José Narosky, tuitero
JUEVES 19 DE OCTUBRE DE 2017 • 20:42
Durante años, José Narosky (Darregueira, 1930) fue un best
seller de la industria editorial nacional. Nosotros copiábamos sus
frases en postales para regalar, aunque no conociéramos todavía el significado
de la palabra "aforismo". Cuando leímos el significado en un
diccionario Larousse de tapas color verde esmeralda, no paramos de usar ese
término, en parte para darnos importancia. Tampoco dejamos de imitar esa
escritura mínima en el margen de cuadernos y hojas de carpeta durante los ratos
libres.
Con los libros de Narosky, se abrió también un mundo de lecturas, que
pronto fue poblado por aforismos de Oscar Wilde y Friedrich Nietzsche, de Marco
Aurelio y Arthur Schopenhauer. Al tuntún y de manera quizás censurable, construíamos
una ética y un repertorio de respuestas virtuales.
Nos habían advertido que en los noticieros televisivos sólo se decían
mentiras y de los diarios rescatábamos apenas las páginas de cultura, deportes,
espectáculos y, más que nada, humor. Pocos años después una profesora de
castellano nos hizo descubrir Voces,de Antonio Porchia, y vimos que
hasta algunos poemas de Alejandra Pizarnik se podían leer en clave aforística.
José Narosky. Foto: Archivo |
"De Nietzsche a Pascal Quignard, en sus escrituras el aforismo es
lo que más me interesa -dice el sociólogo y ensayista Alejandro Boverio-.
Sentencias que como latigazos guían hacia una obra. Creo que toda obra es
escrita en parte para que advengan esas sentencias maravillosas que dicen algo
poderoso, a la vez que esconden. En eso se encuentra el sentido extraordinario
del aforismo: en revelar, ocultando. Ésa, su forma paradójica, es la que nos
estimula a ingresar en el mundo textual del que el aforismo es punta de lanza.
Nos tienta, a su vez, su voluntad universal; lo que el aforismo dice, lo dice
para la eternidad."
A ninguno se nos ocurría que en esa época sus aforismos, que ya habían
migrado de libros a pósteres y tarjetas, podían convertirse en grafitis porque
en ese entonces las paredes eran monopolio exclusivo de Nueva Chicago, Huracán
y otros clubes de fútbol. Las pintadas de los partidos políticos, entre 1976 y
1982, estaban prohibidas y las razias se ocupaban de vigilar que nadie
utilizara la pared como página de protesta. Eso también quedó atrás.
En una entrevista con el poeta Gustavo Yuste, Narosky contó que había
empezado a sentirse interesado por los aforismos a los siete años; en su casa
en un pueblo de la llanura, leía y recortaba frases que se publicaban a modo de
enseñanza popular en diarios, calendarios y revistas. A él, tantos años de
lectura y copia le dieron resultado, si se mide por el éxito de los doce libros
que publicó hasta ahora, que reúnen más de tres mil aforismos. Los libros más
famosos empezaban con la conjunción "si". Si todos los
hombres, Si todos los tiempos, Si todos los sueños. "Si todo eso,
¿qué?", nos preguntábamos. Allí estaban, como fórmulas sencillas y
universales, las frases del autor. No pasó mucho tiempo para que, como ocurría
con todo cuando éramos adolescentes, empezáramos a parodiarlo. Más tarde, se
tomaron la molestia de aclarar que en el fondo de cualquier caricatura se
oculta un homenaje.
Desde hace pocos días, Narosky publica nuevos aforismos en Twitter.
Ciento cuarenta caracteres puede ser la medida perfecta para definir ese
género. Si bien la mayoría de los tuits publicados hasta hoy está vinculada con
el Día de la Madre, es probable que el maestro del aforismo de masas continúe
con su arte de decir mucho con pocas palabras. Se lo puede seguir en @josenarosky.