miércoles, 3 de julio de 2013

Carlos Kleiber


Carlos Kleiber nació en Berlín, Alemania, el 3 de julio de 1930 y murió en Konjšica, Eslovenia, el 13 de julio de 2004.

Su padre fue el director de orquesta austríaco Erich Kleiber, que debido a las tensiones existentes con el régimen del III Reich, renunció a su puesto al frente de la Ópera Alemana de Berlín y luego de recorrer varios países, se exilió en Buenos Aires, Argentina, que ya había visitado durante sus giras por el continente americano en los años 1926, 1927 y 1928.


Carlos comenzó sus estudios musicales en Buenos Aires, donde demostró desde muy temprana edad aptitudes innatas para la música, aunque su padre se opuso frontalmente desde un principio a que su hijo se dedicase profesionalmente a la música en general, y a la dirección de orquesta en particular. 

A los 20 años debutó en el Teatro Colón y el Teatro Argentino de La Plata, viajando poco después a Suiza, donde estudió Química, para complacer a su padre.


En 1953, con 23 años, trabajó en el Teatro Gärtnerplatz de Munich y sólo firmó contratos fijos con las orquestas de Potsdam, Zúrich, Stuttgart y Düsseldorf en la Deutsche Oper am Rhein en 1966 y su nombre comenzó a disputarse entre las grandes orquestas europeas.


En 1973 su grabación de Der Freischütz de Weber es aclamada y entre 1974 y 1976 dirigió en el Festival de Bayreuth un Tristan und Isolde legendario. 

Dirigió nuevamente la obra de Wagner en 1978 en La Scala y lo grabó con otros intérpretes en 1980 con la orquesta de Dresde.

En 1989 y 1992, dirigió los Conciertos de Año Nuevo al frente la Orquesta Filarmónica de Viena. 


Carlos Kleiber se convirtió en uno de los solicitados y a la vez evasivos de los directores de orquesta de la última mitad del siglo XX. 

Al deceso de Herbert von Karajan le fue ofrecida la sucesión al frente de la Orquesta Filarmónica de Berlín pero, rechazó la oferta. 

Nunca concedió un reportaje y cancelaba sus actuaciones a menudo.  


Se convirtió en una figura legendaria y sus esporádicas apariciones en La Scala, el Covent Garden, el Metropolitan Opera, Viena, Múnich - donde prefería trabajar-, Berlín y Tokio eran ocasiones muy codiciadas por la crítica y público.

Su repertorio abarcó 22 compositores y sus grabaciones de las sinfonías de Beethoven - especialmente las Sinfonías Quinta y Séptima-, Brahms y Schubert a menudo son consideradas "versiones definitivas".


Restringió su repertorio a obras que ensayaba incesantemente en búsqueda de la perfección y sus grabaciones oficiales y no oficiales de las óperas que figuraron en su repertorio son prueba de ello: Wozzeck - que su padre estrenó en 1925 - La Boheme, La Traviata, Otello, Der Freischütz, Tristan und Isolde, Carmen, Die Fledermaus, Elektra y en especial Der Rosenkavalier, El caballero de la rosa, de la que existen dos versiones captadas en DVD, desde la Ópera Estatal de Baviera y la Ópera Estatal de Viena.

 
La Ópera Estatal de Baviera y los Amigos del Teatro Nacional de Munich entregaron un galardón instituido en su honor al celebrarse el 80º cumpleaños del conductor en 2004.

El premio bienal de 10.000 euros en efectivo se destina a partir de 2011 para directores jóvenes.


Al morir su esposa, la vida de Kleiber se apagó rápidamente, muriendo meses después y los restos de ambos reposan en Litija, Eslovenia.


A continuación el documental Carlos Kleiber I am lost to the World, Estoy perdido para este mundo, de 2011, dirigido por Georg Wübbolt.

Poster del documental





El crítico Juan Carlos Montero del Diario La Nación, escribió una nota con motivo de la muerte de Carlos Kleiber.

Falleció Carlos Kleiber





BERLIN (ANSA).- El director de orquesta alemán Carlos Kleiber, uno de los más prestigiosos del siglo XX, falleció el 13 de este mes, tras una larga enfermedad, aunque la noticia fue dada a conocer sólo ayer, desde Liubliana, Eslovenia. Los restos de Kleiber fueron inhumados anteayer, en Konjsica, Eslovenia, país de origen de la madre del músico.
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La muerte del notable director de orquesta Carlos Kleiber provoca profunda consternación porque ha sido un notable artista, absolutamente enemigo de la rutina, un obsesivo de la preparación previa de cada espectáculo lírico, del que era un apasionado, además de ser sumamente puntilloso como director sinfónico.
Una circunstancia de la vida familiar lo vinculó entrañablemente con Buenos Aires. Nacido en Berlín el 3 de julio de 1930, era hijo del famoso director Erich Kleiber, quien, en 1935, frente a la difícil situación política que se vivía en Alemania, dejó Europa para venir a la Argentina con su familia. Erich Kleiber, que se nacionalizó argentino, conocía perfectamente la vida musical de Buenos Aires, y sus conciertos al frente de la Orquesta Estable del Teatro Colón le habían dado profundas satisfacciones en sus consecutivas visitas de 1926, 1927 y 1929, temporadas en las que dirigió conciertos sinfónicos y sinfónico-corales, totalizando 47 presentaciones en tres años.
De ahí que Carlos comenzara sus estudios en Buenos Aires, no sólo los secundarios, sino también los referentes a su formación musical. Al parecer, entre sus primeras actuaciones al frente de un conjunto instrumental figuró un concierto llevado a cabo en la ciudad de La Plata, en el histórico Teatro Argentino.
Pero en 1953, al volver a Europa, se vinculó con el Teatro Gärtnerplatz, de Munich, y al poco tiempo, gracias a su talento, pasó a Potsdam. Rápidamente adquirió prestigio, al punto de que varios teatros europeos se disputaron su participación como director invitado. Pero su inclinación por la ópera lo consagró a partir de su vinculación con los teatros de Düsseldorf, Zurich y Stuttgart, del que fue responsable artístico en diferentes períodos.
Todavía hoy se recuerdan como producciones impecables desde el punto de vista musical su "Wozzeck", de Alban Berg; "El caballero de la rosa" y "Electra", de Richard Strauss; "Otello", de Verdi, y "Carmen", de George Bizet, y su memorable versión de "Tristán e Isolda", de Richard Wagner, que ofreció en el Festival de Bayreuth.
El estilo personal de Carlos Kleiber, su temperamento, por el cual muchos teatros sufrieron momentos de verdadera zozobra, apuntaba a lograr una meridiana claridad en la articulación del discurso musical.
Para tener una idea de su grado de exigencia basta una anécdota. Hace algunos años, este cronista, circunstancialmente a cargo de la dirección artística del Colón, lo llamó por teléfono para invitarlo a actuar en la sala. Se le ofrecía libertad para elegir la ópera, los cantantes de su agrado y las fechas que le resultaran convenientes. Pero él respondió que además era necesario que mientras preparaba la obra no hubiera otras funciones en el teatro. Para él, ésa era una manera de no perturbar la concentración de toda la institución, que debía estar al servicio de la ópera en preparación. Finalmente, por una serie de circunstancias -entre ellas, la complicada agenda de Kleiber-, su actuación en el Colón no se pudo concretar.
Ayer, en Europa, lo lloraron desde Franco Zeffirelli hasta Riccardo Muti, quien dijo que su muerte "es una enorme pérdida para la música, y para mí, en lo personal". 




Juan Carlos Montero