Gustavo III nació en Estocolmo, Suecia, el 24 de enero de 1746 y murió en su ciudad, el 29 de marzo de 1792.
Su infancia y juventud transcurrieron en un clima de extrema
debilidad de la institución monárquica, y sus padres, los reyes, fueron
humillados en más de una ocasión, mientras que la nobleza se había apoderado de
la administración del Estado.
En su niñez, se mostró muy proclive a la fantasía, al
arte teatral y a la frivolidad. Sus profesores lo guiaron de acuerdo
a los preceptos de la ilustración francesa, que en ese tiempo era la tendencia
cultural y humanística dominante. En su educación predominó la estética y la literatura, y el
príncipe también mostró interés por la historia, y un marcado afecto hacia el
poder, el éxito y el honor, pasiones que llegó a considerar como objetivos
supremos en la vida.
Su empeño en destacarse en la vida política, y en recuperar
la fuerza pasada de la monarquía, lo condujo a dirigir al partido de la corte,
que no tardó en darse cuenta de las habilidades del príncipe y en considerarlo
la esperanza de la monarquía sueca.
El liderazgo de Gustavo en el partido de la corte generó
fricciones con su madre la reina Luisa Ulrica, quien no estaba dispuesta a
declinar su influencia dentro del partido.
A la muerte de su padre el 12 de febrero de 1771, Gustavo se
encontraba en París, donde consiguió la promesa de apoyo político del gobierno
de Francia. Luis XV le dio el consejo de buscar la reconciliación entre los
partidos a fin de lograr un gobierno de coalición bajo el liderazgo del
monarca. Gustavo fue coronado el 29 de mayo de 1772 y pronto se dio cuenta que
todo intento por reconciliar a los partidos era inútil.
El 19 de agosto de 1772, con el apoyo de guarniciones
militares, el rey arrestó al consejo del reino y a los principales líderes del
partido de los gorros en el parlamento. Dos días después, el parlamento, aprobó una nueva constitución elaborada en gran parte por el
mismo monarca.
Gustavo realizó mejoras en la vida social: comenzó el
desarrollo económico, abolió la tortura en 1772, promovió la libertad de
imprenta, mejoró los servicios de salud, combatió los abusos administrativos, y
alzas salariales a los funcionarios públicos. También logró la liberación del
mercado de cereales, la mejoría en el estado del ejército y la armada, la
moderación de las leyes penales, y la puesta en marcha de impresión monetaria
en 1777.
Cuando el parlamento se reunió en 1778, reconoció los logros, reforzó las reformas y tomó en cuenta
todas las propuestas del rey, y en ese año comenzó a incubarse una nueva oposición, enfocada en criticar varios decretos del soberano y su inclinación por el absolutismo.
En esas circunstancias, Gustavo decidió girar sus
intereses hacia la política exterior, empujado por el deseo de devolver a
Suecia su estatus de gran potencia y de ganar los máximos honores militares que
lo mantuvieran encumbrado en la popularidad.
Las finanzas públicas comenzaron a ser despilfarradas, se endeudó la economía del país sin el consentimiento del
parlamento, sumadas a algunas reformas poco populares y la aparición de
nuevos casos de corrupción en la administración, provocó el crecimiento opositor, encabezado por el conde Axel von Fersen.
El parlamento de
1786 rechazó la gran mayoría de las propuestas presentadas por Gustavo
III, y esto
obligó al rey a recuperar el prestigio y la autoridad moral. En ese tiempo el monarca comenzó a considerar a Rusia como su
principal enemigo, y al avizorar un futuro conflicto con ese país, comenzó en secreto un rápido rearme del ejército.
A fines de junio de 1788, las tropas suecas, sin una previa
declaración de guerra, atravesaron la frontera con Rusia, bajo el pretexto de
un conflicto fronterizo, de dimensiones insignificantes y provocado por los
mismos suecos.
El rey Gustavo confiaba en la victoria, pero luego de años de guerra y combates con suerte cambiante, el 9 de julio de 1790, los suecos derrotaron a la flota
rusa, superior en número, en la segunda batalla de Svensksund, bajo mando del vicealmirante Olof
Cronstedt y el propio Gustavo III.
La paz fue firmada el 14 de agosto de 1790 mediante el
Tratado de Värrälä. Gustavo no logró sus pretensiones de conquista, pero
finalizó el intervencionismo ruso en la política de Suecia y la reputación del
soberano sueco aumentó significativamente, pero las finanzas del
país sufrieron graves daños.
Gustavo III convocó al parlamento en Gävle en 1792 y allí buscó
moderar sus posiciones para conciliar con sus opositores. La cautela que mostró Gustavo en sus propuestas fue bien vista por el
parlamento, pero algunos opositores radicales encontraron que la presencia del
rey en el gobierno era un estorbo.
A finales de 1791 y principios de 1792 se fraguó
una conspiración entre algunos miembros de la nobleza, cuyo objetivo era
cambiar la constitución y entre las posturas más radicales, asesinar al rey. Entre los principales instigadores estaban Carl Fredrik Pechlin y Jacob Johan
Anckarström.
El 16 de marzo de 1792, en una noche de máscaras en la Ópera
de Estocolmo, el rey Gustavo fue rodeado por cinco hombres vestidos de negro y
Anckarström le disparó a quemarropa en la espalda.
El rey falleció después de algunos días de agonía, el 29 de
marzo de 1792, y sus restos fueron sepultados en la iglesia de Riddarholmen, en
Estocolmo.
Gustavo III es uno de los reyes suecos sobre los que más se
ha escrito. Libros, películas y documentales, dan cuenta de su
vida y su obra. Su tiempo, fue una etapa favorable en el campo del saber y la cultura.
El rey fue un apasionado del arte, escribió varios dramas de temática histórica y
nacionalista que fueron posteriormente musicalizados y llevados a la ópera. Se destacó como orador, y contribuyó con la historia de
Suecia, con una colección de
escritos comprendidos en los Papeles Gustavianos, hoy custodiados por la
Universidad de Upsala.
Varias instituciones culturales fueron fundadas o re fundadas
por su iniciativa, como la Real Academia Musical Sueca en 1771, la Academia de
Pintura y Escultura y el Teatro Sueco en 1773, la Academia Sueca, y la Academia
de Letras, Historia y Antigüedades en 1786.
Las circunstancias de su asesinato fueron la base para el
libreto operístico Gustave III de Eugène Scribe, musicalizado en 1833 por
Daniel Auber, y por Giuseppe Verdi en su ópera Un baile de máscaras en 1859.
A continuación, de Giuseppe Verdi, la ópera Un ballo in maschera,
o Un baile de máscaras, en la versión de Oksana Dyka como Amelia y Gregory
Kunde como Riccardo, en los roles principales, junto al Coro y la Orquesta del
Teatro Regio de Turín, con la dirección de Renato Palumbo. Producción 2012.