Stan Kenton nació en Wichita, Estados Unidos, el 15 de diciembre de 1911 y murió en Los Ángeles, Estados Unidos, el 25 de agosto de 1979. Director de big band, arreglador, compositor y pianista.
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Stan Kenton (Wichita, 1912 -Los Ángeles, 1979) Músico de
jazz estadounidense, director de una de las orquestas de swing de mayor éxito
de la década de los cuarenta. Hijo de una pianista, comenzó a estudiar bajo
tutela familiar y con diversos profesores particulares desde muy niño, una vez
trasladada toda la familia a Los Ángeles. Estudió sobre todo música clásica
(que tanto le influiría), particularmente armonía y composición. Interesado en
el jazz, comenzó a hacerse notar en la costa oeste como arreglista con sólo dieciséis
años, y en 1934, cuando ya era habitual de las jam sessions de los pequeños
clubs nocturnos, obtuvo su primer contrato en la orquesta de Everett Hoagland,
al que siguieron otros con Gus Arnheim, Vido Musso y Johnny Davis.
En 1940 montó su primera orquesta con nueve músicos, número
que iría ampliándose progresivamente hasta 1947, de la misma forma que se
fueron incrementando sus seguidores. Contando ya con Art Pepper en el saxofón y
Shalley Mann en los tambores, la orquesta grabó en 1943 para la Capitol Eager
Beavier y Artistry in Rhythm, dos composiciones que fueron radiadas hasta la
saciedad por todo el país y que convirtieron a la orquesta de Kenton en la más
famosa de la época. Un año más tarde se incorporaron a la formación Gene Roland
como arreglista, Anita O'Day como cantante y un jovencísimo Stan Getz, de
diecisiete años, como saxofonista.
Un año más tarde, O'Day fue sustituida por June Christy y se
incorporó Pete Rugolo como segundo arreglista. La orquesta, que comenzaba a
tomar dimensiones sinfónicas, grabó en 1946 Fantasy, Just a Sittin' and a
Rockin', Ain't Misery, Opus in Pastels, Willow Weep for Me y algunos grandes
éxitos de la época: Ritorna a Sorrento (llamado para la ocasión Come Back to
Sorrento), Santa Lucía y el famoso Concerto to End All Concertos. Ello muestra
hasta qué punto Kenton se movía en varias direcciones, a menudo opuestas, entre
las que están las baladas más condescendientes, la música popular ajena al
entorno jazzístico y la experimentación de vanguardia.
En esta orquesta (y en todas las que siguieron) decidió
deliberadamente evitar casi todas las ideas convencionales que se habían
mostrado válidas en la organización de big bands de jazz, lo que le valió
cierta fama de pretencioso, adjetivo que no es inverosímil si se examinan sus
últimas composiciones. A Kenton le gustaba el gran volumen, los trabajos
complejos, muy estructurados y llenos de arreglos, los guiños a la música
clásica contemporánea y las orquestas con más de cuarenta miembros, a las que
raras veces pudo pagar.
Sin embargo, era un director muy comercial que estaba
obligado a seguir manteniendo al público fiel a las orquestas tradicionales de
jazz, por lo que debía alcanzar a menudo compromisos difíciles entre su
ambición y su negocio. Los resultados no siempre fueron del agrado de la prensa
especializada: para algunos era uno de los mejores compositores del siglo XX y
para otros un mero payaso.
El resultado fue que todo el mundo musical hablaba de
la orquesta de Kenton, ya fuera con halagos o con descalificaciones, lo que, si
bien incrementó quizás desmesuradamente sus ventas, acabó pasando factura a su
salud: en 1947 decidió disolver la orquesta y retirarse, víctima de una
depresión nerviosa. Seis meses aguantó sin subirse a los escenarios y, en otoño
de aquel año, volvió a hacer temblar los cimientos de la música estadounidense
con una orquesta con cinco trompetistas, cinco trombones, contrabajo, guitarra,
percusión, batería y el propio Kenton sentado al piano.
La etiqueta que se
buscó para semejante propuesta fue jazz progresivo, y grabó temas como Over the
Rainbow, Machito, Fugue for Rhythm Section, Chorale for Brass, Piano and Bongo,
The City of Glass y Elegy for Alto, composiciones unas veces propias y otras de
sus arreglistas que toman elementos de la música clásica del siglo XX (con
frases explícitas de Maurice Ravel e Igor Stravinsky) y de la música latina,
que por entonces causaba furor en las pistas de baile. La orquesta seguía
oscilando, pues, entre las disonancias propias de la llamada música culta y las
resoluciones armónicas convencionales del swing de los años cuarenta, extremos
harto difíciles de conciliar.
En cierta manera esta orquesta fue precursora del free jazz
que caracterizó a la segunda mitad de la década de los sesenta. Su falta de
cohesión interna propició la disolución a finales de 1948, y su creador pensó
de nuevo seriamente retirarse de la escena, según él mismo declaró, para
dedicarse a la psiquiatría.
Afortunadamente, cuatro años más tarde volvía a los
escenarios con energías renovadas y con una impresionante orquesta que contaba
con una nutrida sección de cuerda clásica (nueve violines, tres violas, tres
violoncellos), una tuba, dos trombonistas, dos cornos franceses, el gran Bud
Shank con el saxofón contralto, Art Pepper con el tenor, Shelley Manne como
baterista, Maynard Ferguson y Shorty Rogers con las trompetas y otros músicos
hasta un total de cuarenta.
Con esta formación grabó el disco Innovations in
Modern Music, en el que insistía en la mezcla de material clásico y jazzístico,
con canciones como Mirage, Trajectoires, Solitaire, varios conciertos para sus
solistas y obras de inspiración cubana como Viva Prado, dedicada al inolvidable
autor del Mambo nº 8, por entonces de rabiosa actualidad.
Aunque tuvo una aceptación bastante buena por parte del
público, que llenó los teatros donde actuaba, la orquesta fue, como era de
prever, un rotundo fracaso económico. Kenton decidió prescindir de los músicos
clásicos, reducir la orquesta a algo más llevadero y moderar más sus
pretensiones innovadoras en favor de un repertorio más digerible por el público
del jazz.
Así, marchó de gira por Europa en 1953, y el buen hacer de los
músicos (entre los que se encontraban ya los excelentes Lee Koonitz y Zoot
Sims) y de sus nuevos arreglistas (en particular un poco entusiasta Gerry
Mulligan que, pese a todo, escribió trabajos de gran calidad) hizo de esta
empresa un éxito de crítica y público durante los años en que estuvo en activo.
La llegada del rock and roll, que arrebató el público masivo
al jazz, y del hard bop, que hizo lo propio con los pocos amantes que le
quedaban al jazz de las big bands, produjo una crisis en el seno de la orquesta
que Kenton intentó soslayar sacando otro as de la manga: una nueva orquesta de
grandes dimensiones, que contaba con instrumentos tan exóticos como tres
melófonos.
Dos años de gira, en los que no conocieron otra cosa que un
enorme desinterés, dieron al traste con la orquesta, y Kenton se retiró una vez
más. Un año después atacó de nuevo con las fórmulas antaño ensayadas, una nueva
Neophonic Orchestra que insistía en hermanar tradición jazzística y vanguardia
clásica. Entre sus componentes se encontraban Lalo Schifrin, Michel Legrand y
Rugolo, su brazo derecho.
La orquesta presentaba en cada actuación una estrella
invitada, y acudieron a su llamada músicos de la talla de Miles Davis, Gerry
Mulligan, Dizzy Gillespie y George Shearing, entre otros. La aventura estuvo en
activo entre 1964 y 1967. Nada nuevo hizo desde entonces el gran Kenton, salvo
aparecer, cada vez con menor frecuencia, en los festivales de jazz para recrear
aquellas piezas que le hicieron famoso, como Opus In Pastel y Artistry In
Rhythm.
A continuación, recordamos a Stan Kenton, con un fragmento de una presentación de 1965.