Turandot es una ópera en tres actos con música de Giacomo Puccini y libreto en italiano de Giuseppe Adami y Renato Simoni. La ópera fue estrenada el 25 de abril de 1926 en el Teatro Alla Scala de Milán, bajo la batuta del Maestro Arturo Toscanini.
Puccini comenzó a trabajar en Turandot en marzo de 1920
después de reunirse con los libretistas Giuseppe Adami y Renato Simoni. Inició
la composición en enero de 1921. En marzo de 1924, completó la ópera hasta el
dueto final. Sin embargo, no quedó satisfecho con el libreto del dúo y no
reanudó el trabajo hasta el 8 de octubre.
El 10 de octubre le diagnosticaron cáncer de garganta y
Giacomo Puccini murió pocas semanas después, el 29 de noviembre. Al morir dejó solo
treinta y seis páginas con esbozos sobre el final de la ópera, e instrucciones
para que Riccardo Zandonai la completara. Sin embargo su hijo Tonio objetó esta
decisión y Franco Alfano fue comisionado para concluirla.
A continuación, Turandot, ópera en 4 actos de Giacomo
Puccini, en la versión de Ghena Dimitrova como Turandot, el papel de Calaf
interpretado por Plácido Domingo, Liu es Katia Ricciarelli y Timur encarnado
por Kurt Rydl, junto al Coro y la Orquesta del Teatro Alla Scala de Milán, bajo
la dirección de Lorin Maazel. Producción de Franco Zeffirelli, de 1983.
Acto I
Cuadro I
En la primera escena el pueblo de Pekín escucha la proclama
de uno de los mandarines del emperador ("Popolo di Pechino..."), por
la que hace saber que la princesa se casará con aquel príncipe que responda
correctamente los tres acertijos impuestos por su majestad. De no hacerlo así,
el pretendiente morirá. Paso seguido, se comunica que el Príncipe de Persia ha
fallado; por lo tanto, morirá al salir la luna. La gente acude en masa a tal
acto. Llega entonces a la ciudad un anciano ciego, acompañado por una mujer que
lo guía. Entre la multitud, el ciego cae al suelo y es recogido por otro
desconocido, que inmediatamente le reconoce como su padre: se revela entonces
que el ciego es en realidad Timur, rey de los tártaros, quien, tras perder la
batalla, fue exiliado junto a una esclava, Liú, que le sirve de guía y mendiga
por él. El desconocido que le recoge no es otro que Calaf (cuyo nombre se
descubre al final de la ópera, conociéndose a lo largo de ella como "el
ignoto"), el príncipe tártaro, quien, ante el gesto de la esclava,
pregunta por qué tan noble acto, y ella responde tímidamente que porque
"un día, en palacio, usted me sonrió".
El verdugo Pu-Tin-Pao aparece ante el clamor del pueblo, que
canta sobre la sangre derramada en el reino de Turandot, la princesa. Todo es
jolgorio hasta que aparece el príncipe de Persia, joven apuesto y sereno, y el
pueblo enmudece de compasión; enseguida piden piedad por su vida ("O
giovanotto! Grazia, grazia..."). El desconocido príncipe que había ayudado
a su padre en las calles observa con horror el espectáculo, y se une al pueblo
despreciando tan cruel acto. Pero es allí cuando hace su aparición la princesa,
quien, con un gesto inmisericorde, ordena al verdugo que prosiga con la
ejecución, y vuelve a sus aposentos. El príncipe de misterioso origen cae
completamente cegado ante la belleza de la princesa ("O divina bellezza! O
meraviglia!"), de tal forma que decide quedarse allí y, sin escuchar las
súplicas de su padre y de la esclava para entrar en razón, decide probar su
suerte para conquistar el corazón de la princesa. Cuando se dispone a golpear
el gong tres veces para entrar a la prueba, tres ministros del emperador, Ping,
Pang y Pong, le cortan el paso para intentar convencerlo de que no se arriesgue
por algo así, ya que, de todas formas, Turandot es solo una mujer y, siendo él
tan poderoso, podría conseguir mujeres a montones.
En ese momento, algunas cortesanas aparecen pidiendo
silencio. Liú, la esclava, ruega otra vez al príncipe que desista, en uno de
los momentos más dramáticos y cautivadores del primer acto, un aria que
requiere un tono soprano muy cuidado en su modulación y ejecución
("Signore ascolta"). Pero el príncipe le dice que ya es tarde
("Non piangere Liù), y que lo hará de todas formas, por lo que le pide que
acompañe a su padre antes de dirigirse al gong gigante montado en el escenario,
que golpea tres veces (uno de los momentos más dramáticos de la ópera).
Acto II
Cuadro I
Cerca del palacio del Emperador
Los tres ministros, Ping, Pang y Pong, narran sus
desventuras y las situaciones por las que han tenido que pasar por el capricho
de la princesa, en un acto más liviano para el espectador. Hacen un repaso de
los distintos pretendientes que la princesa ha tenido y los tres cantan para
finalizar, poder por fin volver un poco a sus hogares para descansar, tras un
final feliz con casamiento y poder lograr así un poco de paz para China. Desde
el palacio les anuncian que se presenten para el enésimo pretendiente, lo que
nos lleva al siguiente cuadro.
Cuadro II
Palacio del Emperador
Llegan los ministros, y los guardias y cortesanas se
aprestan a la llegada del emperador, quien preside la ceremonia, aclamado por
el pueblo. Él mismo intenta advertir y detener al príncipe, deseando querer
parar con el baño de sangre y no queriendo "cargar con el peso de la joven
vida" por las pruebas pero recibe la negativa del solicitante. El mandarín
lee nuevamente la ley impuesta al perdedor, quien deberá morir al fallar.
Turandot aparece en escena y explica el porqué de su fría
actitud frente a sus pretendientes ("In questa reggia..."). Una de
sus antepasadas, la princesa Lou-Ling, fue violada por un extranjero y dejada
por muerta. Ella desea vengarla entonces, imponiendo su prueba mortal a todos
los príncipes que vienen de distintos reinos para conquistarla. Luego, Turandot
misma formula los enigmas. El primero es: "En la oscura noche vuela un
fantasma iridiscente. Se eleva y despliega las alas sobre la negra e infinita
humanidad. Todo el mundo lo invoca y todo el mundo lo implora, pero el fantasma
desaparece con la aurora para renacer en el corazón.¡Y cada noche nace y cada
día muere!". El príncipe piensa y acierta respondiendo: "la
esperanza". Turandot prosigue: "Surge como una llama, y no es llama.
Es a veces delirio. Es fiebre de ímpetu y ardor. La inercia lo torna en languidez.
Si se pierde o mueres, se enfría. Si anhelas la conquista, se inflama. Tiene
una voz, que escuchas palpitante, y del ocaso, el vivo resplandor", y la
respuesta al segundo enigma es "la sangre". Finalmente, temblorosa y
perdiendo la compostura, formula el tercer enigma: "Hielo que te inflama y
con tu fuego aún más se hiela. Cándida y oscura. Si libre te quiere, te hace
más esclavo. Si por esclavo te acepta, te hace rey". Al verlo dudar por
varios instantes, Turandot ríe de la suerte del concursante. Éste, al
observarla directamente a los ojos y contemplar su belleza, se reincorpora
triunfante y responde: "Turandot". El consejo de mandarines acepta la
respuesta como correcta y el reino se regocija, vitoreando al ganador.
Entonces, ella clama a su padre por piedad para que no entregue a su hija en
manos de este extranjero, pero el emperador contesta que la palabra fue dada.
El príncipe, al ver la resistencia de la princesa le propone un nuevo acertijo:
si ella adivina su nombre antes del alba, él morirá. ("Dimmi il mio nome e
all'alba morirò..."). Ella, naturalmente, acepta la apuesta.
Acto III
Cuadro I
Noche. Jardines del Palacio
Turandot ordena que habrá pena de muerte a todo el mundo que
sepa el nombre del príncipe y no lo diga. Los guardias recorren las calles
entonces, pidiendo que nadie duerma en Pekín. El príncipe entonces canta el
aria más famosa de la ópera, Nessun dorma (Nadie duerma) en la noche, siendo la
pieza más destacada de la obra. Ping, Pang y Pong se presentan nuevamente
intentando convencer al príncipe otra vez para que termine con esto, intentando
ofrecerle mujeres y riquezas, pero él sigue firme en su decisión de conseguir
lo que se propuso. Los guardias, entonces, encuentran a su padre, Timur, y a
Liú, a quien amenazan de muerte para que revele el nombre del príncipe. Llegan
la princesa y Ping, quienes, a través del verdugo, empiezan a torturarla, pero
Liú, entonces, declara que ella sabe el nombre, pero se niega a declararlo
incluso diciendo que pueden torturarla hasta el cansancio, pero ella no cederá.
Se ejecuta entonces otra importante aria dentro de este acto, cargada de
dramatismo romántico en donde Turandot pregunta a Liú el porqué de su fuerza
interior para soportar tal dolor ("Chi posse tanta forza nel tuo
cuore?"), a lo que la esclava responde que es amor ("Principessa,
l'amore!"). Le brinda entonces, según sus palabras, su amor a su señor
mediante el silencio del amor inconfeso, agregando que si ella le brinda su
nombre, ella le dará su amor y ya no le quedará nada. Le advierte incluso a la
princesa que ella también caerá rendida a su amor, y en un acto final de
sacrificio por amor ("Tu che di gel sei cinta"), toma una de las
armas de los guardias a su lado y se suicida. El coro de la gente de Pekín
grita "Parla! Parla! Il nome!", mientras Liú muere en brazos del
príncipe, manteniendo su palabra hasta el final. Su padre, Timur, se retira
junto al cuerpo de Liú, quien es trasladado por los guardias a su morada final.
Perturbado por el acontecimiento, el príncipe enfrenta a Turandot
recriminándole su frialdad al derramar sangre inocente ("Principessa di
morte, Principessa di gelo!") y agregando que su "hielo es una
mentira". Tras una larga conversación, el príncipe logra besarla,
quebrando la rígida actitud de la vengativa monarca, al punto de que acepta su
derrota, pidiéndole que no la estreche entre sus brazos. Finalmente, el
príncipe, con resignación revela su nombre: "Io son Kalaf, figlio di
Timur" (Soy Calaf, hijo de Timur). Es el amanecer, y suenan las trompetas
de palacio.
Cuadro II
En el Palacio
El Emperador se hace presente junto a toda su corte frente a
su pueblo ("Diecimila anni al nostro Imperatore!"), para que su hija,
la princesa Turandot revele el nombre del misterioso príncipe. Todos esperan
expectantes la respuesta y cuando el momento llega, ella responde a su padre
que conoce el nombre del extranjero "Il suo nome è ...Amor" (Su nombre
es... amor). El pueblo estalla en alegría, exclamando:
Amor!
O sole! Vita! Eternità!
Luce del mondo e amore!
Ride e canta nel sole
l'infinità nostra felicità!
Gloria a te! Gloria a te!
Gloria!
¡Amor!
¡Oh, sol! ¡Vida! ¡Eternidad!
¡Luz del mundo es el amor!
¡Ríe y canta bajo el sol
nuestra infinita felicidad!
¡Gloria a ti! ¡Gloria a ti!
¡Gloria!
La celebración se realiza dentro de un vibrante final, con
todos los coros participantes de la obra cantando esta última estrofa juntos,
brindando al espectador un desenlace de fuerte contenido emotivo.