Cándido de Guerra Camero, más conocido como Cándido Camero, nació en La Habana, Cuba, el 22 de abril de 1921, y murió en Nueva York, Estados Unidos, el 7 de noviembre de 2020. Percusionista y compositor.
El sitio www.latinjazznet.com
publicó este recordatorio firmado por Chico Álvarez Peraza.
Nuestro Hombre De La Habana – Cándido Camero: Uno De Los
Nuestros.
Publicado hace 14 años en 6 de junio de 2010 Por Chico
Álvarez Peraza
Por Chico Álvarez Peraza
Ciudad de Nueva York, 22 de abril de 2010
80 AÑOS POR EL SENDERO DEL EXITO
Con esta edición, Latin Jazz Network rinde homenaje a
CÁNDIDO CAMERO, percusionista cubano que hoy por hoy celebra sus 80 años de
vida artística. Su trayectoria musical lo ha llevado desde su tierra natal a la
úrbe nuevayorquina y más allá de la babel de hierro.
El percusionista ha viajado por todo el continente
Latinoamericano, pasando también por las capitales de Europa. Cándido,
personalmente me relató que hasta en el archipiélago del Japón sonaron los
parches (cueros) de su adorado tambor.
Mi trabajo aquí es modesto, mi intención es de enriquecer el
entusiasmo y el conocimiento de nuestros lectores con todo el cariño que se
merece éste baluarte. Lo considero como un amigo, y como buen amigo que soy,
les contaré no solo de sus grandes éxitos, sino de su caballerosidad como
persona.
Comienzo mi reportaje expresando que la imagen de Cándido me
llamó la atención por primera vez hace más de cuarenta años. Lo ví ilustrado en
las carátulas de algunos discos suyos que encontraron en una “discoteca”
situada en la calle Rivington en el bajo Manhattan. Me refiero a los discos
“Long Play”, reliquias de una época más sencilla, y, si no me falla la memoria
el primer disco que tomé en mis manos fue “Candido The Volcanic”. Luego
encontré “Candido In Indigo” y al ladito de éste estaba colocado “Candido's Comparsa”.
Recuerdo que compré los tres elepés el mismo día y en su
total me costaron unos nueve dólares. Eso sería como por el año 1965, cuando
empecé a coleccionar discos de jazz. Anterior a esta compra solo tenía en mi
colección algunos discos sencillos de 45 rpm, que en su mayoría eran del género
de rokanról y por supuesto varios elepés de música “latina” y de “soul”.
Sin saber, me embarcaba yo en un viaje musical que me
llevaría hasta lo más profundo de la experiencia cultural americana; hasta la
propia raíz.
RAICES HABANERAS: COMO EMPEZÓ LA COSA
En cuanto a música bailable se trata, creo que no será el
primer autor en decir que Cuba le ha regalado al mundo una fortuna; ni tampoco
el primero en hablarles del aporte cultural de los músicos cubanos a esta gran
ciudad (Nueva York).
Solamente hay que dar un repaso al tiempo para recordar que
fue precisamente aquí donde arribaron los primeros ritmos netamente cubanos.
Estos llegaron a comienzos del siglo veinte, en barcos de vapor, con
instrumentos autóctonos y melodías enroscadas en las gargantas de varios
soneros y músicos de color.
Recordemos que ya para el 1920 la ley de la prohibición
(también conocida como el “experimento noble”) había abierto las puertas para
el intercambio cultural y comercial entre Cuba y los bebedores estadounidenses.
En aquella época surgía el primer “boom” turístico norteamericano y la ironía
de este capítulo nos provoca cierta risa, porque la “ley seca” hizo que miles
de “refugiados” americanos pasaran sus vacaciones “mojándose” con el famoso ron
cubano. Habia que ver como aquellos “turistas de fin de semana” se estremecían
al son de una guitarra, acompañado por la botíja, el tres, las claves, las
maracas y el bongó.
Después de casi diez años de “prosperidad”, la caída de Wall
Street en 1929 produjo una catástrofe americana que afectó tanto a Cuba como a
los Estados Unidos. La Gran Depresión económica que se acercaba no podía
permitir que los americanos continuaran sus escapadas a la capital cubana para
“mojarse”, y, por consiguiente surgió el fenómeno de un éxodo al reves.
Cientos de músicos cubanos tomaron el ejemplo de las
orquestas de Don Azpiázu, Alfredo Brito y Manolo Castro, y se trasladaron a
Nueva York ya otras ciudades del “norte” (así es que le llamaban a los Estados
Unidos). Precisamente, era allí donde los bailadores de salón esperaban su
música cadenciosa con gran ansiedad.
A pesar de que aquella crisis económica no le permitía
viajar, el ciudadano americano siempre encontró dinero para festejar, y como el
virus cubano ya lo había picado, era solo cuestión de tiempo. Así fue que
empezó la cosa, y en medio de grandes vicisitudes el criollísimo son estaba al
explotar.
Con el tremendísimo éxito del pregón “El Manicero” en 1930,
la música cubana había penetrado en la fibra de la sociedad americana de forma
contundente. En Cuba, el joven Cándido vio estos acontecimientos con ansiedad.
Mientras tanto, Antonio Machín y otros pioneros impulsaban el son y los demás
generos cubanos, penetrando su cadencia musical y su clave en las venas de la
colonia hispanoamericana de Nueva York.
De repente, se produjo en la úrbe nuevayorquina una
explosión de música cubana, particularmente con el género sonero, que había
llegado con Azpiázu y Machín bajo el seudónimo de “rhumba”. Fue en aquel
momento cuando se implantaron sus raíces, y se quedó para siempre nuestro hijo,
aunque cambiaría de timbre y de nombre muy a menudo en el futuro.
En el año 1933 se abolió la ley seca y el mundo siguió su
agitado pulso. Durante esa época surgieron en Cuba grandes figuras, cuyos
nombres saltaban las fronteras de la isla. En las siguientes décadas se
sucedieron ciertas olas de inmigración desde Cuba hacia los Estados Unidos.
Entre millas y millas de artistas y músicos cubanos que tomaron el rumbo hacia
el norte a mediados de los años cuarenta, estaba nuestro Cándido. Y no fue por
casualidad, pues su destino ya se había marcado desde temprana edad.
Nacido en el año 1921, Cándido se había iniciado en la
música desde niño, tamborileando sobre latas vacías de leche condensada en
lugar de bongós. A los catorce años ya era todo un profesional. Pasó a tocar el
trés, y rápidamente se integró a los famosos sextetos de su barrio, como por
ejemplo Los Jóvenes Del Cerro, del cantante Carlos Azcona; Los Jóvenes
Sociales, del maraquero José Salínas; el Conjunto Gloria Habanera de Floro
Acosta y el grupo del cantante Vicentico Valdés, que llevaba el nombre de El
Nacional Juvenil. También estuvo con Tata Gutiérrez y su grupo Bolero 1935, y
el Conjunto Apolo de Raúl Díaz.
Varias veces le sirvió de suplente al gran Arsenio Rodríguez
y se destacó con el grupo Diseño Moderno de Marcelino Valdés, tumbador de mucha
fama en Nueva York, por su participación en la orquesta de Tito Rodríguez.
Volvió a tocar el bongó en el 1946 y después pasó a las
tumbadoras con la orquesta del espectáculo La Corte Suprema Del Arte, en la
emisora CMQ, mientras
alternaba con Armando Romeu y su Orquesta Tropicana. Ahí conoció al
maestro Bebo Valdés y según el ganador del Grammy para el año 2009, Cándido fue un personaje clave en el desarrollo de su creación:
el ritmo de batanga.
Sin embargo, Cándido no se conformaba con el mero toque de
sones y la rumba de solar. Soñaba con el mundo del espectáculo, con el teatro
vernáculo y las luces de Broadway. Otros músicos compartian su sueño: Machito,
Mario Bauzá, Miguelito Valdés y Chano Pozo.
El éxodo de músicos continuaría durante la segunda guerra
mundial, y creo que el fenómeno histórico de la diáspora musical cubana en los
Estados Unidos se merece un libro aparte. Y claro, Cándido se merecería entonces
un capítulo para el solo.
LAS OLAS DEL CAMBIO – UN ESTUDIO SOBRE LA PERSEVERANCIA
Todo el que ha conocido a Cándido debe de entender que
aunque el camino que lo condujo al éxito fue largo y duro, su historial está
impregnado de emociones íntimas y de anécdotas interesantísimas. Este señor
lleva en su mente una gran cantidad de recuerdos, saturados de alegría y de
sabor tropical.
Me contó una vez que en aquel humilde barrio habanero de El
Cerro, le ayudó a su amigo Mongo Santamaría a repartir el correo por toda la
vecindad, para que éste terminara temprano y ambos pudieran ir al cabaret a
tocar música. Algunos decanos que aún viven, podrán regresar el tiempo, a
través de sus recuerdos, para servir de testigos de aquella rara fecundación
musical, el mestizaje musical del jazz norteamericano y el son cubano, cuyo
arquitecto fue el genial Arsenio Rodríguez Scull. De ahí nace el son montuno,
trampolín para todo lo que llegaría más tarde.
Al final de la década de los treinta hubo músicos de ambos
países que empezaron a experimentar con otra notable síntesis, que aún no tenía
nombre ni llevaba etiqueta. Los más atrevidos innovadores del nuevo ritmo
serían Stan Kenton y Damáso Pérez Prado, que habían sembrado la semilla de
aquel fenómeno que venía; sin ni siquiera haber conocido. Me refiero al jazz
latino, conocido en su inicio como jazz afrocubano.
Pero mientras Kenton solo experimentaba, Prado buscaba el
éxito comercial, el “jonrón” que lo sacaría para siempre de la pobreza. A pesar
de su genio musical y su talento innato, el ilustre y excéntrico Prado no
encontró ese éxito en Cuba, ni tampoco en Nueva York. Las ideas avanzadas de
este pianista matancero lo llevarían a suelo azteca, lugar donde le esperaba el
éxito rotundo.
Mientras tanto, el tiempo pasaba y el volcánico Cándido
tampoco lograba su sueño en Cuba. Desde aquel rincón habanero escuchaba en la
radio a la innovadora y formidable orquesta de Machito y Mario, y se veía
tocando en los clubes nocturnos de Harlem. Fue así que nuestro Cándido decidió
buscar fama y fortuna en la babel de hierro. Eso es historia.
CÁNDIDO Y LOS RASCACIELOS: EL SUEÑO REALIZADO
Un día como cualquier otro se realizó aquel sueño de
Cándido, mediante una gira que se llevó a cabo por la ciudad de Nueva York, con
la pareja de bailarines Carmen y Rolando, una gira que culminó con el
espectáculo llamado “Tidbits of 1946” ( chismecitos del 1946).
Y ahí estaba Cándido, entre la rumba de salón y el swing de
Benny Goodman, trabajando con los mejores jazzistas de la babel y acompañando a
las parejas de baile más famosas de la capital habanera.
Al fin, ahí estaba él; entre la belleza excepcional de una
cubanía que había dejado su huella eterna por los caminos de otras latitudes y
la disciplina estructurada del jazz moderno. Los norteamericanos le llaman a
este fenómeno “lo mejor de ambos mundos”.
De inmediato se dio cuenta de que su destino era el no
volver jamás a la incertidumbre. En mente y en corazón, regresaba el tiempo y
recordaba que desde muy temprana edad el jazz ya lo había llamado, y así fue
que Cándido Camero alzó su vista hacia la meca de la música afroamericana:
Nueva York.
A la edad de 25 años llegó a los Estados Unidos y muy pronto
comenzó a tocar en el Club Le Downbeat con el pianista de jazz Billy Taylor.
Debería haber sentido eufórico, al saber que la ciudad de los rascacielos lo
acogía con brazos abiertos. Pero resultó algo inesperado, pues al nuevoyorquino
hispano también le gustaba la gozadera, y en pleno ambiente bailable Cándido
logró despojar su ritmo contagioso con las orquestas de Machito y de José
Curbelo. Así fue que logró insertarse dentro del mundo “latino” estadounidense.
De esta forma creó una dualidad musical en su persona y
dentro de poco tiempo se veía la figura de Cándido, acompañando a los
comediantes Dean Martin y Jerry Lewis en el Habana Madrid, o viajando por
Puerto Rico y la República Dominicana con la pareja de baile. René y Estela, la
más famosa pareja de bailarines cubanos. Quizas en algún salón de baile se
sentían sus toques callejeros, que le hablaba directamente a los rumberos
desterrados ya la comunidad latinoamericana de la urbe. La sangre llama.
CÁNDIDO Y CHANO – LOS PRIMEROS PIONEROS DEL JAZZ LATINO
En su mayoría, los historiadores están de acuerdo y están
bien documentado que Cándido llegó a Nueva York un año antes que Chano Pozo y
que se desarrolló aquí dentro de los círculos de jazz.
Sin mucha fanfarria, el caballero del bongó asimiló el
ambiente crudo y segregado del norte y trabajó lo suficiente como para
sobrevivir. No lucía egoísta ni alardoso, ni llamaba la atención, excepto
cuando le tocaba hacer sonar los parches de su pequeño instrumento.
Y eso sí, dominaba también las tumbadoras y le hacía
competencia a Chano. Su mera presencia en un escenario condujo a los
espectadores a gritar “Candído” (con el acento en la í, pronunciado
“Candeedo”). Al escuchar el vítor del público el mulato tamborileaba sus dedos
sobre el pellejo del bongó, o sobre las tumbadoras. A veces, quinteaba sobre
ambos tambores a la vez, con el mismo ánimo de vivir aquel ritmo contagioso que
lo estremecía cuando era un niño y tocaba las latas de leche en su querido
barrio de El Cerro.
Pero resulta que en ese momento la historia toma un rumbo
inesperado, y con la ayuda clave del músico Mario Bauzá, el extravagante Chano
se vincula con el más popular y avanzado de los jazzistas: Dizzy Gillespie, y
la colaboración de estos dos va formando la célula de lo que hoy le llaman jazz
latino (Latin Jazz).
CÁNDIDO EN LA VANGUARDIA: EL DESTINO INTERVIENE
Ahora, pongan atención; La personalidad de Cándido era
completamente opuesta a la de Chano. Y sin embargo ahí tenían a Cándido, bien
parecido, con cierta educación, introvertido y humilde. Un hombre que se vestía
con traje y no buscaba ser el centro de la atención de todos, pero eso sí,
metía tremendo espectáculo aunque no era escandaloso.
Mientras tanto la farándula nuevayorquina se fijába más en
el extrovertido y ambicioso Chano, promotor de su propia imagen, brusco,
bullicioso y feo, que vestía como los famosos “chuchéros” de La Habana.
La guapería cubana se enfrentaba a la sublime manifestación
de un ser muy humilde y tranquilo. El punto clave en aquellos momentos no era
el hecho de que Chano fuese mejor intérprete, percusionista ni animador
(showman), sino que logró ser su propio promotor. Un espectáculo en sí que
cantaba a lo africano y era de tez oscura, prieto, y por ende le daba un toque
auténtico a lo afrocubano.
Cándido era de piel clara, un mulato fino que hablaba con
una voz suave, mientras que Chano mantenía la imagen del típico negro de solar.
Quizás en un ambiente social como el de hoy esto no sería
motivo de dilema, pero acordemos que aquella era otra época, se vivía en un
sistema donde la lucha entre las clases (el “clases lucha”) se destacaba, y ahi
tenemos la principal diferencia entre estos dos pioneros del tambor cubano.
Por su carisma extravagante Chano cayó en el foco de la
publicidad, su nombre y su figura se escuchaban y se veían con más frecuencia
que las de Cándido. Dada su asociación con Dizzy y su reputación de “guapo” que
se prestaba para controversias, Chano florecía.
Por otra parte un sosegado, modesto y discreto Cándido se
desenvolvía en otro ámbito, en un ambiente menos callejero, menos peligroso y
hasta cierto punto más cómodo. La comunidad jazzista lo veía como un caballero,
no como al Chano, quien había desarrollado una fama de “busca pleito”.
Sin embargo, la figura de Chano sigue siendo la más
celebrada de los dos, precisamente por estas cosas, pero aún más porque fue un
tumbador agresivo; y además de ser un formidable compositor y bailarín, fue un
rumbero por excelencia. Al César lo del César.
Me parece una buena idea hacer esta comparación entre ambos
y lanzar una descripción de sus diferentes caracteres, aunque quiero dejar muy
claro que no estoy favoreciendo a ninguno de los dos sobre el otro. Chano jamás
le hubiera robado la posición a Cándido, y viceversa. Cada uno tenía su don. Lo
que plantéo aquí son cosas del destino y del comercialismo, nada más.
Chano Pozo era Chano Pozo y Cándido Camero era y sigue
siendo Cándido Camero. Ambos son de los nuestros. No se trata de polémica, sino
de una misma historia en la cual se presentan dos verdaderos baluartes, ambos
dignos de admiración por nuestra comunidad nuevayorquina. Dos grandes de
nuestra música urbana. Creo que no está en mi el definir quién fue el mejor,
eso estará siempre con el público.
Ambos fueron pioneros, y sin embargo por esas cosas de la
vida y por condiciones que muchos desconocen, la fama se le pegó más a Chano, y
claro, después de su trágica muerte, se convirtió en un mito y una leyenda.
Mientras tanto, Cándido siguió su trayectoria de caballero y músico
complaciente.
Es quizás por esto, que nunca se le dio el mismo mérito que
a Chano. Con el tiempo el público nuevoyorquino se olvidaría de Chano, y
surgirían otros congueros estelares como Mongo Santamaría, Patato Valdés,
Armando Peraza, Franciso Aguabella, Tata Güines, Sabú Martínez, Ray Barreto y
algunos más.
Y en medio de los contendientes, se encontró de nuevo
nuestro Cándido, batallando como un campeón entre los campeones. A principios
de la década de los '50, fue solista de la orquesta de Stan Kenton, con la cual
recorrió el país tocando tres tumbadoras en un período en el que otros tocaban
sólo una (o quizás dos). Además, raspaba el güiro y tocaba el cencerro con el
pie. Cándido fue el primer multipercusionista en la historia del jazz y creó un
estilo único al interpretar melodías como las que hacían los pianistas y los
percusionistas de las orquestas sinfónicas. En cuanto a este tipo de afinación
se refiere, su único rival sería Patato, que aún vivía en Cuba.
CÁNDIDO Y LA FIEBRE MAMBERA: EL NUEVO RITMO ES EL QUE MANDA
De repente estalló el nuevo ritmo, en México. Y el mundo se
puso a bailar mambo. Ni la música de concierto ni los combos de jazz le
llamaban ya la atención a la juventud, y las bandas grandes comenzaron a
desaparecer. Simultáneamente llegó el rocanrol, y Cándido se mantuvo firme,
porque tenía su fundamento.
Supo adaptarse a todo lo que estuviera en boga, y conste
que, en años posteriores, el callado y apartado Cándido también quedaría en el
olvido, pero por cierto tiempo, aunque a mi criterio fue simplemente porque él
ya no figuraba en la música popular bailable. . Se movía en otro ambiente.
En 1951 Cándido regresó a su patria y realizó giras por toda
la isla con el cantante Orlando “Cascarita” Guerra y los bailarines Gloria Y
Rolando. A su retorno a Nueva York en el '52 Cándido se acopló con Dizzy
Gillespie y de ahí en adelante su fama fue creciendo. Incluso, allá por el '54
la famosísima sección de ritmo de los maestros Machito y Bauzá se unió a
Cándido para desarrollar un proyecto muy elaborado, con músicos de óptima
calidad, encabezados por el propio Gillespie, cuyo título era “The Manteca
Suite”.
El clásico tema de Chano volvió a hacer historia ya la vez
señaló la desaparición de las orquestas jazzband (big band). Aquel
acontecimiento, sin embargo, Cándido se encontró de gira con la banda gigante
de Kenton, ese mismo año, aunque en el ambiente social ya le quedaban poco
tiempo a las orquestas como estas.
Su magnífica ejecución percutíva se puede apreciar bien en
las grabaciones de Kenton para el sello Capitol; como por ejemplo “Have A
Havana”, en donde se une a su primer amor, el bongó. Solo hay que escuchar el
tema “Bacante” para ver que en aquellos momentos Cándido era el dueño de ese
instrumento.
También hubo giras a lo largo de los Estados Unidos con Tito
Puente, Joe Loco y Miguelito Valdés, mediante los famosos festivales
denominados “Mambo USA”. Ya para el '57 se presentó la muerte del mambo a nivel
internacional, aunque en el patio nuevoyorquino aún reinaban sus melodías y su
baile contagioso.
Esa verdad se la deben los nuevosyorquinos al famoso salón
de baile conocido como El Palédiun (Palladium Ballroom), en donde Cándido se
presentó muy a menudo (como solista). Ese mismo año la fiebre mambera lo llevó
a Venezuela y después a las montañas de Monticello con Los Lecuona Cuban Boys,
pero la musa le volvió a llamar hacia la gran manzana, adonde algo muy especial
lo esperaba.
En un instante, el destino de Cándido Camero cambió, y ese
destino se llamó Tony Bennett. La historia nos indica que cuando el caballero
de las congas se unió al cantante y caballero italiano-americano, de ahí en
adelante su sueño se hizo realidad. Juntos, viajaron el mundo y nos informa el
propio Cándido que su rostro fue usado para introducir e ilustrar la tumbadora
(tambor de conga) en el World Book Encyclopedia (desde el año 1960 hasta el
1972) en la sección de instrumentos de percusión. A finales de aquella época
tan increíble ya Cándido se había destacado como una verdadera estrella de
jazz, y en el año 1959 su nombre figuraba junto a los de Charlie Parker, Dizzy
Gillespie y Miles Davis en el afamado Club Birdland. ¡Qué manera de terminar
una década!
CÁNDIDO Y LA NUEVA OLA: UN NUEVO COMIENZO
Durante la década de los '60 el volátil Cándido se había
destacado principalmente como acompañante de artistas al estilo de Las Vegas y
de Broadway. No fue bobo, pues se sabía muy bien que ahí estaba la plata. Sin
embargo, no se le pegó la misma fama que se adquiere tocando en salones de
baile. Esto no es universal, es un fenómeno muy particular en nuestra ciudad.
Sin embargo yo lo veía mucho en el show del Chateau Madrid,
en el mismo lugar que ahora ocupa el Barrio Latino, tocando para bailadores,
junto a Israel “Cachao” López y otros músicos que dejaron el ambiente rumbero
para la seguridad del cabaret. Allí acompañaban a artistas de nombre como Celia
Cruz, Xiomara Alfaro, Olga Guillot, Bobby Capó, Pedro Vargas, Rolando La Serie,
Myrta Silva, Roberto Ledesma, Vicentico Valdés y un elenco de artistas
internacionales.
Pero ese ambiente era para hombres de plata, y la creciente
clientela del boogaloo y la salsa se movía en otro ambiente, más barato, aunque
a mi criterio ahí se gozaba más, porque la plata corría por otras vías, quizás
por la yerba y el huele huele, que no costaban tanto como la bebida. Además, la
juventud de esa época ya estaba perdiendo el gusto por lo genuinamente cubano,
y el nuevo híbrido estaba ya en sazón.
En Nueva York no solo se experimentaba por otras vías en
cuanto a la propia música, sino en cuanto al vestuario, la ética y hasta en el
propio baile se desviaba de la norma. Surgió para aquel entonces el baile al
estilo “soul” y “boogaloo”, y ahí estaba nuestro Cándido de nuevo, grabando
cosas bailables que cabían dentro de la etiqueta de “crossover”. Anticipando
los cambios de gusto en la juventud, el volcán de las congas comenzó a grabar
como solista en el 1962 para el sello Roulette, lanzando el elepé titulado
“Conga Soul”.
RECONOCIMIENTO MUNDIAL: MÁS ALLÁ DEL SUEÑO
En el mundo de la farándula internacional, el amable Cándido
se ha destacado como percusionista y su imagen siempre ha estado vinculada a
grandes eminencias como el antes mencionado Dizzy Gillespie. La lista de colaboradores incluye a Miles
Davis, Sonny Rollins, Tony Bennett, Steve Allen, Machito, Tommy Dorsey, Jackie
Gleason, Tony Bennet, Chico O'Farrill, Patti Page, Charo, Luis Vigoreux, Nancy
Ames, Polly Bergen, Pat Boone, Joe Franklyn y Mike Wallace.
Fue nombrado “Maestro del Jazz del 2008” por la agencia
pública National Endowment for the Arts (NEA). Este premio es el máximo
reconocimiento a la música denominada jazz en toda la nación y hasta la fecha
ha sido de mucha honra para 100 grandes figuras del género. Este músico de 89
años ha sido solamente el segundo cubano en recibir el reconocimiento. El
saxofonista y clarinetista Paquito D'Rivera, fue nombrado en el 2005.
Debo mencionar su aparición en la televisión junto a Lena
Horne en el show de Ed Sullivan, tanto como su presentación con la orquesta de
Duke Ellington en la producción “The Drum Is A Woman” (el tambor es una mujer)
y además con Charlie Parker en su concierto con violines en Carnegie Hall.
Se destacó junto al pianista británico George Shearing en
“Latin Escapade”, para el sello Capitol. Como líder grabó varios discos para el
sello ABC Paramount Records. Entre los antes mencionados elepés están también
“Latin Fire”, “Calypso Dance Party” y “Candido”.
Duró con esa empresa hasta el 1965, integrándose después al
sello Tico en el '67, dejando solamente una joya musical de géneros bailables
cubanos. Este disco se titula “Brujerías de Cándido” e incluye al maestro
Israel “Cachao” López en el bajo, con el respaldo de la orquesta de Tito
Puente. Otra grabación, muy de coleccionista, es una en la cual Cándido toca el
bajo de madera junto a los jazzistas Ray Bryant al piano, Art Blakey y Sabú
Martínez en la percusión y el legendario Oscar Pettiford en el violonchelo. El
tema se titula “Oscalypso”.
Cándido lideró un cuarteto entre los años '60 y '64 en el
Club Liborio de la calle 48 y Broadway. El grupo destacaba piano, bajo y
trompeta, mientras que Cándido tocaba varios instrumentos de percusión. Abría
el show como solista y luego entraban los músicos uno por uno, y empezaban a
tocar, al estilo muy cubano de descarga.
En el '64 realizó una gira con el famoso Trío Los Panchos en
el Japón y desde el '65 al '79 volvió a los estudios de grabación, contratado
por varios sellos de prestigio que lanzaron los siguientes elepés; “1,000
Finger Man” (Solid State, 1970), “Beautiful” (Blue Note, 1970), “Drum Fever”
(Polydor, 1973), “Candido Funk” y “Dancin' and Prancin” (Ambos para Salsoul,
1979) .
Después de un breve período en la penumbra, Cándido resucitó
en el año 1981, más o menos cuando el mundo empezaba a reconocer al talentoso
pianista cubano Marco Rizo. Trabajó con frecuencia para el cuarteto de Rizo,
hasta el 1985. Mientras tanto hacía giras con otro gran pianista; el panameño
Rafael Benítez.
En el '81 ambos fueron a tocar en los carnavales de Panamá y
después acompañaron a Xiomara Alfaro por todo Centroamérica. De ahí Cándido se
unió a la agencia de Steven Scott Productions & Orchestra para tocar
exclusivamente en fiestas privadas. Con esta agencia trabajó durante diez años,
y al comenzar la década de los noventa, se integró al renombrado grupo “The
Conga Kings”, con el cual grabó varias discotecas.
Con este grupo se han realizado varios conciertos y giras a
nivel internacional. Recientemente el cineasta Iván Acosta produjo un
documental sobre la vida de Cándido titulado “Manos De Fuego”. Además, uno de
sus conciertos fue grabado en vivo y lanzado al mercado con el mismo título.
Por mi parte, me siento orgulloso de poder contarles a nuestros
lectores sobre algunos aspectos de la historia del jazz latino y me alegra
mucho que Cándido ahora esté recibiendo el reconocimiento por su habilidad como
percusionista y por su sonrisa de buena gente.
Su aporte al jazz es indiscutible, aunque en el ambiente
latino a Cándido no le han llegado a dar el homenaje que verdaderamente se
merece. Francamente, esto yo lo veo como un atraso. Claro, sabemos (y
aceptamos) que ya no vivimos en la época dorada, que es otra era completamente
diferente; sobrevivímos dentro de un comercialismo a donde “lo nuestro” ya no
es lo nuestro. Las imágenes de Cándido y de Chano han llegado a ser opacadas
por otras figuras que ahora pretenden ser “pioneros”. ¡Qué horror!
¿Por qué será que en las flamboyantes ceremonias de los
premios “Lo Nuestro” no dan espacio para estas figuras clásicas? ¿Será porque
no existen categorías de instrumentistas rítmicos? Que lástima que ahora no
podrán reconocer a Cándido, el primer percusionista en incorporar la tumbadora
al jazz a través de su trabajo con Gillespie, Kenton y Tony Bennett.
Sin embargo, existe un tal llamado “jol de la fama” (Salón
de la Fama) para la música rokanrolera, y me he fijado que ahí si le rinden
verdaderos homenajes a los pioneros de ese género. Entonces, ¿por qué no lo
hacemos nosotros también? ¿Qué pasará con nuestro legado musical, si nosotros
mismos no lo mantenemos en primera plana? ¿Se perderá para siempre? ¿Cuándo
será que los “latinos” le daremos un merecido reconocimiento a las leyendas
como Cándido Camero?
Su veteranía alcanza ya los 80 años, pero esto no significa
que haya llegado a la edad del retiro. Segun Cándido: 'cuando estoy frente a
estos tres tambores me siento como un niño'. Y como un buen vino añejo, el
hombre de las manos de fuego sigue deleitando a su público, porque su sabor, su
ritmo y su sello único lo avalúan para sentirse orgulloso de ser el decano del
tambor en los Estados Unidos.
A continuación, lo recordamos en el día de su nacimiento,
con Siboney.
Cándido Camero, conga; Axel Laugart, teclado; Amaury Acosta,
batería; Max Cudworth, saxo alto; Mike Rodriguez, trompeta; Chris Smith, bajo; Michael
Valeanu, guitarra; Mauricio Herrera, percusión; y la voz de Xiomara Laugart.