sábado, 1 de agosto de 2015

Edgar Wildfeuer

El sitio www.diaadia.com.ar publicó este artículo

CÓRDOBA 

Edgar Wildfeuer, el sobreviviente de Auschwitz que mantiene viva la memoria del Holocausto desde Córdoba

Edgar Wildfeuer, el único sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz que vive en Córdoba, ratificó con su propio ejemplo que "se puede recomponer la vida. 


Edgar Wildfeuer, el único sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz que vive en Córdoba, ratificó con su propio ejemplo que "se puede recomponer la vida. Con esfuerzo y voluntad, se logra todo", resumió este hombre de 91 años que, a su manera, venció al nazismo y los horrores de la guerra.
La verdadera batalla la libró no sólo contra la maquinaria nazi sino contra el olvido, y por eso decidió dar testimonio una y otra vez y hablar para las jóvenes generaciones.
Wildfeuer tiene entre sus convicciones un décimo primer mandamiento que todos los sobrevivientes suelen llevar a la práctica sin explicitarlo: contar su historia, narrarla para que no se olvide ni ella ni la memoria de sus muertos en el holocausto.
Por eso, a pesar de estar retirado de su vida laboral activa, este hombre enérgico no reposa un instante y gracias al apoyo del INADI Córdoba y la delegación local de la DAIA brinda charlas y conferencias sobre aquello que conoce tan bien: los dolores de la guerra, el odio que es capaz de transmitir y engendrar el hombre, los campos de concentración y los horrores vividos por millones de personas que, a su criterio, "no sirvió de nada porque nada cambió", afirmó.
Wildfeuer, a pesar de ello, se aferró a un principio de fuerte raigambre del humanismo judío: "Justicia, no venganza", frase que suelen repetir muchos sobrevivientes pero que hizo particularmente conocida el 'cazador de nazis' Simón Wiesenthal como título de su libro en el que contó por primera vez sus peripecias alrededor del mundo para que bárbaros rindieran cuenta en los pasillos de la justicia del hombre antes que el juicio final de dios.
"Mataron a toda mi familia y me había quedado solo en el mundo. No sabía qué hacer", evocó en diálogo con Télam al recordar uno de los momentos más dolorosos de su paso por la Segunda Guerra Mundial.
"Cuando terminó la contienda suponíamos que todo iba a cambiar, que el mundo iba a mejorar, que desaparecerían las fobias y las acciones negativas. Pero nada de eso se cumplió porque el armamentismo es una industria que da plata a mucha gente", concluyó con pesar.
Para Wildfeuer, esa lucha del hombre contra el hombre, aunque "por otros medios y métodos, nada ha cambiado desde la Edad Media".
Para este sobreviviente revivir su tragedia en sus diálogos, "aunque mil veces cuente lo mismo, otras mil veces" lo encuentra siempre "emocionado".
Dice que decidió contar porque "hay que ser tolerante para evitar todos esos excesos y sus consecuencias. Nadie puede suponerse superior a otro", alertó cuando advirtió que la conflagración mundial tuvo como principal motivo la diferencia racial y el desprecio "por el semejante".
En este diálogo no faltó una referencia para quien él considera el principal referente y causante de los desastres de la guerra: Adolf Hitler.
Al respecto, Wildfeuer descartó aquellas teorías que lo ubican escapando con vida hacia América del sur.
Hitler "murió y fue incinerado" en su bunker de Berlín, como describe la historia oficial.
"Era una persona demasiado importante, demasiado poderosa como para esconderse así nomás. Toda esa gente que apareció (por los nazis fugitivos y detectados en distintos lugares) no eran importantes, el único importante era Hitler, y a ese no lo encontraron", remarcó.
Su vida, como la de todos los sobrevivientes de un campo de concentración, puede dividirse en un antes y un después del horror, cuando comenzaron a desandar un futuro incierto y doloroso -por las masivas ausencias de sus seres queridos- para adentrarse en otro más esperanzador.
Wildfeuer fue partícipe involuntario, pero obligado, de la llamada 'marcha de la muerte'.
Se acercaba el final de la guerra y los alemanes, acorralados por los aliados, comenzaron el traslado del alrededor de 100.000 prisioneros de Auschwitz, en las caminatas que aquellos cuerpos casi fantasmagóricos emprendían semi desnudos, descalzos y sedientos en las que muchos morían en el intento, hasta que en Ebensee (un campo de concentración satélite de Mauthausen, Austria) los soldados aliados los rescataron un 6 de mayo de 1945.
Ese día Edgar cumplió 21 años, y comenzó un giro venturoso en su vida, que no estuvo exenta de sacrificios y privaciones pero -una vez más- comenzó a iluminarse a partir de su traslado -en calidad de refugiado- a Santa María di Leuca, una pequeña localidad del sudeste italiano donde conoció a Sonia Schulman, su futura compañera de toda la vida.
Con ella y su familia, ya instalados en Córdoba con anterioridad a su partida de Europa, Edgar viajó a Sudamérica portando un pasaporte de la Cruz Roja para ingresar a Paraguay, con visa de tránsito a la Argentina.
Es así que llegó a Buenos Aires, donde se suponía que lo esperaría Sonia junto a su familia. Una vez más los destinos se cruzaron porque no lograron encontrarse allí y sólo volvieron a verse en la ciudad de Córdoba en una situación que Edgar calificó como "desesperante" hasta el momento del reencuentro.
Explicó que al llegar a Córdoba se encontró con un mundo desconocido y que quienes debían recibirlo no estaban "porque habían ido a esperarme a Buenos Aires". El encuentro "finalmente se produjo", y la otra historia, la que vendría desde entonces, comenzaba a tomar su color definitivo.
Aquellos tiempos -Wildfeuer ingresó al país el 15 de noviembre de 1949- "fueron bastante buenos porque el país estaba desarrollándose, había trabajo" y pese a algunas diferencias culturales, "costó, pero logré acostumbrarme", aseveró.
Durante la primera época en Córdoba, mientras estudiaba, trabajó como fotógrafo en el negocio de su futuro suegro, hasta que se recibió de ingeniero civil, profesión a la que dedicó su vida laboral activa.
Sin embargo, Wildfeuer considera que su mayor logro no fue ni sobrevivir a Auschwitz ni volver a la vida desde aquel campo de la muerte.
Su victoria fue la construcción de su familia junto a su esposa, con quien permanecen unidos hace más de 60 años en una dicha entrañable que fructificó en tres hijos, siete nietos y una bisnieta de quienes no se cansa de hablar con orgullo y una emoción que trasunta en su mirada infinita.