viernes, 20 de junio de 2014

Jacques Offenbach


Jacques Offenbach nació en Colonia, Alemania, el 20 de junio de 1819 y murió en París, Francia, el 5 de octubre de 1880. Compositor y violonchelista.

Nació en Deutz, hoy un barrio de la ciudad de Colonia, en el seno de una familia judía, con el nombre de Jakob. Sus padres fueron Isaac Juda Eberst y Marianne Rindskopf, quienes poco antes de su nacimiento cambiaron su apellido por el nombre de la ciudad natal del padre, Offenbach del Meno, cerca de Fráncfort.

Estudió violonchelo y violín, en 1833 viajó a París, donde fue discípulo de Luigi Cherubini en el Conservatorio, y fue violonchelista de diversas orquestas, entre ellas la de la Opéra-Comique.

En 1848 dejó Francia ante los hechos revolucionarios que se produjeron, y volvió al año siguiente, y fue nombrado director de orquesta en el Théâtre français.


En 1855, fundó el teatro “Bouffes Parisiens” donde llevó a escena sus propias obras, que reflejan la “joie de vivre” de su época, con humor e irreverencia. La Belle Hèléne es una apología del ménage a trois.

También presentó divertidas adaptaciones de otros genios de la música como G. Rossini cuya ópera Il signor Bruschino logró realizar con gran éxito.

Con la caída del Imperio de Napoleón III sus gustos se resistieron y creó el Théâtre de la Gaité fracasando en él y dio una gira por Estados Unidos también sin mucho éxito, y su ascendencia alemana le granjeó enemigos después de la guerra franco prusiana. 

Reflejó con ironía a estos enemigos, representándolos en sus operetas con personajes de la Antigüedad.
Según Karl Krauss, Offenbach “cumple la función de remediar la estupidez, darle un respiro a la razón y estimular la actividad mental”.


Su obra más seria y ambiciosa fue Los cuentos de Hoffmann, que no llegó a concluir a causa de su muerte en 1880. Sus restos reposan en el Cementerio de Montmartre.


A continuación, de Jacques Offenbach, Les contes d'Hoffmann, en la versión de Diana Damrau como Olympia, Giulietta, Antonia, Stella; John Relyea como Lindorf, Coppelius, Dapertutto, Miracle; Angela Brower como Nicklausse, Muse; y Rolando Villazón como Hoffmann, junto al Coro y la Orquesta de la Opera de Munich, dirigida por Constantinos Carydis. Producción de diciembre de 2011.



Les contes d'Hoffmann, o Los cuentos de Hoffmann, es una ópera en tres actos, con prólogo y epílogo, música de Jacques Offenbach y libreto en francés de Jules Barbier, y se basa en una obra que el propio Barbier y Michel Carré habían escrito sobre cuentos de E. T. A. Hoffmann. El mismo Hoffmann es un personaje de la ópera, como él mismo hacía en muchas de sus historias.


El prólogo y epílogo transcurren en Núremberg, y cada uno de los actos en ciudades como París, Múnich y Venecia, en el siglo XIX.

Prólogo Taberna de Luther en Núremberg.

La Musa revela a la audiencia que su propósito es atraer la atención de Hoffmann sobre sí misma, y hacer que él abjure del resto de sus amores, de manera que él pueda dedicarse plenamente a ella: la poesía. Entra el consejero Lindorf, la primera de las representaciones del mal en la ópera, la némesis de Hoffmann. Soborna a Andrés, para que le dé una carta, que la prima donna Stella ha enviado a Hoffmann, junto con la llave de la habitación. Lindorf pretende reemplazar a Hoffmann en el encuentro.

Entra un grupo de estudiantes, entre ellos Hoffmann y Nicklausse. Hoffmann, al principio tiene un aire reflexivo, pues acaba de oír a Stella cantando en Don Giovanni. Respondiendo a las peticiones de los circunstantes, canta una historia cómica sobre un enano, Kleinzach, pero su inspiración romántica le lleva, en medio de la canción, por otro camino, y canta su afán en pos del amor. Poco después Hoffmann ve a Lindorf, que se burla de él; Hoffmann reconoce en Lindorf las fuerzas del mal, que siempre le han acosado, y ambos intercambian insultos.

Los estudiantes se interesan por las historias de amor de Hoffmann. Desatendiendo el aviso de Luther de que el telón va a levantarse para el siguiente acto de la ópera, Hoffmann empieza a hablar de sus tres amores: "El primero se llamaba Olimpia".

Acto I Salón en casa de Spalanzani.

El primer amor de Hoffmann es Olimpia, una autómata creada por el científico Spalanzani. Hoffmann se enamora de ella, sin saber que es una muñeca mecánica. Entra Nicklausse y advierte a Hoffmann que el único interés de Spalanzani es la ciencia y que construye muñecas que parecen vivientes. Pero Hoffmann se niega a creer lo que le dicen.

Entra Coppelius, que ha creado a Olimpia junto a Spalanzani, y es la encarnación de Némesis en este acto. Vende a Hoffmann gafas mágicas que hacen que Olympia parezca una mujer real. Regresa Spalanzani, y, sin ser oído por Hoffmann, Coppelius le reclama la parte que le corresponde de lo que Spalanzani ha ganado o gane con Olimpia, pues los ojos los hizo Coppelius. Spalanzani paga a Coppelius con un cheque librado contra un banquero que está en bancarrota. El inventor se marcha a cobrarlo.

Llegan ahora los invitados para la presentación de Olimpia. Spalanzani anuncia que Olimpia va a cantar con acompañamiento de arpa. Se trata de la "Canción de la muñeca", un aria de coloratura que es una de las más famosas de la ópera. Olimpia se detiene de vez en cuando, y Spalanzani tiene que darle cuerda para poder continuar.

Se marchan los invitados a cenar y Hoffmann, a solas con Olimpia, le canta amorosamente. Él toma su mano y ella se levanta y sale rápidamente de allí. Entra Nicklausse y sutilmente intenta advertir a su amigo, pero Hoffmann se niega a escucharlo. Llega ahora Coppelius; ha comprobado que el cheque de Spalanzani no tiene valor y viene dispuesto a vengarse; se ocutla. Vuelven los invitados y el baile comienza de nuevo. 

Hoffmann toma a Olimpia por pareja; danzan durante un rato, pero la muñeca gira cada vez con más rapidez Hoffmann está exhausto y aturdido. Cae al suelo y sus gafas se rompen. Al mismo tiempo, Coppelius aparece y se lleva a Olimpia, como castigo porque Spalanzani le ha birlado sus honorarios; se oye un ruido de maquinaria rota: Coppelius ha destrozado a Olimpia. Hoffmann, horrorizado, se da cuenta entonces de que se había enamorado de una autómata; los invitados se burlan de él.

Acto II Habitación en casa de Crespel, en Múnich.

Antonia ha heredado de su madre su bella voz; sentada ante un clave, canta una triste canción. Crespel, su padre, entra y le recuerda su promesa de no cantar, pues padece tisis, que se agrava si canta. Antonia se marcha, después de renovar su promesa. Crespel ordena a su criado Franz, que es sordo, que permanezca con su hija y no deje entrar a nadie en la casa. Cuando se marcha, Frantz canta una canción cómica.

Entra Hoffmann acompañado de Nicklausse; han estado buscando a la joven Antonia desde hace meses, pues Hoffmann está enamorado de ella. Sale Antonia y así vuelven a reunirse los amantes; ella le cuenta que le han prohibido cantar, pero él insiste en que lo haga; ella se pone ante el clave y ambos cantan el dúo que había iniciado Hoffmann. Al final ella desfallece y al oír a su padre se marcha a su habitación, mientras Hoffmann se esconde.

Crespel regresa, llega el doctor Miracle, la Némesis de este acto, quien fuerza a Crespel a dejarle curar a Antonia, a pesar de que este sospecha que mató a su esposa. Hoffmann escucha la conversación y así descubre que Antonia puede morir si canta demasiado. 

Por artes mágicas diagnostica la enfermedad de Antonia en ausencia de la paciente, y a pesar de las ásperas protestas de Crespel, receta el remedio. Y como si oyera el mandato de Miracle, Antonia escucha entre bastidores su propia voz. Miracle no se inmuta ante los furiosos intentos de Crespel pero éste, al final, logra echarlo de allí.

Antonia vuelve y se encuentra a Hoffmann solo. Éste hace prometer a su amada que debe olvidar sus sueños de llegar a ser una gran cantante. A regañadientes, Antonia accede al deseo de su amante. Una vez que Antonia se queda sola, reaparece el doctor Miracle como por arte de magia y dice que un talento como el de Antonia no debe perderse, que Hoffmann está sacrificándola ante su brutalidad y que la ama sólo por su belleza.

Con poderes místicos, el doctor Miracle dota de vida al retrato de la madre de Antonia, que le habla a la muchacha, ordenándole que cante, mientras Miracle toca endiabladamente el violín. Al final, Miracle desaparece en la tierra, el retrato recobra su forma natural y Antonia cae el suelo agonizando.

Crespel entra y habla con su hija antes de que muera. Cuando aparece Hoffmann, Crespel quiere matarlo, creyendo que es el causante de la muerte de Antonia. Nicklausse va a llamar a un médico y Miracle aparece como respuesta a la llamada.

Acto III Salón de fiestas de un palacio en Venecia.

Nicklausse y la cortesana Giulietta cantan la famosa barcarola con la concurrencia de un numeroso grupo de asistentes. Hoffmann canta un alegre brindis. Quedan solos Nicklausse y Hoffmann; Nicklausse advierte a su amigo que no cometa locuras.

Entra Dapertutto, la encarnación del mal en este acto. Cuando se queda a solas, saca un diamante que ha prometido a Giulietta si consigue que Hoffmann le entregue su imagen en un espejo. Aparece Giulietta y Dapertutto le pide que cautive a Hoffmann, para que él a su vez pueda capturar su alma robando su imagen en el espejo. Ella acepta.

Entra Schlemil con Pittichinaccio, Nicklausse, Dapertutto y otras personas. El celoso Schlemil es una víctima anterior de Giulietta y Dapertutto. Schlemil desafía al poeta a un duelo, pero resulta muerto. Nicklausse quiere llevarse a Hoffmann lejos de Venecia y sale a buscar los caballos. Mientras tanto, Hoffmann se encuentra con Giulietta y no puede resistirse a ella, le entrega su reflejo, sólo para ser abandonado por la cortesana, para gran placer de Dapertutto. Hoffmann le dice a Dapertutto que su amigo Nicklausse vendrá y lo salvará. Dapertutto prepara un veneno para librarse de Nicklausse, pero lo bebe Giulietta por error y cae muerta en los brazos del poeta.

Epílogo La taberna de Luther.

Hoffmann dice a sus amigos que sus relatos han terminado. Jura que nunca más amará, y que Olimpia, Antonia y Giulietta son tres facetas de la misma persona, Stella. Los estudiantes se marchan, dejando a Hoffmann caído sobre la mesa, totalmente borracho. Nicklausse se revela como la Musa su dueña y le pide a Hoffmann: "¡Renace como poeta!". 

En este momento, Stella, que se ha cansado de esperar a Hoffmann, entra en la taberna y lo encuentra borracho. Lindorf, que está esperando entre las sombras, se adelanta. Nicklausse explica a Stella que Hoffmann ya no la ama más, que el consejero Lindorf la está esperando. Hoffman se despide del amor. 

Algunos estudiantes entran en la habitación para seguir bebiendo, mientras Stella y Lindorf se marchan juntos.