martes, 3 de noviembre de 2015

Vincenzo Bellini


Vincenzo Salvatore Carmelo Francesco Bellini nació en Catania, Italia, el 3 de noviembre de 1801 y murió en Puteaux, Francia, el 23 de septiembre de 1835. Compositor.

El sitio www.biografiasyvidas.com publicó este recordatorio

Vincenzo Bellini (Catania, Italia, 1801 - Puteaux, Francia, 1835) Compositor italiano. Hijo de un organista, estudió en el Colegio de San Sebastián de Nápoles, cuyo director era el célebre Zingarelli. 

Compuso música sacra (motetes, misas, etc.), de cámara y sinfónica, pero es la ópera el género musical que le dio fama. Sus óperas más conocidas son Adelson y Salvini (1824), El pirata (1827), La extranjera (1829),Capuletos y Montescos (1830), La sonámbula (1831), Norma (1831) y Los puritanos (1835). Su obra maestra es Norma, de la que destaca su obertura y en donde se conjuga una gravedad clásica con un apasionamiento muy romántico en la expresión. Si en el siglo XIX fue Wagner su admirador más conocido, en el XX fue Stravinsky quien reivindicó la facilidad de Bellini para la melodía, contraponiéndola a las dificultades que parecía encontrar Beethoven en este terreno.

Dedicado desde niño al estudio de la música, pasados apenas los siete años inició sus primeros ensayos de composición. Ingresó luego en el Conservatorio de San Sebastián, en Nápoles, donde tuvo por maestro a Nicolás Zingarelli. Ello no interrumpió su actividad de compositor: su primer melodrama, Adelson y Salvini(1825), fue representado en el pequeño teatro del propio conservatorio. En esta obra quiso infundir el sentido más dulce y misterioso de su juventud poética. Vincenzo Bellini poseía una belleza triste y algo femenina, y en la música de la primera época reflejó su melancolía, provocada por las contrariedades amorosas y el temor de no ver satisfecho largo tiempo su afán de vivir.

Los temas de este período pasaron a veces a algunas de sus obras sucesivas, como Los Capuletos y los Montescos o La extranjera. Ello suponía en Bellini un recurso para saborear de nuevo el pasado. 


En 1826, la representación en el teatro napolitano de San Carlos de la ópera Carlo, duca di Agrigento (reconstituida más tarde con el título de Bianca e Fernando) señaló el principio de su fortuna en la escena. Entre 1827 y 1831 compuso, entre otras obras, El pirata, La sonámbula y Norma; esta última, a pesar del fracaso de su estreno, se impuso muy pronto en los teatros más importantes de Italia y de toda Europa.

El dudoso éxito de Beatrice di Tenda enfrió la amistad del compositor con Romani, hasta entonces su libretista habitual. En mayo de 1833, Vincenzo Bellini marchó a Londres, donde conoció posiblemente la fase más feliz de su existencia. Un año después, en la capital francesa, Carlo Pepoli le ofreció el libreto de Los puritanos; en 1834, y en la villa del judío inglés Lewys, de quien el músico era huésped, se forjó la última obra maestra de Bellini, representada en 1835 con gran éxito. Aquel mismo año falleció el autor en la citada residencia, en Puteaux.

Es opinión general que Norma es la mejor ópera italiana de la primera mitad del siglo XIX, y esta vez la opinión general coincide perfectamente con el juicio de la crítica del siglo pasado y del presente. Esta tragedia lírica en dos actos, cuyo libreto fue obra de Felice Romani (1788-1865), se representó en el teatro de la Scala de Milán el 26 de diciembre de 1831, con Giuditta Pasta como protagonista. La ópera fracasó, interrumpida y saboteada por partidarios de la amante de un maestro rival, pero se rehabilitó inmediatamente en las noches sucesivas y, sin interrupción, prosiguió su carrera triunfal.

La acción de Norma se sitúa en época romana. En un bosque de la Galia, los druidas y su jefe, Oroveso, esperan la luna nueva para desencadenar la rebelión contra los romanos. Norma, hija de Oroveso y sacerdotisa suprema de Irminsul, ha de arengar a los guerreros. Pero Norma tendría muchas más razones de odio contra los romanos si supiese que el procónsul Polión, que la hizo madre de dos niños, ama ahora a Adalgisa y se propone marchar con ella a su regreso de Roma. Norma piensa en matar a los dos hijitos del traidor y suicidarse luego; pero se enternece y confía los inocentes a Adalgisa. Ésta se dirige al campo romano y suplica a Polión que vuelva a su primer amor, porque Norma quiere morir; pero no lo consigue. Entonces rechaza el amor de Polión y vuelve al templo de Irminsul, de donde Polión jura que la raptará. Cuando Norma se entera de ello, golpea el escudo de guerra; de todas partes acuden los galos armados: "Guerra, guerra! le galliche selve quante àn quercie producan guerrieri" ("¡Guerra, guerra!, que las selvas gálicas produzcan tantos guerreros como encinas tienen"), y Polión, sorprendido en el templo, es apresado y conducido a Norma, que espera hacer justicia y ejecutarlo. Sin embargo, Norma todavía duda, y le interroga a solas (con el pretexto de descubrir quién es la cómplice de su amor) para tratar de reconquistarlo. Pero Polión no renuncia a Adalgisa, y entonces Norma llama de nuevo a los sacerdotes y se declara también culpable: una misma hoguera les aguarda.


El estilo de Bellini, que parecía netamente lírico, se afirma en esta ópera a través de una singular fuerza dramática. Su típica melodía (rica en episodios, amplia, llena de luces cambiantes) exhibe todas sus características de pureza lírica: baste recordar la famosa "Casta diva", una de las páginas de melodía más puras y densas de emoción que se hayan escrito nunca. Sin embargo, la inspiración melódica se robustece rítmicamente, sobre todo en los acentos fuertes y marcados de la recitación. 

La armonía no es más rica de lo acostumbrado, ni su instrumentación más nutrida, pero estos medios son siempre considerados secundarios por Bellini. Partiendo de un libreto excelente (por la escenificación, por las situaciones y por el diálogo e incluso por los versos, de los mejores de Felice Romani), Bellini encuentra la manera de recortar grandes bloques de motivos y reunirlos vigorosamente entre repeticiones corales. El drama resulta armónico, sólido, entre el carácter de los protagonistas y la colectiva pasión del coro. La obertura, de corte rossiniano, aunque sin ser servil aRossini, es el mejor fragmento musical salido de la pluma del maestro.




A continuación, recordamos a Vincenzo Bellini, con la ópera Los Capuletos y los Montescos, en la versión de Anna Netrebko como Giulietta; el papel de Romeo cantado por Joyce DiDonato; el personaje de Tebaldo interpretado por Matthew Polenzani; Capellio encarnado por Giovanni Battista Parodi; y el rol de Lorenzo en la voz de Mikhail Petrenko, junto al Coro y la Orquesta de la Opera Nacional de Paris, dirigida por Evelino Pido.



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