miércoles, 29 de mayo de 2013

Alfonsina Storni


El 29 de mayo de 1892 nació en Sala Capriasca, Suiza, Alfonsina Storni, su primera lengua fue el italiano y en 1896 su familia se trasladó a San Juan, de donde son sus primeros recuerdos: “Estoy en San Juan, tengo cuatro años; me veo colorada, redonda, chatilla y fea. Sentada en el umbral de mi casa, muevo los labios como leyendo un libro que tengo en la mano y espío con el rabo del ojo el efecto que causo en el transeúnte. Unos primos me avergüenzan gritándome que tengo el libro al revés y corro a llorar detrás de la puerta”.

En 1901, la familia se instaló en la ciudad de Rosario y su madre, abrió una pequeña escuela domiciliaria y pasó a ser la cabeza de una familia numerosa, pobre y sin timón.

Instaló el “Café Suizo”, cerca de la estación de tren en el que a los diez años, Alfonsina lavaba platos y atendía las mesas, pero el proyecto fracasó.

En 1907 llegó a Rosario la compañía de teatro de Manuel Cordero y Alfonsina reemplazó a una actriz que se encontraba enferma.
 
Con el permiso de su madre se sumó a la compañía y recorrió Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán, actuando en obras como Espectros, de Ibsen, La loca de la casa, de Pérez Galdós, y Los muertos, de Florencio Sánchez.


En las cartas se refería a esta época: “A los trece años estaba en el teatro. Este salto brusco, hijo de una serie de casualidades, tuvo una gran influencia sobre mi actividad sensorial, pues me puso en contacto con las mejores obras del teatro contemporáneo y clásico (…). Pero casi una niña y pareciendo ya una mujer, la vida se me hizo insoportable. Aquel ambiente me ahogaba. Torcí rumbos…”.


Cuando volvió a Rosario, decidió cursar la carrera de maestra rural en Coronda, obteniendo su título profesional y consiguió un puesto de maestra y se vinculó a dos revistas literarias, Mundo Rosarino y Monos y Monadas.

En esas publicaciones aparecieron sus poemas durante todo ese año, y si bien no hay testimonio de ellos, sí sabemos de otros publicados al año siguiente en Mundo Argentino, y que tienen resonancias hispánicas.
Al terminar el año de 1911, se trasladó a Buenos Aires y el nacimiento de su hijo Alejandro, el 21 de abril de 1912, definió en su vida una actitud de mujer que se enfrentó sola a sus decisiones. Trabajó en un comercio y colaboraba en la revista Caras y Caretas.


La inquietud del rosal, su primer libro fue publicado con grandes dificultades económicas y apareció en 1916.

En un homenaje al novelista Manuel Gálvez, Alfonsina Storni recitó con aplomo sus propios versos y en junio de 1916, apareció en Mundo Argentino un poema titulado “Versos otoñales” en una publicación donde aparecian escritos de poetas de la talla de Amado Nervo y Rubén Darío.

Amado Nervo
Rubén Darío


















En 1919 Nervo llegó a la Argentina como Embajador de Mejico, y frecuentó las mismas reuniones que Alfonsina, que le dedicó un ejemplar de La inquietud del rosal, y en la dedicatoria lo menciona como “poeta divino”.

Vinculada entonces a lo mejor de la vanguardia novecentista, se relacionó con José Enrique Rodó, de Uruguay que como ella, escribía en Caras y Caretas y con Manuel Ugarte y con José Ingenieros.

Manuel Ugarte

José Ingenieros

El 18 de abril de 1918 se le ofreció una comida en el restaurante Génova, de la calle Paraná y Corrientes, donde se reunía mensualmente el grupo de Nosotros, y en esa oportunidad se celebró la aparición de El dulce daño. 

Los oradores fueron Roberto Giusti y José Ingenieros, su gran amigo y protector, a veces su médico.


También en ese año recibió una medalla de miembro del Comité Argentino Pro Hogar de los Huérfanos Belgas, junto con Alicia Moreau de Justo y Enrique del Valle Iberlucea.

Por ese tiempo comenzaron sus visitas a la ciudad de Montevideo, donde frecuentó a sus amigos uruguayos.

Juana de Ibarbourou lo contó: “En 1920 vino Alfonsina por primera vez a Montevideo. Era joven y parecía alegre; por lo menos su conversación era chispeante, a veces muy aguda, a veces también sarcástica. Levantó una ola de admiración y simpatía… Un núcleo de lo más granado de la sociedad y de la gente intelectual la rodeó siguiéndola por todos lados. Alfonsina, en ese momento, pudo sentirse un poco reina”.
 
Alfonsina publicó Irremediablemente en 1919 y Languidez en 1920 que mereció el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura, lo que la colocaba muy por encima de sus pares.




Conoció al pintor Emilio Centurión y a Horacio Quiroga que ya era un autor reconocido y que había publicado sus libros más importantes.

La amistad con Quiroga fue la de dos seres distintos. Quiroga la nombraba frecuentemente en sus cartas, sobre todo entre los años 1919 y 1922, y su mención la destaca de un grupo donde había no sólo otras mujeres sino también otras escritoras. 

Cuando Quiroga resuelve irse a Misiones en 1925, Alfonsina no lo acompaña. Quiroga le pide que se vaya con él y ella, indecisa, consulta con su amigo el pintor Benito Quinquela Martín, hombre ordenado y sedentario, le dijo: “¿Con ese loco? ¡No!”.


Horacio Quiroga

En 1925 publicó Ocre, un libro que marcó un cambio decisivo en su poesía, continuó como profesora de Lectura y declamación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas, y por aquella época muerió José Ingenieros, que la dejó un poco más sola.

Gabriela Mistral, la reconocida poetisa chilena, relató su encuentro con Alfonsina Storni en las páginas de El Mercurio. “Extraordinaria la cabeza, recuerda, pero no por rasgos ingratos, sino por un cabello enteramente plateado, que hace el marco de un rostro de veinticinco años”. “Cabello más hermoso no he visto, es extraño como lo fuera la luz de la luna a mediodía. Era dorado, y alguna dulzura rubia quedaba todavía en los gajos blancos. El ojo azul, la empinada nariz francesa, muy graciosa, y la piel rosada, le dan alguna cosa infantil que desmiente la conversación sagaz y de mujer madura”.

 
Gabriela Mistral





El 20 de marzo de 1927 se estrenó su obra de teatro, que despertó las expectativas del público y de la crítica. El día del estreno asistió el presidente Alvear con su esposa, Regina Pacini. 

Al día siguiente la crítica se ensañó con la obra, y a los tres días tuvo que bajar de cartel. El diario Crítica tituló “Alfonsina Storni dará al teatro nacional obras interesantes cuando la escena le revele nuevos e importantes secretos”. La escritora se sintió muy dolida por su fracaso.
 

Alfonsina Storni intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores y su participación en el gremialismo literario fue intensa.
En 1928 viajó a España en compañía de la actriz Blanca de la Vega, y repitió su viaje en 1931, en compañía de su hijo y allí conoció a otras mujeres escritoras, y la poeta Concha Méndez le dedicó algunos poemas.


Al año siguiente, publicó sus Dos farsas pirotécnicas: Cimbelina y Polixene y la cocinerita, colabora en el diario Crítica y en La Nación; sus clases de teatro son la rutina diaria.

En 1931, el Intendente Municipal la nombró jurado y es la primera vez que ese nombramiento recayó en una mujer.

Alfonsina Storni afirmó a proposito de su designación: “La civilización borra cada vez más las diferencias de sexo, porque levanta a hombre y mujer a seres pensantes y mezcla en aquel ápice lo que parecieran características propias de cada sexo y que no eran más que estados de insuficiencia mental. Como afirmación de esta limpia verdad, la Intendencia de Buenos Aires declara, en su ciudad, noble la condición femenina”.


En la Peña del café Tortoni conoció a Federico García Lorca, durante la permanencia del poeta en Buenos Aires entre octubre de 1933 y febrero de 1934 y le dedicó un poema, “Retrato de García Lorca”.

El 20 de mayo de 1935 Alfonsina fue operada de un cáncer de mama.

En 1936 se conoció la noticia del suicidio de Horacio Quiroga y le dedicó un poema de versos conmovedores y que presagian su propio final.

El 26 de enero de 1938, en Colonia, Uruguay, Alfonsina recibió una invitación del Ministerio de Instrucción Pública que organizó un acto para reunir a las tres grandes poetisas americanas del momento, en una reunión sin precedentes: Alfonsina, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral. 

 


En la invitación pedían “que haga en público la confesión de su forma y manera de crear”.

Divertida y entusiamada, encontró un título muy adecuado para su conferencia: “Entre un par de maletas a medio abrir y las mancillas del reloj”.

Hacia mitad de año apareció Mascarilla y trébol y una Antología poética con sus poemas preferidos. 
 

Los meses que siguieronn fueron de incertidumbre y temor por la enfermedad.

El 23 de octubre viajó a Mar del Plata y hacia la una de la madrugada del martes veinticinco Alfonsina abandonó su habitación y se dirigió al mar. 
 

A la mañana siguiente, dos obreros descubrieron el cadáver en la playa y a la tarde, los diarios titulaban sus ediciones con la noticia: “Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poetisa de América”.

A su entierro asistieron los escritores y artistas Enrique Larreta, Ricardo Rojas, Enrique Banchs, Arturo Capdevila, Manuel Gálvez, Baldomero Fernández Moreno, Oliverio Girondo, Eduardo Mallea, Alejandro Sirio, Augusto Riganelli, Carlos Obligado, Atilio Chiappori, Horacio Rega Molina, Pedro M. Obligado, Amado Villar, Leopoldo Marechal, Centurión, Pascual de Rogatis, López Buchardo.

El 21 de noviembre de 1938, el Senado de la Nación rindió un homenaje a la poeta y el orador fue el senador socialista Alfredo Palacios que dijo:

“Nuestro progreso material asombra a propios y extraños. Hemos construido urbes inmensas. Centenares de millones de cabezas de ganado pacen en la inmensurable planicie argentina, la más fecunda de la tierra; pero frecuentemente subordinamos los valores del espíritu a los valores utilitarios y no hemos conseguido, con toda nuestra riqueza, crear una atmósfera propicia donde puede prosperar esa planta delicada que es un poeta”.



A continuación la actriz Perla Santalla interpreta Voy a Dormir y en la voz de Mercedes Sosa, Alfonsina y el Mar.





Seguidamente y para completar este homenaje, Paco Ibañez.