A modo de colaboración espontanea, un amigo el Dr. Francisco Torija Zane, nos envía desde París, Francia, sus impresiones de dos conciertos en homenaje al compositor Arvo Pärt, y que reproducimos con mucho gusto.
EL CUMPLEAÑOS DE ARVO
PÄRT EN PARIS
Pocos días después de
cumplidos los ochenta años del nacimiento de Arvo Pärt, la Orquesta de París festejó
el acontecimiento los días 19 y 20 de septiembre con dos conciertos ofrecidos
en la controvertida Gran Sala de Philharmonie de París ubicada en Parc de la
Villete, ambos dirigidos por Paavo Järvi y principalmente dedicados al
compositor.
No es fácil para una orquesta afrontar esta propuesta ya que un
mínimo desajuste puede apagar el universo sonoro plasmado por el autor en una
partitura privando a sus destinatarios de compartir la búsqueda de ese acorde
que resolverá la salida de un laberinto del que no siempre se quiere escapar.
En el atardecer del primer día abrieron el concierto las cuerdas de orquesta
interpretando Summa (1977/1991).
Cada sonido pudo apreciarse en su
individualidad anunciando que las expectativas del público que colmó la sala habrían
de ser satisfechas. Con Passacaglia (2003/2007) se agregó el violín de Viktoria
Mullova y el vibráfono incluido entre el amplio despliegue de percusión
requerido por el programa. La expectativa general quedó consolidada como
efectiva realización en curso.
Completada la orquesta y con el coro regido por
Lionel Sow pudo verse renovado el misterio del arte sublimando la tragedia en
el ruego de que no se repita: De Pacem Domine (2004) fue comenzada a componer
pocos días después del atentado ocurrido en la terminal ferroviaria de Atocha. Cinco minutos bastaron para que Arvo Pärt compartiera su música como oración.
La orquesta continuó el rito con el estreno parisino de La Sindone (2015), obra
que rememora la pasión de Cristo recurriendo a las disonancias sobre una nota
predominante pareciendo buscar otra nota -tranquilizadora- que no podía llegar.
El coro se puso nuevamente de pie para unirse a la orquesta y el piano de
Romain Descharmes que introdujo el Credo (1968) con la melodía de El clave bien
temperado de J.S.Bach, recurso de apariencia inofensiva al que recurrió el
compositor para desarrollar una idea de resistencia a la opresión.
Frente a su
estreno en Tallin, las autoridades hicieron saber su disgusto, contrariamente
al público de entonces y también el de ahora que ovacionó largamente la obra y
su interpretación.
Así terminó la primera parte del primer concierto y con ella
la actuación del Coro de la Orquesta de París, actuación que permitió apreciar
sus virtudes pero dejo la impresión de haber sido casi efímera frente a la
magnitud de la obra del compositor en este rubro y la amplitud de recursos de
la entidad convocante.
Silohuette (2009), es
una obra que Arvo Pärt dedicó al director Paavo Järvi y a la Orquesta de París
y fue estrenada en la Sala Pleyel, anterior residencia de esa orquesta. Se
trató de un homenaje a Gustave Eiffel. Es una de las más elegantes del
compositor, guiada por un encantador aire de vals; sin ser ligera puede ser
considerada de tono vivaz. Sin embargo, quizás debido a la densidad de las
obras anteriores, la interpretación, con ser distendida, no llegó a comunicar
ese clima.
En la Sinfonía (1971), estrenada en 1972 por Neeme Järvi, amigo de
Arvo Pärt y padre del actual director, el compositor recurre a estructura
antiguas del canto gregoriano, de la polifonía renacentista, de formas barrocas
y hasta de la percusión ceremonial con los timbales. Se consolida el estilo
"tintinabuli" en alusión a las formas y sonoridades de las campanas.
Con esta obra la Orquesta de París mostró acabadamente la brillantez y precisión que la hizo merecedora del prestigio que comenzó a forjar desde sus
inicios y también el del Maestro Paavo Järvi que obtuvo desde mucho antes de
ser su actual director.
Las cuerdas y campanas de la orquesta cerraron la primera
jornada de conciertos con Cantus in Memory of Benjamin Britten (1977), en otra
muestra del estilo "tintinabuli" esta vez desarrollado en un canon
sobre una melodía simple.
El domingo, a media
tarde, con público ubicado en el lugar dejado por el coro, el concierto comenzó
con Fratres (1977/1992), para violín, orquesta de cuerdas y percusión,
destacándose nuevamente la violinista Viktoria Mullova poniendo en el tiempo la idea del compositor.
Con un particular sentido de la oportunidad, siguió una obra de gran porte -en
cuanto a extensión y uso de recursos instrumentales- del compositor estoniano
Erkki-Sven Tüür. Sow the Wind... permitió el lucimiento del conjunto orquestal
en base a un eclecticismo que cabe esperar esté en tránsito hacia el hallazgo de
un albergue decisivo.
Luego del intermedio
volvió la música de Arvo Pärt. Primero Swangsong, obra orquestal definida en
2013 sobre una anterior versión para coro y órgano. Cerró la celebración una de
las obras que aseguró a Arvo Pärt la continua presencia en los repertorios de
grandes orquestas y en el mercado de las grabaciones de música, raro fenómeno
si se tiene en cuenta el clima de serena atención y entrega a los sonidos que a
los oyentes exige su obra.
Se trató del doble concierto para dos violines, orquesta
de cuerdas y "piano preparado" que Pärt llamó Tabula rasa (1977)
aludiendo a la disposición necesaria para escuchar las consonancias y
disonancias, apreciar el sentido de los timbres, la profundidad de acordes a
veces repetidos y a veces solitarios y sonidos apenas perceptibles y originados
en instrumentos de disímil conformación, como el caso del "piano
preparado" con sistemas de sordinas sobre las cuerdas o distintos tipos de
martillos para lograr sonidos afines a las campanas.
El papel de las violinistas
-Viktoria Mullova y Mari Poll- fue impecable en un trabajo que a las dotes
musicales agregó un notable esfuerzo físico. En este caso y en la mayoría de los anteriores, el
desempeño de la Orquesta de París puede calificarse de magnífico, superior en
intensidad emocional y solvencia técnica a muchas de las versiones grabadas disponibles.
No faltó en esta
celebración la presencia física de Arvo Pärt. Al finalizar los dos conciertos
subió al escenario para saludar al público, su público. No fue la presencia
generalmente atribuible a «un triunfador ». Vestido con sencillez ajena a las
candilejas, brindó su cálida sonrisa con los reparos de una timidez evidente.
Sin miramientos rechazó subir al podio, así como volver tantas veces como se lo
requiriera.
Apagadas las luces de la sala recibió en el hall de entrada a
quienes quisieron saludarlo, con la misma disposición con la que se presentó en
el escenario.
Careció de ese recato un cartel que anunciaba que el maestro
firmaría los discos en el stand de la grabadora, contiguo a un mostrador donde
se vendían. Pero Arvo Pärt firmó también
programas, libros y hasta un autito de juguete que una entusiasta admiradora le
acercó. La expresión de sus ojos era la de un hombre bueno.
Francisco Torija Zane
Paris, septiembre 2015