miércoles, 1 de enero de 2014

Alberto Gerchunoff


Alberto Gerchunoff, entre gauchos y judíos - Fragmento de un artículo introductorio al libro de ese título, antología de la obra de Alberto Gerchunoff compuesta y anotada por Eliahu Toker, editada por Secretaria de Cultura de la Nación y Editorial Biblos en Buenos Aires, 1994.

Prosista y periodista de conmovida palabra poética, personaje protagónico de la vida literaria argentina, Alberto Gerchunoff constituye un lugar singular entre los clásicos de las letras argentinas de la primera mitad de este siglo.

En aquella época, marcada por el torrencial desembarco en la Argentina de sucesivas oleadas inmigratorias —hubo momentos en que los inmigrantes superaban en número a los nativos [1]— en las páginas de Gerchunoff cobró entidad literaria, por primera vez [2], la particular experiencia de un conjunto de esos inmigrantes: los judíos asentados en las colonias agrícolas conformadas bajo el amparo del barón Hirsch [3].

No debe asombrarnos, entonces, que pese a ser el autor de una veintena de libros de diverso género, y pese a haber publicado miles de textos y notas periodísticas, el nombre de Alberto Gerchunoff siga intensamente unido a su inaugural Los gauchos judíos, cuyos veintiseis relatos dejan traslucir, por lo que cuentan, por el modo elegido para contarlo y por lo que callan, las ilusiones, las certidumbres, las ambigüedades y los temores de aquellos primeros inmigrantes judíos. El sencillo encanto de estos relatos, la emoción que transmiten y los interrogantes que sus diferentes niveles de lectura despiertan todavía, otorgan a este libro una notable vitalidad.

Algunas de sus obras posteriores (Historias y proezas de amor, Los amores de Baruj Spinoza) acusan ya el paso del tiempo; otras conservan todavía sabor y frescura de páginas recién escritas (La jofaina maravillosa, El hombre importante) pero todas, leídas con oído atento, brindan a cada paso hallazgos de la mejor prosa poética de lengua española, compuesta por un hombre que desembarcó ya casi adolescente en esta lengua.


 
Alberto Gerchunoff vio la luz en 1883 (4) en Proskuroff, pequeño pueblito ruso de Kamenetz Podolsk, gobernación  de la que provenían, en su mayor parte, los inmigrantes judíos del período inicial de la colonización agrícola. A los tres años su familia se traslada a Tulchin y de allí, empujada por la opresión y el antisemitismo zaristas, pero también por la ilusión de dar con la bíblica tierra prometida, se embarca rumbo a la Argentina5. “En aquellos años ya distantes los judíos no emigraban y la tentativa de colonización del barón Hirsch iluminaba a los israelitas de Tulchin, como la esperanza mesiánica del retorno al reino de Israel” [6].  “Allí, en la Argentina, trabajaremos la tierra, comeremos pan de nuestro trigo y seremos agricultores como los antiguos judíos, los judíos de la Biblia” [ 7].

Arribados al puerto de Buenos Aires, los Gerchunoff son conducidos, con los demás colonos, a la provincia de Santa Fe, a Moisés Ville, primera de las colonias fundadas por el barón Hirsch. A pocos meses de su llegada, cierta trágica tarde del año 1891, Gerchunoff padre es asesinado sin ningún motivo por un gaucho ebrio. La familia se traslada entonces a la provincia de Entre Ríos, a la colonia Rajil, cerca de Villaguay, y es allí donde el pequeño Gerchunoff de ocho años, se impregna de esas vivencias campesinas que atravesarían luego toda su obra:

    En Rajil fue donde mi espíritu se llenó de leyendas comarcanas. Las tradiciones del lugar, los hechos memorables del pago, las acciones ilustres de los guerreros locales llenaron mi alma a través de los relatos pintorescos y rústicos de los gauchos, rapsodas ingenuos del pasado argentino que abrieron mi corazón a la poesía del campo y me comunicaron el gusto de lo regional, de lo autóctono, saturándome de esa libertad orgullosa, de ese amor a lo criollo, a lo nativo, que debió, más tarde, fijar mi inclinación mental. En aquella naturaleza incomparable, bajo aquel cielo único, en el vasto sosiego de la campiña surcada de ríos, mi existencia se ungió de fervor, que borró mis orígenes y me hizo argentino.[8]
Sólo cuatro años permanecen los Gerchunoff en Entre Ríos. En 1895, el desánimo por el fracaso sucesivo de varias cosechas, sumado al obsesivo recuerdo de aquella trágica tarde de Moisés Ville, los arranca de la colonia y los lleva a Buenos Aires. En la gran ciudad comienza entonces Gerchunoff, a los doce años, “su vida incierta y andariega” enrolándose en cuanto oficio se le presenta: panadero, cigarrero, niquelador, pasamanero, vendedor ambulante.

Ese muchacho que durante el día rueda de oficio en oficio, de noche estudia gramática, historia, ciencias. Un compañero asturiano le descubre el Don Quijote, libro que lo deslumbra para toda la vida. Lee con voracidad, va a conferencias, se relaciona con escritores y periodistas, y comienza a vivir en las redacciones, a participar de la vida bohemia y a publicar notas periodísticas. En 1903, a los veinte años, le ofrecen dirigir un diario en la ciudad de Rosario, y entra así, definitivamente, en el mundo del periodismo. En 1908, de la mano de Roberto J. Payró [9], ingresa al diario La Nación y allí, entre otros textos, comienza a publicar unos relatos costumbristas de la vida judía en las colonias, que luego formarían parte de Los gauchos judíos, libro que aparece en 1910, en homenaje al centenario de la Revolución de Mayo.


A partir de aquí comienzan a conjugarse el escritor y el periodista en una serie de obras de difícil clasificación, que van del ensayo político —El nuevo régimen (1918), El problema judío (1945)— al literario —La jofaina maravillosa (1922), Roberto J. Payró (1925), Enrique Heine, el poeta de nuestra intimidad (1927)— al filosófico-literario —La asamblea de la bohardilla (1925), Pequeñas prosas (1926), El hombre que hablo en la Sorbona (1926)— y a la ficción, a veces con un trasfondo autobiográfico —Cuentos de ayer (1919), Historias y proezas de amor (1926), Los amores de Baruj Spinoza (1932), El hombre importante (1934)— resultando a veces difícil precisar dónde termina uno de sus rostros y comienza el otro.
“En última instancia quizás no sea posible hablar sino de un solo Gerchunoff, del Gerchunoff que con esta o aquella modalidad retórica, era además de un infatigable militante de la libertad y de la dignidad humanas, lo que ha de ser definitivamente en toda el área territorial y moral de nuestra lengua: un verdadero maestro de la prosa castellana contemporánea, que en la Argentina del siglo XX repitió el genio estilístico de los más puros escritores hebreos de la lejana Sefarad”. [10]

“Su mayor gloria estaba, a mi juicio, en que era un apóstol laico de la justicia y de la dignidad. (...) Llevaba su comprensible indulgencia hasta los límites de lo que es atribuible al Creador. Pero desde ese límite, que está claramente trazado para toda conciencia honrada, su indignación cobraba un fervor bíblico. Entonces un fuego destructor encendía sus labios y se sentía, con miedo, que era de la auténtica raza de los profetas y los jueces”. [11]

Alberto Gerchunoff fallece en Buenos Aires, el 2 de marzo de 1950. De manera póstuma fueron apareciendo seis volúmenes con algunas de sus notas y ensayos breves clasificados por tema: Retorno a Don Quijote (1950), Entre Ríos, mi país (1950), El pino y la palmera (1952), Argentina, país de advenimiento (1952), Buenos Aires, la metrópoli de mañana (1960) y Figuras de nuestro tiempo (1979).




Notas:

1. “Buenos Aires alcanzaba en 1869, un año después de terminado el período presidencial de Mitre, a 181.838 habitantes, y a 1.836.490 la República. En 1889 —con ulterioridad de dos décadas— la población global era ya de 3.265.577 y la de Buenos Aires de 530.000, de los cuales eran extranjeros 300.000. En 1889 llegaron a la Argentina 260.000 inmigrantes, el doble, justamente, del año anterior”. (Gerchunoff, Argentina, país de advenimiento, p. 20).
 “En 1887, se realiza un censo municipal en Buenos Aires que arroja las siguientes cifras, incluyendo Flores y Belgrano, recién incorporados al ejido de la ciudad (..) 437.875 habitantes. (...) La totalidad de la población porteña se divide en 1887 de este modo: 209.224 argentinos; 228.651 extranjeros (la corriente inmigratoria ha modificado ya la base hispánica de nuestra nación); de esos extranjeros sólo 39.652 son españoles, ¡mientras que 138.166 son italianos! El resto se divide en diversas nacionalidades”. (“La Argentina de 1880 a 1940”, en Capítulo, la historia de la literatura argentina, Buenos Aires, agosto de 1967, fascículo 2, p.29).

2. Según la Encyclopedia Judaica, “Los gauchos judíos es la primera obra latinoamericana que da cuenta de la emigración al Nuevo Mundo, así como la primera de valor literario escrita en español por un judío en los tiempos modernos”. (Op. cit., tomo 7, pp. 434-435).
Por otra parte, prácticamente desde su arribo a la Argentina los inmigrantes judíos desarrollaron una constante labor periodística, enviando correspondencias a los grandes diarios en lengua hebrea de Varsovia y San Petersburgo, en respuesta al enorme interés y curiosidad por conocer cómo era ese lejano país llamado Argentina, al que habían emigrado tantos judíos, y cómo funcionaba esa original experiencia agrícola judía en los campos argentinos. Ya en 1898, antes aún de que existiera en el país una linotipo con caracteres hebraicos, grabando a mano sobre planchas de piedra el texto de las notas y noticias, aparece en Buenos Aires el primer periódico en ídish, Viderkol. La primera publicación periodística judía en castellano aparece en 1904.

3. El barón Mauricio de Hirsch (1831-1896), fue un financista y filántropo alemán, creador de la Jewish Colonization Association (JCA), institución por medio de la cual encaró el reasentamiento en gran escala, en colonias agrícolas de la Argentina y otros países, de judíos rusos perseguidos por el régimen zarista.

4. “Nací el 1º de enero de 1883 —según el pasaporte otorgado a mi padre para el viaje a América, y en 1884 según decía mi madre— en Proskuroff, villa diminuta de la gobernación de Kamenetz-Podolsk, que es como la Lituania, una provincia rusa de densa población israelita”. (Entre Ríos, mi país, “Autobiografía”, p. 9).

5. En las diversas biografías de Gerchunoff no encontré la fecha de su llegada a la Argentina y tampoco es mencionada en su autobiografía. “Vivimos en Tulchin hasta 1889” dice al describir su salida de Rusia (p. 10), y un poco más adelante, relatando el primero oficio en la sinagoga, ya en Argentina, agrega: “Por primera vez, en la colonia de Moisés Ville, en el año 1891 de la era cristiana, en la República Argentina, el pueblo elegido se sintió en tierra hospitalaria, en tierra materna... ”. (Entre Ríos, mi país, “Autobiografía”, p. 20).

6. Ibídem p. 12.

7. Ibídem p. 14.

8. Ibídem p. 25-26.

9. Roberto J. Payró (1867-1928) importante narrador argentino, autor de El casamiento de Laucha (1906), Pago chico (1908) y Divertidas aventuras de un nieto de Juan Moreira (1910).

10. Bernárdez, Francisco Luis. “Alberto Gerchunoff, maestro judío de la prosa castellana”, en: Davar, Buenos Aires, núm. 42, setiembre-octubre 1952, p. 67.

11. Martinez Estrada, Ezequiel. “Apunte hecho de memoria”, en: Davar, Buenos Aires, núm. 3l/33, abril 1951, p. 59-60.