Saturnino Manfredi, más conocido como Nino Manfredi, nació en Castro dei Volsci, Italia, el 22 de marzo de 1921 y murió en Roma, el 4 de junio de 2004. Actor, director teatral, director de cine, guionista y cantante.
Allí Manfredi –que compartía cartel con Vittorio Gassman y Stefania Sandrelli– encarnaba al hombre común, al italiano como tantos otros, en una cuerda melancólica y hasta dramática que sabía pulsar tan bien, con tanta precisión, como la caricatura más feroz o el costumbrismo más desopilante.
En este sentido, la amplitud de su registro era proverbial y sólo comparable con el de Tognazzi, Gassman y Sordi, sus compañeros de ruta en los años de oro de la commedia all’ italiana. Todos ellos hoy han desaparecido y con Manfredi se fue –como lo definió la prensa italiana– “el último de los mosqueteros”.
El teatro, el doblaje, la radio, la revista musical, los shows televisivos, todo lo probó Manfredi y en todas las ramas del espectáculo dejó su marca, pero fue el cine el que le dió la oportunidad de llegar a todos los públicos.
En cada película, al margen de su presupuesto, su director o el grado de su ambición, Nino aportaba una nobleza que le era propia, que llevaba en su personalidad en apariencia expansiva, pero a la vez sensible, reservada.
Mucho menos histriónico que Gassman y sin la tendencia a la lágrima fácil del Albertone Sordi, Manfredi supo transitar un camino seguramente menos rutilante, pero en muchos casos más profundo.
Sus comienzos en el cine también fueron modestos, siendo relegado a menudo a doblar las voces de actores extranjeros.
Tuvo que esperar hasta 1959 para obtener su primer gran rol en L’impiegato (El empleado), de Gianni Puccini, película de la que también fue guionista. La década del 60 lo encontró en su mejor momento.
Después de participar en una continuación de Los desconocidos de siempre que dirigió su amigo Nanni Loy y de contribuir a filmes de Vittorio De Sica (El juicio universal) y Luigi Comencini (A caballo del tigre), Manfredi salta fugazmente a Madrid, convocado por Luis García Berlanga, y se convierte en el inolvidable protagonista de El verdugo (1963), uno de los más perdurables clásicos del cine español y una auténtica cumbre del humor más negro, donde interpreta al renuente sucesor del viejecillo (impagable José Isbert) encargado de retorcer con el garrote el pescuezo de los condenados.
De regreso a Italia, y bajo las órdenes de Lina Wertmüller, hace el tour de force de encarnar cuatro personajes diferentes en Ahora hablamos de hombres (1965), brilla en El año del señor (1969), de Luigi Magni, y le regala a Dino Risi una de sus más sutiles interpretaciones, como el solitario homosexual de uno de los mejores episodios de Veo desnudo (1969).
Comienza a probarse también como director, primero con La
aventura de un soldado, episodio del film colectivo Amores difíciles. Y en 1970
se consagra en el Festival de Cannes con Por gracia recibida, una vitriólica
invectiva a las instituciones religiosas que le valió el Premio a la mejor
opera prima. Manfredi volvería a sentarse detrás de la cámara recién una década
después, con Desnudo de mujer (1981).
Los ’70 también serían fundamentales en
su carrera. En Pan y chocolate (1973), de Franco Brusati, retrata las
humillaciones y los padecimientos de los italianos que deciden emigrar a Suiza
en busca de mejores horizontes, para terminar refugiados como animales en un
gallinero. Y luego Ettore Scola, sabiendo de su versatilidad, lo convoca
primero para Nos habíamos amado tanto (1974) y luego para otra de sus cumbres,
Feos, sucios y malos (1976), un retrato impiadoso del lumpen-proletariado de
los suburbios de Roma.
Información extraída del sitio www.diversica.com
A continuación, la película Nos habíamos amado tanto,
dirigida por Dino Risi en 1974. Un amargo retrato sobre la amistad de tres hombres idealistas que intentan lidiar con las inevitables desilusiones de la vida.
En 1944, a finales de la Segunda Guerra Mundial, Gianni, Vittorio Gassman, Antonio, Nino Manfredi y Nicola, Stefano Satta Flores se hacen amigos mientras combaten contra los nazis en defensa de la liberación de Italia de la ocupación de los alemanes.
Tras el final de la batalla, las vidas de los amigos toman caminos diferentes. Treinta años más tarde, los ex combatientes se encuentran en la trattoria en la que pasaron su última noche juntos: Nicola está casado y escribe artículos ocasionales para los periódicos; Antonio vive junto a su amor de la juventud Luciana, Stefania Sandrelli y sus dos hijos y trabaja en un hospital de Roma; y Gianni tiene un empleo como asistente de un abogado. Los tres amigos hacen un repaso sobre lo mucho que han cambiado sus vidas.