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lunes, 29 de octubre de 2018
domingo, 28 de octubre de 2018
Los Eichmann: cómo vive y qué hace hoy la familia del jefe nazi atrapado en la Argentina
El Diario Clarín, en su edición digital, publicó este artículo
En 1960, el Mossad secuestró en San Fernando al hombre que diseñó el Holocausto. Esta es la historia de lo que pasó después.
Informe especial
Los Eichmann: cómo vive y qué hace hoy la familia del jefe nazi atrapado en la Argentina
En 1960, el Mossad secuestró en San Fernando al hombre que diseñó el Holocausto. Esta es la historia de lo que pasó después.
Adolf Eichmann junto a uno de sus cuatro hijos.
Es obvio: los hijos, los nietos o los parientes de los nazis no son nazis. Algunos han sufrido mucho simplemente por portar esos apellidos asociados a la infamia. De todos modos, la huella de los descendientes es interesante y también sugestiva.
El hombre que lo descubrió
Lothar Hermann: la historia del ciego que se cansó de denunciar a su vecino nazi
Adolf Eichmann, el arquitecto del Holocausto que vivió en la Argentina sin pena ni gloria, pero con impunidad, tuvo cuatro hijos: según pudo saber Clarín, dos de ellos están vivos. Uno, Ricardo, vive en Berlín, y otro, Dieter, presuntamente aquí, en la Argentina (aunque existen versiones que lo dan por muerto desde hace uno o dos años). Está viva también una nuera de Adolf,Carmen Beatriz Bretín Lindemann, a quien todos en Carupá, la localidad misionera en la que reside, llaman “La Gringa”. Empresaria textil, dueña de una Pyme, reivindicó la visión nazi del Holocausto en más de un reportaje y cada vez que habló de su suegro lo señaló como “el abuelo”. La hija de Carmen y nieta de Eichmann, Verónica Eichmann, trabaja según consta en su página de Facebook, en una empresa misionera de Ramón Puerta, ex presidente interino de la Nación y actual embajador argentino en España. Se llama como su abuela Vera, la mujer de Eichmann.
Después de la matanza
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la Argentina recibió con los brazos siniestramente abiertos a algunos de los jerarcas de Hitler más viles: Eichmann, “el arquitecto del Holocausto”; Josef Mengele, “el Ángel de la Muerte”; Eric Priebke, “el Verdugo de las Fosas Ardeatinas”; Eduard Roschmann, “el Carnicero de Riga”; y Ante Pavelic, “el Hitler croata”, un sujeto que decidió la muerte de centenares de miles y que aquí tuvo poder, protección de Juan Perón e impunidad apabullante. Hubo muchos otros nazis protegidos en el país.Algunos, sospechan los expertos del Centro Wiesenthal consultados para esta nota, podrían estar aún vivos e impunes. Tendrían entre 90 y 100 años de vida.
Los hijos mayores de Eichmann, Klaus y Horst Adolf, ambos fallecidos, son los que fogonearon el credo de su padre activamente en agrupaciones de ultraderecha en Argentina. Tiempo después de que una célula secreta de la Mossad secuestrara al jerarca para juzgarlo por el Holocausto, fundaron el Frente Nacional Socialista Argentino, cuyas implicancias se verán más adelante. Klaus, el mayor, fue quien a su pesar deschavó la identidad de su padre ante una joven que le atraía. Ella, Sylvia Hermann, era la hija de un judío alemán sobreviviente del campo de exterminio de Dachau, Lothar Hermann. Klauss no fue discreto, habló de más y Sylvia le contó a su padre sobre un hombre llamado Ricardo Klement (el nombre falso del nazi en la Argentina).
En el Museo de herencia judía de Nueva York, la cédula de identidad argentina de Ricardo Klement, identidad bajo la cual se ocultaba Eichmann.
Lothar Hermann, el padre de Sylvia, logró convencer a los israelíes a través de interpósitas personas que ese nazi tan buscado estaba aquí: impune y trabajando. Fue un denunciante solitario y empecinado (ver aparte), cuyo trabajo heroico tardó muchísimos años en ser reconocido. Eichmann fue llevado a Israel y condenado a muerte. Fue ejecutado en 1962. Instantes antes, pronunció sus últimas palabras: “¡Larga vida a Austria, larga vida a Alemania, larga vida a Argentina, nunca los olvidaré!”.
Ricardo Eichmann, en una imágen de 2015, durante una conferencia sobre arqueolgía de medio oriente
Vivió y trabajó en Austria, en Alemania accedió al sumun de su poder maléfico, y en la Argentina conoció la serenidad, la vida ordinaria. Anónimo, en la pobreza a veces y finalmente en una casa de San Fernando: la casa de la calle Garibaldi que la película Operación Final, un furor de Netflix que trajo de nuevo el tema a la actualidad, ha logrado reconstruir con exactitud. De esa casa, hoy no queda nada.
Eichmann tuvo a cargo la implementación del sistema de transporte de los judíos hacia los campos de exterminio. Una secuencia simple, macabra y eficiente: de los guetos a los trenes y de los trenes a la muerte. Así exterminaron a 6 millones de personas. Pero al finalizar el horror consiguió un pasaporte falso a través de la Cruz Roja y se reinventó como vecino de suburbio, discreto y disciplinado. En la Mercedes Benz trabajó sin inconvenientes. Si no hubiese sido extraído desde este país hacia un juicio que pudo ver el mundo habría permanecido anonimizado.
Eichmann trabajó en Orbis, en Mercedes Benz, crió conejos y vendió jugos en Tigre, entre otras actividades en suelo argentino.
Los atentados décadas más tarde contra la embajada de Israel y contra la AMIA expusieron la complicidad de asesinos locales con las fuerzas de Hezbollah. Es una cierta línea de continuidad con los fascistas que antes les abrieron las puertas a los jerarcas fugados del nacional socialismo.
La película que hizo resurgir el caso
Crítica de “Operación final”, por Netflix: Eichmann, con Perón en el medio
“Operación Final” removió y auspició una nueva voluntad por revisitar el colaboracionismo de la ultraderecha nacionalista con aquellos genocidas. Y despertó una renovada curiosidad por la descendencia de Eichmann y por sus biografías complejas y enigmáticas.
La orfandad del clan
Al pequeño Ricardo Eichmann le gustaba comer asado y jugar a las figuritas. Remontar barriletes caseros, hechos con los colores de Boca, y mirar las aventuras de “El Zorro”. Hace 8 años rechazó desde Alemania responder preguntas de Clarín. Hoy tiene 63 años, es un prestigioso egiptólogo y está empecinado en mantener el anonimato. Vive en Berlín.
Es el menor de los cuatro varones que tuvo Eichmann a lo largo de su vida. Pero es el único que nació en la Argentina. Semanas después del secuestro de su padre, su mamá se lo llevó junto a su hermano Dieter (Tito, le decían sus amigos de zona norte) a Alemania. Volvieron a Buenos Aires por pocos meses y a los siete años, Ricardo le dijo adiós a la Argentina para siempre.
En 1995 ofreció unas pocas entrevistas. Llamó un grupo de periodistas que lo atosigaban, queriendo obtener por primera vez una entrevista suya, y les dijo: “Pregunten ahora todo lo que quieran, porque hablaré ahora y no lo haré mas”. Luego tomó distancia de su padre: “Me siento conforme con el proceso y la sentencia, y como adulto no tengo nada en común con él”, expresó.
Ricardo Eichmann, el hijo argentino de Adolf. FOTO getty images
"Pregunten ahora todo lo que quieran, porque hablaré ahora y no lo haré nunca más”, dijo Ricardo Eichmann, el hijo argentino del nazi, cuando habló por única y última vez en 1995.
En esos reportajes, Ricardo también contó que su mamá nunca le habló sobre el secuestro. Y que la historia empezó a tenerla clara durante el colegio secundario. La madre murió en 1993. De sus tres hermanos, según se sabe por él mismo, Ricardo sólo mantuvo relación con Dieter.
Sobre Dieter hay versiones contrapuestas. Un equipo del diario inglés Daily Mail, que días atrás visitó la Argentina por un trabajo especial sobre el caso dice que el tercer hijo de Eichmann está vivo y oculto en el país. Pero Liliana Hermann, la sobrina de Lothar, dice lo contrario en diálogo con Clarín, desde su casa en San Martín. “Mi información es que Dieter murió hace uno o dos años, y que su esposa vive en algún lugar del interior”, explica.
Detectives de la historia
El ex espía que marcha tras la sombra del jerarca nazi
Legado político
Los dos mayores, Klauss -quien estaba casado con una argentina y en 1960 esperaba su segundo hijo- y Adolf, se quedaron en la Argentina tras la captura de su padre y comenzaron a trabajar para repatriarlo. Así fue como fundaron el Frente Nacional Socialista Argentino, una organización nazi que realizó robos y atentados.
La casa de la calle Garibaldi, última morada de Eichmann en el país.
Ernesto Bohoslavsky, profesor de la Universidad Nacional de General Sarmiento, es una de las personas que más siguió su rastro. “Klaus y Adolf crearon esta pequeña organización juvenil neonazi, según escriben, ‘en vista de la no existencia de un movimiento nacionalista en lo patriótico y revolucionario en lo social, y ante la pusilanimidad con que era tratado el problema judío’”, cuenta el académico a Clarín.
Agrega: “No fueron gravitantes. Pusieron una bomba en una sinagoga de Florida y cometieron robos.Editaron una publicación llamada ‘Rebelión’, de contenido antisemita.Pero el dato político es que Tacuara se acerca a ellos .Hace una movida denunciando al Estado de Israel por un secuestro ilegal y panfletean en Once. Hay un interés recíproco. Tacuara de tener a los jóvenes Eichmann y estos pibes de hacer lo que sea para traer a su padre. Pero fue un accionar ideológico estéril”, acota Bohoslavsky. No volvió a saberse de Klauss, que murió en un año indeterminado. Pero sí quedó una huella de Adolf. Está encarnada en una mujer misionera.
Una rubia en Misiones
Carmen Beatriz Bretín Lindemann vive en Carupá. Conoció a los 18 años a Adolf Hort Eichmann. En ese entonces, el segundo hijo del jerarca estaba casado. Pero al poco tiempo se separó y se fueron a vivir juntos. No contrajeron matrimonio legal. Pero tuvieron una hija: Verónica.
Carmen Beatriz Bretin Lindemann. La apodan"La Gringa" y es la nuera del jerarca nazi Adolf Eichmann.
La Gringa Lindemann acepta ser reconocida como “la nuera” de Eichmann. “Fui la segunda mujer de Adolf hijo.Vivimos 13 años juntos en Buenos Aires. Luego volví a Misiones sola. Siendo tan joven, una hace su vida y no piensa en lo que pudo haber pasado antes. Cuando lo conocí no sabía quién era y nada de lo que había pasado. Él hablaba muy poco de su padre porque todo estaba fresco”, dijo en el último reportaje que concedió a Telenoche. “No fueron tantos (los muertos del Holocausto) como dicen, porque el mundo entero conoce la versión de los judíos y no la de los alemanes... todos fueron perseguidos y eliminados”, explicó preguntada por el genocidio.
En 2015 fue noticia.“La Gringa” se postuló por el Frente Renovador (de Ramón Puerta y SergioMassa) a intendenta de Carupá. La noticia se conoció como el caso de la candidata nazi. “Salimos a objetarlo. Tuvimos un primer compromiso de Ramón Puerta para bajarla de la lista. Pero no prosperó y finalmente Sergio Massa la terminó echando”, dice a Clarín Ariel Gelblung, titular del Centro Wiesenthal en Argentina.Fue la noticia fuerte sobre los Eichmann en el país. Pero quizás, opinan los que saben, no sea la última.
sábado, 27 de octubre de 2018
Tuvo un infarto en la cancha y mientras esperaba un trasplante conoció a la mujer de su vida
El Diario Infobae, en su edición digital, publicó este artículo
Tuvo un infarto en la cancha y mientras
esperaba un trasplante conoció a la
mujer de su vida
Carlos Russo fue trasplantado de corazón y pulmones. Cuando no sabía si iba a sobrevivir conocióa Paula, que se enfermó de cáncer de ovarios. Se casaron y acaban de recibir una noticia inesperada.
27 de octubre de 2018
gsousa@infobae.com
Hay un ritual que Carlos repite todas las mañanas. Se mira en el espejo, sonríe y dice: "Hoy va a ser un gran día". Tal vez lo que siga no sea un "gran día" sino simplemente un día, con principio y fin. Igual, por la noche cierra el ritual con un "gracias". Agradece porque pasó más de cinco años esperando un trasplante de corazón y de pulmones sin tener del todo claro cuántos días enteros más iba a poder vivir.
Era junio de 2008 y hacía tiempo que Carlos era futbolista profesional. Había jugado cinco años en Juventud Antoniana, y otros tantos en Central Norte y en Gimnasia y Tiro de Salta. "Estaba en un partido y sentí una molestia en el corazón pero no le llevé el apunte. Enseguida empecé a sentirme raro. Primero fue un ardor muy fuerte en el pecho, después electricidad en las piernas", cuenta a Infobae.
Tambaleó y alcanzó a tirarse a un costado de la cancha. Cuando llegó la ambulancia, el médico lo revisó y le dijo: "Parece que te dio un infarto, ¿cuántos años tenés?". Carlos contestó: "25".
En el Hospital San Bernardo, en Salta, observaron que tenía las plaquetas muy elevadas. "Al rato me senté y me puse a hacer bromas. Entraban mis familiares y me decían: 'Uh, nos hiciste asustar'. Todos pensamos que había sido sólo un susto". Ese mismo día, un nuevo dolor punzante en el hombro terminó con Carlos en coma. Con sus familiares fueron claros: "No sabemos si pasa de esta noche".
Carlos era conocido en el ambiente del fútbol y, en la puerta del hospital, hinchas de los tres equipos improvisaron una vigilia. Cuando despertó, dos semanas después, nadie en la familia se animó a decirle la verdad. Fue una médica la que accedió a romper el secreto: el infarto había sido tan grande que su corazón estaba funcionando al 30 por ciento de su capacidad.
Esa noche, en soledad, lloró. "Tenía una vida maravillosa como jugador profesional. Vivía solo, ganaba bien, y tenía cierto reconocimiento social. Pasé de eso a ser un tipo que no se podía parar, literalmente". Le dieron el alta un mes y medio después, con 16 kilos menos. "Todos los que me palmeaban en el fútbol y me decían "sos el mejor", se alejaron. Quedé con la familia y los que realmente eran amigos".
Seis meses después, y mientras ponía la mesa para comer un asado, volvió a sentir un puntazo. Disimuló para no preocupar a su hermano pero terminaron llevándolo a la guardia en un auto "con la cabeza afuera, como los perros. No podía respirar". La mesa quedó puesta: Carlos entró nuevamente en coma.
Cuando lo despertaron, una semana después, le pidieron que viajara a Buenos Aires. Los tres médicos de la Fundación Favaloro coincidieron: tenía una mutación de un gen a nivel medular que elevaba sus plaquetas en sangre al triple de lo normal. Necesitaba un trasplante de corazón.
"Me dijeron que le pasaba a 1 de cada 6 millones de personas. Se ve que yo no caí porque dije: '¿Cómo no me pasó con el Quini? No se rió nadie". Carlos no sabía nada de trasplantes, salvo que estaba a favor: de adolescente había llenado un formulario del Incucai en el que había dejado constancia de que era donante. Así empezó su vida en lista de espera.
De duelo, se alejó del fútbol. Y en el colegio en el que trabajaba de profesor de gimnasia pasó a llenar planillas. El panorama siguió siendo oscuro. Con el tiempo le dijeron que también iba a necesitar un trasplante bipulmonar.
Fue en esa espera, y por amigos en común, que conoció a Paula Otheguy. Carlos la invitó al cine pero cuando se dio cuenta de que había riesgo de enamoramiento puso el pie en el freno: "Yo no quería tener algo formal, tenía miedo de que se enganchara y después lo mío no saliera bien. No era miedo por mí, porque a lo sumo yo me iba a morir, sino por ella.No quería que sufriera".
La advertencia llegó tarde porque Paula ya se había enamorado. Llevaban un año de novios cuando la piña apareció por el lugar menos esperado. A ella le encontraron un tumor maligno del tamaño de una naranja. Perdió parte de un ovario y, en la segunda operación, le advirtieron que podía perder el otro. Paula igual pensó que iba a haber futuro porque, antes de la cirugía y de la quimioterapia, congeló sus óvulos.
"Yo le dije: 'No te preocupes, hay muchas formas de tener hijos'. Ahí nos aferramos mucho. Algunas sesiones de quimio fueron tan fuertes que la sacábamos a upa". Un año después del cáncer de ovario de Paula, Carlos salió al patio a ver por qué lloraba uno de sus perros y le dio un síncope. Cayó de frente, contra el pasto. Entró en emergencia nacional.
"Me dijeron: 'La espera puede ser de un mes, de un año, de dos. Así que hay dos cosas importantes: paciencia y fe'". Paula, que en ese entonces tenía 29 años, dejó todo y se instaló en Buenos Aires con él. Hacía 15 días que estaba internado cuando apareció la posibilidad de un trasplante.
"Cuando me llevaban en la camilla llegué a decirle 'quiero que sepas que te re amo'. Lo había ensayado 20.000 veces, quería despedirme, por las dudas. Pero no me dejó seguir. '¡No te despidas, va a salir todo bien!'. Le quería decir que realmente la amaba y que le agradecía cómo había sido conmigo durante la espera".
Carlos entró al quirófano el 19 de mayo de 2014 y recordó el consejo de un camillero: "'Cuando llegue el día del trasplante agradecele al donante, que va a estar presente y te va a escuchar'. Eso hice. Dije: 'Si estás acá, si me estás escuchando, te agradezco con todo mi corazón. Te voy a cuidar tus órganos, tengo una vida plena con Paula, y gracias a vos la voy a disfrutar".
No era un tipo de trasplante frecuente. Según los registros del INCUCAI, fue el único trasplante cardíaco y bipulmonar que se hizo ese año. Del donante sabe lo justo: que era varón, que tenía 26 años, que había muerto en un accidente. Le encantaría, dice, encontrarse con los familiares y agradecerles por haber entendido que "los órganos no van al cielo".
Once meses después del trasplante, se casó con Paula. Después, fue a la secretaría de Deportes de Salta y pidió ayuda para armar una escuelita para adultos y niños trasplantados. Consiguió una lista y llamó a uno por uno. Ya tiene 20 alumnos: desde una señora de 65 años "renal", alguien con córneas donadas hasta una nena de 6 años, trasplantada de hígado.
Fue en ese envión que se le ocurrió la idea de llevar a Salta los "12° Juegos argentinos y 9° latinoamericanos para trasplantados". Y lo logró. Los juegos arrancan el martes y ya hay 350 atletas confirmados. Carlos, que ahora tiene 36 años, competirá en tres disciplinas: badminton, voley y lanzamiento de bala. Si no gana, igual ganó: acaban de enterarse de que Paula, naturalmente, está embarazada.
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