jueves, 19 de octubre de 2017

José Narosky, tuitero

El Diario La Nación, en su edición digital, publicó este artículo


José Narosky, tuitero

Daniel Gigena




JUEVES 19 DE OCTUBRE DE 2017 • 20:42
Durante años, José Narosky (Darregueira, 1930) fue un best seller de la industria editorial nacional. Nosotros copiábamos sus frases en postales para regalar, aunque no conociéramos todavía el significado de la palabra "aforismo". Cuando leímos el significado en un diccionario Larousse de tapas color verde esmeralda, no paramos de usar ese término, en parte para darnos importancia. Tampoco dejamos de imitar esa escritura mínima en el margen de cuadernos y hojas de carpeta durante los ratos libres.
Con los libros de Narosky, se abrió también un mundo de lecturas, que pronto fue poblado por aforismos de Oscar Wilde y Friedrich Nietzsche, de Marco Aurelio y Arthur Schopenhauer. Al tuntún y de manera quizás censurable, construíamos una ética y un repertorio de respuestas virtuales.
Nos habían advertido que en los noticieros televisivos sólo se decían mentiras y de los diarios rescatábamos apenas las páginas de cultura, deportes, espectáculos y, más que nada, humor. Pocos años después una profesora de castellano nos hizo descubrir Voces,de Antonio Porchia, y vimos que hasta algunos poemas de Alejandra Pizarnik se podían leer en clave aforística.
José Narosky. Foto: Archivo
"De Nietzsche a Pascal Quignard, en sus escrituras el aforismo es lo que más me interesa -dice el sociólogo y ensayista Alejandro Boverio-. Sentencias que como latigazos guían hacia una obra. Creo que toda obra es escrita en parte para que advengan esas sentencias maravillosas que dicen algo poderoso, a la vez que esconden. En eso se encuentra el sentido extraordinario del aforismo: en revelar, ocultando. Ésa, su forma paradójica, es la que nos estimula a ingresar en el mundo textual del que el aforismo es punta de lanza. Nos tienta, a su vez, su voluntad universal; lo que el aforismo dice, lo dice para la eternidad."
A ninguno se nos ocurría que en esa época sus aforismos, que ya habían migrado de libros a pósteres y tarjetas, podían convertirse en grafitis porque en ese entonces las paredes eran monopolio exclusivo de Nueva Chicago, Huracán y otros clubes de fútbol. Las pintadas de los partidos políticos, entre 1976 y 1982, estaban prohibidas y las razias se ocupaban de vigilar que nadie utilizara la pared como página de protesta. Eso también quedó atrás.
En una entrevista con el poeta Gustavo Yuste, Narosky contó que había empezado a sentirse interesado por los aforismos a los siete años; en su casa en un pueblo de la llanura, leía y recortaba frases que se publicaban a modo de enseñanza popular en diarios, calendarios y revistas. A él, tantos años de lectura y copia le dieron resultado, si se mide por el éxito de los doce libros que publicó hasta ahora, que reúnen más de tres mil aforismos. Los libros más famosos empezaban con la conjunción "si". Si todos los hombres, Si todos los tiempos, Si todos los sueños. "Si todo eso, ¿qué?", nos preguntábamos. Allí estaban, como fórmulas sencillas y universales, las frases del autor. No pasó mucho tiempo para que, como ocurría con todo cuando éramos adolescentes, empezáramos a parodiarlo. Más tarde, se tomaron la molestia de aclarar que en el fondo de cualquier caricatura se oculta un homenaje.
Desde hace pocos días, Narosky publica nuevos aforismos en Twitter. Ciento cuarenta caracteres puede ser la medida perfecta para definir ese género. Si bien la mayoría de los tuits publicados hasta hoy está vinculada con el Día de la Madre, es probable que el maestro del aforismo de masas continúe con su arte de decir mucho con pocas palabras. Se lo puede seguir en @josenarosky.