jueves, 24 de septiembre de 2015

El cumpleaños de Arvo Pärt en París


A modo de colaboración espontanea, un amigo el Dr. Francisco Torija Zane, nos envía desde París, Francia, sus impresiones de dos conciertos en homenaje al compositor Arvo Pärt, y que reproducimos con mucho gusto.


EL CUMPLEAÑOS DE ARVO PÄRT EN PARIS

Pocos días después de cumplidos los ochenta años del nacimiento de Arvo Pärt, la Orquesta de París festejó el acontecimiento los días 19 y 20 de septiembre con dos conciertos ofrecidos en la controvertida Gran Sala de Philharmonie de París ubicada en Parc de la Villete, ambos dirigidos por Paavo Järvi y principalmente dedicados al compositor. 

No es fácil para una orquesta afrontar esta propuesta ya que un mínimo desajuste puede apagar el universo sonoro plasmado por el autor en una partitura privando a sus destinatarios de compartir la búsqueda de ese acorde que resolverá la salida de un laberinto del que no siempre se quiere escapar. En el atardecer del primer día abrieron el concierto las cuerdas de orquesta interpretando Summa (1977/1991). 

Cada sonido pudo apreciarse en su individualidad anunciando que las expectativas del público que colmó la sala habrían de ser satisfechas. Con Passacaglia (2003/2007) se agregó el violín de Viktoria Mullova y el vibráfono incluido entre el amplio despliegue de percusión requerido por el programa. La expectativa general quedó consolidada como efectiva realización en curso. 

Completada la orquesta y con el coro regido por Lionel Sow pudo verse renovado el misterio del arte sublimando la tragedia en el ruego de que no se repita: De Pacem Domine (2004) fue comenzada a componer pocos días después del atentado ocurrido en la terminal ferroviaria de Atocha. Cinco minutos bastaron para que Arvo Pärt compartiera su música como oración. 

La orquesta continuó el rito con el estreno parisino de La Sindone (2015), obra que rememora la pasión de Cristo recurriendo a las disonancias sobre una nota predominante pareciendo buscar otra nota -tranquilizadora- que no podía llegar. 

El coro se puso nuevamente de pie para unirse a la orquesta y el piano de Romain Descharmes que introdujo el Credo (1968) con la melodía de El clave bien temperado de J.S.Bach, recurso de apariencia inofensiva al que recurrió el compositor para desarrollar una idea de resistencia a la opresión. 

Frente a su estreno en Tallin, las autoridades hicieron saber su disgusto, contrariamente al público de entonces y también el de ahora que ovacionó largamente la obra y su interpretación. 

Así terminó la primera parte del primer concierto y con ella la actuación del Coro de la Orquesta de París, actuación que permitió apreciar sus virtudes pero dejo la impresión de haber sido casi efímera frente a la magnitud de la obra del compositor en este rubro y la amplitud de recursos de la entidad convocante. 

Silohuette (2009), es una obra que Arvo Pärt dedicó al director Paavo Järvi y a la Orquesta de París y fue estrenada en la Sala Pleyel, anterior residencia de esa orquesta. Se trató de un homenaje a Gustave Eiffel. Es una de las más elegantes del compositor, guiada por un encantador aire de vals; sin ser ligera puede ser considerada de tono vivaz. Sin embargo, quizás debido a la densidad de las obras anteriores, la interpretación, con ser distendida, no llegó a comunicar ese clima. 

En la Sinfonía (1971), estrenada en 1972 por Neeme Järvi, amigo de Arvo Pärt y padre del actual director, el compositor recurre a estructura antiguas del canto gregoriano, de la polifonía renacentista, de formas barrocas y hasta de la percusión ceremonial con los timbales. Se consolida el estilo "tintinabuli" en alusión a las formas y sonoridades de las campanas. 

Con esta obra la Orquesta de París mostró acabadamente la brillantez y precisión que la hizo merecedora del prestigio que comenzó a forjar desde sus inicios y también el del Maestro Paavo Järvi que obtuvo desde mucho antes de ser su actual director. 

Las cuerdas y campanas de la orquesta cerraron la primera jornada de conciertos con Cantus in Memory of Benjamin Britten (1977), en otra muestra del estilo "tintinabuli" esta vez desarrollado en un canon sobre una melodía simple.

El domingo, a media tarde, con público ubicado en el lugar dejado por el coro, el concierto comenzó con Fratres (1977/1992), para violín, orquesta de cuerdas y percusión, destacándose nuevamente la violinista Viktoria Mullova  poniendo en el tiempo la idea del compositor. 

Con un particular sentido de la oportunidad, siguió una obra de gran porte -en cuanto a extensión y uso de recursos instrumentales- del compositor estoniano Erkki-Sven Tüür. Sow the Wind... permitió el lucimiento del conjunto orquestal en base a un eclecticismo que cabe esperar esté en tránsito hacia el hallazgo de un albergue decisivo.

Luego del intermedio volvió la música de Arvo Pärt. Primero Swangsong, obra orquestal definida en 2013 sobre una anterior versión para coro y órgano. Cerró la celebración una de las obras que aseguró a Arvo Pärt la continua presencia en los repertorios de grandes orquestas y en el mercado de las grabaciones de música, raro fenómeno si se tiene en cuenta el clima de serena atención y entrega a los sonidos que a los oyentes exige su obra. 

Se trató del doble concierto para dos violines, orquesta de cuerdas y "piano preparado" que Pärt llamó Tabula rasa (1977) aludiendo a la disposición necesaria para escuchar las consonancias y disonancias, apreciar el sentido de los timbres, la profundidad de acordes a veces repetidos y a veces solitarios y sonidos apenas perceptibles y originados en instrumentos de disímil conformación, como el caso del "piano preparado" con sistemas de sordinas sobre las cuerdas o distintos tipos de martillos para lograr sonidos afines a las campanas. 

El papel de las violinistas -Viktoria Mullova y Mari Poll- fue impecable en un trabajo que a las dotes musicales agregó un notable esfuerzo físico. En este caso y en la mayoría de los anteriores, el desempeño de la Orquesta de París puede calificarse de magnífico, superior en intensidad emocional y solvencia técnica a muchas de las versiones grabadas disponibles.

No faltó en esta celebración la presencia física de Arvo Pärt. Al finalizar los dos conciertos subió al escenario para saludar al público, su público. No fue la presencia generalmente atribuible a «un triunfador ». Vestido con sencillez ajena a las candilejas, brindó su cálida sonrisa con los reparos de una timidez evidente. Sin miramientos rechazó subir al podio, así como volver tantas veces como se lo requiriera. 

Apagadas las luces de la sala recibió en el hall de entrada a quienes quisieron saludarlo, con la misma disposición con la que se presentó en el escenario. 

Careció de ese recato un cartel que anunciaba que el maestro firmaría los discos en el stand de la grabadora, contiguo a un mostrador donde se vendían. Pero Arvo Pärt  firmó también programas, libros y hasta un autito de juguete que una entusiasta admiradora le acercó. La expresión de sus ojos era la de un hombre bueno.

Francisco Torija Zane
Paris, septiembre 2015