El Diario La Nación, en su edición digital, publicó este Editorial.
El antisemitismo: una amenaza que se cierne
sobre todos
Los deleznables hechos registrados antes de un partido de fútbol y los dichos impropios de algunos dirigentes dañan la convivencia ahondando los prejuicios
La tan triste como intolerable acción racista y antisemita de cinco barrabravas de All Boys previa al encuentro que ese equipo finalmente disputó con Atlanta, el sábado último, en Floresta, por la Primera B Nacional, merece ser condenada por la Justicia, pero también por toda la sociedad, que asiste impávida al crecimiento, cada vez más frecuente, de este tipo de manifestaciones, especialmente desde el cruento ataque de Hamas sobre civiles israelíes, el 7 de octubre pasado.
Es esperable que haya sanciones ejemplificadoras como se promete para esas cinco personas que intentaron ingresar a la cancha ataúdes con los colores de Atlanta y con la bandera de Israel, y portando insignias en favor de Palestina y de Irán. Pero también lo es que la dirigencia de todo tipo dé buenos ejemplos en vez de intentar seguir cavando la grieta en un tema tan delicado en el que están en juego tantas vidas. Hacer lo contrario es un enorme despropósito, una falta total de sensibilidad y de respeto.
Tras el ataque de Hamas, con innumerable cantidad de muertos y heridos de ambos lados, el papa Francisco se había dirigido a quienes tienen autoridad para poner fin al conflicto para que se alcanzara un alto el fuego y se iniciaran negociaciones de paz. “Lo que se construye sobre escombros nunca será una verdadera victoria”, había dicho. Y las palabras hirientes tienen tanto o más peso que los escombros.
Si los cinco hinchas de All Boys cometieron una brutal afrenta, no resulta tranquilizador el mensaje en X del diputado nacional Nicolás Massot (Hacemos Coalición Federal-Buenos Aires) al alegrarse, en principio, por los recientes rescates de cuatro rehenes israelíes a manos de Hamas. Si bien el legislador celebró que se hubiera terminado el cautiverio de Noa Argamani, Almog Meir Jan, Andrey Kozlov y Shlomi Ziv, utilizó esa red social para recordar que aún quedaban otros 120 rehenes y para cuestionar los métodos que utiliza el Ejército israelí y la cifra de palestinos muertos durante los operativos. “Nunca compartiré el regocijo de tantos, con sed de venganza más que de justicia, por asesinar ciudadanos palestinos bajo los pretextos de que ‘los votaron’ o ‘son usados como escudo’. Eso también es terrorismo”, había escrito Massot.
“Usted es un ignorante o un hipócrita. En cualquiera de los dos casos no merece el honor del cargo que inviste. Para usted es terrorismo que un país democrático se defienda de una brutal masacre jamás vista después de la Segunda Guerra Mundial”, le respondió la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), que ya había condenado con dureza las expresiones racistas y antisemitas de los barrabravas, quienes fueron imputados, pero rápidamente recuperaron la libertad tras haber sido detenidos, además, por realizar gestos obscenos y entonado cánticos antisemitas contra simpatizantes del club de Villa Crespo, vinculado con la comunidad judía. El presidente Javier Milei se sumó también a ese repudio y, como él, muchos otros dirigentes criticaron con dureza lo sucedido.
Lamentablemente, no se trata de un hecho novedoso en el ámbito deportivo. Por citar apenas un ejemplo, en diciembre de 2019 se había producido otro grave acto de discriminación que provocó que la Federación Argentina de Centros Comunitarios Macabeos suspendiera la final de su torneo de fútbol de primera división, por realizarse en la cancha de All Boys, debido a las amenazas antisemitas de la barra brava del club de Floresta.
El antisemitismo, la intolerancia, la rapidez con que muchos reinterpretan los hechos al solo efecto de causar todavía más daño no pueden menos que generar escozor. Lo ha dicho con tanta claridad como dolor, en un artículo publicado en LA NACION en febrero último, la licenciada Diana Wang, psicoterapeuta y escritora, hija de sobrevivientes de la shoá y miembro del Museo del Holocausto de Buenos Aires: “Estoy cansada de hablar de antisemitismo. Harta. Agotada. ¿Por qué tengo que explicar yo el antisemitismo? ¿Por qué tengo que encontrar yo la manera de erradicarlo? ¿Porque soy judía? ¿Por qué los judíos asumimos la tarea de inventar módulos pedagógicos, gestionar el milagro de la disolución del prejuicio, esclarecer, informar, explicar? Estoy harta de cargar con ese peso (…). El antisemitismo, que atraviesa clases sociales y partidismos políticos, corrompe la moral social básica que sustenta la convivencia posible. Frenar su crecimiento es por interés de todos. ¿Es que no lo ven? No, tristemente creo que no lo ven y, lo que es peor, ¡no ven que no ven!”.
Actitudes como las de los barrabravas de All Boys, al igual que otras tantas aberraciones, son las que llevan a que muchas personas como Wang sientan que poco pueden hacer ya de manera individual para lograr un cambio que deje de lastimar la vida en comunidad. “El antisemitismo no es un tema judío”, dice Wang. Y la asiste la verdad: el antisemitismo es una amenaza que se cierne sobre todos.
LA NACION--