Cornelia Johanna Arnolda ten Boom |
El abuelo de Corrie, Willem, había establecido una relojería en 1837, en el edificio sito en el número 19 de Barteljorisstraat, en Haarlem, Holanda.
En la planta baja, sobre la calle, funcionaba el local comercial y en los pisos superiores vivía la familia.
El negocio fue heredado luego por Casper, hijo de Willem, y finalmente por Corrie, quien se convirtió así en la primera mujer relojera de Holanda.
En 1923 ayudó a organizar el primer club de mujeres, y en los años 30 estos clubes crecieron hasta convertirse en el gran Triangle Club.
Pero no solamente fue una pionera en esas artes. Quizás fue también la primera mujer que dirigió un movimiento de resistencia contra los nazis en su país.
A los 48 años de edad, y al ser testigo de lo que ocurría en Holanda bajo el régimen nacionalsocialista, en especial, la implacable persecución de los judíos, decidió que debía hacer algo al respecto.
Se le ocurrió entonces la forma de auxiliarlos, encontrando inmediato apoyo por parte de su padre y de sus hermanos. Así podría ”resistir” a los nazis pero a ”su” manera, sin violencia de por medio, en un todo de acuerdo con sus principios y su fe cristiana.
Familia ten Boom |
Corrie ten Boom en 1915 |
Familia ten Boom |
En la segunda planta del edificio, en la propia habitación
de Corrie, se construyó un escondite, cuya entrada estaba disimulada por un
armario, que consistía en un espacio de alrededor de 2,5 m. de largo por 0,70
m. de ancho. Podía albergar como máximo a unas seis personas en forma
simultánea, las que debían permanecer de pie y sin moverse.
Cada vez que sonaba un timbre pequeño oculto
junto a la escalera, los refugiados disponían de poco más de un minuto para ocultarse
en ese sitio, llevando consigo sus pertenencias. Allí se quedaban hasta que
pasaba el peligro, en absoluto silencio y completa inmovilidad.
La relojería era una perfecta ”pantalla” para estas actividades, ya que no era llamativo ni sospechoso que, como en cualquier otro negocio, entraran y salieran personas constantemente.
Así fue como poco a poco, Corrie se encontró al frente de una red formada por unas ochenta personas, el grupo ”Beje” que era el nombre comercial de la relojería, que buscaba otras casas de holandeses arriesgados y valientes que pudieran dar asilo a la gente como ella misma lo hacía. La mayor parte de su tiempo lo invertía en cuidar de los refugiados, una vez que les encontraba albergue.
Se estima que de esta forma salvó la vida de unos 800 judíos, además de numerosos integrantes de la resistencia holandesa y estudiantes que eran perseguidos porque rehusaban colaborar con los nazis.
Pero algo sucedió repentinamente y las actividades debieron interrumpirse.
El 28 de febrero de 1944 fueron delatados y la Gestapo, la policía secreta de los nazis, montaron un operativo. Los agentes esperaron durante todo el día, vigilando la relojería, y detuvieron a cada una de las personas que se disponían a entrar. Para el anochecer, habían capturado alrededor de treinta prisioneros.
Luego allanaron la casa, donde arrestaron a Corrie, su padre Casper, sus hermanos Willem, Nollie y Betsie y su sobrino Peter, y los condujeron a la cárcel de Scheveningen.
Se sospechaba que había gente escondida en alguna parte y la Gestapo revisó cuidadosamente todo el edificio. No consiguieron encontrar el refugio, donde en aquél momento había cuatro judíos, dos hombres y dos mujeres, y dos miembros de la resistencia. Aunque la casa continuó bajo vigilancia, todos pudieron ser rescatados por otros integrantes de la red de Corrie.
Ya en prisión, cuando a Casper le fue informado que podía ser condenado a muerte por salvar judíos, declaró: ”Sería un honor dar mi vida por el pueblo elegido de Dios”. Y en cierta forma así fue, ya que murió a los diez días de ser detenido, a los 84 años de edad.
Corrie y su hermana Betsie estuvieron en tres prisiones diferentes durante los siguientes diez meses después de su arresto, hasta que fueron enviadas al campo de concentración de Ravensbrück, cerca de Berlín, en Alemania.
Betsie, de 59 años, murió al poco tiempo de llegar allí: no logró soportar las privaciones a las que fue sometida.
El hermano, Willem, de 60 años, cuyo ”crimen” había sido colaborar con la resistencia, contrajo tuberculosis durante su estancia en la cárcel y murió poco después de terminar la guerra.
Otro de los sobrinos de Corrie, Christian, de 24 años, fue llevado al campo de Bergen Belsen también acusado de formar parte de la resistencia, y nunca más se supo de él.
Pasó en su propia casa de Haarlem el último invierno de la guerra, pero no permaneció inactiva. Como ella decia: ”Dios nos dio el amor para ser capaces de perdonar a nuestros enemigos”.
Tenía mucho amor para dar, fundó una casa de convalecencia en Bloemendal, destinada a la curación y el reposo de los sobrevivientes.
Sintió que su vida era un regalo de Dios y que necesitaba compartir lo que ella y su hermana Betsie habían aprendido en el campo de concentración: ”No hay dolor tan profundo que el amor de Dios no pueda llegar a él”.
A los 53 años de edad, Corrie empezó un ministerio mundial para difundir su fe y sus experiencias, que la llevó a viajar por más de 60 países en los siguientes 33 años de su vida.
Muy religiosa, su predica se centró en el Evangelio Cristiano, poniendo especial énfasis en el perdón.
En su libro Tramp for the Lord (1974), contó cómo, después de haber estado predicando en Alemania en 1947, se le acercó uno de los guardias más crueles del campo de Ravensbrück.
Él le dijo que se había convertido al cristianismo después de la guerra y que creía que Dios lo había perdonado por todas las maldades que había cometido en el campo de concentración, pero que necesitaba que ella personalmente le dijera que lo perdonaba.
Naturalmente, era reacia a perdonarlo, pero se dijo a sí misma que sería capaz de hacerlo.
Escribió que fue capaz después de perdonar, y que "durante un momento largo nos estrechamos las manos, el antiguo guardia y la antigua prisionera. Nunca había sentido tan intensamente el amor de Dios como lo sentí entonces".
Escribió que fue capaz después de perdonar, y que "durante un momento largo nos estrechamos las manos, el antiguo guardia y la antigua prisionera. Nunca había sentido tan intensamente el amor de Dios como lo sentí entonces".
También escribió, en el mismo pasaje, que en su experiencia en la posguerra con otras víctimas de la brutalidad nazi, aquellos que fueron capaces de perdonar fueron los que mejor pudieron reconstruir sus vidas.
En 1968, el Museo del Holocausto en Jerusalem, Yad Vashem, le pidió que plantara un árbol en memoria de las muchas vidas de judíos que ella y su familia salvaron. Así lo hizo y ese árbol aún crece allí.
En 1968, el Museo del Holocausto en Jerusalem, Yad Vashem, le pidió que plantara un árbol en memoria de las muchas vidas de judíos que ella y su familia salvaron. Así lo hizo y ese árbol aún crece allí.
Placa recordatoria |
En 1988, la Fundación Corrie ten Boom abrió al público la antigua casa familiar como museo, un sitio de gran interés histórico y de fuerte inspiración para los creyentes, donde todavía se conservan como en su época las habitaciones de la casa, con sus muebles, objetos y cantidad de fotografías familiares, el ”refugio” y una exhibición permanente del Movimiento de Resistencia Holandés.
En 1978 Corrie sufrió una parálisis como consecuencia de un accidente cerebrovascular, y murió el 15 de abril de 1983, el día en que cumplía 91 años.
Una mujer que todavía hoy, a través de su magnífica obra, nos ayuda a despertar de la negación y la indiferencia que sentimos algunas veces ante los hechos que se producen en el mundo.
http://www.corrietenboom.com/
http://www.raoulwallenberg.net/es/salvadores/otros/corrie-ten-boom-una-salvadora/
A continuación la película El Refugio Secreto