Luis Izquierdo González nació en La Coruña, España, el 10 de abril de 1931, y murió en Madrid, España, el 9 de diciembre de 2022. Músico, compositor y director de orquesta.
El sitio www.scherzo.es
publicó este recordatorio firmado por Justo Romero.
Luis Izquierdo, maestro incomparable
12/12/2022 / Justo Romero
Con el alma húmeda de dolor, el escribidor no sabe por dónde
ni cómo comenzar este herido obituario sobre Luis Izquierdo, el director de
orquesta, pianista, catedrático y dinamizador de la vida musical sevillana y
española durante décadas. Luis, el maestro Izquierdo, que llevaba años inmerso
en el alzhéimer, se ha ido plácidamente, rodeado del afecto de los suyos, que
fueron y son tantos: Ángeles Rentería, su esposa y compañera en la música y en
la vida, y sus hijos, entre ellos el violinista Wolfgang Izquierdo, y el
afinador y técnico de pianos David Izquierdo.
Nacido en La Coruña, en 1931, los espacios limitados,
primero del teclado y luego del podio, devinieron insuficientes para albergar
su inagotable imaginación musical. Con su muerte, el mundo musical español
pierde a uno de sus personajes más lúcidos, avanzados, dinámicos e incomparables
de la segunda mitad del siglo XX. Luis, amigo, maestro , guía y compañero de
mil iniciativas, fue un emprendedor nato, que inventó e imaginó incontables
aventuras musicales, desde los Mayos musicales hispalenses al Festival Ibérico
de Música de Badajoz, o ciclos específicos dedicados a los más diversos géneros
y estilos.
Había llegado a Sevilla en 1962, tras obtener una cátedra de
piano en el Conservatorio Superior, que dirigía entonces Norberto Almandoz, con
el compositor Manuel Castillo como subdirector. Luis Izquierdo, como Mariles
—Ángeles Rentería— llegaron a la ciudad de Turina tras obtener sendas cátedras
de piano. Ambos habían estudiado con José Cubiles, en el Conservatorio de
Madrid, y luego en Viena, Mariles con Hans Graf y Luis dirección de orquesta
con Hans Swarowski. Luego se marcharon a Salzburgo, donde completó sus estudios
de dirección con Gerhard Wimberger. Allí, en la ciudad de Mozart, nació su
primogénito, el hoy violinista Wolfgang
Izquierdo Rentería, bautizado, claro, con el nombre del más ilustre
salzburgués.
Pero antes que director de orquesta, Luis había sido un
sobresaliente pianista, alumno destacado de Cubiles, en cuya cátedra de
virtuosismo compartió aula con Joaquín Achúcarro, Cristina Bruno, Carlos
Calamita, Manuel Carra, Guillermo González, Félix Lavilla, Julián López Gimeno,
Jacinto Matute, Marisa Montiel, María Orán, el jovencísimo Rafael Orozco,
Rafael Quero, Luis Rego, Rogelio Rodríguez Gavilanes o Miguel Zanetti. Fue
allí, en la cátedra de Cubiles, donde también coincidió y conoció a la
sevillana Ángeles Rentería, con la que pronto se casarían y emprenderían una
apasionante vida, siempre juntos, con recaladas en Viena, Salzburgo, Sevilla y
Madrid.
Coruñés de pro, marchó muy joven a Madrid, donde obtuvo
pronto el Premio Extraordinario y el Primer Premio de Virtuosismo de Piano. Fue
un estupendo pianista. Recuerdo bien las palabras siempre elogiosas de Esteban
Sánchez, alumno de la ‘rival’ de Cubiles, la malagueña Julia Parody: “Ni te
imaginas lo talentoso y bien que tocaba Luis el piano”. Pero, igual que el
podio, el universo del teclado se antojaba limitado para sus plurales
ambiciones artísticas. Entre 1952 y 1959 fue profesor de acompañamiento en la
cátedra de su admirado maestro Gerardo Gombau. Estudió también con Francisco
Calés, Victorino Echevarría y Julio Gómez. Es la época en la que comenzó sus
pinitos profesionales como pianista y director de coro.
Cuando en 1962 desembarcó en Sevilla, la capital hispalense
era un páramo musical. Asumió la dirección de la Orquesta Filarmónica de
Sevilla y resucitó la legendaria Orquesta Bética de Cámara. En 1976 la
Filarmónica de Sevilla pasó, bajo su tutela, a ser la Orquesta Bética
Filarmónica. Con esta orquesta, y con el empuje de la Caja de Ahorros de San
Fernando —de cuya Obra Cultural era asesor musical en los tiempos gloriosos de
Manuel Rodríguez-Buzón— desarrolló una ingente labor. Promovió infinidad de
estrenos y encargos a los compositores españoles de la época; creó una base
sinfónica inédita hasta entonces —legendario fue su ciclo integral de las
sinfonías de Beethoven—, y llevó a Sevilla lo más granado y novedoso de la
música internacional. Los solistas y repertorios que desfilaron entonces por el
escenario del Teatro Lope de Vega podrían ser modelo para las muy conservadoras
programaciones sinfónicas actuales.
Sus ciclos de música contemporánea enmarcaron incontables
estrenos y primeras audiciones. Un ejemplo. Pero Sevilla, conservadora y
siempre ensimismada en sus tradiciones y encantos, nunca llegó a entender la
dimensión avanzada y vanguardista de Luis. Quizá tampoco las formas.
Finalmente, con su inseparable Mariles —en el conservatorio, casi todos
andábamos medio enamoradillos de ella, tan guapa, tan buena pianista y
profesora, tan sevillana y fascinante; Mariles era como una Clara Schumann de
carne y hueso— y sus seis hijos cogió los bártulos, cerró su inolvidable chalet
de la urbanización Colina Blanca y desanduvo el camino a Madrid para volver a
ejercer como catedrático de piano. El círculo casi se cerró.
Sevilla, sin enterarse, se quedó huérfana de su máximo
dinamizador musical. Luego, sí, se creó la Sinfónica de Sevilla, se inauguró el
Teatro Maestranza, llegó la Expo-92… Incluso siguió dirigiendo el Misere de
Eslava todos los años en la catedral hispalense con la nueva y plurinacional
Sinfónica de Sevilla… Pero eso fue otra historia. Harina de otro costal. Tiempo más espectacular y ostentoso. Menos
cutre y más de cartón piedra. Castillos de arena pese a los cimientos
construidos tan laboriosamente por Luis Izquierdo y pocos más. En aquella época
hoy remota, Luis se plantaba en cualquier sitio para llevar todo tipo de
músicas. En Almonte, la capital rociera por antonomasia, se presentó con un
programa con obras de sus amigos Carmelo Bernaola, Antón García Abril,
Cristóbal Halffter y Tomás Marco. ¡Así era Luis Izquierdo!
Hoy, tras una vida plena llena de acontecimientos y logros,
Luis Izquierdo González, baluarte de contemporaneidad, distinguido con la
Encomienda de Alfonso X el Sabio
y Académico de la Real de
Santa Isabel de Hungría de
Sevilla, nos ha dejado. Pero su recuerdo se mantiene bien vivo y latente en
todos los que le admiramos, quisimos y disfrutamos de sus saberes, alegrías,
inteligencia y buen hacer. Un beso enorme, Mariles, a ti y a todos los
Izquierdo Rentería, incluida, ¡cómo no!, nuestra eterna “Pincho”. Igual andan
por ahí tocando alguna nueva sonata para oboe.
Justo Romero
A continuación, lo recordamos en el día de su nacimiento,
con su interpretación de Quoniam, un fragmento del Miserere, de Hilarión Eslava,
al frente del Coro Matritum Cantat, y la Orquesta Sinfónica de Madrid.