domingo, 27 de abril de 2014

La Shoá, en primera persona

En su edición digital el Diario Clarín publicó este artículo.

Melanie Koblinc (izquierda) y Florencia Hekier (derecha) fueron
aprendices  de Moisés Borowicz en los primeros años del proyecto
 y aún hoy mantienen un vínculo cercano de confianza.
La Shoá, en primera persona

POR VANINA PIKHOLC

Este lunes 28 se conmemora un nuevo aniversario del Holocausto judío. El Proyecto Aprendiz invita a los sobrevivientes a transmitir su experiencia a las nuevas generaciones.

ESPECIAL PARA CLARÍN - 25/04/14 - 20:47
“Todo aquel que oye a un testigo se convierte en un testigo”. Con esa premisa del escritor Elie Wiesel, hace cuatro años la agrupaciónGeneraciones de la Shoá emprendió elProyecto Aprendiz, para la formación y educación de jóvenes universitarios en la temática del Holocausto. Al igual que Wiesel, sobreviviente de Auschwitz, los protagonistas del proyecto son víctimas del genocidio más grande del siglo XX. Ellos son los miembros de las asociaciones Sherit Hapleitá (asociación de sobrevivientes recién llegados de Europa al país) y “Los Niños de la Shoá” (formada por aquellos que vivieron el Holocausto a muy corta edad), quienes se asumen “portadores de un legado, que sentimos el mandato de entregar y difundir”.
La otra parte del protagonismo la tienen los aprendices, jóvenes universitarios de entre 20 y 35 años, no necesariamente judíos, simplemente interesados en conocer aquello que los libros no alcanzan a contar. Juntos, sobreviviente y aprendiz formarán una dupla por cuatro meses con el compromiso de juntarse semanalmente a conocerse, charlar y aprender uno del otro.

Una historia, muchos relatos
Moisés Borowicz tiene 86 años. Nació en 1927 en Polonia y llegó a la Argentina con 20 años luego de pasar por siete campos de concentración. Aún hoy da testimonio diariamente en escuelas e instituciones sobre su supervivencia a la tragedia. El año pasado fue reconocido por esa labor en la Legislatura Porteña, como Personalidad Destacada de los Derechos Humanos. No se considera a sí mismo un maestro, si bien pasó cientos de veces por la experiencia de enseñar su propia vida, dos de ellas en Proyecto Aprendiz.
“Yo me hice una promesa cuando me liberaron: contarle al mundo lo que Hitler le hizo a la humanidad, no sólo a los judíos. Esta es mi contribución para que no se vuelva a repetir”, sostiene frente a Florencia y Melanie, las aprendices con quienes compartió horas de preguntas y respuestas, cenas de Rosh Hashaná (año nuevo judío) y tardes de burako en familia. Porque la relación no termina una vez cumplido el cuatrimestre. “Siempre decimos que el proyecto sabemos cómo empieza pero nunca qué pasará después. Y nos hemos llevado muchas sorpresas con los efectos”, cuenta Aida Ender, secretaria general de Generaciones de la Shoá e hija de sobrevivientes.
En la transmisión que proponen “está la semilla de la construcción del mañana”, cuando los aprendices se conviertan ellos mismos en transmisores, aseguran desde el área de coordinación. Allí, además, explican cuán importante es el factor humano en el proyecto. “Están los libros y las filmaciones, pero Proyecto Aprendiz va hacia otro lugar. No buscamos que los jóvenes se conviertan en expertos en el holocausto, biógrafos, o alumnos. La idea es que la vida del sobreviviente los afecte desde el vínculo que formen”, cuenta el director, Jonathan Karszenbaum.
Los aprendices tienen la gran  posibilidad de escuchar el relato en boca de quien lo vivió y hacerle preguntas. “Fue muy importante preguntarle detalles específicos, pero también recibir respuestas a preguntas que nunca se me hubiese ocurrido hacer. Me metí en el día a día de su vida, profundizando desde lo humano”, dice Melanie Koblinc, ex aprendiz que hoy todavía mantiene vínculo con su ex maestro, al que llama y visita seguido.

El compromiso del testigo
A pesar de no estar basada en el área de la enseñanza, la vivencia también implica conocer y entender el contexto en que sucedió la Shoá. Por eso, previo a conocer a sus maestros asignados, los aprendices tienen un curso de capacitación sobre antisemitismo en la historia, la Segunda Guerra Mundial y algunas de las historias de los primeros sobrevivientes que llegaron al país. También deben, mientras duren los encuentros, registrar en una bitácora los detalles de la vivencia y sus sensaciones con respecto a ese vínculo que forman.
Luego de los encuentros también hay una ceremonia de cierre en la que se mezclan la emoción, el dolor y la alegría. Los jóvenes firman un “compromiso ético de transmisión” de la historia hacia el futuro, en el que asumen la responsabilidad de transmitir lo que aprendieron con palabras y recuerdos, asumir su voz y contar su historia para asegurar que el relato de su vida "siga siendo escuchado por varias generaciones más”.