Peretz Lavie, en su oficina de Presidente de la Universidad Technion, donde recibió a Infobae. (Marcelo Raimon)
Peretz Lavie, en su oficina de Presidente de la Universidad Technion, donde recibió a Infobae. (Marcelo Raimon)
Dentro de muy poco, el profesor Peretz Lavie dejará la austera oficina de presidente del Technion, la universidad tecnológica de Israel, ubicada en la norteña ciudad de Haifa y considerada entre las mejores del mundo en su tipo. El primero de octubre asumirá su sucesor, Uri Sivan, hasta ahora al frente de la Facultad de Física, y concluirá su mandato de diez años al frente de esta nave insignia de la educación superior del país.
Posiblemente por eso no tiene mayores problemas en ser brutalmente sincero cuando se le pregunta por las impresiones que recogió durante la gira que hizo por América del Sur entre el 8 de febrero y el 2 de marzo últimos, visitando Brasil, Chile y Argentina, adonde se reunió con académicos, funcionarios y representantes de las colectividades judías locales.
Lavie se comporta y habla como esos profesores sabios y afables de las películas sobre Oxford o Harvard, aunque su escritorio es modesto y su oficina bastante pequeña. Allí recibió a Infobae y afirmó, entre otras cosas, que no puede entender cómo una universidad con cientos de miles de alumnos, como la de Buenos Aires, puede aspirar a alcanzar la excelencia educativa en medio de tanta masividad.
Pero la conversación arrancó con un comentario sobre el "interés" que sus interlocutores sudamericanos le expresaron sobre "el éxito del Technion y de Israel en general".
"Me preguntaron qué se esconde detrás del título de Start Up Nation", la nación de las startups, de las empresas emergentes, "cómo se crea un ecosistema de innovación y emprendimiento", recordó Lavie.
– ¿Y usted qué les respondió?
– Que el secreto de la Start Up Nation se esconde en la combinación de características nacionales de los israelíes, más la educación. Por ejemplo, la voluntad de tomar riesgos y de soportar fracasos es una necesidad imprescindible para cualquier persona que quiera ser un emprendedor y construir una start up. Si no estás listo para fracasar y luego volver a intentar, y aprender de tus errores, no podrás ser un emprendedor de éxito.
Por lo que escuché en San Pablo, si uno fracasa en Brasil, entonces es el fin del camino. No vas a poder conseguir más apoyo del gobierno o de alguna agencia si fracasas una vez. Y ese es un error crucial. porque el éxito de las startups es de una proporción de una en diez, una en veinte. En Israel, al menos, yo sé que muchos emprendedores pueden fracasar diez veces y quizás tener éxito en el undécimo intento. Estar listos para tolerar el fracaso y para aprender de los errores en tu próximo intento es crucial. Lo contrario es una política contraproductiva si se quiere construir un ecosistema de startups e innovación.
 Por lo que escuché en San Pablo, si uno fracasa en Brasil, entonces es el fin del camino. No tendrás más apoyo del gobierno. Y ese es un error crucial.
– ¿Qué más le preguntaron durante su visita?
– Algunos periodistas me preguntaron por qué en el Technion, que es una universidad tecnológica y de ingeniería, le enseñamos a nuestros estudiantes también humanidades. En nuestra universidad los estudiantes deben tomar por lo menos quince créditos de estudios generales, como literatura, idiomas, historia. Así que esa pregunta me sorprendió.
Les dije, miren, nosotros no educamos a nuestros alumnos solamente en una profesión, también los formamos en valores, en ética, a ser individuos productivos para la sociedad. Y para lograr eso hay que abrirlos a otras áreas del conocimiento, la educación tiene que ser muy amplia.
– ¿De qué otras características israelíes les habló?
– En Israel, la necesidad es la madre de las invenciones. Nosotros identificamos necesidades y debemos sí o sí encontrarles soluciones. Es una actitud que es parte del ADN de los israelíes. Cuando la mitad de tu país es desierto se tiene que encontrar la forma de cultivar, y es entonces que surge la idea de irrigación por goteo, un invento que resultó revolucionario. Y cuando te lanzan cohetes que pueden llegar a su blanco en territorio israelí en apenas quince segundos, tenes que encontrar un sistema para interceptarlos. También les conté de las ventajas de servir en las fuerzas armadas, que enseñan a los israelíes a ser independientes, a tomar riesgos, a desarrollar liderazgo y la habilidad de trabajar en equipo, todos estos elementos esenciales del ecosistema de emprendimiento. Otra característica que destaca a los israelíes es la actitud frente a la jerarquía. Conversando con académicos y periodistas en América del Sur les conté algo que me sucedió en Seúl. Durante una entrevista me preguntaron también sobre el secreto del sistema de innovación en Israel. La traductora era una chica coreana que había estudiado en Israel y hablaba perfecto hebreo. Al escuchar la pregunta me pidió poder responderla ella. Y les contó a los reporteros que, cuando todavía estudiaba en Corea, siendo muy buena alumna, una vez los directivos llamaron a sus padres para quejarse por su comportamiento. ¿Cuál era el problema? Que hacía muchas preguntas en clase.  En el Technion, cuando doy clase, ya a los dos minutos alguien va a levantar la mano y decirme: "profesor Lavie, no entiendo de qué está hablando"…
 Nosotros identificamos necesidades y debemos sí o sí encontrarles soluciones. Es una actitud que es parte del ADN de los israelíes.
– Entonces, ¿las diferencias entre Israel y América Latina y otros países son políticas, institucionales o básicamente culturales?
– Creo que son más que nada culturales. Lo he visto en muchos países, no solamente en América Latina. En Corea del Sur, para usar otra vez ese país como ejemplo, si fracasas, como estudiante o en poner en marcha una start up, es una vergüenza. No solamente para el emprendedor sino también para su familia. Es una característica muy presente en el Lejano Oriente.
– ¿Cuál sería entonces su consejo para cambiar las actitudes culturales?
– Es difícil dar consejos a esta altura del partido porque intentar educar a los estudiantes cuando ya están en el nivel universitario es demasiado tarde. Hay que empezar desde una edad más temprana. Incluso en el jardín de infantes se tiene que incentivar una cultura de hacer preguntas, de poner en tela de juicio las cosas.
 En el jardín de infantes se tiene que incentivar una cultura de hacer preguntas, de poner en tela de juicio las cosas.
– ¿Cuáles serían entonces sus consejos para estimular el ambiente de innovación?
– También es difícil de decir, porque la innovación es un proceso social, en el que se combina conocimiento y experiencia de distintos campos para poder crear algo nuevo. Por ejemplo, nosotros organizamos concursos nacionales, como los Hackhatons y los BizTEC, a los cuales se presentan muchos grupos de estudiantes, a los que se les brinda herramientas de investigación y se les pide que presenten soluciones a problemas concretos en terrenos como polución, recursos de agua, alimentos o vehículos inteligentes. No nos interesa cuál es el problema que quieran enfrentar, sino que vengan con una solución. Tenemos muchos programas de este tipo, y por lo que vi es algo que no está desarrollado en el sistema universitario de América del Sur. Esto debería ser parte de los programas universitarios. Puede ser formal o informal, pero hay que incorporarlo en la experiencia de los estudiantes.
Peretz Lavie cree que una de las claves para que Israel sea conocida como la nación de las startups tecnológica es el apoyo a los emprendedores más allá de que fracasen diez veces.
Peretz Lavie cree que una de las claves para que Israel sea conocida como la nación de las startups tecnológica es el apoyo a los emprendedores más allá de que fracasen diez veces.
– Me decía que algo que le llamó la atención en Argentina es la gran masa de estudiantes de la Universidad de Buenos Aires…
– Sí, para mí es difícil de entender. Porque la única manera de alcanzar la excelencia académica es aplicar ese mismo criterio, el de la excelencia, al reclutar profesores y estudiantes. Cuando pregunté cuántos alumnos hay en la Universidad de Buenos Aires me dijeron que son alrededor de 200.000 [en realidad son casi 300.000]. Cualquiera puede ser aceptado, cualquiera puede estudiar por el tiempo que quiera. Para mí, eso es contraproductivo. Se gasta tanto dinero en educar personas que se anotan en la universidad sin ninguna razón. Es un sistema que también se ve en algunos países europeos.
Yo sé también que en Argentina y en otros países de América Latina la educación universitaria es gratuita. Aquí en el Technion los estudiantes pagan muy poco, casi nada, unos 2.800 dólares de matrícula al año y si el alumno tiene problemas económicos siempre se encuentra una forma de ayudarlo. No hay ni un solo alumno que no pueda estudiar con nosotros por razones económicas. Pero a los estudiantes los elegimos en base a sus logros. No creemos en la "acción afirmativa", nadie tiene más chances por el color de su piel, género o religión. Solamente en base a la performance. Así es como se construye una universidad de primera clase mundial.
Para la educación masiva en Israel se encontró una solución con la apertura de una universidad que acepta a todos los alumnos, se llama la Universidad Abierta, y da clases a distancia. Brinda una muy buena educación, incluso algunos luego llegan al Technion. Pero si se quiere lograr excelencia, entonces hay que ser selectivo. No se puede manejar 200.000 estudiantes, no hay manera. Aquí tenemos solamente a los mejores estudiantes de Israel. Les damos una educación de excelencia. Entonces, el producto es startups, emprendedores, innovación…
 Si se quiere lograr excelencia, entonces hay que ser selectivo. No se puede manejar 200.000 estudiantes
– Teniendo en cuenta estos problemas que observó durante su visita, ¿es realista pensar que los países de América Latina se puedan poner a tiro de las naciones desarrolladas en materia de educación e innovación?
– Si ponen la excelencia como uno de los muy principales objetivos de sus universidades, entonces sí. Absolutamente no hay dudas de que existe el talento. Pero no puede haber un acercamiento "socialista" a la ciencia, no se puede repartir el presupuesto de manera "equitativa" entre todos, hay que identificar dónde están las ventajas relativas e invertir ahí. Y reclutar los mejores profesores, los mejores estudiantes y darles los mejores medios.
Realmente creo que si las políticas son correctas, y si las universidades son alentadas a hacerlo, se puede lograr. Lo que sí no puedo visualizar es cómo una universidad de 200.000 estudiantes puede convertirse en una casa de estudios de primer nivel internacional si no crea centros de excelencia.
Israel lo resolvió con la Universidad Abierta. Ahora hay dos caminos. Por un lado, la Universidad Abierta acepta a todo el mundo, más allá de sus condiciones. Por el otro, los estudiantes más capacitados vienen al Technion o a universidades del mismo nivel. Y aquellos que logran terminar sus estudios en la Universidad Abierta y quieren seguir adelante, también pueden hacer estudios de grado en las universidades de élite.