verdadera lluvia de proyectiles. Una chica, de no más de 18 años, se había colgado con una soga de la balaustrada de una terraza y se lanzaba hacia el vacío para arrojar granadas sobre un tanque nazi.
El gobernador alemán de Polonia había ordenado el confinamiento de todos los judíos el 16 de octubre de 1940 en un sector del centro de la ciudad. Llegaron allí unos 380.000 judíos, el 30% de la población de la ciudad, en un territorio que ocupaba apenas el 2,4% de su superficie. Las familias se tenían que hacinar en departamentos de a siete personas por habitación. Las enfermedades como la fiebre tifoidea y el hambre diezmaron a miles. La ración de comida que entregaban los alemanes era oficialmente de 180 calorías al día cuando la de los polacos era de 1.800 y la de los alemanes de 2.400. Un muro de tres metros de altura y 18 kilómetros de largo los separaba totalmente de la llamada “zona aria”, el resto de la ciudad donde vivían los polacos católicos.
Pronto comenzaron las deportaciones hacia los campos de concentración. Los líderes religiosos ordenaron no resistir porque creían que los estaban llevando a lugares de trabajo forzado. Para entonces ya estaba en práctica la llamada “solución final del problema judío”ordenada por Hitler y elaborada y puesta en práctica por los comandantes SS, Heinrich Himmler y Reinhard Heydrich. En la Conferencia de Wannsee, cerca de Berlín, el 20 de enero de 1942, se ordenó el exterminio de los judíos de Europa. Para los judíos de Varsovia se levantó el campo de Treblinka y cuando éste ya no dio abasto tenían el de Auschwitz.
“Mis padres me contaron que hubo muchas discusiones sobre si tenían que iniciar un movimiento armado o no.
Era una cuestión moral. Ellos eran del Bund, el partido socialista, se opusieron por un tiempo a la resistencia armada hasta que no hubo más remedio”, cuenta la psicoanalista Zully Peusner, cuyos padres fueron parte de la resistencia en Varsovia y vivieron, luego, en Argentina más de medio siglo.
Los chicos ya tenían decidido combatir hasta la muerte. Y esa actitud les dio la ventaja en los primeros días. Para el 6 de mayo, el comandante general de las tropas alemanas, Jürgen Stroop, ordenó la entrada de los tanques y el “aniquilamiento” de la resistencia. En su diario escribió: “familias enteras se arrojan por las ventanas de los edificios incendiados”. Ese día murieron 365 combatientes y se rindieron otros 1.500. Dos días más tarde los nazis logran entrar al cuartel de la resistencia. Mordechai Anielewicz y su novia se suicidan antes de que los atrapen.
A la semana siguiente ya no se escuchaban disparos. Los pocos sobrevivientes se escondieron en los sótanos y las cloacas. Los alemanes incendiaron todos los edificios en pie. El 16 de mayo, Stroop mandó a demoler la sinagoga de la calle Tlomacka.
“El gueto ya no existe”, escribió en su diario. Unos 7.000 jóvenes judíos murieron combatiendo. Otros 6.000 perecieron asfixiados bajo los escombros. Y unos 40.000 fueron atrapados y enviados a Treblinka. Entre ellos estuvieron los argentinos que hasta ahora permanecían en la sombra de la resistencia más importante contra el exterminio nazi

http://www.clarin.com/mundo/argentinos-Guetto-Varsovia-Gustavo-Sierra_3_908339182.html

sábado, 27 de abril de 2013

Mstislav Rostropovich



Mstislav Leopóldovich Rostropóvich, nació en Bakú, República Socialista Soviética de Azerbaiyán el 27 de marzo de 1927 y falleció en Moscú, el 27 de abril de 2007.

Está considerado como el máximo violonchelista de su generación, además fue un hombre que luchó por la libertad de expresión y los derechos humanos.

Creció en una familia de músicos y estudió en el Conservatorio de Moscú, desde los dieciséis años.

Fue alumno de Dmitri Shostakovich y Serguéi Prokófiev, antes de graduarse con las máximas distinciones académicas.

Desde 1961 trabajó como profesor en el mismo Conservatorio.

En 1948 se presentó como solista junto a la Orquesta Filarmónica de Moscú y a partir de 1950 como violonchelista y como director.

Brindó recitales de piano acompañando a su mujer, la soprano Galina Vishnévskaya. 


Tras un tiempo en Moscú, fue nombrado profesor en el Conservatorio de Leningrado.

Encargó o estrenó obras para violonchelo de los principales compositores contemporáneos, como la Sinfonía concertante en mi menor, Op. 125 de Serguéi Prokófiev en 1952, los dos conciertos para violonchelo de Dmitri Shostakóvich en 1959 y 1966 y de Benjamin Britten, la Sonata para violonchelo y piano en 1961 y las Suites para violonchelo en 1964, 1967 y 1971.

Mstislav Rostropovich en familia
En 1951 recibió el Premio Stalin y después el Premio Lenin, máximo galardón soviético, en 1963.

Sin embargo defendió de forma pública al escritor Alexander Solzhenitsyn en una carta enviada al diario Pravda en 1970.


En 1974 Rostropóvich y su esposa abandonaron la Unión Soviética al haber sido privado de la posibilidad de dar conciertos y trabajar y, en 1978, se les retiró la nacionalidad soviética.


Emigraron a Estados Unidos y en 1977 fue nombrado director de la Orquesta Sinfónica Nacional en Washington, D.C. que dirigió durante 17 años.

En 1990 fue invitado a actuar con esta orquesta en la Unión Soviética por Mijaíl Gorbachov, ocasión en la que les fue devuelta la nacionalidad soviética a él y a Galina Vishnevskaya.

No obstante mantuvo toda su vida los pasaportes de Mónaco y Suiza que eran con los que habitualmente viajaba.

En 1989 mostró su pleno apoyo al proceso de reformas en los países del Este de Europa, el 11 de noviembre de 1989, dos días después de la apertura del Muro, interpretaba delante de sus ruinas, que estaba siendo demolido, la suite número 2 para violonchelo de Johann Sebastian Bach.


Con el intento de golpe de Estado en la Unión Soviética contra el presidente Gorbachov en agosto de 1991, Rostropóvich fue un activo defensor del proceso de cambio oponiéndose a los golpistas y mostrando su apoyo explícito al mismo Gorbachov y a Borís Yeltsin, llegando a ser fotografiado portando una ametralladora junto al guardaespaldas que lo acompañaba, al dormirse este, víctima del agotamiento. 

 Borís Yeltsin y Mijaíl Gorbachov
En el año 1995 recibió el Polar Music Prize, un premio concedido por la Real Academia de Suecia de Música. 


En 1997 le fue concedido junto a Yehudi Menuhin el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. 

En 2002 recibió la Condecoración Konex otorgada por la Fundación Konex de Argentina.

En 2004 le fue concedido el Premio de la Fundación Wolf de las Artes de Jerusalén.


Era amigo íntimo de la Reina Sofía, desde que ella era tan sólo una niña.


El 27 de abril de 2007 falleció en un hospital de Moscú a los 80 años de edad a causa de un cáncer intestinal.



A continuación la Sonata para Violoncello y Piano de Ludwig van Beethoven en 1964.

Presidente François Hollande


El presidente de Francia, François Hollande, confirmó la terrible verdad: “Ni un soldado alemán, ni uno solo, participó en el arresto de los judíos franceses durante la ocupación nazi ni en su envío a los campos de exterminio. 

Lo cierto es que el crimen fue cometido en Francia, por Francia”.

Se cumplían siete décadas de la concentración de judíos en Drancy y el Velódromo de Invierno, donde eran subidos a los trenes de ganado que los llevarían a las cámaras de gas de Auschwitz.

La policía francesa hizo la lista de los judíos y fue por ellos.

El presidente Chirac afirmó en 1995: “Francia, el país de la ilustración y de los derechos humanos, tierra de bienvenida y asilo, Francia ese día cometió lo irreparable”.

“Hablemos de las horas oscuras de la colaboración”, agregó Hollande hace unos días, “hablemos de nuestra historia y por lo tanto de la responsabilidad de Francia”.

No conozco confesión alguna de culpa tan categórica por parte del mandatario de una nación. 

“Estamos reunidos esta mañana para recordar el horror del crimen, lamentar el dolor de quienes sufrieron la crueldad y hablar de las negras horas de colaboración, nuestra historia, la responsabilidad de Francia en la tragedia.

Estamos reunidos para mantener en la memoria el Holocausto, del cual las redadas fueron primera etapa, para librar la batalla contra el olvido y decir a las nuevas generaciones lo que la barbarie puede causar y las defensas que la humanidad posee para derrotarla”.

Al arrestar miles de inocentes, la orden del gobierno de Vichy fue que los niños no deberían ir en los mismos trenes que los adultos.

Los padres fueron separados de los hijos y enviados en distintos vagones a la cadena industrial de la muerte.

Debían arribar en punto para sacar de la cámara los cadáveres tibios, llenarla sin pausas con los recién llegados en número exacto a fin de no desperdiciar el gas calculado por persona y dejar caer los cadáveres a los hornos encendidos día y noche.

“Fueron asesinados sólo por ser judíos”, dijo el presidente.

“El crimen fue cometido aquí, en nuestra capital, en nuestras calles, los patios de nuestras casas, las banquetas, escuelas, lugares de juegos infantiles. 

La infamia no tiene precedente ni comparación: el Holocausto, el intento de aniquilar a todos los judíos del continente europeo. 72 mil judíos franceses fueron deportados a los campos de la muerte. Volvieron únicamente 2.500. 

Esos hombres, mujeres y niños no sabían la suerte que les esperaba, ni siquiera lo imaginaron. Ellos creían en Francia”.

“Creían, agregó el orador, que el país de la Gran Revolución y la Ciudad de la Luces era un cielo seguro para ellos.

Amaban la república con la pasión nacida de la gratitud porque fue en París en 1791, bajo la Asamblea Nacional Constituyente, que los judíos llegaron a ser ciudadanos con todos los derechos por primera vez en Europa. 

Hace 70 años la promesa y su fe fueron traicionados. Mi presencia esta mañana obedece a la firme determinación de Francia de honrar la memoria de los niños perdidos y de los muertos sin tumba, cuya sepultura es nuestra memoria”.

El presidente Hollande recordó: “El honor fue salvado por los héroes anónimos que ocultaron algún vecino y arriesgaron su vida por la deinocentes, lo que permitió sobrevivir a tres de cada cuatro judíos franceses; por el general De Gaulle, quien de pie, el 18 de junio de 1940, continuó la batalla; por la resistencia, el ejército en las sombras que no se resignó a la derrota; y por los soldados presentes en los campos de batalla, con nuestra bandera, los miembros de las Fuerzas de la Francia Libre”.

El magnífico discurso alcanza la magnitud de una lección universal. “La verdad no divide a los pueblos. Los une. Estoy convencido de nuestro deber de recordar, mantener la memoria con la verdad y la esperanza. 

La ignorancia es la fuente de numerosos abusos. Tenemos la misión de enseñar, educar acerca del pasado y hacer entender sus dimensiones. El Holocausto está en los planes de estudio de las escuelas primarias y secundarias de Francia. 

Debemos mostrar su asombrosa singularidad. Por su naturaleza, su escala, sus métodos y la terrible exactitud de su consumación, este crimen es único en la historia. Debemos recordarnos constantemente a nosotros mismos su abismal diferencia”.

Finalizó con una denuncia: “El Holocausto no se creó en el vacío, no emergió de la nada. Fue posible por siglos de ceguera, estupidez, mentiras y odio. Fue precedido por señales que no alertaron la conciencia de la gente. 

No eran monstruos, tenían nuestros rostros”,  dijo Primo Levy. 

“Recordar cómo creció la ignominia, para que no se repita”.