“Nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error” Napoleón Bonaparte
Encaramada sobre el 54% de los votos que obtuvo tal vez limpiamente el 23 de octubre, doña Cristina ha decidido combatir por el “modelo” en todos los frentes a la vez. Quizás porque ignora –como lo ha demostrado tantas veces- la Historia, nada ha aprendido de la Alemania de Hitler que, al abrir el frente oriental, inició el camino de su inevitable derrota.
Tampoco parece recordar la famosa frase de Maquiavelo: “Divide y vencerás”; la reciente pelea que ha desatado contra los gremios, que le resulta indispensable para justificar la futura apropiación de los fondos de las obras sociales, ha conseguido juntar a Moyano con Barrionuevo y Venegas, y hasta De Gennaro ha sumado a esa alianza a su CTA no oficialista.
Saben que no pueden permitir que el Gobierno avance contra uno de ellos, pues sólo será el inicio de un efecto “dominó” que terminará con todos. Tal vez nunca resultará tan verdadera la frase de Borges, “no los une el amor sino el espanto”. Pues bien, la Presidente ha conseguido esa unión, actuando como fórceps en el parto de un frente sindical unido en su contra.
La pelea contra Scioli y algunos de los “barones” del Conurbano, que encarnan, desde el punto de vista de doña Cristina, las posibilidades de resurgimiento del peronismo tradicional –del cual ella se distinguió con el “nosotros” cuando confrontó con Perón en su discurso presidencial- llevó a que se produjeran los graves incidentes en la Legislatura bonaerense, de final aún incierto.
Así, dos nuevos frentes de combate se han abierto en el horizonte cristi-camporista, y ninguno de ellos dejará de producir efectos letales: la pelea por el “territorio” se ha caracterizado por la violencia con que se expresa en la calle, como nos enseña nuestra historia reciente, y doña Cristina no podrá recurrir, con la tranquilidad necesaria, al llamado a la represión de las fuerzas policiales, hartas de sentirse el pato de la boda política, como lo demostrara en el reciente acuartelamiento en La Plata.
Para mantener un ejército en operaciones se necesita mucho dinero, como bien lo sabían los monarcas europeos hasta el siglo XIX, que se veían obligados a hipotecar el futuro de sus reinos ante los bancos prestamistas. Como tantos analistas –entre ellos quien esto escribe- adelantaron en su momento, al terminarse la posibilidad de recurrir a las fuentes habituales de financiamiento –emisión, nuevos impuestos, fondos de las AFJP’s, adelantos del Banco Central y préstamos intra-Estado (Anses, Pami, Banco Nación, etc.)-, el Gobierno se verá obligado a recurrir a su inventiva para mantener a su tropa bien alimentada y con munición suficiente.
Anticiparon –anticipamos- que las posibilidades de nuevas “cajas” eran tres: nacionalizar el comercio exterior, confiscar los fondos sindicales o hacerse con los depósitos bancarios.
Sin embargo, nunca supusieron –supusimos- que doña Cristina, enarbolando ese ya mítico 54%, lo haría simultáneamente. La atribución a don Patotín Moreno de nuevas competencias, incluidas las que quedaron en manos de doña Paglieri, su cómplice en el Indec, agravará el cerrojo demencial a nuestro intercambio de bienes con el resto del mundo; el ninguneo a don Camión Moyano y la persecución al Momo Venegas informan que ha puesto en marcha el segundo proyecto; y los comentarios de don Sabatella y don Heller y la nueva ley de represión al “terrorismo financiero” anticipan que también irá por la nacionalización del sistema bancario.
Una de las explicaciones más plausibles sobre el cruento recorte que la Presidente impuso sobre las pre-candidaturas a legisladores de los hombres de la CGT es que, suponía, éstos resistirían en el Congreso a la peregrina idea de hacerle pagar el costo político del ajuste a los líderes gremiales y la resistencia natural que los mismos tendrían a una eventual apropiación de los fondos de las cajas sindicales, de las cuales proviene todo su poder. La negativa de los pocos que ingresaron a convalidar con su voto la ley anti-Momo le dio la razón.
Con un Congreso que ha reducido su triste papel de escribanía del Gobierno a mero mostrador donde poner sellos, sin siquiera hacer la pantomima de una discusión de los proyectos, doña Cristina cree que puede ir por todo y por todos a la vez. Pero, mal que le pese a don Pacho O’Donnell y a su revisionista instituto, la Historia no se puede cambiar y, menos aún, la realidad.
Es cierto que la apatía generalizada de nuestra ciudadanía, que la lleva a tolerar, mirando para otro lado, cómo se cercenan diariamente sus derechos humanos –la libertad de prensa, en el caso más actual, pero también la salud, la educación y la vivienda dignas, sacrificadas en el altar del Fútbol para Todos y de Aerolíneas Argentinas- debe actuar como un aliciente en el imaginario presidencial. Si todos permiten que la tuerta y falsa política aplicada sobre ese tema desde 2003 haya servido tanto para un roto como para un descosido, ¿por qué detenerse ahora?
Porque, convengamos, los argentinos hemos tolerado todo y, seguramente, doña Cristina cree que lo seguiremos haciendo sin reaccionar de modo alguno.
La enumeración de la falta de límites impuestos por la sociedad en su conjunto al proyecto kirchnerista desde sus albores en mayo de 2003 no puede ser más convincente: la corrupción rampante, la destrucción sistemática de todas las instituciones republicanas, la ignorancia de los fallos judiciales, la discrecionalidad y la arbitrariedad en las decisiones, la prepotencia en la imposición de medidas coyunturales, la inmoralidad de jueces y supremos, el enriquecimiento obsceno de los funcionarios, el crecimiento del tráfico de drogas, la inseguridad, y miles de etcéteras.
Como en todo proyecto totalitario, el culto de la personalidad es un elemento esencial al “modelo”, y a ello obedece la deificación que hoy se pretende de la figura de don Néstor (q.e.p.d.), bautizando con su nombre rutas, plazas, escuelas, teatros, campeonatos … Aún así, quienes soportamos este disparate –que don Camión se ocupó de poner en su lugar en Huracán- nos preguntamos por qué, si Kirchner era portador de las tantas virtudes que ahora se le atribuyen, su desaparición física mejoró -¡en veinte puntos porcentuales!- la imagen de la Presidente.
Sintiéndose la única dueña de los doce millones de votos que la entronizaron nuevamente, doña Cristina pretende reescribir, también, la historia del acto de Plaza de Mayo, cuando Perón expulsó a los “imberbes” de la misma y defendió a rajatabla a los líderes sindicales. En la nueva versión, que seguramente los neo-revisionistas se ocuparán de relatar, los expulsados son los otros, pero también son otros, más rentados y menos ideologizados, los que permanecen en el mítico escenario. La diferencia más notoria, espero, radica en la ausencia actual de armas, pese a que las escandalosas revelaciones de Shocklender a Caparrós confirman las peores sospechas al respecto.
Marzo será un mes clave para descubrir quién –si es que existe alguno- es el real propietario del 54% que aprobó lo actuado y ratificó a la señora de Kirchner en el trono imperial.
Para entonces, habrán terminado las vacaciones, cuando todos gastan más de lo previsto, y el retorno a la normalidad traerá consigo simultáneamente el impuestazo en las facturas de la luz, del agua y del gas, el incremento de las cuotas de las prepagas médicas y de los colegios, los aumentos en las tasas municipales y un marcado crecimiento en los precios del supermercado, además de la obligación de pagar las cuotas de los plasmas, de los autos, etc., que compramos en la fiesta consumista organizada para octubre pasado. En esa cancha se verán los pingos.
Don Hugo Camión sostuvo que sus muchachos representan la mitad del porcentaje del que Ella se siente única dueña. Tal vez lo pueda confirmar, si todos los aumentos que los gremios obtengan se siguen transformando impunemente en mayor recaudación para la caja oficial y si el Gobierno consigue –vaya uno a saber con qué fórmula milagrosa- que las paritarias se cierren por debajo de la real inflación.
Pero lo dudo, ya que los líderes gremiales no comen vidrio y el famoso instinto de supervivencia los tiene entre sus mayores exponentes. No por nada han permanecido tanto tiempo y sobrevivido a tantos gobiernos, el de Perón mismo incluido. Eso me dice que, entre la espada de doña Cristina y la pared de sus bases, optarán por combatir.
Lo mismo sucede en el campo. Después del éxito parcial del Gobierno al cooptar a Buzzi, hay rumores de que éste se verá desplazado de la conducción de la Federación Agraria Argentina, para permitir a ésta reinsertarse en la Mesa de Enlace, que tanta protección brindó a los productores cuando estaba unida. Para éstos, también están sonando los tambores de la guerra.
En fin, doña Cristina va por todos y todas, y está dispuesta a llevarse por delante a los gremios, a los bancos, a los productores y a las libertades de los argentinos. Falta saber, para realizar un pronóstico, si alcanza sólo con la Cámpora y el poder formal para ganar esa guerra, en la cual hay tantos frentes en los que deberá combatir al mismo tiempo, ahora con menos municiones y recursos.
En estos días se cumplen los diez años de un momento en que los argentinos vieron sacudida su tradicional apatía; tal vez sería bueno que la señora de Kirchner pidiera algunos datos al respecto.
Bs.As., 18 Dic 11
Abogado
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