“¿Cómo podemos esperar que prevalezca la justicia cuando
casi no hay gente que se brinde individualmente en pos de una causa justa”
“Un día tan lindo, tan soleado, y debo irme, pero, ¿qué
importa mi muerte, si a través nuestro miles de personas se despiertan y
comienzan a actuar?”
Sophie Scholl
Sophia Magdalena Scholl nació el 9 de mayo de 1921, en
Forchtenberg, Baden-Wurtemberg, Alemania y murió el 22 de febrero de 1943 en
Múnich.
Sophie Scholl, fue una dirigente y activista del movimiento
de Resistencia Rosa Blanca, en alemán Die Weisse Rose, en la Alemania nazi.
En el momento de su detención era estudiante de biología y
filosofía en la Universidad de Múnich y su nombre está inscrito en el Walhalla
de los alemanes ilustres.
En 1932, Sophie comenzó sus estudios secundarios en un
colegio para chicas y a los doce participó, al igual que la mayoría de sus compañeras de clase, en la Liga de Chicas
Alemanas, organización femenina de las Juventudes
Hitlerianas,
Sin embargo, su entusiasmo inicial fue transformándose
gradualmente en actitud crítica.
Ella estaba al tanto del punto de vista crítico de
su padre, de sus amigos, al igual que algunos profesores.
Para la familia Scholl la palabra lealtad significaba
obedecer los dictados del corazón.
Lo que quiero para ustedes es vivir con rectitud y libertad
de espíritu, sin importar lo difícil que esto resulte”, le dijo el padre a su
familia.
El arresto de sus hermanos y amigos en 1937, por participar ilegalmente en el Movimiento Católico de las Juventudes Alemanas, la marcó fuertemente.
Comprendió la visión agresiva del nazismo y desde ese momento se hizo tenaz opositora a la dictadura de Hitler.
Tenía talento para el dibujo y la pintura y, por vez primera, entró en contacto con los llamados "artistas degenerados".
Era una ávida lectora que desarrolló un creciente interés por la Filosofía, por la Teología y todo ello constituía su mundo alternativo al Nacional Socialismo.
En la primavera de 1940 finalizó sus estudios secundarios y el tema de su ensayo fue "La mano que mueve la cuna,
mueve al Mundo".
Comenzó a trabajar como profesora del
Jardín de Infancia en el Instituto Fröbel de Ulm-Söflingen.
En la primavera de 1941, comenzó un periodo de seis meses en el
servicio auxiliar de la guerra, como profesora de enfermería en Blumberg.
El régimen de corte militar la llevó a pensar intensamente
sobre la situación política y comenzó a practicar la resistencia pasiva.
Tras sus seis meses en el Servicio Nacional del Trabajo, en
mayo de 1942 se inscribió en la Universidad de Múnich como estudiante de
Biología y Filosofía.
Su hermano Hans Scholl, que cursaba Medicina, le presentó a
sus amigos, los cuales, aunque fueron conocidos a la larga por su postura
política, inicialmente fueron reunidos por su común interés por el arte, la
música, la literatura, filosofía y teología.
También compartían excursiones a la montaña,
esquí, natación y a menudo asistían a conciertos, representaciones de obras y
conferencias.
En Múnich, Sophie se reunió con un buen número de artistas,
escritores y filósofos, especialmente Carl Muth y Theodor Haecker, que fueron
importantes contactos para ella y sus creencias cristianas.
La pregunta que más debatían era acerca de cómo debía actuar
un individuo bajo una dictadura.
Durante las vacaciones del verano de 1942, Sophie Scholl
tuvo que realizar trabajos de guerra en una planta metalúrgica de Ulm.
El arresto de su padre por haberse referido a Hitler frente
a un empleado suyo como “El Flagelo de Dios”, le causó una profunda impresión.
Por ese tiempo empezaron a aparecer varias pintadas en las
paredes y panfletos en la Universidad de Munich sobre un movimiento opuesto a la guerra,
denominado "La Rosa Blanca".
Sophie se sintió atraída de inmediato por este movimiento y
no fue sino hasta semanas después que se enteró que su hermano Hans Scholl y
sus amigos eran los miembros de este grupo que había comenzado con cinco
integrantes y se extendió rápidamente por toda Alemania.
Manifiesto de los estudiantes de Munich |
Hans Scholl y su hermana Sophie lideraban al resto del
grupo, que incluía a Christoph Probst, Alexander Schmorell y Willi Graf.
Cuando en 1942 comenzó la deportación masiva de judíos
comprendieron de que había llegado el momento de la acción. Compraron una máquina de escribir y un mimeógrafo.
El primer panfleto decía entre otros párrafos: “nada es tan
indigno de una nación como el permitir que sea gobernada sin oposición por una
casta que ha cedido a los bajos instintos… La civilización occidental debe
defenderse contra el fascismo y ofrecer una resistencia pasiva antes de que el
último joven de la nación haya derramado su sangre en algún campo de batalla”.
En el segundo panfleto de La Rosa Blanca se leía: “Desde la
conquista de Polonia 300.000 judíos han sido asesinados, un crimen contra la
dignidad humana… Los alemanes alientan a los criminales fascistas cuando
carecen de un sentimiento que clame a la vista de semejantes acciones. Es
preferible el fin del terror antes que un terror sin fin”.
Hans Scholl, Sophie Scholl y Christoph Probst, líderes de la Rosa Blanca. |
El partido nazi controlaba las noticias, la policía, las
fuerzas armadas, el sistema judicial, las comunicaciones, la educación, las
instituciones culturales y religiosas.
El tercer panfleto pedía: “Sabotaje en las fábricas de
armamento, periódicos, ceremonias públicas y del Partido Nacional Socialista…
Convencer a las clases más bajas de lo insensato que es continuar la guerra,
donde confrontamos la esclavitud espiritual a manos de los
nacional-socialistas”.
Sophie fue la encargada de captar al Profesor Kurt Huber
para el movimiento y con su apariencia inofensiva y discreto atractivo, se
encargó de trasladar a otras ciudades propaganda del movimiento y ayudar a
conformar células a nivel nacional.
La Gestapo había estado buscando a los autores de los panfletos desde que apareciera el primero y a medida que el lenguaje se hacía más vehemente, redoblaron sus esfuerzos. Así arrestaron a personas ante la menor sombra de sospecha.
En el cuarto folleto escribieron: “Le pregunto a usted como
cristiano si duda en la esperanza de que algún otro levante su brazo para
defenderlo… Para Hitler y sus seguidores ningún castigo guarda relación con la
magnitud de sus crímenes”.
Luego de la derrota de los alemanes en Stalingrado en 1943 y
la exigencia de Roosevelt de que las fuerzas del Eje se rindieran
incondicionalmente, la invasión aliada estaba ya muy próxima.
El quinto decía que “Hitler está llevando al pueblo alemán
hacia el abismo. Siguen ciegamente a sus seductores hacia la ruina… ¿Hemos de
ser para siempre una nación odiada y rechazada por toda la humanidad?”
Los varones de la Rosa Blanca eran veteranos de guerra, pues
habían luchado tanto en el frente francés como en el ruso.
Fueron testigos de las atrocidades nazis, tanto en el
campo de batalla como en el Holocausto, y eran conscientes de que el revés que
la Wehrmacht había sufrido en Stalingrado podría eventualmente llevar a
Alemania a la derrota.
El profesor de filosofía, Kurt Huber, se mostró indignado al enterarse de las atrocidades cometidas por el Estado en Alemania, y
trabajó en la edición de los últimos panfletos de La Rosa Blanca.
También se sintió motivado para dar conferencias sobre temas
prohibidos, tales como los escritos del filósofo judío Spinoza.
En la segunda mitad
de julio de 1942, la Rosa Blanca tomó una postura más enérgica contra Hitler y en
febrero de 1943, repartiendo las dos últimas series de folletos y pintando
eslóganes anti-Nazis a lo largo de Munich, principalmente en las puertas de la
Universidad "¡Fuera Hitler!".
En la mañana del 18 de febrero de 1943, distribuyeron panfletos
en la Universidad, minutos antes del horario de salida de clase de los
estudiantes.
Con la mayoría ya repartidos en lugares
importantes, Sophie Scholl lanzó los últimos desde lo alto del atrio.
Jakob Schmidt, un empleado de maestranza de la Universidad y
miembro del Partido Nazi, al ver quien lanzó los panfletos, cerró las puertas
del edificio de la universidad y los denunció por teléfono a la Gestapo quienes
los arrestaron.
Los otros miembros activos cayeron pronto en redadas a los
amigos de Hans y Sophie, y tanto el grupo como todo aquel asociado con ellos
fueron interrogados.
La Gestapo colocó a Elsa Gebel, una prisionera política como espía, con la intención de obtener más información, sin embargo, Elsa fue captada por el movimiento y cambió sus convicciones ante
la dictadura, a quienes no proporcionó dato alguno.
Los Scholl y Probst fueron los primeros en comparecer ante
el tribunal, el 22 de febrero de 1943.
El interrogatorio al que fue sometida Sophie fue tan cruel
que compareció ante el tribunal con una pierna rota.
El 22 de febrero de 1943 el “Tribunal del Pueblo” presidido
por Roland Freisler, los acusó de traición, condenados a muerte y ejecutados en
la guillotina ese mismo día.
En un gesto sin precedentes de los guardias, Christoph
Probst fue autorizado a pasar unos momentos a solas con los hermanos Hans y
Sophie Scholl antes de que fueran ejecutados.
Las últimas palabras que Hans gritó desde la guillotina
fueron: “¡Viva la Libertad!”.
Sin embargo, la organización continuó, elaboró un séptimo
panfleto y creció en células clandestinas con el objeto de hacer crecer la
resistencia contra el Régimen.
Jurgen Wittenstein, otro integrante del grupo, fue interrogado por la Gestapo pero no
pudieron probar su participación, de modo que lo dejaron en libertad.
Fue ser transferido al frente, más allá del control nazi, y
resultó ser el único sobreviviente.
Luego de la guerra se trasladó a los Estados Unidos, donde
obtuvo un título universitario, y recibió un premio del Gobierno de Alemania
Occidental por su valor.
Jurgen Wittenstein |
En febrero de 2005 se estrenó el film Los últimos días,
donde la actriz Julia Jentsch interpretó a Sophie, basada en entrevistas con
supervivientes y transcripciones que permanecieron ocultas en los archivos de
la RDA hasta 1990, fue nominada al Oscar a la mejor película extranjera en
2006.
Actualmente "La Rosa Blanca" es sinónimo de lucha por la libertad y muchas calles, parques, avenidas y escuelas de Alemania llevan el nombre de los hermanos Scholl.
Clara Zimmerman en “La Rosa Blanca: su Legado y su Desafío” escribió: “El coraje de nadar contra la corriente de la opinión pública, aun cuando el hacerlo era equivalente a un acto de alta traición, y el convencimiento de que la muerte no era un precio demasiado alto a pagar por seguir los dictados de la conciencia”.
Sophie Scholl, Hans Scholl y Christoph Probst descansan en
el cementerio de Perlacher Friedhof, cerca de la cárcel Stadelheim, donde los
ejecutaron.
Traudl Junge, la secretaria de Hitler dijo: No pensé que
había hecho algo malo al trabajar para Hitler hasta que vi la placa de Sophie
Scholl en Münich, donde vivía, y ví que éramos de la misma edad.
Traudl Junge |