José Manuel Joly Braga Santos nació en Lisboa, Portugal, el 14 de mayo de 1924, y murió en su ciudad, el 18 de julio de 1988. Compositor y director de orquesta.
El sitio www.confabulario.eluniversal.com.mx
publicó este recordatorio firmado por Luis Pérez Santoja.
Joly Braga Santos, un sinfonista en Lisboa
POR LUIS PÉREZ SANTOJA
Es curiosa la similitud entre la música portuguesa y la
brasileña, en el sentido en que siempre se toma en consideración la “música
popular” como única expresión creativa de cada país, soslayándose la presencia
de los compositores académicos, es decir, de la llamada “música clásica”. Si
bien es cierto que en Portugal no encontramos creadores tan prolíficos y
contundentes como los brasileños Guarneri, Villa-Lobos o Mignone, más allá del
maravilloso fado y sus intérpretes de ensueño, la música clásica portuguesa
tiene historia y nombres fundamentales aunque se han quedado para conocimiento
de musicólogos y melómanos especializados.
Primer esplendor
El primer gran momento de la música portuguesa se da en
pleno Renacimiento. Desde que la imposición del canto gregoriano como música de
la liturgia católica cedió ante el pujante y glorioso canto polifónico (inicio
real de una historia de la música, ahora creativa, original y renovadora),
surge en Portugal, como en toda “Europa”, un auge de creadores que, aun en los
géneros litúrgicos, expresaban una personalidad propia.
Bajo el dominio del imperio español (1580/81-1640) los
músicos portugueses trabajaban como maestros de capilla para la corte y las
iglesias, monasterios y conventos de Lisboa, Coímbra, Évora, Viseu y florecía
una brillante tradición musical con deslumbres nacionales propios.
También había un intercambio regional; músicos españoles
como Esteban López Morago (ca. 1575-después de 1630) estudiaba, convertido en
portugués, con el gran Filipe de Magalhães (ca.1571-1652) considerado por
muchos el mejor y más influyente músico de Portugal por la expresividad y
calidad de su obra. A la inversa, los portugueses estudiaban y trabajaban en
España como Estêvão de Brito y Manuel Correia. Durante el dominio español, con
innegable apoyo de Felipe II —y los otros Felipes que le siguieron—, los
creadores lusitanos tuvieron también valiosos mecenas como la familia ducal de
Braganza (futuros reyes de Portugal) o João IV, el “rey músico”, de la citada
familia.
Después del auge renacentista y de los inicios del Barroco,
Portugal cayó en un bache pues, aunque no faltaron los creadores de gran
oficio, estos no lograban trascender en Europa. Algo semejante a lo ocurrido
con la música en Italia después de su histórica revolución barroca. No fue
hasta el siglo XX que Portugal pudo presumir de sus compositores y que el mundo
puso mayor interés en ellos.
El repunte: Joly Braga Santos
En un siglo acusado de eliminar de su música al género de la
sinfonía (cuyos escasos exponentes importantes, según este argumento, serían
Mahler, Sibelius y Shostakovich), resulta saludable saber que, en un país donde
el mismo ignorante razonamiento haría afirmar que no existe la llamada “música
clásica”, su compositor más notable haya sido también el principal sinfonista
portugués del siglo XX e incluso de su historia musical.
En efecto, Joly Braga Santos (1914-1988) compuso seis
sinfonías que lo colocaron en ese estatus. Sus obras del género son
estructuralmente perfectas, musicalmente melódicas y expresivas, con gran
sentido dramático y orquestal, a veces monumental, cuya única reserva es no
seguir las innovaciones de las vanguardias del XX.
Él nació, estudió y falleció en Lisboa y fue alumno y
después, gran amigo, de Luís de Freitas Branco (1890-1955), el otro mayor
compositor portugués moderno. Ambos hicieron una peculiar mancuerna de
creadores, a la que se agregó al final Álvaro Cassuto, en un contexto donde no
había existido una “escuela portuguesa de composición” como sí la hubo en
muchos países, incluso en el México posrevolucionario.
Los compositores lusitanos del XX adoptaron la “modalidad”
basada en la rica polifonía renacentista y Braga Santos, además, asumió el uso
relativo de la típica canción citadina como el fado, mas no adoptó ni investigó
sobre las raíces folclóricas autóctonas.
Además de crear obras en diversos géneros, Braga Santos
terminó al menos seis sinfonías, cuatro de ellas escritas casi consecutivamente
antes de sus 27 años, poseedoras de una belleza musical neorromántica y que
sugieren ciertas tendencias de la música inglesa.
¿Influencia de la cercanía geográfica? Con estas obras
comenzó el reconocimiento a un autor inusitado para su tiempo, pero
insuficiente para ubicarlo a la par de los creadores contemporáneos cuyas
tendencias vanguardistas llegaban a Portugal.
La Primera Sinfonía, compuesta a los 22 años, es un logro
brillante y promisorio, tal vez con la ingenuidad del novato que sí tiene algo
que decir: la obra está dedicada… a los héroes y mártires de la reciente
Segunda Guerra Mundial. El primer tema del movimiento inicial es una marcha
fúnebre inspirada en el tema similar de la Sinfonía número 1 de Mahler; las
atmósferas densas alternan con melodías cercanas a la nostalgia y la intensidad
conclusiva cede a una Coda lenta, con un crescendo inolvidable, pero con un
sorpresivo final de acordes abruptos.
La Tercera sinfonía particularmente es una obra de inspirado
romanticismo, vigorosa y optimista, con un espíritu pastoral a ratos. Para
algunos la mejor sería la Cuarta sinfonía, la más extensa y ambiciosa, con
pasajes emotivos y grandiosos y un final de alegría incontenible.
La Quinta sinfonía, de 1965-66 es, tal vez, la más
interesante del género por ser un parteaguas hacia un nuevo estilo creativo.
Sin adoptar un lenguaje avant-garde, Braga Santos deja sentir que ciertas
influencias vanguardistas —adoptadas incluso por sus alumnos— le inspiraron un
concepto más moderno, menos tonal y más exigente. Con la Sexta sinfonía tal vez
quiso hacer una obra más compleja, incluyendo soprano y coro, que a pesar de ser
novedosa, el público no tendría mucho aprecio por ella.
Ya existe una grabación integral de las sinfonías de Joly
Braga Santos, con gran sonido y perfecta interpretación de Álvaro Cassuto y la
Sinfónica Portuguesa y, finalmente, es factible conocer estas curiosas joyas,
una de las colecciones de sinfonías más notables del siglo XX.
A continuación, lo recordamos en el día de su nacimiento, con la Sinfonía Nº 5 Op. 45 Virtus Lusitaniae, en la versión de la Orquestra Sinfónica da Emisora Nacional de Portugal, dirigida por Silva Pereira.