Glenn Herbert Gould, más conocido con el nombre de Glenn Gould, nació en Toronto, Canadá, el 25 de septiembre de 1932 y murió el 4 de octubre de 1982.
Fue un pianista especialmente reconocido como intérprete de
las sonatas y de las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach, así como de
las obras para piano de Arnold Schönberg.
Reproducimos a continuación un artículo del Diario El País, de Madrid, del 4 de abril de 2007, sobre el pianista Glenn Gould y a continuación un documental.
El enigma de un pianista revolucionario
Una nueva biografía y un libro de entrevistas indagan en la
compleja personalidad del mito de Glenn Gould
ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS Madrid 4 ABR 2007
"Lo que ocurre entre mi mano izquierda y mi mano
derecha es un asunto privado que no le importa a nadie". Así zanjaba Glenn
Gould en 1974 la pregunta del periodista Jonathan Cott sobre la célebre postura
que adoptaba frente al piano. Flexionado como un feto en el útero materno,
Gould (Toronto, 1932-1982) se sentaba sobre una silla de madera paticorta
(construida para él por su padre) que dejaba su nariz a ras del teclado.
Encorvado, siempre ensimismado, canturreando, el pianista
canadiense rompió con su excéntrica personalidad las leyes que hasta entonces
marcaban la pauta estética -y escénica- de los concertistas. Subía al escenario
con el frac arrugado bajo una -o varias- bufandas, abrigo y mitones. Dejaba sus
manos a remojo durante veinte minutos antes de tocar y siempre evitaba el
contacto físico (a lo Howard Hughes) con extraños. Huía de la fama, de su
público, y sólo encontró respiro en las herméticas salas de grabación.
Pero sus salidas de tono, su adicción a las pastillas y su
patológica fobia a lo extraño sólo son parte del culto a la personalidad de uno
de los pianistas más intensos y brillantes de la historia, un hombre
escurridizo y errático, que plantó cara a las tradiciones y cuya versión de Las
variaciones Goldberg de Bach (más allá de ser la pieza predilecta de los
banquetes de casquería del caníbal Hannibal Lecter) es un hito del siglo XX.
Dos nuevos libros -la biografía Vida y arte de Glenn Gould,
escrita por Kevin Bazzana y publicada por Turner, y Conversaciones con Glenn
Gloud, de Jonathan Cott, editado por Global Rythm dentro de su colección
PoliRitmos, en la que está previsto publicar el próximo otoño la
correspondencia del pianista- indagan en la compleja personalidad de Gould. Su
muerte prematura, a los 50 años, y su repentina retirada de los escenarios, a
los 34, contribuyeron notablemente a agrandar su leyenda. Sobre su retirada, él
explicó que tenía que ver con su negativa a entrar en el espíritu competitivo
que esconde todo virtuosismo exhibicionista.
Un derrame cerebral, provocado por una infección mal
atendida, causó su imprevista muerte días después de su cumpleaños. Los médicos
no se alertaron: Gould llevaba años con dolores de cabeza, resfriados y males
menores para los que se automedicaba de manera compulsiva. Ya entonces la
figura de Gould estaba rodeada de leyendas y desconcierto. Su psiquiatra, Peter
Ostwald, explicó que su personalidad, aunque no se podía catalogar, tenía
muchos elementos del síndrome de Asperger, una variante del autismo en la que
confluyen una sensibilidad extraodinaria para los estímulos sensoriales con
actitudes obsesivas en la rutina y una fobia acusada a todo acto social.
Jonathan Cott (autor de la biografía de Bob Dylan On the sea
of memory) habló con Gould durante varias ocasiones a lo largo de 1974. Gould
tenía entonces 42 años y vivía retirado de la vida pública, sumergido en sus
grabaciones de estudio. Todas las conversaciones con Cott se mantuvieron por
teléfono (aparato que Gould adoraba) y en ellas se trasluce la erudición del
músico, sus manías y sus gustos. "Duermo con la radio puesta. De hecho,
desde que dejé el Nembutal soy incapaz de dormir sin la radio", le
confiesa en un momento al entrevistador para luego explicarle que no entiende a
la gente a la que le molestan los ruidos de fondo: "La radio me permitió
superar un bloqueo mental con el Opus 109, de Beethoven. Me resulta imposible
entender a la gente a la que le molestan los hilos musicales. Yo me pasaría la
vida subiendo y bajando en un ascensor. Por sosa que sea, no me molesta. No
discrimino". Escuchando la radio, Gould descubrió a Petula Clark y a los
Beatles. Adoraba a la cantante del sur de Inglaterra y le horrorizaba el
cuarteto de Liverpool.
Según Kevin Bazzana la leyenda de Gould está llena de
exageraciones. Su negativa a estrechar la mano en realidad sólo era con los
desconocidos por miedo a alguna fractura (los peores, según llegó a contar
Gould a un amigo, eran los jóvenes y los hombres de baja estatura). Lo cierto
es que los demonios internos le acechaban desde niño y el rechazo a lo extraño
no era una farsa. Gould, que sólo tuvo dos profesores de piano -su madre y el
chileno Alfonso Guerrero, a quien dejó el día que consideró que ya no tenía
nada más que aprender de él- vivió una vida ermitaña y monacal. "El ego de
Gould era tan frágil como resistente", escribe Bazzana. Y su influencia en
generaciones posteriores definitiva, añade el biógrafo que citando a otro mito,
Herbert von Karajan, concluye: "Su estilo abrió el camino del futuro".
A continuación un documental de Bruno Monsaingeon.