Memoria del Holocausto:
muerte y heroísmo
Claudio Epelman
27 de enero de 2017
Sarajevo, 1941. Dos
amigas, Rivka y Zejneba; una judía, otra musulmana. Mientras la persecución de
los judíos en Europa se intensifica, Zejneba y Mustafa Hardagaa, su marido,
abren su hogar a los amigos judíos Rivka y Yosef Kavilios. "Yosef, tú eres
nuestro hermano; tus niños son como nuestros niños. Siéntete como en casa. Lo
nuestro es tuyo", les dicen al recibirlos. Años después se convertirían en
los primeros musulmanes en ser reconocidos como Justos entre las Naciones por
arriesgar sus propias vidas para salvar la de otro.
Esta llamativa historia de una familia musulmana que ofreció refugio a
una familia judía durante el Holocausto nazi no termina ahí. Algún tiempo más
tarde, durante la primavera de 1992, se produce en Sarajevo un asedio brutal
que desencadena violencia y limpieza étnica. Ese mismo año, en Israel, los
Kavilios siguen las noticias con pánico. En febrero de 1993 comienza la
operación de rescate: Zejneba y su hija Sara comienzan su ruta de escape desde
el Sarajevo sitiado y encuentran refugio en Israel. Tova, una de las hijas de
los Kavilios que solía jugar de niña en la casa de los Hardagaa, recibe a
Zejneba en la pista del aeropuerto. Al saludarla le dice: "Cincuenta años
después, exactamente en el mismo lugar; esto es casi inimaginable". Ambos
se arriesgaron para salvar a sus vecinos. Hoy las dos familias deben su vida
una a la otra.
Elie Wiesel,
sobreviviente del Holocausto y premio Nobel de la Paz, afirmaba que aún peor
que la maldad de los perpetradores fue la indiferencia de las personas buenas.
Durante la Segunda Guerra Mundial fueron asesinados seis millones de judíos
sólo por ser quienes eran, judíos. El nazismo levantó fábricas de
muerte donde la humanidad fue testigo del mayor crimen colectivo del siglo XX.
Cuando repasamos las
persecuciones y las muertes a lo largo de la historia, podemos aprender que si
no logramos quebrar la indiferencia que en el pasado paralizó a la humanidad,
tal vez podamos ser las próximas víctimas. Por ello, la sensibilidad y el amor
al prójimo deben llevarnos a "tomar posición ante las atrocidades",
porque, una vez más en palabras de Elie Wiesel, "el silencio estimula al
verdugo".
Adolf Hitler pensó
que podía asesinar sin sufrir consecuencias, porque confiaba en que las
personas olvidan la historia. Dijo: "¿Quién, a pesar de todo, habla hoy
del genocidio armenio? El mundo se olvidó de esta masacre y de 1.500.000
personas asesinadas". Luego, Alemania invadió Polonia y asesinó a seis
millones de judíos durante el Holocausto.
Hoy, más de 71 años después de la liberación del campo de exterminio de
Auschwitz, seguimos preservando la memoria de lo sucedido. Recordamos las
historias de muerte, pero también recordamos el heroísmo de quienes salvaron
vidas. Las comunidades judías, aún conmovidas por los relatos de los
sobrevivientes y los testigos de esta matanza, asumen un legado moral: recordar
y enseñar la historia para generar de esta manera un mecanismo de prevención de
genocidios.
El sentido de justica
y responsabilidad mutua debe ponernos del lado de la vida. Es nuestra
responsabilidad mantener la memoria viva y, como en el caso de los Hardagaa y
los Kavilios, preocuparnos por la vida del otro como si fuese la propia.
El autor es director ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano.