Felice Romani nació en Génova, Italia, el 31 de enero de 1788 y murió en Moneglia, Italia, el 28 de enero de 1865. Poeta, libretista y profesor de literatura y mitología.
Estudió leyes en Pisa pero su pasión era la literatura.
Posteriormente ingresó en la Universidad de Génova, y mientras estudiaba
traducía literatura francesa. Su conocimiento del francés y la antigüedad se
refleja en los libretos que escribió; la mayoría están basados en literatura
francesa y también en fuentes mitológicas o antiguas.
Romani viajó por España, Grecia, Alemania y Francia, y en
1814 se estableció en Milán, donde granjeó la amistad de importantes figuras
del mundo literario y musical y comenzó a escribir para la ópera. Produjo dos
obras para el compositor Simon Mayr, que le lograron un puesto en La Scala.
Romani se convirtió en el libretista más apreciado de su época, escribiendo
casi cien obras.
Por lo general, Romani no creaba sus propias historias; se
mantenía al día con lo que ocurría en el teatro parisino y adaptaba obras
populares. Pero esta estrategia no era siempre segura, dada la escasa
legislación sobre derechos de autor y copia que había para el momento. En una
ocasión Romani utilizó una obra de Victor Hugo para una ópera de Donizetti
(Lucrezia Borgia). Pero luego de las primeras funciones en París en 1840, Hugo
obtuvo un amparo para evitar otras representaciones. El libreto fue modificado
y retitulado como La Rinegata, y los personajes italianos se transformaron en
turcos.
Felice Romani escribió los libretos de las siguientes
óperas: de Vincenzo Bellini, Il Pirata, I Capuleti e i Montecchi, La Straniera,
La sonnambula, Norma, Zaira y Beatrice di Tenda; de Gioacchino Rossini, Il
turco in Italia; y de Donizetti, Anna Bolena y L'elisir d'amore, y con Giuseppe
Verdi colaboró con el libreto de Un giorno di regno.
En 1834 fue nombrado editor de la Gazzetta Ufficiale
Piemontese para la cual escribía crítica literaria.
Felice Romani está considerado como uno de los mejores
libretistas, junto a Pietro Metastasio y a Arrigo Boito.
A continuación, recordamos a Felice Romani, con la ópera Beatrice di Tenda, con música de Vincenzo Bellini, en la versión de Dimitra Theodossiou como Beatrice, el rol de Filippo interpretado por Michele Kalmandi, Josè Maria Lo Monaco encarnó a Agnèse, el personaje de Orombello cantado por Alejandro Roy, Michele Mauro es Anichino, y Alfio Marletta como Rizzardo, junto al Coro y la Orquesta del Teatro Massimo Bellini, todos dirigidos por Antonio Pirolli.
La ópera narra un episodio de la vida de Beatrice Lascaris,
viuda de Facino Cane, casada en segundas nupcias con Filippo Maria Visconti, en
el Milán del siglo XV. Filippo se había cansado de su esposa Beatrice; ella
lamenta su impetuoso matrimonio con él después de la muerte de su primer
esposo, un matrimonio que ha sometido a ella y a su pueblo al poder tiránico
del duque.
Acto I
Filippo acude a un baile en el castillo Binasco en Italia,
ensombrecido como es habitual por el siniestro Rizzardo. Está cansado con todo
el mundo que rinde ocediencia a su esposa. Sus cortesanos le dicen cuánto
simpaltizan con él, y sugiere que los servidores de Beatrice están todos
conspirando contra él.
Se oye bella música de arpa. Agnese, el objeto actual del
deseo de Filippo, canta desde lejos que la vida está vacía sin amor. Filippo se
hace eco de sus pensamientos y afirma cuánto la ama; ella no tiene igual. Sus
cortesanos de nuevo simpatizan con él y lo animan a aprovechar el momento.
Agnese desaparece y se marchan todos. Luego reaparece Agnese, esta vez cantando
por Orombello. Misteriosamente, ella desea que su corazón lo guía hasta sus
brazos y el objeto de su deseo aparece. Orombello dice que él no sabe dónde
está o por qué está allí. Reconfortado por Agnese, empieza a relajarse y está
conforme en que él está profundamente enamorado y, cuando le preguntan por una
carta, le muestra a ella la que él porta. La carta a la que se refiere es una
de las muchas que él ha escrito a Beatrice y no la que Agnese ha enviado a él.
Beatrice entra en uno de sus lugares secretos con sus damas.
Es feliz, pero pronto pierde su aplomo y lamenta cuán desencaminada ha sido por
casarse con el maligno duque Filippo. Cuando todos se van a ir, Filippo los ve
a lo lejos y, creyendo que ella le está eludiendo, exige que ella vuelva. Los
dos se acusan y se enfurecen entre sí, con Filippo presentando algunos papeles
robados del apartamento de Beatrice.
En otra escena, los soldados de Filippo discuten su
silencio. Beatrice entra llevando un retrato de su amado esposo difunto,
Facino. Ella lamenta que todos la han abandonado cuando entra Orombello
protestando que él no lo ha hecho. Excitadamente, le habla a ella de sus planes
de reunir tropas y ayudar a liberarla. Ella le dice que no es muy experto en
asuntos de seguridad. Asombrado, Orombello protesta su amor e, incluso cuando
se lo ruegan, no dejarán su presencia; en lugar de ello, se arrodilla en frente
de ella, momento en el que Agnese y Filippo entran y acusan a los dos traidores
de tener un lío. Todo el mundo se une ahora con acusación, contra acusación,
ataque y defensa. Filippo hace que arresten a la pareja — para ser enjuiciados
por adulterio.
Acto II
Los cortesanos averiguan la terrible tortura que ha sido
aplicada a Orombello. Luego, la corte es reunida y Filippo presenta el caso
para la acusación. Traen a Beatrice a rastras, y ella protesta que el tribunal
carece de jurisdicción. Después llevan a Orombello y, después de buscar
desesperadamente el perdón de Beatrice, proclama su inocencia. Beatrice
recupera su voluntad de vivir y algo en su habla conmueve el corazón de
Filippo. Anuncia que la sentencia debe demorarse. El tribunal indica que la
tortura debe continuar hasta que se diga la verdad. De nuevo, Filippo cambia de
idea y, apoyando la decisión del tribunal, considera que es precisa más
tortura. El tribunal se disuelve.
Filippo y Agnese, lleno de remordimiento, se quedan a solas
y Agnese, dándose cuenta de que las cosas han ido más lejos de lo que ella
esperaba, ruega a Filippo que retire los cargos; pero Filippo, no deseando
parecer débil, rechaza la idea.
Filippo ahora pasa por diversos tormentos y está obviamente
enamorado todavía de Beatrice. Justo cuando había decidido retirar los cargos,
llegan los hombres que aún son leales al difunto condotiero Facino, para
invadir el castillo. Como resultado, Filippo firma la sentencia de muerte, e
intenta justificarse ante el pueblo, culpando a Beatrice.