lunes, 22 de diciembre de 2014

Giacomo Puccini


Giacomo Antonio Domenico Michele Secondo Maria Puccini, más conocido como Giacomo Puccini, nació en Lucca, Italia, el 22 de diciembre de 1858 y murió en Bruselas, Bélgica, el 29 de noviembre de 1924. Compositor de ópera.

Suor Angelica es una ópera en un acto con música de Giacomo Puccini y libreto en italiano de Giovacchino Forzano. Es la segunda de las tres, precedida por Il tabarro y por Gianni Schicchi, que conforman El tríptico. Cada una de ellas, es una alegoría de una de las partes de la Divina Comedia, de Dante Alighieri, y Suor Angelica se corresponde con el Purgatorio.

Entre las cantantes que han destacado en el papel de Suor Angelica están Mirella Freni, Renata Scotto, Katia Ricciarelli, Renata Tebaldi, Ilona Tokody, Geraldine Farrar, Lucia Popp, Joan Sutherland, Cristina Gallardo-Domâs, Victoria de los Ángeles, y Beverly Sills, pero por sobre todas ellas está Maria Callas, que con sus excelentes dotes vocales y dramáticas, fue capaz de hacer llorar al auditorio completo en sus interpretaciones del aria Senza Mamma, y en las grabaciones logró transmitir esa emoción.



A continuación, de Giacomo Puccini, la ópera en un acto Suor Angelica, en la version de Catherine Malfitano, Diane Curry, Gloria Banditelli, Anna di Stasio, Bianco Rosa Zanibelli, junto al Coro y la Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino, dirigidos por Bruno Bartoletti, en la producción de 1983.



La acción transcurre en un convento de monjas, cerca de Siena en la segunda parte del siglo XVII.

La ópera se abre con escenas que muestran los aspectos típicos de una vida en el convento, todas las hermanas cantan himnos, todo el mundo se reúne para divertirse en el patio. Las hermanas se alegran porque, como explica la maestra de las novicias, esta es la primera de las tres tardes que cada año el sol poniente alcanza a la fuente y vuelve dorado su agua. Este acontecimiento hace que las hermanas recuerden a aquella hermana que ha muerto, Bianca Rosa. La Sor Genoveva sugiere que echen algo del agua dorada sobre su tumba.

Las monjas entonces hablan de sus deseos — hay quien entiende que cualquier deseo está mal, pero Sor Genoveva confiesa que ella desea ver de nuevo corderos debido a que ella solía ser pastora de muchacha, y Sor Dolcina desea algo bueno para comer. Sor Angélica dice que ella no tiene ningún deseo, pero tan pronto como lo dice, las monjas empiezan a cotillear. — Sor Angélica ha mentido, porque su verdadero deseo es saber algo de su familia, rica, noble, de la que ella no ha oído nada en siete años. Según los rumores, la enviaron al convento como un castigo. Sor Angélica vive en un exilio lamentable por órdenes de su familia, que desaprobó su relación extramatrimonial, que trajo como consecuencia un hijo. Ella añora al hijo desconocido y odia a la tía causante de su encierro. Sor Angélica se dedica al cuidado de las flores.

La conversación se ve interrumpida por la hermana Enfermera, quien ruega a Sor Angélica que haga un remedio de hierbas — la especialidad de Sor Angélica. Llegan provisiones al convento, así como noticias de que un gran carruaje está esperando en la parte exterior del convento. Sor Angélica inmediatamente se pone nerviosa y triste, pensando con acierto en que alguien de su familia ha venido a visitarla. La abadesa riñe a Sor Angélica por su inadecuada excitación y luego se marcha a anunciar a la visitante, la princesa, tía de Sor Angélica.

La princesa explica que su otra sobrina, la hermana menor de Sor Angélica, va a contraer matrimonio, algo que era casi impensable tras el escandaloso embarazo de Sor Angélica. Trae consigo un pergamino que Sor Angélica debe firmar renunciando a su herencia. Se trata de un testamento en el que se dividen los bienes de la familia. Sor Angélica replica que ella se ha arrepentido por su pecado, pero que hay una cosa que no puede ofrecer en sacrificio a la Virgen, ella no puede olvidar la memoria de su hijo ilegítimo que le quitaron hace siete años. La princesa rechaza hablar, pero finalmente tiene palabras inmisericordes para su sobrina: su hijo murió de fiebre hace dos años. Sor Angélica, desolada, firma el documento y se desmaya, entre lágrimas. La princesa se marcha.

A solas, en las sombras del atardecer, evoca tiernamente a su hijito en una desolada plegaria. Se ve atrapada por una visión celestial — cree oír a su hijo llamándola para encontrarlo en el Paraíso.

En un momento de exaltación, se hace una poción y la bebe, pero al darse cuenta que ha cometido suicidio, y que por ser un pecado mortal no podrá ver a su hijo en el más allá, presa de arrepentimiento, pide clemencia a la Virgen y, cuando muere, ve un milagro: todo lo que la rodea se transforma en una visión mística y consoladora, coronada por la presencia de la Virgen María y de su propio hijo, que se llevan a la monja al cielo.

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