Héctor Francisco Gagliardi nació en Buenos Aires, Argentina, el 29 de noviembre de 1909, y murió en Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina, el 19 de enero de 1984. Poeta, recitador y letrista de tango.
El sitio www.todotango.com
publicó este recordatorio firmado por Roberto Alifano.
Gagliardi - Entrevista a Héctor Gagliardi, El Triste
Este arquetípico porteño inicia su carrera a los comienzos
de la década del cuarenta y de inmediato, gracias a la radio y a sus
presentaciones en clubes y teatros, Héctor Gagliardi comienza a forjarse lo que
con los años lo convirtió en un personaje de la mitología porteña. Lo suyo fue
describir escenas emotivas de la vida cotidiana a través de versos sencillos,
que exaltaban un sentimiento melodramático gracias al mejor e irremplazable
instrumento que poseía, su voz, sus inflexiones tan particulares, como quien
habla durante un interminable suspiro o está casi sollozando.
«Nací en la calle Lima al 900, barrio de Constitución. Mi
familia era muy pobre y papá murió cuando yo era un pibe, apenas terminé el
colegio me puse a trabajar. Cuando llegué a la juventud nos fuimos a vivir a
San Telmo y comencé a frecuentar un café en la esquina de Defensa y Chile,
cuando con los muchachos nos portábamos mal, el dueño nos suspendía o no nos
dejaba entrar o no nos servía el café. Era la época que con dos pesos en el bolsillo
uno era dueño del mundo, pero costaba conseguirlos. A los veinte años,
inspirado en ese ambiente de barrio empecé a escribir versos. El primero fue
“Media noche [b]” que luego musicalizó Troilo, pero que nunca llevó al disco,
el “Media noche” que registró es otro, el de Méndez y Tavarozzi. Luego también
con Pichuco hice “Claro de luna” que allí quedó y “Vencido”, con música de
Orestes Cúfaro, que llevó al disco D’Arienzo con Alberto Echagüe, también
“Matrimonio”, con música del cantor Roberto Carlés, grabado por los mismos
intérpretes.
«Me hice gran amigo de Celedonio Flores, incluso viví en su
casa de la calle Loyola cuando estaba recién casado. Yo era cobrador de una
empresa importante y él de otra vecina a la mía. Cuando estaba ocupado en sus
cosas yo le hacía sus cobranzas y muchas veces le pasé a máquina los
manuscritos, llegué a conocer sus versos mejor que él. Era mi ídolo y como me
llevaba veinte años de edad, me trataba como un hijo, gracias a sus consejos
fui perfeccionando mi poesía. Fue mi padrino de boda y me llevaba a todos
lados. De su mano, recité por primera vez en público. Fue en un restaurante de
la cortada Carabelas, tras un imponente puchero. Había un grupo de actores
importantes, estaban Alippi, Petrone, Magaña. También, Homero Manzi que dijo lo
suyo, luego fue Celedonio, que cuando terminó anunció: «Ahora les voy a
presentar a un poeta porteño que les va a glosar sus cosas» y me subí a mi
silla. Varios me conocían pero no tenían idea de lo que hacía. Les encantó.
Entonces se acercó Tito Martínez del Box, quien por entonces era el productor
del programa de Jabón Federal. Me preguntó si era cierto que los versos eran
míos y luego cuántos tenía hechos. Le respondí que más o menos unos cuarenta. E
insistió. «¿Son cuarenta sí o no?» Me sugirió que a la mañana siguiente pasara
a verlo por la radio. «Las cosas suyas pueden andar». Lo consulté con
Celedonio. «Tenés que ir sin falta, allí puede estar tu futuro».
«A la mañana siguiente llegué a Radio Belgrano a la hora
fijada. Mientras esperaba pasaron unos señores bien trajeados que hablaban de
un poeta que era una especie de Evaristo Carriego moderno. Tito Martínez me
vino a buscar, me llevó a un estudio y allí estaban esos señores: «¡Bueno,
recíteles sus versos!» Yo no tenía experiencia. Hice “Cinco guitas”, “El
almacén”, “El sapito” y, cuando levanté la vista, vi que todos los tipos
estaban llorando, incluso Tito.
«Cuando comenzó el verano de 1941 el programa de Jabón
Federal estaba dedicado al tango y me incluyeron. Tito me pidió que le mandara
unas fotografías y como no estaba en onda envié dos de carnet, esas de 4x4, por
poco me mata, y yo no tenía plata para fotos de estudio, y en las revistas
dedicadas a la radio aparecía chiquitito junto a la inmensa de Azucena Maizani,
la estrella del programa.
«El debut fue el 5 de enero de 1941, recién había escrito
“Reyes magos” que hablaba de la guerra, de los pibes, de los juguetes. El
programa iba los domingos al mediodía, todo el mundo tenía parientes en Europa
que estaba en guerra, fue un golpe, un espaldarazo, le amargué los tallarines a
unos cuantos. A la semana Tito me llama para que retirara la correspondencia
que había llegado a la radio. Eran dos bolsas repletas de cartas. Cuando
regresé a mi casa nos abrazamos con mi esposa y nos pusimos a llorar de la
emoción, en algunos sobres había pañuelitos, medallitas, estampitas, fue por
entonces que me apodaron El Triste.
«El dueño de la radio era Yankelevich, yo le gustaba mucho y
enseguida me dio trabajo en otro programa, se llamó Mediodía Porteño, con la
orquesta de Francisco Canaro y me ofrecieron que escribiera los libretos. Fue
un éxito y seguimos hasta fin del año. También hicimos una gira a Tucumán y
Santiago del Estero con todo el elenco de la radio, se alquiló un tren especial
y allí estaban Filiberto, Lomuto, la jazz Santa Anita y tantos otros. Yo me
preguntaba si lo mío iba a interesar en las provincias. Cuando me presenté en
público y recité “Cinco guitas”, “La bolita [b]”, “La maestra”, me ovacionaron.
El programa de Federal iba en cadena a todo el país. Fui la estrella de la
embajada.
«Lo mío fue muy rápido, el mismo año del debut en radio
apareció el primer libro Puñado de emociones, que me prologó otro gran amigo,
Alberto Vacarezza. Lo sacó la editorial Julio Korn, sólo dos mil ejemplares. No
le di mayor importancia y durante quince días no aparecí por la editorial,
anduve en otra cosa, hasta que en la calle me encuentro con el gerente, me
andaban buscando, los libritos se acabaron enseguida y ya estaban imprimiendo
diez mil más. Después salió Versos de mi ciudad, Por las calles del recuerdo,
con prólogo de Homero Manzi, Esquina de barrio, prologado por Cátulo Castillo,
más adelante El sentir de Buenos Aires. En total, entre todos, un millón y
medio de ejemplares.
«Pero el éxito no me mareó, a tal punto que recién en 1944,
cuando con gran foto en la puerta comienzo a trabajar en El Tronío, el único
argentino entre tantas figuras españolas, abandoné mi trabajo de cobrador.
Entonces lo hacía para una empresa de aceite para cocina. Recuerdo que a veces
entraba a los almacenes y veía mi foto encima de la radio, me pagaban y me iba
calladito. Ni se imaginaban que yo era el de la foto. Sólo una vez, una cliente
en Chacarita me dijo que yo me parecía a El Triste. Colmado de orgullo le dije que
era el que se encontraba frente a ella. La mujer largó la carcajada y exclamó:
«¡Qué buena broma! ¿Usted El Triste?, pero por favor». La gente pensaba que los
que trabajaban en radio eran superdotados, no personas de carne y hueso. Nunca
más me identifiqué, dejé que pensaran que El Triste era un mito, un ser
inalcanzable.
«Con mi labor de recitador empecé a ganar en un día lo que
como cobrador ganaba en un mes. Y fui estando en todos lados, en el Teatro
Maipo, con Adolfo Stray y Fidel Pintos, en locales nocturnos, en otros teatros,
en la radio, en la televisión, hice una gira por toda Latinoamérica y viví una
buena temporada en México. Hice varios discos de larga duración con mis versos.
«Sé que dicen que mis versos no están a la altura de los
grandes poetas, pero no me preocupa. Simplemente soy un creador sincero que le
canta a las cosas que conoce y quiere. En mis versos no hay trampas ni
mentiras, son realidades que yo conocí de una ciudad llena de encantos, que
ahora también los tiene, pero antes era más familiar, nos conocíamos más,
éramos compinches, por la calle Corrientes nos saludábamos de vereda a vereda.
A mi poesía no la sabría definir con exactitud, pero puedo asegurar que el
pueblo la entiende bien.» *
Comienza el año 1984 y tiene una propuesta para actuar en
Mar del Plata, no anda bien de salud y su médico le aconseja no trabajar, pero
desobedece. Allí le comenta a sus amigos que se siente como gastado y así era
en realidad, tenía la vida gastada por el tiempo. Alguien escribió alguna vez:
¡Crueldad del tiempo que eterniza poesías mientras destruye poetas!
Sus versos que llegaron a ser musicalizados y llevados al
disco son: “Alergia” (milonga) con Enrique Francini, “Primer beso” (vals) con
música de Carlos Dante y Pedro Noda, “Humillación [b]” con Pedro Vergez,
“Perdoname hermano”, con Edgardo y Osvaldo Donato, “Uruguay yo te saludo”, con
Donato Racciatti, “Yo te recuerdo tranvía”, con Leopoldo Federico y los ya
mencionados: “Vencido”, “Matrimonio”, “Media noche [b]” y “Claro de luna”. Existe
una toma radial de Aníbal Troilo de su tango “Media noche [b]”, cantado por
Aldo Calderón, lamentablemente, con un audio deficiente.
A continuación, lo recordamos en el día de su nacimiento,
con El Padre.