martes, 22 de mayo de 2018

Juan Arvizu


Juan Nepomuceno Arvizu Santelices nació en Querétaro, México, el 22 de mayo de 1900 y murió en México, el 19 de noviembre de 1985. Cantante.  

El sitio www.todotango.com publicó este recordatorio firmado por Néstor Pinsón

El bolero como género comenzó a transitar su camino a fines del siglo XIX. Se cuenta que en 1911, un sastre cubano, Pepe Sánchez, aficionado a la música, compuso “Tristezas”, luego llamado “Me entristeces mujer” o “Un beso”, no hay coincidencias entre los historiadores con el título, pero sería el primer bolero.

El tango y el bolero siempre han tenido una estrecha relación, tanto por la forma que nacieron como por su desarrollo. No es exagerado decir que, de alguna manera, han colaborado entre uno y otro. Fueron numerosos los cantores de boleros que incluyeron tangos en sus repertorios. Así como también, los autores y compositores tangueros que participaron en la creación de páginas románticas e, incluso, dirigiendo conjuntos que acompañaban las actuaciones y grabaciones de muchos de sus intérpretes.

Entre las legendarias voces del bolero, Juan Arvizu merece un espacio propio por su larga relación con nuestro país y con el tango. Llegó a Buenos Aires contratado para la inauguración de LR1 Radio El Mundo, hecho ocurrido el 29 de noviembre de 1935. La relación fue pactada por un mes y medio, pero se extendió por la notable aceptación que obtuvo del público, a tal punto que sentó aquí su residencia. Permaneció 18 años en la Argentina, siendo el punto de partida de sus numerosas giras al exterior.

En su inmenso repertorio (los eruditos en el tema calculan en alrededor de dos mil el número de sus grabaciones), figuran buena cantidad de tangos y ritmos afines como valses y milongas, claro que, en la mayoría de los casos, por su estilo tan personal, suenen abolerados.

Algunos de los títulos son: “Prohibido”, “Pecado”, “Verdemar”, “Plegaria”, “Si dejaras de quererme”, “Qué fácil es decir”, “Señor juez”, “Arrepentimiento, “Salud dinero y amor”, “Nuestra casita”, “La cumparsita”, “Mi Buenos Aires querido”, “Madreselva”, “Caminito”, “Una canción”, “Sinceramente”, “Corrientes y Esmeralda”, “Lágrimas de sangre”, “No cantes ese tango”, “Nido gaucho”, “Tengo mil novias”, “Cada vez que me recuerdes”, “Mi único amor”.

Nació en Querétaro, Méjico, donde vivió ayudando a su padre en su tarea de radiotelegrafista. De pequeño, fue alentado por la mamá para estudiar vocalización, solfeo y armonía, cantando además, en un orfeón infantil.

A los 22 años, se radicó en el Distrito Federal y allí continuó sus estudios con José Pierson, cantor y declamador —luego se convertiría en maestro y director de compañías de ópera—, quien tuvo bajo su tutela, a famosos intérpretes de la canción popular como Jorge Negrete, José Mojica, Alfonso Ortiz Tirado, Pedro Vargas, Juan Pulido entre otros.

Dos años más tarde se produjo su debut en el Teatro Esperanza Iris, en una obra lírica titulada La Sonámbula. Sus cualidades naturales, su potente registro de tenor —que supo controlar, ya famoso, en buena cantidad de temas románticos—, llamaron la atención de otros directores y del público. Rápidamente, se fueron reconociendo sus virtudes siendo, en muchas ocasiones, aclamado de pie al terminar sus presentaciones.


A raíz de su éxito se ganó el interés de la industria fonográfica, el primer sello fue Brunswick, en el que debutó en 1928, con la grabación de “Varita de nardo”, de Joaquin Pardavé. A continuación, intervino en la Victor que lo incluyó en su nómina. Más adelante, registró su voz en otra discográficas, hasta convertirse en uno de los cantores con más discos de la historia de la música latinoamericana.

En 1930, fue convocado para la inauguración de una emisora en su país, la Radio XEW y en 1942, viajó a Norteamérica para la misma gestión, esta vez con la Cadena de las Américas de la Columbia Broadcasting. Participó en varios films, en México y en Cuba, que tenían simples argumentos al solo efecto de presentar sus canciones.

Un logro increíble del cantante fue descubrir a un pianista de anémicos cabarets y de prostíbulos que, a su lado, se transformó en la mayor figura del bolero en toda América, lo llamaban El Flaco de Oro (tenía una cicatriz desde la comisura izquierda de su boca hasta la mitad de la mejilla, producto de un impacto con una botella rota), se trataba de Agustín Lara.

De más está decir quién fue Agustín Lara y lo que significó para la música, sin lugar a dudas, uno de los más grandes creadores del continente. Pero lo notable, es que comenzó a crecer componiendo y acompañando a Arvizu desde el piano. No sólo engrosó el repertorio del amigo, más adelante lo hizo para los más famosos intérpretes, trascendiendo fronteras, basta nombrar “Granada”, “Solamente una vez” y “María Bonita” (dedicado a María Félix con quien se casó en 1945).

Arvizu vivió algunos años en Chile y también en Colombia, cuando decidió volver a su país no tuvo la recepción esperada, el paso del tiempo lo había postergado, vivía otra generación con gustos y estilos de vida distintos.

En 1967, decidió tomar descanso, su vida había sido un traqueteo permanente, la tranquilidad llegó después de una extensa vuelta, en Querétaro, la ciudad que lo vio nacer.

Dicen que fue en Buenos Aires, donde lo bautizaron El Tenor de la Voz de Seda.

Sobre notas de Hernán Restrepo Duque y Ricardo Risetti, de su libro De Corazón a Corazón, editorial Corregidor 1994.


A continuación, recordamos a Juan Arvizu, con uno de sus exitos: Vereda Tropical.