Ana María Francisca Adinolfi, más conocida como Violeta Rivas, nació en Chivilcoy, Provincia de Buenos Aires, Argentina, el 4 de octubre de 1937, y murió en Buenos Aires, Argentina, el 23 de junio de 2018. Cantante y actriz.
El sitio www.somosruidosa.com
publicó este recordatorio.
#CantosCruzados: Violeta Rivas, una suerte del pop argentino
En este cruce de #memoriafeminista entre LATFEM y Ruidosa ya
revisamos el pasado y el futuro, ahora nos proponemos a contar la historia de
algunas músicas que fueron ícono en nuestros países. Empieza la periodista
argentina Romina Zanellato con la primera ídola del pop trasandino, Violeta
Rivas.
Violeta Rivas fue una mujer de suerte. De mucha suerte. Una
mujer que quería cantar desde que era una nena en la pequeña ciudad argentina
de Chivilcoy, a casi 200 kilómetros de las luces y los escenarios de la avenida
Corrientes, el centro del espectáculo porteño. Quería cantar desde mucho antes
de adoptar su nombre artístico, Violeta Rivas, cuando se llamaba Ana María
Francisca Adinolfi. Y su suerte fue tanta que no sólo es la voz de uno de los
hits más grandes de la historia de la música popular argentina, también llevó
ese show a todos los hogares con televisión en el país. Y también a la radio y
al cine. Su cara, su voz, su cuerpo, la convirtieron en estrella, en símbolo de
alegría y juventud. Su suerte fue ser la única en el cartel, tuvo toda la
suerte de los 60. Era la mujer que lideraba los rankings y que parecía parte
inseparable de la familia argentina.
Que suerte que tengo
una madre tan buena,
que siempre vigila
mi ropa y mi cena.
Era 1964, el año del estallido para Violeta Rivas, fue el
lanzamiento de su hit Qué suerte que sonó en todas partes. Ese año hizo de
todo: protagonizó una telenovela diaria, musical, junto al tanguero Néstor
Fabián –quien se convertiría en su pareja de por vida y padre de su hija– que
fue un éxito arrollador; protagonizó dos películas Buenas noches, Buenos Aires
y el éxito taquillero El Club del Clan, un musical en blanco y negro con los
mismos protagonistas del famoso programa de televisión donde se hizo conocida
dos años antes.
Violeta era parte de un movimiento musical que se llamó
Nueva Ola y generado desde la discográfica RCA Víctor, que tenía convenios con
la televisión y la radio. Primero era El Club del Clan, donde cantaba con
Palito Ortega, Chico Navarro y Johny Tedesco, entre otros varones. Las fotos y
los afiches de la época la muestran, en general, como la única estrella entre
todos los varones. Empezó 1964 con una propuesta irresistible: todos esos
músicos taquilleros –no solo cantaban y actuaban, sus compañeros también eran
los compositores de las letras y la música– se iban del programa que los hizo
famosos a otro en Canal 9. El primer sábado de ese año, de 1 a 9 de la noche
empezó Sábados Continuados, donde había canciones en vivo, se enseñaban
coreografías, pequeños cortos ficcionales, entrevistas, secciones políticas,
entre otras cosas. Según la web oficial de Violeta Rivas la oferta fue muy
tentadora: “pasaban de ganar 2.000 pesos a 20.000 de base, cifra que se
incrementaba llevando los ingresos mensuales a 40.000 para Palito Ortega,
35.000 para Violeta y 30.000 para Johny Tedesco”. Las ventas eran millonarias.
En agosto de ese año grabó “El cardenal”, una canción
histórica, que escribió Chico Novarro y se hizo Disco de Oro varias veces.
Violeta vendía millones de simples. Mientras se gestaba el rock nacional sin
ninguna mujer a la vista hasta los 70, el tango tenía un potente plantel de
voces femeninas como Tita Merello, Libertad Lamarque, Susana Rinaldi, entre
otras, y en el folclore empezaba el reinado de Mercedes Sosa, luego de que
pasara el mejor momento de Leda Valladares, junto a su pareja María Elena
Walsh. Pero en el pop, nada. Violeta Rivas se imponía como lo más popular
dentro de las expresiones culturales de las nuevas juventudes.
Cuando se prendía la radio o la tele, en los pocos canales
que había, lo que sonaba era la música pop, alegre y divertida de los 60. Con
el pelo duro, inflado en brushing y con las puntas hacia afuera, las chicas
bailaban en sus vestidos “bobito” de colores pastel. El apasionado Sandro
seducía a todas, Palito Ortega las entretenía y Violeta Rivas las hacía
suspirar de deseo, de ser ella, de ser una estrella.
Que suerte mi padre
callado y sereno,
que suerte saberlo
tan justo y tan bueno.
Ana María Francisca Adinolfi nació el 4 de octubre de 1937
en Chivilcoy, una ciudad de la provincia de Buenos Aires. Hija de inmigrantes
italianos, Ana María cantaba tarantelas y canzonetas desde pequeña para su
familia. No fueron necesarios muchos años para que su mamá se diera cuenta que
ella quería cantar, así que la llevó al coro y la envió a estudiar piano.
Apenas había salido de la escuela y ya iba regularmente a clases de canto
lírico. Eran los últimos años de los 50, Ana María decidió lanzarse a la suerte
y se anotó en un concurso de canciones italianas en el teatro Marconi, donde
cantó una canzoneta italiana a viva voz junto a un pianista y ganó el premio
mayor. Se anotó en otro y en otro hasta que se presentó en las radios de aquel
entonces, donde la contrataron para cantar en vivo dos veces por semana a las
11:30 de la mañana. El pianista que la acompañó aquella vez se la presentó al
cazatalentos de RCA Victor, el gran sello discográfico que monopolizó la música
popular de aquellos años. Le hicieron una prueba el 11 de abril de 1960 y quedó
contratada y rebautizada como Violeta Rivas.
Argentina vivía momentos de gran convulsión social. Después
de los mandatos de Juan Domingo Perón, se sucedieron gobiernos de facto y
radicales donde se proscribió al peronismo durante 18 años. Mientras la década
del 60 terminaba y el mundo estaba revolucionado por las juventudes hippies,
que se habían liberado sexualmente, en Argentina el militar Juan Carlos Onganía
comenzaba una persecución enorme y feroz contra las juventudes y las
expresiones artísticas.
El repertorio de Violeta Rivas se dividía en piezas
melódicas y románticas traducidas del italiano, que interpretaba enfundada en
vestidos brillantes al cuerpo y el pelo recogido como una diva de Hollywood, o
los hits para bailar en grupo, con la melena suelta: «No seas tan celoso / si con otro bailo el
twist / y no estés furioso / si con otro bailo el rock», dice en El baile del
ladrillo, mientras sus compañeros hacen el clásico pasito de mover los brazos
hacia los costados mientras la cadera y las piernas van a destiempo, como si
estuvieran esquiando en una montaña imaginaria.
La música de Violeta Rivas y toda la maquinaria de RCA
Victor era denominada como “música complaciente”. Canciones lights sin
compromiso político que, sin embargo, mostraban a una mujer liderando todos los
espacios culturales populares, que cantaba qué suerte que tengo una mamá, qué
suerte que tengo un papá, pero la verdadera suerte es que esta noche voy a
verte. Una modificación de las costumbres y del pacto romántico, pero sin
romper demasiado.
El Club del Clan era la diversión para la nueva juventud,
sobre todo para sectores más conservadores de la sociedad. Era una época de
cambios. Las mujeres se volcaron de manera masiva a las universidades en la
década del 60, a carreras que no habían sido tradicionales para ellas. Hasta
ese momento la docencia, la enfermería y los oficios de cuidados eran las
únicas carreras posibles, pero a partir de 1965 las universidades públicas
argentinas comenzaron a recibir un incremento notable de estudiantes mujeres,
que pasó del 30% al 50% del alumnado a mediados de los 80, en otras carreras.
Así, la presión por «formar una familia» se pospuso unos años en la vida de las
mujeres, que de pronto destinaban entre sus 18 a los 25 años a vivir una nueva
juventud, a ingresar a un mercado laboral, y a disfrutar de una vida que sus
madres no tuvieron. El modelo de mujer fue cambiando en los 60, sobre todo por
el ingreso de la píldora anticonceptiva que permitió la separar las relaciones
sexuales del embarazo.
Violeta Rivas fue parte de ese cambio y lo retrata en Que
suerte, ese hit donde enumera todas las virtudes de ser una señorita del hogar,
del rol estereotipado de la joven responsable y educada, que por suerte,
también tiene la noche, donde al fin puede ver a su novio. ¡Qué suerte!
Que suerte el amor,
que suerte encontrarte,
que suerte querer,
que suerte besarte.
¡Qué suerte!
Que esta noche voy a verte.
Violeta acompañó esta nueva forma de ser mujer desde la
pantalla grande, la chica y desde la música. Es una de las artistas más
vendidas en la historia de la música argentina. Su carrera es tan grande que
requiere un libro poder contar cada una de sus éxitos durante los 60, su vuelco
al teatro en los 70 y al teatro de revista durante los 80 y 90. Su carrera
musical internacional explotó. Violeta Rivas triunfó en países como Egipto,
Ecuador, Perú, México, entre otros. Incluso hizo unos conciertos en Broadway,
en Estados Unidos, en abril de 1978.
A continuación, la recordamos en el día de su nacimiento,
con varios de sus grandes éxitos: El baile del ladrillo, El cardenal, y Que
suerte.