No es solo lo que tenemos para decir. Es cómo lo vamos a decir. Por más que tengamos una gran verdad, si no acertamos en la forma, en el tono, en las pausas, y en el vocabulario, de nada servirá.
El texto toma vida al leerlo y al decirlo. Otra vida. Nueva vida. La propia subjetividad es la que transforma a la prosa, en poesía. El texto de la Tora (la Biblia Hebrea) al que nos enfrentamos esta semana nos enfrenta a rituales, leyes y costumbres que se realizaban en el tiempo de Moisés y que continuaron durante más de 1200 años. Eran tiempos de sacrificios rituales. Esa era la forma de conexión con lo divino. Sin embargo, desde la destrucción del Gran Templo de Jerusalém hace 2000 años atrás y el comienzo del exilio judío, se abandonaron esas prácticas. El sacrificio ritual de animales en el altar fue reemplazado a través de una evolución cultural y teológica por la plegaria, la caridad, la introspección y el estudio.
¿Es entonces la Torá un libro divino y eterno, con textos que no observamos?
Pareciera ser que el hecho de que la Torá indique algo textualmente, no implica que debamos hacerlo.
Si bien la Torá tiene una dimensión sagrada, divina y de eternidad, hay que saber leerla, interpretarla e interpelarla para saber qué es lo que nos dice. El desafío espiritual de transformar la prosa de siglos, en poesía para este tiempo
Intentar buscar en la literalidad del texto una explicación acerca de cualquier temática de la actualidad es un error. Sería tan poco serio volver a realizar los sacrificios rituales que el texto propone como buscar en la literalidad de la Biblia explicaciones sobre el status de la mujer, el uso de la tecnología en Shabat, la homosexualidad o la certificación de la autoridad rabínica para firmar cualquier documento religioso.
¿Es entonces la Torá sagrada y eterna, o cambia?
La Torá tiene Neshama, tiene un alma, tiene una esencia, un mensaje sagrado, tan poderoso que se hizo eterno a lo largo de las generaciones. Y esto sucedió a partir de haberse permitido volver a leerla, interpretarla y adaptar ese mensaje a cada tiempo, a cada generación, en cada frontera y según la forma de vivir que tuvieron los judíos de cada época.
No sólo la Torá se transformó en eterna. También el pueblo judío. El judaísmo es un pueblo eterno porque ha aprendido a cambiar sistemáticamente en cada tiempo, en cada generación, en cada frontera. Y seguir siendo judío.
Todas las noches caerá el sol y todas las mañanas volverá a salir, en un ciclo interminable y eterno de rotación de la Tierra y de traslación alrededor del Sol. Inmutable y eterno. Cada día exactamente igual. Pero absolutamente distinto al otro. La esencia es lo que no cambia, pero la forma de verlo y de vivirlo es lo que lo hace diferente, distinto, único.
De esa manera es como nos tenemos que aproximar al texto. Nadie practica de manera literal lo que dice la Torá porque la Torá lo diga. Ni los ortodoxos, ni los neo-ortodoxos, ni los ultra-ortodoxos, ni los conservadores/Masorti, ni los reformistas. Todos practicamos y observamos lo que interpretamos del texto. La divinidad y la santidad del texto está en su esencia, en su neshamá. Pero debemos ir en búsqueda de un par de lentes finos, e interpretarla según el contexto socio-histórico en el que vivimos.
Todos tenemos el mismo texto. Solo que cada uno tiene su par de lentes.
¿Y cuáles son los lentes "kosher" (aptos)? No hay. Todos. La esencia, el mensaje, la neshamá de la Torá es eterna, indivisible. Lo que cambia es su forma de leerla a través del tiempo.
Y lo que comprendió el judaísmo es lo que podríamos aprender nosotros para nuestra vida. Porque cada uno es un texto sagrado. Y en su forma de ser, eterno.
Tenemos cosas inmutables en nosotros. Tenemos nuestra historia, nuestro pasado, la familia de donde venimos y la que construimos. Lo que hemos estudiado, cómo nos hemos formado, la experiencia en nuestro trabajo. Nuestro carácter, nuestra personalidad, nuestro tono de voz.
Hay cosas dentro nuestro que no está en nuestras manos cambiar. Pero hay otras cosas que sólo está en nuestras manos cambiar. Y que con el tiempo cambian: nuestras prioridades, nuestras ganas, nuestras intenciones, nuestra paciencia. Nuestras relaciones, nuestros tiempos. El tipo de humor, la sensibilidad hacia algunos temas. El propósito. El sentido de las cosas. Los por qué y los para qué.
La Tora eterna cambió. Mantuvo su esencia, pero cambió definitivamente en cada generación, en cada tiempo. Y nosotros también.
Descubro personas que tienen una crisis con alguien, con un hijo o con su pareja. Dicen: "si yo lo conozco de memoria, ¿qué puede cambiar?". Es un error pensar así. Pudiste haber vivido diez, quince, veinte años con la misma persona. Pero nunca estuviste con esa persona en este momento de tu vida y de su vida. Nunca con tus hijos y tus padres con estas edades. Con este momento de tu vida y de la Argentina. Tenés que escribir, diseñar y dibujar el mapa del amor para volver a ubicarte y comprenderte. Sos el texto. Tenés que poder volver a leerte, a interpretarte, y también volver a leer al otro. Y buscar ahora nuevas respuestas. ¿Cómo voy a seguir respondiendo lo mismo, si las preguntas son nuevas?
Hay que volver a barajar y darse cuenta que uno, en esencia, es el mismo.
Pero está obligado a reinterpretarse y mutar.
Los grandes libros exigen grandes lectores.
El mundo de los sacrificios de los que hablamos al comienzo es de esta manera, apasionadamente actual. Solo hay que volver a leerlo. Si uno se fija en el texto, el sacrificio está íntimamente relacionado al amor. Lo que uno debía llevar al sacrificio era algo preciado e importante. Los mejores frutos, lo mejor del ganado. Eso significa que uno sacrifica por aquello que quiere. La entrega, la ofrenda es por aquello que le importa, que ama.
El amor exige sacrificios. El amor exige esfuerzo, trabajo. Pensá en alguien que quieras y por el que sacrificarías parte de tu tiempo, de tu vida, de tu paciencia, de tu voluntad, de tus ganas de vivir, de tu futuro. Si tenés la oportunidad de sacrificarte por alguien, es porque estás vivo. Si tenés algo por lo que luchar es que tenés una vida. Y si estás dispuesto a sacrificar parte de tu energía, de tu pasión, de tu tiempo, de tu dinero, de tus ideas y de tus ideales por alguien o por algo, es porque fuiste bendecido con amar a alguien y ser amado.
Por aquello que ames, que ames bien, tenés que trabajar. Exige sacrificio. Por lo que necesites luchar. Por vos, por la pareja, por la familia. Por tus ideales, por tus valores. Por tu identidad, por tu comunidad. Por tu país.
Por Argentina también hay que lucharla. Estamos en un momento difícil, desde lo económico, lo político, lo social. La incertidumbre genera temor y angustia en tantos que la están pasando tan mal. Pero sólo entre todos podemos sacar adelante a este, nuestro país que es una braja, es una bendición.
Cuando hay algo que amas – como nosotros amamos a la Argentina – exige sacrificio. Exige repensarse, volver a encontrarnos, colaborar desde el sentido del conjunto que apuesta a un mañana. Exige dejar atrás lo que debamos dejar atrás para mirar y construir hacia delante. Exige el sacrificio de bajar egos en pos de lo total. Exige poner el cuerpo y saber el alma. Sacrificio para poder vivir más alto. Para que todos vivamos más alto y mejor.
Amigos todos, amigos queridos.
Podamos sabernos un texto sagrado. Buscar la neshamá, la esencia, el alma. Descubrirla inmutable, profunda, sagrada, divina y eterna. Y a partir de allí, reinterpretarnos, volver a leernos, e interpelarnos. Tener más visión y al comprender el contexto, modificar y hacer crecer el texto.
Podamos buscar cuál va a ser nuestra parte en el sacrificio, en la lucha, para lograr cambios profundos, para poder hacer crecer la Argentina, hacer crecer nuestros valores, en nuestra sociedad, en la familia, o en el amor. Porque si releemos y reinterpretamos el pasado, lo cambiamos. Si leemos mejor este presente, este hoy, podemos disfrutarlo más. Si logramos leer con los lentes del espiritu nuestra vida, podemos empezar a escribir de manera mucho más sabia, más profunda y más amorosa todos nuestros futuros.
El autor es Rabino de la Comunidad Amijai y Presidente de la Asamblea Rabínica Latinoamericana del Movimiento Masortí.