La emocionante y riesgosa cruzada de los dueños de un
zoológico polaco que salvaron de la muerte a 300 judíos
Los Zabinsky: el matrimonio que pudo contra las bombas y
creó un ingenioso sistema de protección y escape
Por Alfredo Serra 19
de mayo de 2018
Especial para Infobae
"Siempre hay más oscuridad debajo de una
farola"
(Proverbio polaco)
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Año 1939. Las hordas nazis han invadido Polonia. En el
zoológico científico de Varsovia, la capital, ya no quedan animales: las bombas
de los monstruos de la cruz gamada han roto ese delicado equilibrio de parques
verdes, jaulas impecables, animales extraños como el hipopótamo y bellísimos
como el tigre de Bengala: acaso el más majestuoso de la Creación…
No contentos con el desastre del bombardeo, las tropas de
Hitler invaden el zoológico, se llevan a los mejores animales salvados del
ataque –había en total mil quinientos–, y le dicen a sus dueños que "los
llevaremos a Alemania para cuidarlos y que se reproduzcan, y al terminar la
guerra, que durará muy poco, se los devolveremos".
El zoológico de los Zabinski en Varasovia tenía decenas de animales que los nazis se llevaron |
Mentira miserable… Los dueños del zoológico, el matrimonio
de Jan Zabinsky y Antonina Erdman, que han edificado ese lugar diez años antes
y con enorme esfuerzo, quedan devastados. Toda una vida, una historia y una
empresa científica, racional, se ha ido bajo la brutal bota del enemigo.
Jan es biólogo, profesor, y dirige el zoológico. Ha nacido en Varsovia en 1897,
de familia católica. Madre, Helena Strzeszewska, hija de terratenientes. Padre,
Józef Zabinsky, notario. Quienes, desde muy temprano, lo han educado en el
profundo amor a los animales.
Más allá de eso, a los 22 años se une a la recién nacida Armada Polaca, combate en la guerra Polaco–Soviética de 1920, y recibe su primera Cruz del Valor…
Más allá de eso, a los 22 años se une a la recién nacida Armada Polaca, combate en la guerra Polaco–Soviética de 1920, y recibe su primera Cruz del Valor…
Estudia zoología en la Escuela de Ingenieros Agrónomos,
logra el doctorado, empieza a enseñar en la Universidad de Ciencias Biológicas,
y allí conoce a Antonina Erdman, otra amante del mundo animal. No tardan en
casarse y tener dos hijos: Ryszard, varón, y Teresa.
Fundado el zoológico en 1929, un lugar modelo, imaginan su
vida entre las especies como una forma del Paraíso…
Pero diez años después, ese sueño es tierra arrasada.
Solos, sin más compañía que sus hijos, aun pequeños, vagan noche
y día por entre los restos de animales muertos y jaulas destruidas… hasta que
una idea los ilumina.
Muchos de sus amigos son judíos, y pronto se enteran –y
se horrorizan– del brutal trato de los nazis contra esa comunidad, y peor aún,
del plan de deportaciones y exterminio que se cierne como un ominoso Leviatán…
Como el zoológico, además de destruido ha sido clausurado por el ejército
invasor, está desierto, los Zabinski juegan una carta brava, pero riesgosa:
proponen crear allí una granja de cerdos que servirían de alimento a las
tropas. Los oficiales aceptan: nada menos que comida buena, gratis y a mano…
Pero… ¿cómo y dónde conseguir alimento para los cerdos?
Lugar ideal: el gueto. Material: la basura y todos los desechos allí
producidos.
Los nazis no desconfían, y Jan –alistado como
empleado municipal– consigue permiso para entrar y salir del gueto. Con los
desperdicios… pero ocultando en el mismo camión a judíos que más tarde o más
temprano serían asesinados.
Una vez fuera del gueto, una organización
clandestina les conseguía salvoconductos falsificados: el perfecto modo de huir
y salvarse.
¿Cómo se ocultaban en las ruinas del zoológico? Believe
it or not… en el chalet del matrimonio había una bodega sin
ventana que se conectaba por un túnel secreto hasta el zoológico. El
lugar estaba casi a oscuras. Apenas iluminados por unas farolas salvadas del
bombardeo. Y las jaulas, perfectos escondites, ya que la mayoría tenía
un subsuelo para los animales cuando se hacían las tareas de limpieza.
De a poco, y en los camiones de desperdicio, fueron llegando
diez, veinte, hasta treinta judíos por vez. Algunos se quedaban unas horas.
Otros, varios días. Otros, meses… hasta que conseguían el documento salvador.
Cifra trágica: en vísperas de la Segunda Guerra Mundial había 380 mil judíos en Varsovia. Casi todos murieron en los campos de exterminio.
¡Pero 300 fueron salvados por Jan, Antonina, y su ardid!
Un testimonio entre muchos: Moshe Tirosh tiene hoy 80 años,
recuerda el frío glacial del invierno de 1943 en Varsovia, y el olor de la
bolsa de papas en que sus padres lo encerraron a sus cinco años con su hermana,
una beba…, tiraron la bolsa sobre un muro, y cayeron dentro del zoológico.
¿Cómo eludieron los Zabinsky las continuas inspecciones de
las patrullas nazis? Otra vez believe it or not… Antonina los
recibía, muy cortés y sonriente, ponía en su gramófono la opereta "Pars
pour la Crête", y esa belleza musical era la advertencia de
"¡Vienen los criminales!" Los judíos se ocultaban aún mejor, y cuando
las patrullas se iban, el gramófono dejaba oír la "Mazurca" de
Chopin…
Entre los salvados: la escultora Magdalena Gross y su
marido, la escritora Rachela Auerbach, el matrimonio Regina y Samuel Kenisgwein
y sus hijos… A cada uno de los refugiados se les daba el nombre de un
animal, y en adelante, al referirse a cualquiera de ellos, debían decir
"Tigre, elefante, cebra, león": el código para que ningún
apellido judío fuera descubierto…
Drama final: Jan fue herido en el levantamiento del gueto de
Varsovia (19 de abril a 16 de mayo de 1943), se salvó, fue llevado a un campo
alemán, y liberado por los aliados en octubre de 1945.
A cada uno de los refugiados se les daba el nombre
de un animal:“ Tigre, elefante, cebra, león”: el código para que ningún
apellido judío fuera descubierto
Antonina y sus hijos, también apresados y rumbo a otro campo
de la muerte, escapó en el camino con sus hijos, se refugió en una aldea, y
allí vivieron hasta el fin de la guerra.
Jan regresó a Varsovia, volvió a enseñar en la universidad,
escribió más de cincuenta libros, y condujo un muy popular programa de radio
sobre animales, sus vidas y sus costumbres.
El 7 de octubre de 1965 y en una ceremonia modesta y casi
privada, fueron reconocidos como "Justos entre las Naciones": el
máximo honor que conceden los judíos a aquellos que salvaron vidas de su gente.
Antonia murió en 1971. Jan, en 1974.
Antonia murió en 1971. Jan, en 1974.
Acaso hasta su final, ninguno pudo olvidar las aterradoras
escenas que cambiaron violentamente sus vidas. Las bombas sobre el zoológico.
La destrucción total. Los mejores animales robados por los nazis. Y la masacre
de muchos otros que huyeron y vagaban por las calles en busca de comida… y eran
matados a tiros por los soldados nazis. Que así ejercitaban su puntería.
Monstruos contra inocentes. Una muestra más de la barbarie
de "la raza superior" contra animales y humanos indefensos.