Carl Orff nació en Múnich, Alemania, el 10 de julio de 1895, y murió en su ciudad, el 29 de marzo de 1982. Compositor.
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CARL ORFF
Carl Orff sigue siendo un enigma en la historia musical de
la Alemania nazi. En términos artísticos, parecía que la suerte iba a estar en
su contra cuando los nazis llegaran al poder, ya que se creía que el compositor
se iba a convertir en otra víctima de las políticas culturales opresivas del
Tercer Reich. Sin embargo, Orff se las ingenió para encontrar un lugar para él
y su música en la Alemania nazi. La música de Orff, como la de Paul Hindemith y
Ernst Krenek, solía estar catalogada como “degenerada”, pero los intentos del
artista por congraciarse con el régimen dieron sus frutos. A principios de
1940, su música era celebrada por muchos nazis de la elite y su ópera Carmina
Burana fue una de las piezas más populares de la Alemania nazi. No obstante
ello, tiempo después, quedó libre de su reputación de colaboracionista durante
la época de Hitler: por medio de declaraciones engañosas sobre sus propias
“actividades de resistencia” durante los años nazis y por poner énfasis en
opiniones negativas que los nazis tenían sobre su música, logró hacer borrón y
cuenta nueva para trabajar en la Alemania de la posguerra.
Carl Orff nació en 1895 en una honorable familia de
funcionarios y eruditos de Munich. Su madre era una pianista consagrada, quien
le daba clases cuando era pequeño. Se alistó en el ejército de adolescente pero
retornó a su hogar en 1917, luego de padecer un episodio semimortal de trauma
de guerra. Después de experimentar muchos años y probar varias posibilidades de
carreras musicales, Orff se convirtió en socio de la Escuela Günther de Munich,
una institución educativa que unía la música y el movimiento. El compositor
mantuvo el interés por la educación de música de por vida.
Hacia fines de 1920, Orff se había hecho conocido por ser
una figura renombrada en el pequeño pero importante oasis musical modernista en
una Munich conservadora: la Liga de Música Contemporánea. Fundada en 1927,
presentaba obras de Bartok, Hindemith, Schoenberg y Stravinsky, entre otros. El
joven músico también colaboró brevemente con Bertolt Brecht y participó del
innovador Club Bach de Munich. Todo esto solidificó su reputación de estar al
margen de la tendencia prevaleciente, incluso de vanguardia. Sin embargo, su
protagonismo estaba aumentando lentamente a principios de 1930, cuando Hitler
llegó al poder y la realidad de componer música en Alemania estaba por cambiar
dramáticamente.
Como muchos otros artistas de la época, Orff era considerado
izquierdista. Tenía muchos amigos judíos, incluyendo a Kurt Weill y al poeta
Franz Werfel y colaboraba en gran medida con conocidos marxistas como Brecht.
También hay informes que indican que Orff era en parte judío, un hecho que le sumaba más
inseguridad. A pesar de ello, o quizás debido a eso, Orff nunca se resistió ni
se opuso abiertamente o secretamente a las políticas nazis. Como reconocía la
inestabilidad de su situación en la nueva Alemania nazi durante los años 30’,
intentó establecer su lealtad al régimen. Obtuvo un trabajo en el cual componía
música para escuelas, desarrolló sus teorías sobre la pedagogía musical y trató
de integrar sus ideas con las políticas musicales de las Hitlerjugend
(Juventudes Hitlerianas), a veces incluso ajustándolas específicamente a las
demandas nazis. Dado que prefería olvidar todo tipo de asociaciones con
artistas judíos, izquierdistas o modernistas, Orff enfatizó su odio hacia la
música jazz y la atonalidad de Schoenberg y sus discípulos y se focalizó en su
sincera y profundamente arraigada admiración por la música folclórica.
Por años, la Kampfbund für deutsche Kultur (Organización de
Combate por la Cultura Alemana) tildó a Orff de bolchevique cultural. Esta
peligrosa reputación inicialmente fue confirmada en el controvertido estreno de
su obra más conocida, Carmina Burana, en 1937. A pesar de que Orff cada vez
tenía más contacto con funcionarios nazis y de su bien conceptuado trabajo en
pedagogía musical, el estreno recibió críticas punzantes del influyente
musicólogo nazi Herbert Gerigk. Según Gerigk, Carmina Burana sufrió de un
“retorno erróneo a elementos primitivos del instrumentalismo y de un extraño
énfasis en la fórmula rítmica”. Para la mayoría, una crítica tan mordaz habría
significado el final de la obra, o bien el final de la carrera del compositor.
Sin embargo, sus contactos positivos con figuras de alto rango y la genuina
popularidad de la obra con el público gradualmente la convirtieron en un éxito.
A pesar de sus exóticos sonidos y temas sexuales, la obra fue percibida como
“una celebración del poder ininterrumpido del instinto de vida” y se dijo que
sus melodías elementales y ritmos atestiguaban el “poder indestructible y
reemergente del estilo de vida de la gente común”.
El éxito de Carmina Burana hizo que el alcalde de Frankfurt
le pidiera al compositor que escribiera una música alternativa de “Sueño de una
noche de verano” con la finalidad de reemplazar a la música popular compuesta
por Mendelssohn. Luego de estos logros, Orff encontró un lugar cómodo dentro
del Partido. La Escuela Günther sistemáticamente aparecía en los eventos del Reich,
la propia música de Orff con frecuencia
estaba presente en recepciones del Partido y él daba clases de música
para organizaciones del Partido. Para 1944, Orff estaba en la cima de su
carrera musical. Si bien nunca fue aceptado como un compositor ‘nazi’ clásico,
la popularidad de sus obras le aseguró un subsidio estatal nazi y frecuentes
premios por composiciones. Al reflexionar sobre el dilema que la música de Orff
le presentaba al Estado Nazi, Goebbels dijo:
Su Carmina Burana exhibe una belleza exquisita y si
lográramos que hiciera algo sobre su letra, su música seguramente sería muy
prometedora.
Después de la guerra, junto con muchos otros artistas que
habían continuado siendo activos bajo el régimen nazi, Orff fue incluido en una
lista negra, como alguien con potencial necesidad del proceso de
desnazificación. Sin embargo, logró limpiar su nombre con la ayuda de un amigo
norteamericano. De pronto, con miedo de ser “demasiado nazi”, en lugar de no
ser lo suficientemente nazi, Orff inventó un relato elaborado sobre su
participación en el grupo de resistencia de Munich, La Rosa Blanca, organizado
por su amigo Kurt Huber. (De hecho, nunca participó del grupo). Además, a pesar
del éxito de Carmina Burana durante el mandato de Hitler, sistemáticamente
alegaba que la obra estaba relacionada en forma encubierta con la ideología
anti nazi. Orff falleció en Munich en 1982 como uno de los compositores
alemanes más destacados del siglo XX.
A continuación, lo recordamos en el día de su nacimiento,
con Carmina Burana, en la versión de los solistas Robert Orth, Caitlyn Lynch y Michael
Maniaci, junto al Coro y la Orquesta Sinfónica de la Universidad del Temple,
dirigida por Andreas Delfs.