Hola, soy Leonardo Liberman.
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Foto de portada: Magdalena Viggiani.
En Siempre Argentina Conexión Español, conversamos con Pablo Roselló, integrante junto a María Valeria Palermo, de Sur Adentro. Conducción: Leonardo Liberman / Puesta en el aire: Diego Rodríguez - Jorge Falcone
SUR ADENTRO presenta “VIAJEROS”
Tras doce años de trayectoria, el dúo Sur Adentro, integrado por
María Valeria Palermo en voz y piano y Pablo Roselló en voz y
guitarra, continúa presentando su tercera producción discográfica
titulada “Viajeros”.
El dúo se formó en 2003, lleva editados los discos “Por mi
tierra” en 2004 y “Un mismo cielo” en 2007 en los que plasma un
repertorio que incluye chacareras, zambas, chamamés y milongas que
nos invitan a hacer un recorrido por los distintos géneros musicales
del cancionero popular argentino.
“Hace diez años elegimos el camino de llevar pueblo por pueblo
nuestra música, nuestra canción. En cada rincón del país, alguien
nos llama viajeros y así nos sentimos. Amamos lo que hacemos y éste
es nuestro destino. Este tercer disco está dedicado a todas aquellas
personas que hemos cruzado a lo largo del camino y que, de alguna u
otra manera, hacen que sigamos adelante en este viaje.” Prensa: Ana Torrent
Frederic Mompou i Dencausse, más conocido como Federico
Mompou, nació en Barcelona, España, el 16 de abril de 1893 y murió en el 30 de
junio de 1987. Compositor.
Federico Mompou (Frederic Mompou i Dencausse; Barcelona,
1893 - 1987) Compositor español.
Inició sus estudios de Música en el
Conservatorio del Liceo de la Ciudad Condal, a cargo del maestro Pere Serra. En
1911 se trasladó a París, donde amplió sus conocimientos con los profesores
Ferdinand Motte-Lacroix y Marcel Samuel-Rousseau. Permaneció en la capital
francesa hasta los comienzos de la Primera Guerra Mundial, en que regresó a
Barcelona. Al finalizar la contienda bélica, decidió regresar a París, donde
residió durante más de veinte años.
Mompou, que era conocido por su carácter esquivo, abandonó
la carrera de concertista a temprana edad, y concentró toda su actividad
profesional en la composición. El músico catalán escribió, básicamente, obras
para piano. Se dejó influenciar por las ideas de Debussy y Satie, que se
basaban en la fusión de los conceptos de expresividad y simplicidad, y a menudo
también incluyó temas propios del cancionero popular catalán, que él
distorsionó y adaptó a su particular estética musical.
Parte de las concepciones del compositor barcelonés quedaron
reflejadas en los ciclos de piezas para piano Impressions íntimes (escritas
entre 1911 y 1951), Canciones (Cançons i danses, 1918-1962), Paysages
(Paisajes), de 1942 a 1960; así como las composiciones para canto y piano
Quatre melodies (1926-1928), Comptines (1943) y Combat del somni (1941-1951),
con textos de Josep Janés.
En 1963 publicó la que sería su partitura orquestal más
famosa. Titulada Improperios (Improperia), se trataba de un oratorio de
temática religiosa que contó con la colaboración del arreglista I. Markevich.
Mompou, que está considerado como uno de los compositores más importantes de la
música española del siglo XX, fue nombrado miembro de las academias de Sant
Jordi de Barcelona, en 1951, y de la de San Fernando de Madrid, en 1959. En
1997 varios de los mejores músicos catalanes realizaron una reinterpretación
jazzística de la obra de Mompou, con motivo del décimo aniversario de su
fallecimiento.
A continuación, de Federico Mompou, Variations sobre un tema
de Chopin, en la interpretación de Sofya Melikyan en piano. Presentación
realizada en Luxemburgo el 11 de octubre de 2014.
Leroy Anderson nació en Cambridge, Massachusets, Estados
Unidos, el 29 de junio de 1908 y murió en Woodbury, Connecticut, Estados
Unidos, el 18 de mayo de 1975. Compositor.
Tomó clases de piano con su madre, en 1919
estudió en el Conservatorio de Música de Nueva Inglaterra, y en 1925, ingresó a
la Universidad de Harvard, se graduó como Maestro de Música y Artes en 1930. Se desempeñó como organista, director de orquesta, arreglador y ejecutante de contrabajo y tuba. En 1931 se convirtió en director de la Banda de Harvard. Sus arreglos llamaron la atención de Arthur Fiedler, el director de la Sinfónica de Boston, que le encargó arreglos sinfónicos para la Boston Pops, y posteriormente composiciones originales de la orquesta. Jazz Pizzicato, fue un éxito inmediato cuando se estrenó en 1938.
En 1942, se enroló en la armada de Estados Unidos y en ese
tiempo compuso El reloj sincopado y El paseo marítimo. En 1950 comenzó a grabar sus obras en el sello Decca Records, su popularidad como compositor se encontraba en un nivel sin precedentes, compuso La máquina de escribir, una de sus obras más famosas. En 1952 Blue Tango se convirtió en, el número 1 en el Hit Parade durante 22 semanas. Esa grabación ganó un disco de oro, sin precedentes para una obra instrumental. En 1958 escribió su
primera ópera Meredith Willson's 76 Trombones, y el musical de Broadway, Ricitos de Oro, protagonizada por Don Ameche y Elaine Stritch.
La música de Leroy Anderson está firmemente arraigada en la
cultura popular estadounidense, compuso miniaturas
orquestales, y creó una forma única de música.
A continuación, de Leroy Anderson, Papel de lija, en la versión de Alfredo Anaya y Alberto Román, junto a la orquesta dirigida por Andrés Salado. Presentación realizada en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, en el marco de Voces para la Paz, Músicos
Solidarios, en 2013.
Joseph Joachim nació en Kittsee, Austria, el 28 de junio de
1831 y murió en Berlín, Alemania, el 15 de agosto de 1907. Director de
orquesta, violinista, compositor y profesor.
Joseph Joachim (Kittsee, 1831 - Berlín, 1907) Violinista,
compositor y director de orquesta austro-húngaro. Fue uno de los cinco
violinistas más importantes del siglo XIX, junto con Paganini, Sarasate,
Wieniawsky y Vieuxtemps.
Inició sus estudios en su ciudad natal antes de trasladarse
a Viena con tan sólo diez años. Posteriormente, perfeccionó con Ferdinand David
en Leipzig, ciudad en la que dio su primer concierto en la conocida sala de la
Gewandhaus con un éxito que lo lanzó de inmediato a una gira por ciudades como
Viena, Praga y Londres (ciudad que sería un segundo centro musical para él y
donde formaría un trío con el que tocaba cuando se encontraba allí). En 1847,
con tan sólo diecisiete años, logró el puesto de concertino en la orquestal de
la misma Gewandhaus donde antes triunfara como solista.
Dos años después, pasó a Weimar, donde trabó contacto con el
círculo musical que rodeaba a Liszt; más tarde, su amistad con Brahms lo alejó
de este círculo sin que ello empañara su amistad con el compositor húngaro.
Respecto de su amistad con Brahms, los vínculos que se establecieron entre
ambos fueron tales que les mantuvieron en relación incluso tras su alejamiento
personal. Este alejamiento se produjo con motivo del divorcio del compositor,
celoso, parece que en extremo, de la fidelidad de su esposa.
El divorcio llevó aparejado un pleito durante el cual Brahms
se manifestó a favor de la esposa de Joachim, al que acusó de celoso sin
fundamento. Ello hizo que se distanciaran hasta el extremo de no volverse a
ver. No obstante, Brahms no dejó de enviar a Joachim toda su producción
camerística para obtener su voto, ni Joachim, de tocarla y corregirla, así como
de interpretarla. Posteriormente, y tras una etapa como director de orquesta
en Hannover, pasó a dirigir la Musikhöchschule de Berlín en 1866. A partir de
aquí, se instaló en la capital brandemburguesa para el resto de su vida y formó
a su alrededor todo un círculo musical. También en Berlín fundó el Cuarteto Joachim,
con el que recorrió Europa interpretando la obra camerística de Beethoven, en
especial sus últimos cuartetos, muy poco conocidos en aquel momento.
Como profesor, destacó Joachim por la atención prestada a la
expresividad, así como por evitar todo tipo de exhibicionismo virtuosista. De
entre sus cerca de cuatrocientos alumnos, es interesante destacar la presencia
del español Enrique Fernández Arbós con el que le unió amistad especialmente
íntima (incluso compartieron casa tras el mencionado divorcio de Joachim).
En el caso de Arbós, fue Joachim auténtico padre además de
maestro, toda vez que le permitió participar en ocasiones como el estreno de la
Cuarta Sinfonía de Brahms, o la revisión de las indicaciones metronómicas de
los cuartetos de Schumann, llevada a cabo por Joachim con el auxilio de Clara
Schumann, así como la interpretación de los originales que Brahms enviaba a
Joachim para que éste le diera su parecer. De esta manera, actuaba Joachim como
factotum de la vida musical alemana hasta el extremo de dirigir, aun sin
quererlo, las opiniones ajenas. Es en este punto excelente indicador el
testimonio del mismo Arbós, que cuenta como necesitó alejarse de su venerado
maestro para llegar a alcanzar un criterio musical propio.
Como violinista, destacó Joachim por la elegancia de su
fraseo y por la expresividad de su línea, aunque, como era habitual en la
escuela alemana, descuidara el sonido en aras de la musicalidad. Por su
seriedad, casi religiosa, frente a la música, fue opuesto en su tiempo a Sarasate,
de talante más impulsivo e improvisador. Asimismo se distinguieron ambos
violinistas por el repertorio en el que se especializaron, de modo que Sarasate
se especializó en el repertorio franco-belga, en tanto que Joachim lo hacía en
el alemán, con hincapié en la música de Bach para violín solo, que el
violinista navarro menospreciaba y que Joachim logró revalorizar tras más de un
siglo de olvido. De esta manera se situaba Joachim a medio camino entre
Clasicismo y Romanticismo, del mismo modo que aconteciera en el aspecto
compositivo a Brahms.
Su altura como intérprete lo llevó a ser dedicatario y
primer intérprete del Concierto para violín y del Doble Concierto de Brahms -el
primero tras la negativa de Sarasate a interpretarlo, y el segundo por haber
sido compuesto para él tras el mencionado distanciamiento-, o los conciertos
para violín de Max Bruch, Robert Schumann y Antonin Dvorak, así como la
Rapsodia nº 12 de Liszt y diversas sonatas, entre ellas, una de Brahms basada
en las siglas F A E (Frei aber Einsam, "libre pero solo") que
corresponden en notación alemana a Fa La Mi y que eran el lema del violinista.
También llevó a cabo Joachim un trabajo compositivo del que
son fruto obras como las Variaciones Hebreas, cinco oberturas y varios
conciertos para violín (de entre los que destaca el Concierto Húngaro); sin
embargo, lo más conocido de esta faceta son las cadencias escritas para los
conciertos de Mozart, Beethoven y Brahms, que se siguen interpretando hasta la
actualidad.
A continuación, Joseph Joachim, y su interpretación del Adagio en Sol Menor, de Johann Sebastian Bach, en una grabación realizada en 1904.
La Academia Nacional del Tango de la República Argentina fue
creada el 28 de junio de 1990, por Decreto 1235 del Poder Ejecutivo Nacional
con el fin de recopilar, ordenar, estudiar y salvar definitivamente de toda
posibilidad de pérdida o destrucción el patrimonio cultural que el tango y sus
expresiones derivadas significan.
Entre los considerandos del decreto se puede
leer: “Que el Tango como arte musical, coreográfico, poético e
interpretativo, lleva un siglo de vigencia inalterable como expresión auténtica
y profunda del pueblo argentino.”
“Que esta vigencia creadora del Tango está en no menos de
cincuenta mil (50.000) obras compuestas, editadas y estrenadas y que existen,
desde fines del siglo XIX, más de cincuenta mil versiones grabadas de dichas
obras en diversos soportes fonográficos, cinematográficos y de otro tipo en la
República Argentina y en todo el mundo.”
“Que dicha creación del Tango ha representado, como pocas
artes nacionales y desde principios de este siglo, a la República Argentina en
todo el mundo.”
“Que es de toda justicia que el Estado le otorgue la
significación que corresponde a esta manifestación cultural, ratificando el
amor y la adhesión plena que nuestro pueblo naturalmente le concede.”
El poeta Horacio Ferrer fue su creador y primer presidente, la
presentación formal se realizó el 29 de junio de 1990 en el Salón Dorado del Teatro
Colón, y la actividad inicial, consistió en la instalación del Primer Consejo Directivo y
la entrega de diplomas a los cuarenta miembros del Cuadro de Académicos de Honor
y a los cuarenta miembros del Cuadro de Académicos Titulares.
La Academia cuenta con una nutrida biblioteca, realiza
periódicamente seminarios, plenarios, cursos y exposiciones, y produce una
serie de publicaciones en diferentes formatos como libros, revistas,
cuadernillos y en forma mensual y permanente, los periódicos "El
Chamuyo" y "El Chamuyito".
La Academia Nacional del Tango de la República Argentina
funciona en su sede de Av. de Mayo 833, sobre el tradicional Café Tortoni.
A continuación, Horacio Ferrer y Susana Rinaldi, en un
homenaje a Astor Piazzolla en Jerusalem.
John Uhler Lemmon III, más conocido como Jack Lemmon, nació
en Newton, Massachusetts, Estados Unidos, el 8 de febrero de 1925 y murió en
Los Ángeles, California, Estados Unidos, el 27 de junio de 2001. Actor.
Jack Lemmon (Boston, 1925 - Los Ángeles, 2001) Actor de cine
estadounidense, uno de los grandes talentos de la historia del cine y uno de
los más queridos por el público, recordado especialmente por papeles cómicos en
películas como El apartamento o Con faldas y a lo loco, pese a que también
destacó en el género dramático.
John Uhler Lemmon III, después conocido como Jack Lemmon,
nació el 8 de febrero de 1925 en Boston, Massachusetts. Todas sus biografías
añaden que «prematuramente», dado que su madre, Mildred LaRue Noël, se dirigía
al hospital Newton-Wellesley para un nuevo control de rutina de su embarazo de
siete meses, y no le dio tiempo de llegar a la consulta: dio a luz en el
ascensor. Hoy el artefacto exhibe una placa que reza: «Aquí nació Jack Lemmon».
Los Lemmon tenían un muy buen pasar. Hijo del presidente de
la Doughnut Corporation, la fábrica de Donuts, Jack se educó en la escuela de
Rivers County, en Chestnut Hill, donde, pese a una salud delicada en la
infancia (tuvo que someterse a varias operaciones de amigdalitis y
mastoiditis), destacó como un buen deportista. Así, hacia los trece o catorce años
ostentó el récord de las dos millas de Nueva Inglaterra. Continuó su formación en la Academia Phillips (en 1945
ingresó en la marina estadounidense, de la que llegó a ser oficial de
comunicaciones) y en la Universidad de Harvard, donde se licenció en arte
dramático en 1947, después de haber formado parte del Club de Teatro de la
institución.
A Hollywood, vía Nueva York
Con un préstamo de su padre, Lemmon se fue a Nueva York y
comenzó a ganarse la vida en el Old Nick Saloon, un local de la Segunda Avenida
donde acompañaba al piano la proyección de películas mudas -cuando no cantaba o
bailaba-, antes de trabajar como actor en la radio y, casi enseguida, en la
televisión.
Entre 1948 y 1952 participó en casi todos los shows
televisivos de la época (Robert Montgomery Presents, Danger, The Goodyear TV,
Playhouse, Kraft Television Theater, Studio One, Suspense, The Frances
Langford-Don Ameche Show) e intervino en más de quinientos episodios de
comedias en serie que se emitían en directo (That wonderful guy, 1949; Toni
Twin time, 1950; The Ad-libbers, 1951; Heaven for Betsy, 1952). En una de ellas
formó pareja con la actriz Cynthia Stone, con quien se casó en 1950 y cuatro
años después tuvieron a su primer hijo, Christopher.
Cuando llevaba poco más de un año en los escenarios de
Broadway, Harry Cohn, el «zar» de la Columbia Pictures, lo llamó a los estudios
de Hollywood y le extendió su primer contrato cinematográfico. Le sugirió que
cambiara las emes de su apellido, que remitían al cítrico, por enes (lo que daba
lugar a «Lennon»). Sin embargo, el actor fue firme en su negativa. En cambio,
estuvo de acuerdo en llamarse Jack en lugar de John. (La anécdota cobra mayor
sentido hoy, porque de haber sucedido lo opuesto, habría habido un primer John
Lennon famoso anterior al integrante de los Beatles.)
Esta entereza despertó la admiración de Cohn, quien unos
días después le daba un papel junto a Judy Holliday en La rubia fenómeno
(1954), de George Cukor. No podía haber tenido un mejor comienzo. La primera
vez que se puso ante la cámara y dijo sus frases del modo que mejor sabía, el
que aprendió en las tablas, Cukor exclamó: «Ha estado magnífico, señor Lemmon;
repetiremos la toma y ahora trate de actuar un poco menos». Al cabo de una
docena de repeticiones y otras tantas idénticas recomendaciones del director,
Lemmon se enfadó: «Como siga así, acabaré por no actuar». Y Cukor, con una
sonrisa, le respondió: «Pues de eso se trata, señor Lemmon... Veo que nos vamos
entendiendo».
El actor debió de grabarse a fuego esa lección magistral, porque
a partir de entonces supo refrenar esa propensión al histrionismo sin quitar un
ápice de su exuberante gestualidad, pero sin dar jamás la impresión de estar
actuando.
Un actor polifacético
Así lo entendió la Academia de Hollywood, que le otorgó el
Oscar al mejor actor de reparto por su primer papel importante, el del alférez
en Escala en Hawai (1955), una pieza teatral de Joshua Logan que llevó a la
pantalla John Ford y acabó de dirigir Mervyn LeRoy. La popularidad que le dio
el premio lo convirtió en un actor imprescindible para las comedias de la
época.
Uno de sus más finos realizadores, Richard Quine, contó con
él para seis de sus películas. Y el célebre Billy Wilder -del que protagonizó
siete obras brillantes a lo largo de veintidós años- escarbó más en el
personaje y, detrás de ese don innegable, esa mímica y esos característicos
tics, encontró al alter ego del estadounidense medio y del hombre común de
cualquier gran ciudad, hasta el punto de que los estudios lo promocionaron, por
entonces, con el eslogan: «El tipo que les va a caer bien»... Desde luego, no
se equivocaban.
Wilder utilizó las dos vertientes en las dos primeras
películas en que lo dirigió, las inolvidables Con faldas y a lo loco (1959),
junto a Marilyn Monroe y Tony Curtis, y El apartamento (1960), junto a Shirley
MacLaine, y ambas llevaron al actor a sendas candidaturas al Oscar. Pero Lemmon
escondía aún otras sorpresas, y las puso al descubierto Blake Edwards al darle
el primer papel realmente dramático de su carrera en Días de vino y rosas
(1962), que le valió una nueva nominación. Más tarde, Wilder iba a revelar
nuevas facetas del intérprete, de nuevo junto a Shirley MacLaine, en Irma la
dulce (1966), un musical en clave de vodevil que constituyó uno de los grandes
éxitos de la época.
Antes, hacia 1956, cuando las mieles de Hollywood empezaron
a endulzar su trayectoria, su vida familiar comenzó a tambalearse y muy pronto
se resolvió en divorcio. En agosto de 1962, ya consagrado para siempre como uno
de los intérpretes más dotados del cine, volvió a contraer matrimonio con otra
actriz, la delicada y poco prodigada Felicia Farr, madre de sus hijos Courtney
y Denise y fiel compañera durante los cerca de cuarenta años de vida que le
quedaban al actor. Así es que todavía había mucho por hacer. Entre otras cosas,
conocer a su «extraña pareja», Walter Matthau, y formar uno de los grandes
binomios cómicos de la historia del cine.
Fue Lemmon quien lo impuso a Wilder. Acababa de ver a
Matthau en Broadway en una comedia de Neil Simon, La extraña pareja, que
protagonizaba con Art Carney y que estaba dirigida por Mike Nichols (más tarde
sería uno de los éxitos del tándem Lemmon-Matthau en la versión cinematográfica
de Gene Saks). Para Lemmon no había nadie mejor para ese papel, que el veterano
realizador pensaba destinar a Frank Sinatra.
Wilder accedió a regañadientes; luego el éxito del filme le
llevó a reunirlos en otras dos películas: el segundo remake de Primera plana
(1969) y la producción con la que decidió cerrar su fecunda filmografía, Aquí
un amigo (1981). Sin embargo, los actores llegaron a protagonizar juntos otros
cinco títulos más. El último fue La extraña pareja, otra vez (1998), que
dirigió Howard Deutch. Sin la batuta de Wilder, no importaba demasiado el
director: allí estaban ellos, dos setentones más ágiles y vivos que nunca, en
un nuevo intento de revitalizar esa experiencia conjunta que en la vida real
los llegó a convertir en grandes amigos.
Matthau adoraba a Lemmon y le estaba infinitamente
agradecido. Era el responsable de su tardío triunfo cinematográfico, algo que
entonces ya no esperaba. Y fue también el actor que aquél eligió -además de a
su propia esposa, Felicia Farr- para su debut como realizador: Kotch (1971), un
papel que le valió la primera candidatura al Oscar como protagonista. Walter
Matthau murió justo un año antes que Lemmon, el 1 de julio de 2000. Billy
Wilder, en plena lucidez a sus noventa y cinco años, pudo asistir a ambos
entierros.
Múltiples galardones
Lemmon fue uno de los tres únicos actores nominados al Oscar
en ocho ocasiones. Lo obtuvo en dos, la segunda como protagonista por Salvad al
tigre (1973), de John G. Avildsen. También fue el único estadounidense que ganó
dos veces casi consecutivas la Palma de Oro en Cannes con dos papeles
dramáticos, los de El síndrome de China (1979), de James Bridges, y
Desaparecido (Missing, 1981), de Constantin Costa Gavras, y Venecia lo premió
por Glengarry Glen Ross (1992). Fue, asimismo, varias veces reconocido con los
premios Emmy televisivos -el último, un año antes de su muerte, por Los martes
con Morrie (1999)- y contaba en su haber con cuatro Globos de Oro.
Pero acaso el quinto, que no obtuvo en la ceremonia de
entrega de 1998, sea más digno de mención: Lemmon era candidato por el remake
de Doce hombres sin piedad (1997), de William Friedkin. El ganador fue el actor
Ving Rhames, pero cuando éste fue a recoger el galardón, inesperadamente para
el público, que se puso en pie para ovacionar su decisión, ofreció su trofeo a
Lemmon con estas palabras: «Los jueces se han equivocado. Siendo usted
candidato, todos los premios deben ser suyos. No hay nadie digno de competir
con usted, maestro».
Billy Wilder, que un día declaró emocionado que trabajar con
Jack Lemmon era la felicidad, decía: «Cuando cualquier actor entra en una
habitación, no tienes nada, y cuando el que entra es Jack, inmediatamente
tienes una situación: es casi inexplicable lo que es capaz de provocar él solo,
con su veloz verborrea y sus rápidos movimientos».
Probablemente recordaba En
bandeja de plata (1966), en la que sólo el ingenio de un actor como él podía
dotar de constante dinamismo a un personaje que permanece casi toda la película
en una silla de ruedas. O quizá Wilder pensaba en cualquier otra comedia o en
el drama más desolado, lo mismo da.
El talento superdotado de Lemmon valía para todo.
Él definía
la sensación que experimentaba cuando se iniciaba una toma y pasaba horas
delante de una cámara como un tiempo mágico. Lo era porque la intensidad con
que lo vivía y la pasión que ponía al entregarse al personaje no se podían
medir con un reloj. Sin embargo, la verdadera magia era la suya, porque
seguramente gracias a esa entrega y esa pasión lograba parecer siempre un ser
humano. Un tipo creíble, casi palpable. No un personaje, sino una persona de
carne y hueso.
A continuación, recordamos a Jack Lemmon, en el film El departamento,
junto a Shirley MacLaine y Fred MacMurray en los papeles principales, producida
y dirigida por Billy Wilder, en 1960.
En mayo 1833 Schumann compuso un conjunto de piezas para
piano, que él nombró Impromptus. Se trata de las doce piezas del Op. 5, variaciones
sobre un tema de Clara Wieck. La obra fue revisada en 1850.
A continuación, de Robert Schumann, Impromptus sobre un tema
de Clara Wieck Op. 5, en la versión de Charles Rosen, en piano.
En Siempre Argentina Conexión Español, conversamos con Nora Massi, sobre los 65 años del programa Las Dos Carátulas, el Teatro de la Humanidad, y el Premio Martín Fierro como Mejor Programa Cultural. Conducción: Leonardo Liberman / Puesta en el aire: Diego Rodríguez - Jorge Falcone
Patricio Schultze y Nora Massi en la entrega de premios
Gustave Charpentier nació en Dieuze, Francia, el 25 de junio
de 1860 y murió en París, Francia, el 18 de febrero, de 1956. Compositor.
Después de estudiar en el conservatorio de Lille, en 1881,
entró en el Conservatorio de París, donde estudió composición con Jules
Massenet. En 1887 ganó el Prix de Rome por su cantata Didon, y durante su
estadía en Roma, compuso la pieza orquestal Impressions d'Italie y empezó a
trabajar en el libreto y la música de lo que sería su obra más conocida, la
ópera Louise.
Cuando Charpentier volvió a París, siguió componiendo,
incluyendo canciones sobre textos de Charles Baudelaire y Voltaire. Su ópera
Louise, es un retrato realista de la clase trabajadora parisina, considerada como
un ejemplo temprano de ópera verista, fue aceptada en la Opéra-Comique. Se
estrenó el 2 de enero de 1900, con dirección de André Messager, y tuvo un éxito
inmediato.
En 1902, Charpentier fundó el Conservatoire Populaire Mimi
Pinson, para proporcionar educación artística gratuita a las jóvenes
trabajadoras de París. Trabajó en una secuela de Louise, Julien, pero no tuvo
tanto éxito como con Louise y prácticamente no volvió a componer.
A continuación, de Gustave Charpentier, el aria Depuis le jour, de la ópera Louise, en la interpretación de la soprano Renee Fleming.
Charles Romuald Gardes, más conocido como Carlos Gardel, nació en
Toulouse, Francia, el 11 de diciembre de 1890 y murió en Medellín,
Colombia, el 24 de junio de 1935.
A Gardel hay que
escucharlo en la Vitrola, por Julio Cortázar
Hasta hace unos días, el único recuerdo argentino que podía
traerme mi ventana sobre la rue de Gentilly era el paso de algún
gorrión idéntico a los nuestros, tan alegre, despreocupado y
haragán como los que se bañan en nuestras fuentes o bullen en el
polvo de las plazas.
Ahora unos amigos me han dejado una
vitrola y unos discos de Gardel. Enseguida se comprende que a Gardel
hay que escucharlo en la vitrola, con toda la distorsión, y la
pérdida imaginables; su voz sale de ella como la conoció el pueblo
que no podía escucharlo en persona, como salía de zaguanes y de
salas en el año veinticuatro o veinticinco. Gardel-Razzano,
entonces: “La cordobesa”, “El sapo y la comadreja”, “De mi
tierra”. Y también su voz sola, alta y llena de quiebros, con las
guitarras metálicas crepitando en el fondo de las bocinas verde y
rosa: “Mi noche triste”, “La copa del olvido”, “El taita
del arrabal”.
Para escucharlo hasta parece necesario el
ritual previo, darle cuerda a la vitrola, ajustar la púa. El Gardel
de los pickups eléctricos coincide con su gloria, con el cine, con
una fama que le exigió renunciamientos y traiciones. Es más atrás,
en los patios a la hora del mate, en las noches de verano, en las
radios a galena o con las primeras lamparitas, que él está en su
verdad, cantando los tangos que lo resumen y lo fijan en las
memorias.
Los jóvenes prefieren al Gardel de “El día que
me quieras”, la hermosa voz sostenida por una orquesta que lo
incita a engolarse y volverse lírico. Los que crecimos en la amistad
de los primeros discos sabemos cuanto se perdió de “Flor de fango”
a “Mi Buenos Aires querido”, de “Mi noche triste” a “Sus
ojos se cerraron”. Un vuelco de nuestra historia moral se refleja
en ese cambio como en tantos otros cambios. El Gardel de los
años veinte contiene y expresa al porteño encerrado en su pequeño
mundo satisfactorio: la pena, la traición, la miseria no son todavía
las armas con que atacarán a partir de la otra década el porteño y
el provinciano resentidos y frustrados. Una última y precaria pureza
preserva aún del derretimiento de los boleros y el
radioteatro. Gardel no causa, viviendo, la historia que ya se
hizo palpable con su muerte. Crea cariño y admiración, como Legui o
Justo Suárez; da y recibe amistad, sin ninguna de las turbias
razones eróticas que sostienen el renombre de los cantores
tropicales que nos visitan, o la mera delectación en el mal gusto y
la caballería resentida que explican el triunfo de un Alberto
Castillo. Cuando Gardel canta un tango, su estilo expresa el
del pueblo que lo amó. La pena o la cólera ante el abandono de la
mujer son pena y cólera concretas, apuntando a Juana o a Pepa, y no
ese pretexto agresivo total que es fácil descubrir en la voz del
cantante histérico de este tiempo, tan bien afinado con la histeria
de sus oyentes. La diferencia de tono moral que va de cantar «Lejano
Buenos Aires, que lindo que has de estar!» como lo cantaba Gardel,
al ululante «¡Adiós, pampa mía!» de Castillo, de la tónica de
ese viraje a que aludo. No sólo las artes mayores reflejan el
proceso de una sociedad.
Escucho una vez más “Mano a mano”,
que prefiero a cualquier otro tango y a todas las grabaciones de
Gardel. La letra, implacable en su balance de la vida de una mujer
que es una mujer de la vida, contiene en pocas estrofas "la suma
de los actos" y el vaticinio infalible de la decadencia final.
Inclinado sobre ese destino, que por un momento convivió, el cantor
no expresa cólera ni despecho. Rechiflao en su tristeza, la evoca y
ve que ha sido en su pobre vida paria sólo una buena mujer. Hasta el
final, a pesar de las apariencias, defenderá la honradez esencial de
su antigua amiga. Y le deseará lo mejor insistiendo en la
calificación. Que el bacán que te acamala tenga pesos
duraderos, que te abrás en las paradas con cafishos
milongueros, y que digan los muchachos: "Es una buena
mujer".
Tal vez prefiero este tango porque da justa
medida de lo que representa Carlos Gardel. Si sus canciones
tocaron todos los registros de la sentimentalidad popular, desde el
encono irremisible hasta la alegría del canto por el canto, desde la
celebración de glorias turfísticas hasta la glosa del suceso
policial, el justo medio en que se inscribe para siempre su arte es
el de este tango casi contemplativo, de una serenidad que se diría
hemos perdido sin rescate.
Si este equilibrio era precario, y
exigía el desbordamiento de baja sensualidad y triste humor que
rezuma hoy de los altoparlantes y los discos populares, no es menos
cierto que cabe a Gardel haber marcado su momento más hermoso, para
muchos de nosotros definitivo e irrecuperable. En su voz de compadre
porteño se refleja, espejo sonoro, una Argentina que ya no es fácil
evocar.
Quiero irme de esta página con dos anécdotas que
creo bellas y justas. La primera es a la intención -y ojalá al
escarmiento- de los musicólogos almidonados. En un restaurante de la
rue Montmartre, entre porción y porción de almejas a la marinera,
caí en hablarle a Jane Bathori de mi cariño por Gardel. Supe
entonces que el azar los había acercado una vez en un viaje aéreo.
«¿Y qué le pareció Gardel?», pregunté. La voz de Bathori -esa
voz por la que en su día pasaron las quintaesencias de Debussy,
Fauré y Ravel- me contestó emocionada: «Il était charmant, tout à
fait charmant. C'était un plaisir de causer avec lui». Y después,
sinceramente: «Et quelle voix!»
La otra anécdota se la debo
a Alberto Girri, y me parece resumen perfecto de la admiración de
nuestro pueblo por su cantor. En un cine del barrio sur, donde
exhiben "Cuesta abajo", un porteño de pañuelo al cuello
espera el momento de entrar. Un conocido lo interpela desde la calle:
«¿Entrás al biógrafo? ¿Qué dan?» Y el otro, tranquilo: «Dan
una del mudo...»
Este texto de Julio Cortázar se publicó en
la revista Sur nº 223 de julio/ agosto de 1953.
A continuación, recordamos a Carlos Gardel, con la película Tango Bar, de 1935.
En Siempre Argentina Conexión Español, conversamos con el músico, compositor y actor calabrés Peppe Voltarelli, que está en Buenos Aires para presentar su nuevo CD. Conducción: Leonardo Liberman / Puesta en el aire: Celso Miño - Jorge Falcone
Peppe Voltarelli presenta las canciones de su nuevo álbum “Lamentarsi come ipotesi”, lanzado recientemente en Europa y Estados Unidos, disponible en América del Sur en formato digital. También hará un recorrido por los temas de sus dos discos
editados en nuestro país, además de ofrecer un original homenaje al
símbolo de la canción italiana en el mundo, el gran Domenico
Modugno.
Los conciertos, que contarán con la participación de Juan
Pollo Raffo y Eliana Liuni, serán grabados con la idea de editar un
disco en vivo, y es la quinta visita a nuestro país.
La primera vez que vino a Buenos Aires fue en 2005 como actor, para rodar el
largometraje “La verdadera leyenda de Tony Vilar”.
La película participó en el Festival de Cine de Roma, en el Festival de Cine de Tribeca, en el Film Festival de New York y en el Festival Internacional de Cine de Calgary, narra la historia de un viaje a través de la comunidad italiana en Buenos Aires y en Nueva York en busca de Tony Vilar, un cantante de origen italiano muy popular en Argentina en los años 60´ que sorpresivamente desapareció de la escena.
En 2009
volvió a Buenos Aires en calidad de músico para presentar su primer
disco solista “Distratto Ma però” en La Trastienda, donde Kevin
Johansen fue su anfitrión. Al año siguiente regresó con motivo del
lanzamiento de su cd “Ultima Notte a Malá Strana”, también en
La Trastienda, en esa oportunidad con Ana Prada de invitada.
La
última vez que Peppe Voltarelli estuvo por estas tierras fue en la
primavera de 2012, cuando ofreció dos conciertos memorables y a sala
llena en el CAFF.
Peppe Voltarelli nació en
Cosenza en 1969. De adolescente se mudó a Bologna para continuar con
sus estudios. En 1990 fundó “Il Parto delle Nuvole Pesanti”,
grupo creador de la tarantela punk con el que realizó un centenar de
conciertos en Italia y en el mundo durante 15 años.
En
2005 Peppe protagonizó “La Vera Leggenda di Tony Vilar” de
Giuseppe Gagliardi, y compuso además la banda sonora original para
este film.
A comienzos de 2006 inició
su carrera solista, su primer álbum “Distratto Ma Però” fue
lanzado en 2007 y resultó finalista del Premio Tenco.
En 2009, el
disco fue editado en Argentina por Los Años Luz. En 2010, Voltarelli
lanzó "Ultima Notte a Malá Strana", distribuido por
Universal en Italia, a la vez que fue lanzado en Francia con el
prestigioso sello Le Chant du Monde. Este material ganó el Premio Tenco a Mejor Álbum en
dialecto, siendo el primer disco en calabrés en recibir tal
reconocimiento.
Al año siguiente, Peppe compuso la banda sonora de
la película "Tatanka" de Giuseppe Gagliardi, inspirado en
un cuento de Roberto Saviano.
En 2013 Peppe participó
con dos espectáculos en la 34º edición del Montreal Jazz Festival,
a la vez que realizó una colaboración actoral en el film “Vino
para robar” del director argentino Ariel Winograd, quien eligió su
canción “Scarpe rosse impolverate” como parte de la banda sonora.
Su último disco
“Lamentarsi come ipotesi” fue lanzado en marzo 2014 y cuenta con
la participación del músico argentino Kevin Johansen en la canción
“Pipa”.
Recientemente
publicó “Il caciocavallo di bronzo”, su primera novela, una obra
autobiográfica que habla de la actual Calabria de manera surrealista
y divertida.
Los espectáculos de Peppe Voltarelli hablan de viajes, del mundo del trabajo, de idiomas olvidados. Sus
canciones cuentan -con humor y ligereza- la gran epopeya de la
emigración italiana a América del Sur, Estados Unidos y Europa. Sus
discos se editan en Europa, Estados Unidos, Canadá y Argentina,
países con los que mantiene una actividad de permanentes actuaciones
en vivo. Prensa: Marina Belinco
Schumann en Pier2 - Un documental musical con Paavo Järvi y la
Orquesta Filarmónica de Cámara Alemana de Bremen.
En la segunda parte del documental
musical podrán ver cómo el célebre director Paavo Järvi y la
orquesta preparan la tercera y la cuarta sinfonía de Robert
Schumann. A continuación, el enlace: http://dw.de/p/16gqU
Libor Pešek nació en Praga, República Checa, el 22 de junio de
1933. Director de orquesta.
Estudió en la Academia Musical de Praga dirección, piano,
violonchelo y trombón. Tuvo como profesores, entre otros, a Václav
Smetáček y a Karel Ančerl.
Trabajó en los teatro de ópera de
Plzeň y Praga, en 1958 fundó el grupo Armonía de Cámara de Praga,
que dirigió hasta 1964.
Entre 1981 y 1982 fue el director principal
de la Orquesta Filarmónica Eslovaca. Director invitado entre 1982 y
1990 de la Orquesta Filarmónica Checa.
Entre 1987 y 1998 fue
Director musical de la Real Orquesta Filarmónica de Liverpool, y
dirige regularmente como director invitado otras importantes
orquestas sinfónicas.
Libor Pešek es conocido especialmente por sus interpretaciones de
música checa, sobre todo de las obras de Josef Suk y Vítězslav
Novák.
A continuación, celebramos el cumpleaños de Libor Pešek, con su
interpretación de la Sinfonía Nº 8 en Sol Mayor Op. 88 de Antonin
Dvořak, al frente de la Orquesta Sinfónica de Praga. Presentación
realizada el 1 de diciembre de 2014.
Descubrimos cada semana los elementos esenciales que crean
la causa y base de la existencia del Pueblo de Israel y su existencia a pesar
de las circunstancias adversas. Estos elementos no dependen de la tierra, el
lenguaje, la cultura, la raza o la herencia genética. El único factor constante
que preservó al Pueblo judío de todas las vicisitudes es la tenacidad con la
cual se adhieren a su herencia espiritual. Y es esta herencia la que Shalom nos
descubre cada domingo a través del análisis sobre temas de actualidad como
ciencia, educación, festividades, cocina medicina, mística…
Leandro Fernández de Moratín nació en Madrid, España, el 10 de
marzo de 1760 y murió en París, Francia, el 21 de junio de 1828.
Dramaturgo y poeta.
El sitio www.biografiasyvidas.com
publicó este recordatorio
Leandro Fernández de Moratín (Madrid, 1760-París, 1828) Poeta y
dramaturgo español.
Hijo de Nicolás Fernández de Moratín, estudió
en los jesuitas de Calatayud y fue alumno de la Universidad de
Valladolid. Se dio a conocer como poeta con el romance heroico en
endecasílabos La toma de Granada, premiado por la Real
Academia Española en 1779; en 1782 volvió a ser premiado por
Lección poética. Sátira contra los vicios introducidos en la
poesía española, escrito en tercetos y que le sirvió para
atacar al teatro barroco. Obtuvo el puesto de secretario del conde de
Cabarrús en 1787, lo cual le permitió visitar varios países
europeos, entre ellos Francia y el Reino Unido.
Amigo de Jovellanos
y protegido de Godoy,
logró sus mejores éxitos en el campo teatral. Intentó introducir
en España los moldes del teatro neoclásico francés, es decir, las
tres unidades de tiempo, lugar y acción, y la finalidad moralizante,
aunque no llegaron a calar entre el público. Su primera comedia fue
El viejo y la niña (1790), que pasó sin pena ni gloria,
aunque ésta le llegaría tan sólo dos años más tarde con La
comedia nueva o el café. Después de su éxito, emprendió un
nuevo viaje por Europa (1792), decisivo en su experiencia personal y
artística.
En París tuvo ocasión de vivir trascendentales sucesos
revolucionarios que le conmovieron, y en el Reino Unido entró en
contacto con la obra de Shakespeare, autor que por entonces era
prácticamente desconocido en España. Luego continuó viaje por los
Países Bajos, Alemania, Suiza e Italia, desde donde regresó a
España a finales de 1796. En 1878 tradujo Hamlet, la primera versión
española directa del inglés.
De los
primeros años del siglo XIX, datan sus mejores comedias, escritas
con un perfecto dominio del castellano, y en las que critica las
costumbres de la época y la hipocresía social: El barón, La
mojigata y El sí de las niñas. Esta última es
considerada como su mejor obra y el mejor logro español dentro de la
corriente de comedia de salón dieciochesca, que arranca de Molière
y culmina en Goldoni.
Nombrado secretario de la Interpretación de Lenguas y miembro de
la Junta de Teatros, abandonó sus cargos cuando se produjo el
levantamiento popular de 1808 contra la invasión napoleónica. Más
tarde, en 1811, José Bonaparte lo nombró bibliotecario mayor. Como
la mayoría de afrancesados, abandonó la capital a raíz de la
retirada de las tropas francesas, para dirigirse a Valencia y luego a
Barcelona.
No obstante la ausencia de cargos contra él, en 1818 decidió
dejar España y pasar a Francia, cuya cultura admiraba profundamente.
En Burdeos conoció al ya anciano y amargado Goya,
quien hizo de él un magnífico retrato, que se conserva en la
Academia de San Fernando, en Madrid. La muerte le sorprendió en
París, donde se había radicado.
En 1825 se editaron en esta ciudad sus Obras dramáticas y
líricas y, póstumamente, su ensayo Orígenes del teatro
español, en el que indaga en la evolución del teatro en España,
y su epistolario. Sus Diarios hubieron de esperar casi siglo y
medio a ser publicados, pues no vieron la luz hasta 1968.
A continuación, recordamos a Leandro Fernández de Moratín, con su obra El sí de las niñas, en la producción de RTVE.