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publicó este recordatorio firmado por Ricardo García Blaya.
En la segunda mitad de la década del treinta las músicas
internacionales prevalecían sobre el tango, a tal punto, que nuestras orquestas
típicas más tradicionales incluían en su repertorio foxtrots, polcas, corridos,
pasodobles, congas y rumbas.
Desde Francisco Canaro, Francisco Lomuto y la Típica Victor,
hasta Julio De Caro y Osvaldo Fresedo, mixturaron los tangos con las músicas
más extravagantes.
Pero la irrupción del ritmo audaz y vertiginoso de Juan
D'Arienzo, coloca nuevamente al tango en la preferencia de los jóvenes, que no
sólo recuperaron el gusto por su danza, sino que también se lanzaron a
recrearlo.
Aparecieron entonces, cientos de orquestas y vocalistas,
produciéndose el renacimiento del dos por cuatro y así, la maravillosa década
del cuarenta.
Alfredo De Angelis se inscribe dentro del grupo de orquestas
que pusieron el acento en el baile. Esto sin embargo no significa que carecieran
de valor artístico, por el contrario, eran afiatadas, muy bien orquestadas y
contaban con grandes músicos y vocalistas.
Nuestra elite intelectual siempre despreció lo popular, lo
que prendía rápidamente en el gusto de la gente, porque no valorizaba, ni
valoriza, el fenómeno sociocultural que significa la danza.
Siempre escuché decir sobre De Angelis que era una orquesta
calesita, que sólo servía en el salón, que le faltaba creatividad. Supongo que
el adjetivo hacía alusión, a la curiosa modalidad de los bailarines de recorrer
el terreno girando ordenadamente alrededor del perímetro de la pista. Desde
otra óptica, la crítica podía apuntar a la música fácil, elemental y rutinaria
de las calesitas (carruseles).
A estas definiciones las encuentro desafortunadas.
De Angelis tuvo la belleza de un trabajo armonioso y
sincronizado, del que resultaba un tango prolijo y sencillo, logrado con un
eficaz manejo del ritmo y muy respetuoso de la melodía y del lucimiento del
cantante.
Se dirá que el estilo era simple y la fórmula poco ambiciosa
se repetía, pero hoy, a la distancia, me deleito escuchando sus grabaciones
algunas de ellas antológicas. “Al pie de la Santa Cruz”, “La brisa”, “Ya
estamos iguales” (con la voz de Carlos Dante), “Marioneta” (a cargo de Floreal
Ruiz), “Atenti pebeta”, “Un tango y nada más”, “De igual a igual” (con Julio
Martel).
Nació en la localidad de Adrogué (sur del gran Buenos Aires)
y de muy chico comenzó a aprender solfeo y armonía. Sus primeras actuaciones
fueron acompañando al cantor Juan Giliberti, que anunciaba sus presentaciones
con carteles que afirmaban que el propio Gardel lo había reconocido como su
sucesor.
Al poco tiempo pasa a la orquesta de Anselmo Aieta
reemplazando al pianista Juan Polito. Como dato curioso, en aquella formación
participaba como violinista Juan D'Arienzo.
Conjuntamente con el bandoneonista Ernesto de la Cruz,
acompaña al cantor Félix Gutiérrez, exitoso estribillista de varias orquestas
de la época. Fugazmente, allá por 1934, pasa por la orquesta de Graciano De
Leone. Después arma un binomio con Daniel Alvarez y más tarde, integra la
orquesta Los Mendocinos dirigida por Francisco Lauro.
Es recién a partir de 1940 que forma su propia orquesta,
debutando el 20 de marzo de 1941 en el café Marzotto de la calle Corrientes,
con los vocalista Héctor Morea, quien es el único de sus cantores que no llega
al disco.
Actúa en radio El Mundo, con las voces del referido Morea y
de su nueva incorporación, Floreal Ruiz. Así llegamos al Glostora Tango Club,
mítico programa radial que se emitía diariamente y que estaba un ratito antes
del más popular de los radioteatros: Los Pérez García.
Así, De Angelis adquirió fama y popularidad y no resultó
extraño que el sello Odeon lo incorporara en su elenco artístico, donde grabó
486 temas, desde el 23 de julio de 1943 al 21 de enero de 1977.
De Angelis se caracterizó por haber elegido muy buenos
cantores, basten como ejemplo: Floreal Ruiz, Carlos Dante, Julio Martel, Oscar
Larroca, Juan Carlos Godoy, Roberto Florio, Roberto Mancini, Lalo Martel, entre
otros.
El caso de Carlos Dante es muy especial porque ya había sido
un consagrado estribillista y llega a la orquesta en su plenitud,
convirtiéndose en su mejor cantor, su sello distintivo.
Alfredo De Angelis fue en el cuarenta el propulsor de los
dúos vocales. Recorriendo su discografía se destacan en primer lugar el binomio
Dante-Martel con sus perlas “Pregonera”, “Remolino” y “Pastora”, entre otros.
Luego el dúo Dante-Larroca, después Juan Carlos Godoy con Lalo Martel y Roberto
Mancini.
Es autor de “El taladro”, en homenaje al club de fútbol
Banfield, de “Pregonera”, “Pastora” (ambos con letra de José Rótulo), “Qué
lento corre el tren” (letra de Carmelo Volpe) y de esa maravilla melódica que
es “Remolino” (también con Rótulo).
De Angelis no tuvo la impronta de Aníbal Troilo ni de Osvaldo
Pugliese, pero fue un director honesto que se refugió en un tango tradicional
que llegaba fácilmente al reconocimiento popular. La prueba está en la cantidad
de discos que grabó y que tuvieron un impresionante éxito comercial.
A continuación, lo recordamos en el día de su nacimiento,
con el tango Marioneta, en la voz de Floreal Ruiz, el Tata.