Hola, soy Leonardo Liberman.
Te invito a visitar mi Blog, en el que propongo temas de interés general.
Podes mandarme tu comentario al E-mail elmiradornocturno@gmail.com
Foto de portada: Magdalena Viggiani.
domingo, 26 de julio de 2015
Ignacio Corsini
Andrea Ignazio Corsini, más conocido como Ignacio Corsini, nació
en Troina, Catania, Sicilia, Italian, el 13 de febrero de 1891 y
murió en Buenos Aires, el 26 de julio de 1967. Cantante y
compositor.
El sitio www.todotango.com publicó este recordatorio firmado por Roberto Selles
Rememoró
alguna vez Ignacio Corsini: «Los pájaros me enseñaron la
espontaneidad de su canto, sin testigos, en el gran escenario de la
naturaleza. Aprendí a cantar como ellos, naturalmente y sin
esfuerzo.» Y precisamente, su canto tuvo esa cosa simple, de pueblo,
sin la interferencia de lo asimilado en el conservatorio.
Fue,
por lo tanto, un cantor criollo, sin alardes de virtuosismo, con su
estilo enraizado en el payador José Betinotti, pero con un claro
dejo nasal —aunque parezca una paradoja— propio del sur de
Italia.
Era de allí, más exactamente, de Troina, en la
provincia de Catania (Sicilia), aunque su apellido proviniera del
norte y de ese origen le quedaran el cabello rubio y los ojos
celestes, como los de la famosa pulpera a la que cantó.
Nació
el 13 de febrero de 1891, con el nombre de Andrés Ignacio, hijo de
Socorro Salomone y de un Corsini del que no quedó nombre ni recuerdo
y al que no llegó a conocer. Con su madre arribó a Buenos Aires en
1896. Ambos se radicaron en Almagro (barrio de Buenos Aires) y,
cuando el pequeño Ignacio tenía siete años, se trasladaron a la
ciudad bonaerense de Carlos Tejedor. Allí se desempeñó como boyero
y resero, y fue allí donde los pajaritos gauchos le enseñaron los
secretos del canto.
Diez años más tarde estaba de regreso en
Almagro, que era también el barrio de Betinotti, domiciliado en la
calle Artes y Oficios —que luego se llamaría Quintino Bocayuva—,
número 567.
Y ocurrió lo inevitable el modelo y el admirador
se conocieron. Pero Corsini no se conformó con ser un imitador, sino
que fue avanzando hasta encontrar su propio e inconfundible
estilo.
Poco después, en 1907, se relacionó con el artista
circense José Pacheco, que lo introdujo en el teatro y se podría
decir que también en el matrimonio, ya que Corsini se casó con su
hija, Victoria Pacheco, en 1911. «En ella tuve la gran compañera de
toda mi vida, la que me alentó en mis horas inciertas y a la que
debo gran parte de mis triunfos», reconocería en su autobiografía
inédita, escrita en 1950, dos años después del fallecimiento de su
esposa.
En 1912, ya había adquirido cierto prestigio como
cantor-actor —en las compañías de José Podestá y José
Arraigada o los circos de Colombo, Cassell, Casano, etc.— y fue por
ello que el sello Victor le hizo grabar sus primeros discos. Cabe
aclarar que ése es el año correcto, ya que entonces estuvo en
Buenos Aires el equipo de grabación de esa empresa, y no en el 13,
14 o 15, como alguna vez se ha expresado.
Corsini era, por
aquellos días, un intérprete del repertorio campesino y registró
en el surco valses, canciones criollas, estilos y habaneras; el tango
aún no había pasado por su garganta, tal como ocurrió con Carlos
Gardel.
Cuando aún estaba limitado a la línea campera, fue
requerido por la cinematografía para filmar Santos Vega (1916) y
¡Federación o Muerte! (1917); más tarde, intervendría en
Milonguita (1922), Mosaico Criollo (cortos, c. 1930), Rapsodia Gaucha
(1932), Ídolos de la Radio (1934) y Fortín Alto (1941, en la que
aparece junto a Agustín Irusta y un joven y desconocido Edmundo
Rivero).
El disco lo convocaría en forma definitiva en 1920,
pero aún no se le atrevía al tango; sólo después de haber
registrado diez canciones, decidió incluir uno “Un lamento” (de
Graciano De Leone y Pedro Numa Córdoba). De allí en más, se
convertiría en una de las más reconocidas voces del género
porteño, sin abandonar por ello sus páginas campesinas.
En
realidad, su éxito como cantor de tangos se inició a partir del 12
de mayo de 1922, cuando, en el sainete El Bailarín del Cabaret,
estrenó “Patotero sentimental” (de Manuel Jovés y Manuel
Romero), que significó, asimismo, su consagración entre el
público.
Otra de las interpretaciones con las cuales se lo
identifica es “Caminito” (de Juan de Dios Filiberto y Gabino
Coria Peñaloza), uno de los tangos más conocidos mundialmente, que
él popularizó a partir del 5 de mayo de 1927 desde el escenario del
Teatro Cómico.
Pero El Caballero Cantor —como se lo
conoció— fue también compositor y letrista de algunas obras, como
los tangos “Flor marchita” (letra de Francisco Bohigas), “Fin
de fiesta” (música de Carlos Vicente Geroni Flores) y entre otros,
“Aquel cantor de mi pueblo” (música de Enrique Maciel) que le
llevó al disco Edmundo Rivero.
También incursionó en otros
géneros, siendo un vals su página propia más conocida, “Tristeza
criolla”, sobre un poema de Julián de Charras. Pero fue el estilo
el género en el que mayor cantidad de títulos produjo “Tradición
gaucha” (Enrique Maroni), “Juan de los Santos Arena” (Julián
de Charras), “A mi palomita” (José María Aguilar), etc.
No
obtuvieron mayor resonancia las páginas debidas a la inspiración
del cantor, salvo “Tristeza criolla”, que en los '40 fue remozado
por Ángel Vargas.
Sin embargo, serían otros dos autores
quienes le proporcionarían los grandes impactos que lo iban a
identificar como el intérprete del cancionero de temática rosista,
el poeta Héctor Pedro Blomberg y su guitarrista Enrique Maciel. La
sola mención de los títulos del binomio hace surgir,
inmediatamente, el nombre de Ignacio Corsini: “La pulpera de Santa
Lucía”, “La canción de Amalia”, “La mazorquera de
Montserrat”, “China de la Mazorca”, “La guitarrera de San
Nicolás”, “Los jazmines de San Ignacio” y varios más. A ellos
habría que sumar, en diferente temática, “La que murió en
París”, “Barrio viejo del ochenta”, “El adiós de Gabino
Ezeiza” o “La viajera perdida”.
Después de las dulzuras
del éxito, Corsini sintió el amargor de sus últimos años, tras la
pérdida de su esposa, circunstancia que lo llevó a cantar por
última vez el 28 de mayo de 1949, en la audición Argentinidad, de
Radio Belgrano.
En 1961, reapareció públicamente, ante las
cámaras de Canal 7, en el programa Volver a vivir. Y el 26 de julio
de 1967, cerraba sus ojos para siempre.
Con él se iba una voz
particularísima; seguramente, la más atípica con que contó el
tango.
Originalmente publicado en el fascículo 14 de la
colección Tango Nuestro, editada por Diario Popular.
A continuación, recordamos a Ignacio Corsini, con el tango Alma en pena.