La sombra de la tragedia nos acecha y cuando llega, solemos buscar explicaciones o justificaciones. Lo concreto es que lo que ocurre, no sucede por casualidad.
Hace unos días amanecimos conmocionados por una noticia escalofriante.
Un colectivo provocó un grave accidente en las vías del ferrocarril Sarmiento, causando 11 muertes y mas de 200 heridos de diversa gravedad.
Un cúmulo de factores se encadenó para llegar al desastre.
Podemos describir y explicar cada uno de ellos y analizarlos de modo particular y como interactuaron.
Lo concreto es que la falta de control por parte del Estado es la causa principal de esta desgracia.
No es responsabilidad únicamente de las actuales gestiones, tanto de la ciudad como de la nación. Es algo que va mas allá.
Las causas son, por decirlo de alguna manera, antiguas, ancestrales.
La conducción del Estado fue abandonando paulatinamente su responsabilidad a lo largo de décadas en el control y la gestión eficiente de sus recursos y la sociedad lo fue aceptando en silencio.
En los años 90 se presentó una solución mágica. Privatizar.
Lo que en países normales demora años en ser concretado, después de un riguroso análisis, en nuestra argentina se logró en un tiempo récord.
No vamos a analizar aquí, por cuestión de espacio, quienes se beneficiaron.
Lo concreto es que los que perdimos somos los ciudadanos comunes que padecemos, día a día, las consecuencias y por lo que parece las soluciones van a tardar en llegar.
Una barrera que está a mitad de recorrido. Un chofer que se arriesga a una maniobra peligrosa. Los funcionarios de las distintas jurisdicciones que se acusan mutuamente. Los organismos de control que no cumplen con su cometido. La empresa que no tomó los recaudos necesarios y por último la justicia que va a demorar años en investigar.
Podemos seguir mencionando factores, pero las soluciones de fondo no aparecen.
Lo que mas me indigna es que nunca pasa nada. ¿Cuanto tiempo mas va a pasar para que reaccionemos?
Si el accidente se puede evitar, entonces es negligencia.
Las pocas veces que nos quejamos en serio fueron los cacerolazos en 2001, con la caída del gobierno de De la Rúa y las marchas frente a los Bancos por el corralito.
Después hubo tímidas y esporádicas reacciones frente a temas, por demás importantes, pero que no llegaron a conmover a las mayorías y si lo hicieron, no alcanzo para que la ciudadania haga algo mas que comentar lo ocurrido.
Un observador imparcial podría afirmar, sin temor a equivocarse, que el nuestro es un pueblo dócil y anestesiado.
¿Sera esa la suerte y el destino que nos espera?
Hace unos días amanecimos conmocionados por una noticia escalofriante.
Un colectivo provocó un grave accidente en las vías del ferrocarril Sarmiento, causando 11 muertes y mas de 200 heridos de diversa gravedad.
Un cúmulo de factores se encadenó para llegar al desastre.
Podemos describir y explicar cada uno de ellos y analizarlos de modo particular y como interactuaron.
Lo concreto es que la falta de control por parte del Estado es la causa principal de esta desgracia.
No es responsabilidad únicamente de las actuales gestiones, tanto de la ciudad como de la nación. Es algo que va mas allá.
Las causas son, por decirlo de alguna manera, antiguas, ancestrales.
La conducción del Estado fue abandonando paulatinamente su responsabilidad a lo largo de décadas en el control y la gestión eficiente de sus recursos y la sociedad lo fue aceptando en silencio.
En los años 90 se presentó una solución mágica. Privatizar.
Lo que en países normales demora años en ser concretado, después de un riguroso análisis, en nuestra argentina se logró en un tiempo récord.
No vamos a analizar aquí, por cuestión de espacio, quienes se beneficiaron.
Lo concreto es que los que perdimos somos los ciudadanos comunes que padecemos, día a día, las consecuencias y por lo que parece las soluciones van a tardar en llegar.
Una barrera que está a mitad de recorrido. Un chofer que se arriesga a una maniobra peligrosa. Los funcionarios de las distintas jurisdicciones que se acusan mutuamente. Los organismos de control que no cumplen con su cometido. La empresa que no tomó los recaudos necesarios y por último la justicia que va a demorar años en investigar.
Podemos seguir mencionando factores, pero las soluciones de fondo no aparecen.
Lo que mas me indigna es que nunca pasa nada. ¿Cuanto tiempo mas va a pasar para que reaccionemos?
Si el accidente se puede evitar, entonces es negligencia.
Las pocas veces que nos quejamos en serio fueron los cacerolazos en 2001, con la caída del gobierno de De la Rúa y las marchas frente a los Bancos por el corralito.
Después hubo tímidas y esporádicas reacciones frente a temas, por demás importantes, pero que no llegaron a conmover a las mayorías y si lo hicieron, no alcanzo para que la ciudadania haga algo mas que comentar lo ocurrido.
Un observador imparcial podría afirmar, sin temor a equivocarse, que el nuestro es un pueblo dócil y anestesiado.
¿Sera esa la suerte y el destino que nos espera?
Leonardo Liberman