Gerda Valentiner |
No sólo arriesgaba su vida por esos niños sino que también manifestaba una gran sensibilidad y respeto por las costumbres religiosas de sus protegidos. Al comprobar que algunos de ellos cumplían las leyes dietéticas judías y por ello solamente comían pan, compró utensilios nuevos y alimentos que podían comer.
Moritz Scheftelowitz relató en Yad Vashem que Gerda Valentiner había sido la maestra de su hermana y que una noche de septiembre de 1943 llegó a la casa de sus padres, Ester y Reuben Scheftelowitz, para prevenirlos del inminente peligro. Unos días después Moritz y sus hermanas Dora (más tarde Diamant) y Rita (más tarde Felbest), se mudaron a la casa de Gerda y permanecieron con ella hasta que pudo organizar su traslado. Dos intentos de abandonar el país fracasaron; recién tuvieron éxito con el tercero. Zarparon en un barco de pesca desde un amarradero situado a 10 km de Copenhague. Después de una noche plagada de dificultades llegaron a Landskrona, Suecia.
Al ser preguntada por sus empeños durante la guerra, contestó con modestia:
"Hice sólo lo que muchos daneses hicieron, nada especial. Pensábamos que era perfectamente natural ayudar a personas en peligro de muerte".Después de la guerra tomó una licencia de su trabajo como maestra para trabajar durante dos años como voluntaria en campos de refugiados judíos en Alemania y Austria. En 1971, cuando tenía 68 años, se retiró de la enseñanza y viajó a Israel por un año para conocer el país y estudiar hebreo.
El 28 de julio de 1968 Yad Vashem reconoció a Gerda Valentiner como Justa de las Naciones.