Muere a los 107 años el profesor holandés que salvó
a 600 niños durante la ocupación nazi
Johan Van Hulst era
un héroe de la Segunda Guerra Mundial, muy a su pesar
Las últimas fotos de Johan van Hulst, antiguo maestro y luego senador
holandés del partido democristiano, lo muestran elegante y alerta. Tenía 107
años y era un héroe de la II Guerra Mundial a pesar suyo. Durante la ocupación
de su país, su escuela de formación de profesorado estaba frente al Hollandse
Schouwburg, un teatro de Ámsterdam situado en el corazón de la
comunidad judía local. Considerado un lugar indeseable por los nazis, allí
metían a familias enteras para luego deportarlas a campos de concentración. Separados de sus padres, los
menores de 12 años acababan en una guardería junto al local de Van Hulst. Y esa
coincidencia marcó su vida. Para los pequeños era solo un descanso camino del
mismo destino de los adultos, pero unos 600 fueron escondidos entre familias de
acogida del país burlando al invasor.
En la parte de atrás, los jardines de ambos centros tenían solo una
valla de separación, y bajo la supervisión de Johan van Hulst, los niños fueron
pasados de uno a otro entre 1942 y 1943. Los cuidadores hacían filigranas para
no llamar la atención. Cuando la guardería estaba llena, y él les hacía sitio
en su propia escuela a instancias de las autoridades, se las arreglaba para
inscribir a menos de los que en realidad llegaban. Le ayudó Walter Süskind, un
judío alemán refugiado en Holanda, que llevaba la cuenta de los residentes
judíos de la capital y borró los documentos de cientos de niños. La directora
de la guardería, Henriëtte Pimentel, también participó. “El cambio de una
escuela a otra se producía a la hora de la siesta infantil, cuando los nazis no
vigilaban de forma estricta”, según los responsables del Museo del Holocausto, abierto hoy en la propia escuela.
Otro buen momento era el paso del tranvía, que cruza aún la misma calle. Cuando
el vehículo bloqueaba por un momento la vista de los gendarmes de enfrente, los
pequeños eran sacados en bici, metidos en sacos y cestas.
Por todo ello, Van Hulst es citado
por Yad Vashem, la institución israelí que recuerda
el Holocausto, como uno de los que arriesgaron su
vida por ellos sin ser judíos. “No me gusta hablar de esa época. No me gusta
ser protagonista de nada, porque solo pienso en los miles de niños que no
pudimos salvar”, le dijo, en 2015, al rotativo de Ámsterdam, Het Parool. También recordó en aquella entrevista
que había visto “día tras día, cómo arrancaban a los hijos de sus padres;
dejemos de lamentarnos: en ningún país se llevaron a tantos como en Holanda”.
Por el Hollandse Schowburg pasaron entre 1942 y 1943 más de 46.000 personas. Al
final de la guerra, de los cerca de 104.000 judíos holandeses deportados, solo
regresaron unos 5.000. Van Hulst tuvo que esconderse del ocupante en 1945, y no
reapareció hasta la liberación de Holanda por las tropas Aliadas, en mayo de
ese mismo año.
Hijo de un tapicero y estupendo ajedrecista, era catedrático de
Pedagogía y se metió en política después de la contienda. Entre 1956 y 1981 fue
senador cristianodemócrata, y también europarlamentario. En 1972, recibió el
reconocimiento oficial de Yad Vashem, como héroe de guerra, y en la capital
holandesa se inauguró un puente con su nombre. “Vi como dos oficiales de las SS
le arrancaban una muñeca a una niña, y la partida [hacia la muerte] de tantos
otros niños. Eso no se borra de mi retina”, le explicó al Centro para el
Estudio de la Guerra, el Genocidio y el Holocausto, en otra entrevista,
destinada a sus archivos. Por eso prefería que no le llamaran héroe.