Amália da Piedade Rebordão Rodrigues, reconocida en el mundo de la canción como Amália Rodrigues, nació en Lisboa, Portugal, el 23 de julio de 1920 y murió en Lisboa, el 6 de octubre de 1999.
Conocida como "La Reina del Fado", fue la figura más conocida e influyente dentro y fuera de las fronteras de Portugal a través de sus múltiples actuaciones internacionales, incluyendo TV y películas.
Se
crió en el seno de una familia humilde que residía en el barrio
lisboeta de Beira Baixa.
Debutó en el año 1939 en el Retiro da Severa, un local muy conocido por los amantes de la música popular.
Su primera actuación fuera de Portugal fue en Madrid, en el año 1943, cuando conoció, entre otras personalidades de la época, a Imperio Argentina, con quien se presentó en algunas ocasiones, y a Manolete.
Sus primeras grabaciones, de un total estimado de 170, datan de 1945 y fueron realizadas en Brasil.
Largas giras internacionales la llevaron a actuar en escenarios de renombre en ciudades como Nueva York, París, Buenos Aires, Tokio y Moscú.
El fado nació, al igual que Amalia Rodrigues, en los barrios pobres de Lisboa, como expresión de las penas de sus gentes.
Su nombre proviene del latín fatum, que significa algo así como "encadenamiento fatal de los sucesos".
Amália se convirtió en un personaje internacional en 1955, gracias a la banda sonora de la película Los amantes del Tajo, de Henri Verneuil.
Al año siguiente triunfó en el Olimpia parisino, donde cautivó al publico e inclusive a quienes, en su Lisboa natal, seguían menospreciando el fado.
Fue la primera intérprete que llevó al fado los versos del poeta más famoso de Portugal, Luis de Camoes, que vivió entre 1524 y 1580, y los letristas más conocidos del país quisietron que interpretase alguno de sus temas.
Entre las canciones que inmortalizó están "Vou dar de beber a dor", "Uma casa portuguesa", "Nem as paredes confesso" o "Barco negro".
Con motivo de la Exposición Universal de Lisboa en 1998, Amalia cantó ante un público nostálgico y ansioso de recuperar la memoria.
La pasional artista, que siempre se definió como una persona «desencantada, desilusionada y demasiado idealista», tenía todo lo que necesita el fado, esa música melancólica, desgarrada, dramática y triste y que, en Amália Rodrigues tuvo a su embajadora en el mundo.
Amália
Rodrigues murió el 6 de octubre de 1999 en Lisboa a los 79 años
luego de dedicarle 58 años a la canción popular portuguesa.
Sus restos fueron sepultados en el cementerio lisboeta de Los Placeres, tras un funeral de Estado, al que asistió el presidente, Jorge Sampaio.
En agosto de 2001, la casa en la que vivía, se habilitó como «Casa Museo de Amália Rodrigues» para preservar su legado artístico y su figura.
Amália Rodrigues en una presentación en TV. Bélgica 1973