lunes, 2 de octubre de 2017

Ernesto Acher


En Dios Me Liberman, por nacionalrock y Nacional Rock 93.7 conversamos con Ernesto Acher sobre el espectáculo La verdadera Cenicienta. Cuento musical para toda la familia, que se presenta todos los domingos a las 11:30, en el auditorio Astor Piazzolla del Centro Cultural Borges, Viamonte 525. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Conducción: Leonardo Liberman / Puesta en el aire: Diego Girau / Coordinación: Guillermo Cabezudo



Ernesto Acher y Jorge de la Vega presentan La verdadera Cenicienta. Cuento musical para toda la familia, todos los domingos a las 11:30 en el auditorio Astor Piazzolla del Centro Cultural Borges, Viamonte 525. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Inspirado en La Cenicienta como punto de partida hacia una historia cómica y delirante. Cada personaje tiene un tema musical que lo ilustra y que aparece cuando el texto lo menciona. De la mano de la voz en off del legendario Pelusa Suero (reconocido, entre otros, por sus voces en los dibujos animados de García Ferré), que hila las escenas en las que irán apareciendo la Madrastra, la Cenicienta, el Rey, el Príncipe, el Espejo espejito, el Hada Madrina y otros personajes.

Idea y guión: Ernesto Acher-Jorge de la Vega / Música: Ernesto Acher / Jorge de la Vega (flauta y quenas), Ernesto Acher (clarinete y clarinete bajo), Silvio Murano (primer violín), Jorge Caldelari (segundo violín), Emilio Astolfi (viola), Ana Faingerch (cello) y Manuel Núñez (teclado). Relator en off: Pelusa Suero.

“La verdadera Cenicienta” es el resultado de varios años de intensa investigación, ya que ambos artistas sospecharon desde su niñez que había una historia oculta detrás del cuento oficial.

Recomendamos especialmente a los mayores prestar atención, pues gracias a esta obra podrán reconocer los años vividos bajo un engaño flagrante. La investigación se basó la recopilación de datos obtenidos por intermedio de: escuchas telefónicas, testigos encubiertos, declaraciones voluntarias y averiguación de antecedentes (incluidos los de Acher y de la Vega, individuos musicalmente “muy sospechosos”). Para confirmar la veracidad de la investigación nos gustaría dar más información, pero por razones obvias no podemos revelar la identidad de los testigos encubiertos… Ellos son: Caperucita Roja, Pedro, el Lobo (el lobo de Pedro, ya que el de Caperucita no quiso colaborar por tener un juicio pendiente por daños y perjuicios al honor y la buena imagen), La Sirenita (amiga íntima) y La 99, quien aportó valiosos datos desde su trabajo como espía secreta. Queremos advertir que la obra cuenta con escenas explícitas y vocabulario de alto contenido fantasioso, por lo que la presencia en la sala de padres, tutores o encargados quedará bajo la exclusiva responsabilidad de los chicos.

Ernestito Acher
Nací en Buenos Aires, siendo muy pequeño aún. A los tres años ya me sentaba en el piano, y después mi mamá me explicó que para tocar era más fácil si me sentaba en el taburete. Mi primera maestra fue mi tía Chola, que después se mudó a Israel. Nunca supe si por propia voluntad o de vergüenza por cómo yo tocaba. 

En la escuela secundaria descubrí el jazz, la música clásica, el tango… Después me enteré que hacía bastante que existían, pero igual me gustaron, y como siempre me atrajeron los instrumentos, probé con el clarinete y la trompeta. Luego probé con la arquitectura, pero no pude sacarle ni un sonido. 

Años más tarde entré en Les Luthiers, en donde encontré un montón de elementos de lo más estrafalarios: algunos eran instrumentos muy divertidos y otros fueron mis socios y amigos por muchos años. Después armé un grupo que se llamó La Banda Elástica, en donde ya éramos creciditos (manera delicada de decir grandulones) pero igualmente jugábamos a hacer música y nos divertíamos como chicos. 

También se me dio por jugar con un palito, llamado batuta, que en general le sirve a los directores para conducir una orquesta y a mí me sirve más que nada para impresionar a los amigos y espantar las moscas. Y también compartir el homenaje a Gershwin con mis queridos Jorge Navarro y Baby López Furst.
Ahora vuelvo con uno de mis primeros amores, el clarinete.

El centro de mi vida siempre fue la música y, como en toda historia de amor, nunca sabré si ella me quiere tanto, pero yo la adoro y con eso soy feliz.

Jorgito de la Vega
Yo nací… en Mendoza. Bueno, nadie es perfecto.

Yo era un niño muy aplicado y obediente.

Un día mi mamá, en un ataque de democracia maternal, me dijo: “Nene, si no elegís un instrumento, te lo elijo yo”.

Mi mamá es una de esas de las que hay una sola. Y yo, libremente, elegí la flauta traversa. Entonces le dije: “Yo quiero tocar folklore, música bien nacional”.
Fue entonces cuando decidió que mi profesor sería el flautista sueco Lars Nilsson.

Un día, luego de egresar de la Facultad de Artes de la UNC, decidí agasajar a mi mamá en su cumpleaños tocando el Cumpleaños Feliz. Cuando terminé de tocar, conmovida y con lágrimas en los ojos, ella gritaba parada sobre una silla: “¡al Colón, al Colón!”. 

Como les dije, yo era un chico muy obediente, así que en el año ’83 me incorporé a la Orquesta Estable de Teatro Colón como Primera Flauta Solista.

Luego me perfeccioné en Alemania con el Prof. Paul Meisen y toqué en varios países de Europa y América. Pero mi mamá dice que eso no es importante porque ella no estuvo en ninguno de esos conciertos. Cuando volví, grabé varios discos con músicos que admiro mucho como Eduardo Lagos, Carlos Franzetti, Néstor Marconi, Rodolfo Mederos y Dario Volonté, entre otros.

Pero esto me llevó a una experiencia muy traumática: un día descubrí que la cantidad de discos míos que mi mamá tenía en su discoteca era igual al número de ventas de la compañía discográfica.

Espero que el espectáculo les guste y lo recuerden por mucho tiempo.

Si no, le cuento a mi mamá.

Prensa y difusión: Karina Nisinman  / Carolina Alfonso