Gato Barbieri: profeta del jazz de vanguardia en tierras extranjeras
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Pablo Gianera
DOMINGO 03 DE ABRIL DE 2016
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Lo llamaban "Gato", aunque en realidad volaba. Eso quiere decir, en el mundo del jazz, una sola sola cosa, algo plural y bastante lejano de cualquier metáfora: que estaba en posesión de un pensamiento musical más veloz que el de cualquier otro, que superaba a sus pares y que tenía una posición estética sumamente progresista.
El saxofonista tenor Gato Barbieri, cuyo nombre de nacimiento era Leandro, murió ayer, a los 83 años, de neumonía en Nueva York, su patria chica, su patria de elección. Los diarios del mundo lo definen como una figura del latin jazz, pero en realidad Barbieri fue acaso el único músico de jazz argentino que jugó de veras en las ligas mayores del género. Si hubo algo "latino" en él fue su compromiso político con el llamado "tercer mundo". Pero en realidad su música, su modo de improvisar, era político mucho antes de que ese compromiso se hiciera explícito. Tras un paso por la escena jazzística de Buenos Aires, la música del Barbieri se comprometió resueltamente con la avant- garde del jazz de la década de 196º. Eso era de por sí un gesto político.
La afirmación de que el llamado free jazz fue una música política tiene un doble fondo. Por debajo de las luchas civiles de la época, se oculta algo menos evidente: la abolición de la inteligibilidad. Allí, en la distancia que abre la renuncia a lo inteligible, se instala la función crítica del free. De esa manera pueden escucharse Complete Comunión (1965) ySymphony for Improvisers (1966), los discos que el trompetista Don Cherry grabó con Barbieri. En esos registros se desdeña cualquier monotematismo, y diferentes complejos temáticos (por lo general improvisados) se integran en la suite como movimientos. Si se escucha sobre todo a Barbieri, se notará que, un poco a la manera de Ornette Coleman, se aleja también del trabajo motívico sobre el tema original.
En cierto modo, el Gato Barbieri, que venía del bebop de los años cuarenta y cincuenta, condensó en sus improvisaciones de los años sesenta la totalidad de las renovaciones que el free trajo al género: la conquista de nuevos ámbitos tímbricos, el escape del sonido temperado (esa manera de tocar un poco por encima y un poco por debajo de la nota), la relajación de la armonía funcional y del pulso estable.
Su momento de gloria, su ápice, sobrevino con la música que hizo para Último tango en París, la película de 1972 de Bernardo Bertolucci. La música es memorable, pero Barbieri era más que eso. El año pasado, había recibido un premio Grammy latino por haber cambiado el "paisaje completo del jazz". Eso nos suena bastante más justo.
Hay que volver a sus grabaciones. Lo fascinante de ciertos discos de Barbieri como The Third World (1969) y Fenix (1971) es justamente el modo en que el saxofonista despliega, sin resolver, la pugna entre el imperativo de la militancia política en favor de una comunicación inmediata y una la autonomía de los materiales musicales. Esto se advierte en piezas como "Antonio das Mortes" o "Tupac Amaru".
Si Gato Barbieri es uno de los artistas clave de la música argentina es porque logró lo que todo músico de jazz quiere lograr: un sonido propio, que sea distinto de los demás no porque no se parezca a ellos, sino porque no se parece a ningún otro.