sábado, 30 de enero de 2016

Shlomo Perel

El Diario El Mundo de España, en su edición digital, publicó este artículo




ISRAEL

Día Internacional de Conmemoración del Holocausto

Nazi de día, judío de noche

Sholomo Perel, de 91 años, sobrevivió a la Alemania de Hitler enrolándose en sus juventudes


De día, gritaba ciegamente "Heil Hitler" contra su propio pueblo en una marea juvenil cubierta con la cruz gamada. De noche, dibujaba con lágrimas una silenciosa estrella de David en la ventana del internado nazi. Su imposible dualidad se hizo posible configurando una historia tan increíble que acabó en la gran pantalla.
El Día Internacional de Conmemoración del Holocausto reaviva hoy los dilemas esquizofrénicos y secretos vitales de Shlomo (Sally) Perel. Este judío nacido hace 91 años en Peine (Alemania) recuerda cada detalle de su doble vida entre los verdugos de su familia y las víctimas de la ideología hitleriana que abrazó para sobrevivir.
Ante el acecho de los nazis en Polonia Perel tuvo que elegir entre dos ruegos, dramáticamente enfrentados, de sus padres. Condenados a la reclusión y segura muerte en el gueto polaco de Lodz, enviaron al chaval de 14 años y su hermano Isaac (30) a la entonces Unión Soviética. Fue la última voluntad de su padre, que murió de hambre en el gueto, y de su madre gaseada en un camión lleno de judíos agolpados como sardinas. Su hermana fue fusilada.

"Tienes que vivir"

-"Nunca olvides quién eres", le exhortó su padre en Yidish, idioma de los judíos de Europa Oriental
- "Tú tienes que vivir", intervino su madre, que le exigía anteponer la vida a la identidad judía, incompatibles en el Holocausto.
Seguir siendo judío o seguir viviendo. Perel hizo caso a su madre aunque para ello tuviese que convertirse en nazi . "Nunca quise ser un héroe sino sobrevivir", confiesa a EL MUNDO desde su casa de la ciudad israelí de Guivataim antes de viajar a Auschwitz. En un hebreo con acento alemán, añade: "Es importante que los jóvenes conozcan la barbarie nazi y sus lecciones como, por ejemplo, no odiar y ponerse en el pellejo del otro". En su caso, el otro se puso en su pellejo.
El papel que interpretó durante casi cuatro años fue criticado por algunos supervivientes de los campos de exterminio pero le excluyó de la lista de seis millones de judíos asesinados en la Shoa.


"No tengo armas. Soy alemán."

Tras despedirse de sus padres y huir del gueto, se refugió en un orfanato soviético de Grodno. Al cabo de dos años, la invasión alemana truncó sus sueños. Los soldados de la Wehrmacht le atraparon en su huida junto a un grupo de judíos cerca de Minsk. Colocado en la fila ordenada por los militares, vivió su primer milagro gracias a la suerte y su dominio de alemán y ruso.
"Un oficial me registró. Cogí seguridad y le dije en alemán de la calle: ¡Ves!, no tengo armas. Me miró fijamente y me preguntó si era judío. Sabía perfectamente que, si decía la verdad, sería asesinado allí mismo. Pensé en el consejo de mi madre y respondí en alemán: No, soy alemán", cuenta. El oficial le creyó y, entre tanta oscuridad, le lanzó una sonrisa. A diferencia del resto, no le obligó a desnudarse para ver si estaba circuncidado.
En ese momento fue declarado "niño alemán liberado". En ese instante murió el judío Shlomo Perel y nació el nazi Josef Periel. "Fue el primer nombre que se me ocurrió", comenta. En lugar de ser enterrado como número de una terrible estadística, resucitó como Jupp, el intérprete del Ejército alemán. Empezaba así su propio Holocausto psicológico con el enemigo ocupando su alma.

Le hizo una foto a Hitler

Quién hubiera dicho a sus padres del gueto que el pequeño Shlomo llegaría a estar a pocos metros del mismísimo Adolf Hitler. "En el 42, nos visitó. Saqué la cámara e hice la foto. Tras la guerra, muchos me preguntaron por qué no intenté matarlo", afirma.
¿No lamentó tener una cámara en lugar de un arma? ¿Quizá hubiera podido cambiar el curso de la historia y salvar a su propia familia?, pregunto. "No quiero entrar en situaciones hipotéticas. Si hubiese disparado a Hitler, no sé si le hubiera alcanzado pero a mí me hubieran matado en el acto", responde y confiesa: "Preferí ser antihéroe y vivir".
Antes de ser enviado a un internado de las Juventudes Hitlerianas, sufrió un abuso sexual de un oficial alemán que le sorprendió por la espalda en la ducha e intentó violarle. Fue el primero y último que descubrió que estaba circuncidado. "Se quedó de piedra y me dijo: Eres judío", recuerda. No le delató ya que no quería que sus superiores supiesen que era homosexual. Secreto frente a secreto.

Dos enemigos: ducharse y soñar

En la academia nazi, lidió con dos grandes enemigos: ducharse y soñar. "En las duchas, intenté evitar que vieran mi circuncisión. En los sueños, como es algo incontrolable, temía gritar sobre mis padres o los nazis y que alguien en el cuarto lo escuchara".
De día era un cachorro nazi que amamantaba la teoría de la raza aria. De noche, un judío que se retorcía en la cama llorando por los suyos y...por su alma. Hoy no olvida el horror visto en el gueto de sus padres desde el tranvía vestido con el uniforme juvenil nazi.
Tras la guerra, se reencontró con su hermano, superviviente del infierno de Dachau. "Nunca podía imaginarme que cerca pasaban los trenes de la muerte ni la dimensión del Holocausto", confiesa al recordar sus conversaciones con supervivientes de Bergen-Belsen.

Escribir para liberar los fantasmas

Perel participó en la guerra de independencia de Israel en 1948. Padre de dos hijos, disfruta de sus tres nietos. Escribir su biografía le sirvió de terapia liberadora de fantasmas y pesadillas. Claudia Müller-la traductora de su libro al español "Tú tienes que vivir" (Ediciones Xorki)- se siente "impresionada por su historia y personalidad. Es joven de espíritu, abierto a todo lo nuevo, maneja las nuevas tecnologías a la perfección y es fan del Barça".
Su historia inspiró la película "Europa Europa" de Agnieszka Holland. Perel recuerda su encuentro con el oficial que le aceptó como alemán. "En mi interior me convencí que decías la verdad"·, le comentó décadas después. No se arrepiente de la mentira. Si llega a desoír a su madre hubiera acabado como ella. Es un superviviente diferente pero al fin y al cabo un superviviente.
Ferviente defensor de la paz con los palestinos, este ateísta declarado no tiene miedo a la muerte. Ni necesidad de ser otro para esquivarla. "Tú tienes que vivir", se repite, como el hijo que cumple la última voluntad de su madre antes de ser gaseada