El mundo conmemora 75 años de la liberación de Auschwitz por parte de las tropas aliadas. Auschwitz, campo de concentración y extermino, es la expresión máxima de la perversidad a la que llegó el ser humano. Es el vergonzante testimonio de lo que fue el ideario nazi y su maquinaria de la muerte.
En sus cámaras y hornos fueron gaseados y quemados un millón de personas, un sexto de los seis millones que inmortalizó la Shoá. Auschwitz, no fue único.
En este homenaje recordamos también a las víctimas de los 220 campos principales y 1.300 subcampos de concentración, exterminio y esclavitud diseminados por toda Europa. Auschwitz es el testimonio más contundente del horror y es el espejo donde se reflejan los antisemitas y negacionistas de hoy sintiendo la vergüenza de reconocerse portadores del odio y la mentira.
Imre Kertész, sobreviviente de Auschwitz y premio Nobel de Literatura dio un definición brillante sobre el infierno. Cuando alguien le pregunto: ¿Estuviste en el infierno? Kertesz respondió: “No sé si el infierno existe, pero Auschwitz si, existió.”
En estos días de homenajes y discursos, recurro siempre a los libros y testimonios de los sobrevivientes de la Shoá que atesoro en mi biblioteca, y refresco apuntes con recuerdos de conversaciones y conferencias que mantuve y/o asistí. Siento íntima y profundamente que son días de recuperarlos, de leerlos nuevamente, de volver a escucharlos.
Tomo "Todo mis nombres", de Mónica Davidowicz, quien nos dice: "...la verdad ante todo y así fue como decidí desde el primer momento que a mis hijos iba a contarles todo lo que me había ocurrido, sin eufemismo ni ocultamientos, porque también era parte de su historia ".
Encuentro un folleto. Es de la Avant Premier en Panamá de la película “La Lista de Schindler”, donde colaboré para presentarla en una acción conjunta de la WIZO y La Bnai B´rith. En esos días, conocí a Jack Fuks, Polaco de Lodz, sobreviviente de Auschwitz y Dachau y que llegó a la Argentina en los sesenta para reencontrarse con su tía, el único lazo familiar que le quedaba tras la hecatombe, quién me dijo: “mi dolor más grande hoy es que 60 años después el mundo no ha cambiado, no aprendió". Era el año 1994, su libro “Tiempo de recordar” aún estaba en preparación. Recuerdo incluso un desayuno en su casa en la calle Coronel Díaz, donde me anticipaba algo de su contenido. Jack respetaba profundamente el silencio de los sobrevivientes, de aquellos que no podían hablar, pero él aseveraba que aquellos que no superaban el dolor morían. Él quería contar. Y lo hizo hasta el último día.
Fue el tiempo en que los sobrevivientes pudieron cada vez más comenzar a hablar, a dar su testimonio con la ayuda inestimable del Museo del Holocausto, Generaciones de la Shoa y también de la Fundación Spielberg, para legarnos sus vidas con todo el valor y significación que ello tiene en la construcción de la vida en sociedad. De una sociedad inclusiva y en paz, por supuesto.
Fue el tiempo también de David Galante, a quien releo en su libro “Un día más de Vida", que cuenta su odisea, como judío nacido en Grecia, en la Isla de Rodas y sobreviviente de Auschwitz. “Lo que finalmente nos impulsó a hablar, fue descubrir que había mucha gente que nos quería escuchar”, David no contó, no habló hasta comenzados los años noventa.
“Hay una lección en los testimonios de los sobrevivientes, es que para vivir también es necesario algún grado de silencio”, dice Diana Naymark.
Elie Wiesel, sobreviviente del Holocausto, liberado en el campo de Auschwitz, premio nobel de la Paz, nos legó enormes lecciones de compromiso ético y moral con la memoria, la justicia y la vida.
Su obra prolífica y profunda consagrada a educar por sobre todas las cosas lo convirtieron en “un mensajero”, como el mismo se definió una vez. Para él, tomar las lecciones del Holocausto, transmitirlas a las nuevas generaciones inspirandolas para la paz lo convertían en eso y era su argumento convincente con el que motivaba a todos los que tenían esa posibilidad de enseñar y formar. Definitivamente había entendido que como sobreviviente de lo inimaginable e inexplicable su misión en el mundo era ser mensajero de la memoria. Guardián de ella.
Releo “El Olvidado”, una de sus obras maravillosas donde sentencia: “Recordar es una vacuna contra el odio”.
Allí, Elhanan Rosenbaum, personaje central, sufre en forma irreparable de la pérdida de memoria. Para él, perder la memoria es mucho peor que la muerte. Su vida la consagró a no olvidar el horror que vivió en la segunda guerra mundial y que acabó con sus seres queridos. En su último y desesperado intento de que los recuerdos sobrevivan a su enfermedad Elhanan irá relatando su vida a su hijo Malkiel quien comprende que él no puede vivir a través de su padre pero siendo él mismo y conociendo la historia de sus antepasados puede transmitir a las futuras generaciones su orgullo y su amor por el pueblo judío, única vía posible para amar y comprender a los otros pueblos, sean cuales sean sus orígenes y sus creencias.
Sara Silberstein, también sobreviviente, escribió “Sobrevivimos”. Al ojearlo nuevamente me quedo mirando las fotos y meditando en Dubno, el pueblo de mi abuelo materno, aniquilado por los Nazis. Me invade angustia y como siempre la incredulidad sobre la barbarie llevada a cabo. Una vez más recupero a Elie Wiesel y su definición de “mensajero” que asumo. Dubno me lleva al pasado y me trae al presente sin interrupciones.
Nuestro mundo no está en calma. La intolerancia, el antisemitismo y el terrorismo fundamentalista ganan espacio. La mentira también. Tenemos mucho por hacer. Y en esa responsabilidad no está solo conmemorar y jurarnos que nunca más volverá a suceder.
Auschwitz y el Holocausto en este nuevo aniversario nos interpelan mucho más aún.
Recurro nuevamente a Elie Wiesel, y tomo su discurso en Oslo al recibir el Premio Nobel de La Paz y lo hago propio: “Y es por eso que juré no volver a estar en silencio cada vez que allí donde los seres humanos padezcan sufrimiento y la humillación. Debemos tomar partido. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio alienta al torturador, nunca al atormentado. Cuando las vidas humanas están en peligro, cuando la dignidad humana está en peligro, las fronteras y las sensibilidades nacionales se vuelven irrelevantes. Allí donde hay hombres y mujeres perseguidos por su etnia, religión u opiniones políticas, ese lugar debe - en ese momento -ser el centro del universo.”
De esto se trata este aniversario.

* Presidente Honorario Museo del Holocausto. Ex Secretario de Derechos Humanos de la Nación.