Die Frau ohne Schatten, o La mujer sin sombra Op. 65, es una ópera en tres actos con música de Richard Strauss y libreto en alemán de Hugo von Hofmannsthal.
El estreno tuvo lugar el 10 de octubre de 1919 en la Opera
Estatal de Viena. La representación se extiende a lo largo de casi cuatro horas,
y presenta grandes desafíos tanto en el foso orquestal como en el escenario. Sus
intérpretes deben poseer suficiente caudal para llevar adelante esta ópera.
En 1946, el compositor reunió los principales temas de la
ópera en una suite orquestal, que tituló como Fantasía La mujer sin sombra. En
1949, se produjo el estreno en el Teatro Colón de Buenos Aires, bajo la
dirección de Erich Kleiber.
A continuación, la ópera La mujer sin sombra, de Richard
Strauss, según el siguiente reparto: El emperador: Thomas Moser, La emperatriz:
Cheryl Studer, La enfermera: Marjana Lipovšek, El mensajero del espíritu: Bryn
Terfel, Barak, el tintorero: Robert Hale, Su esposa: Eva Marton, La voz del
halcón: Andrea Rost, La aparición de un joven: Herbert Lippert, Una voz desde
arriba: Elizbieta Ardam, El guardián del umbral: Elizabeth Norberg-Schulz, El
tuerto: Manfred Hemm, El manco: Hans Franzen, El jorobado: Wilfried Gahmlich,
Las voces de los no nacidos: Carmen Fuggiss, Petra Schnitzer, Dalia Schaechter,
Rannveig Braga, Noriko Sasaki, Sirvientes: Carmen Fuggiss, Petra Schnitzer,
Dalia Schaechter, Las voces de los guardias: Gerhard Eder, Karl Nebenühr,
Wofgang Scheider, junto al Coro de la ópera de Viena, el Coro de Niños de
Salzburgo, Y la Orquesta Filarmónica de Viena, todos bajo la batuta de Sir
Georg Solti, en la producción del Festival de Salzburgo, de 1992.
El argumento se desarrolla en Las islas del sur, en un
tiempo indeterminado.
Acto I
Escena I
El palacio del Emperador.
El Alba. El aya de la Emperatriz ve sobre las aguas una luz
que se transforma en un mensajero de Keikobad, soberano del mundo espiritual y
padre de la Emperatriz, quien le advierte que por no haber concebido, la
Emperatriz carece de sombra; y le comunica que tiene tres días para obtenerla,
so pena de regresar por la fuerza al seno paterno y su consorte, el Emperador,
se volverá de piedra. El Aya ve con buenos ojos la posibilidad de regresar al
mundo de los espíritus, pues detesta vivir entre los humanos. El Emperador sale
de sus aposentos y le ordena al Aya que cuide de la Emperatriz, mientras él va
a un viaje de caza por los próximos tres días, en los que espera encontrar a su
halcón favorito, un halcón rojo que le ayudó a cazar a una gacela que
posteriormente se transformó en la Emperatriz, pero como la había herido, él le
golpeó un ala y la hizo sangrar; el halcón huyó. Después de que el Emperador se
ha ido, sale la Emperatriz de sus habitaciones y recuerda con nostalgia los
días en los que ella se podía transformar. A lo lejos alcanza a ver al halcón
rojo. Ella lo saluda, pero el halcón llora: "la Mujer no arroja sombra, el
Emperador se transformará en piedra." La Emperatriz recuerda que el día
que conoció al Emperador, había perdido un talismán que le daba poderes de
transformación, que tenía una maldición escrita; ella desesperada le suplica al
Aya que le diga cómo obtener una sombra, a lo que ésta le responde que deberá
buscarla entre los hombres. Aunque en un principio titubea, se decide a buscar
una sombra, tratando de encontrar a una mujer que se la venda.
Escena II
En la casa de Barak.
Los tres hermanos pelean entre sí por una cosa robada, la
esposa de Barak los separa arrojándoles un cubo de agua. Los hermanos se enojan
con ella y le reprochan que no tenga hijos. Barak llega y apacigua las cosas.
La mujer quiere que sus cuñados se vayan pero Barak la convence de que no lo
haga. Él desea hijos, pero la mujer se niega y secretamente jura que nunca los
tendrá. Barak parte a vender sus mercaderías y llegan la Emperatriz y el Aya
disfrazadas. La esposa quiere que ellas se vayan, pero el Aya le hace ver
imágenes de riquezas y lujos que ella puede ganar si vende su sombra. Para
lograrlo, la mujer deberá separarse de su marido por los próximos tres días,
momento en el cual se cerrará el contrato de venta. La mujer accede, la
Emperatriz y el Aya vendrán a casa como "parientes pobres" que se
dedicarán a la servidumbre. La mujer escucha que Barak vuelve y se preocupa que
la cena no está lista. El Aya conjura su magia y hace que unos pescados se
cocinen solos. Ellas parten y de la sartén salen las voces de los niños no natos
que le piden a su madre que los deje entrar. La mujer, asustada, apaga el
fuego. Llega Barak y se sorprende encontrar que su cama ha sido puesta en otro
lado, y asume que el súbito cambio de humor de su esposa se debe a un posible
embarazo. Él accede de mala gana a dormir en el piso, mientras los vigilantes
nocturnos cantan loas al amor conyugal.
Acto II
Escena I
En la casa de Barak.
El Aya ayuda a Barak a prepararse para el mercado, sale y le
propone a la mujer tomar un amante, con sus artes mágicas hace que una escoba
cobre vida y se transforma en un joven hermoso. La Emperatriz se siente
culpable y escandalizada del carácter de la mujer del tintorero. Vuelve Barak,
acompañado de un gran grupo de niños indigentes, ha tenido un excelente día en
el mercado y ha comprado grandes cantidades de comida y ha invitado a todos
para celebrar, pero la mujer se las arregla para arruinarle su celebración. Los
sentimientos de culpa de la Emperatriz crecen, pues Barak es muy amable con
ella.
Escena II
En el coto de caza imperial.
El Emperador, guiado por el halcón rojo, ve entrar a la
Emperatriz y al Aya al coto de caza, cosa que no le extraña, pues ella le había
indicado que ahí viviría durante los tres días de su viaje. El Emperador se
acerca y huele que su esposa tiene olor humano, y resuelve que tiene que
matarla, pero el halcón le indica que tendrá que hacerlo con sus propias manos,
por lo que el Emperador huye.
Escena III
En la casa de Barak.
La mujer está embriagada de los sueños de la fortuna que va
a poseer al vender su sombra. El Aya droga a Barak y conjura al joven hermoso,
la mujer se espanta cuando el hombre se acerca a seducirla y despierta a Barak,
pero pronto le reprocha que no haya cuidado su casa y se va al pueblo,
dejándolo confundido, la Emperatriz se siente más culpable.
Escena IV
En el coto de caza imperial.
La Emperatriz tiene pesadillas y premoniciones, se siente
culpable por el daño que le va a causar a Barak y tiene visiones del Emperador
que entra en un gran templo que ella reconoce como el reino de su padre,
mientras coros invisibles profetizan el destino que le espera.
Escena V
La mujer finalmente explota en sus deseos de denostar a su
esposo y confiesa que ha tenido amantes en su propia casa y que ha vendido su
sombra por un precio sin igual. Barak cree que su mujer se ha vuelto loca, pero
cuando acerca una llama y efectivamente ve que ella no arroja sombra, se
enfurece. El Aya conjura sus artes mágicas y hace aparecer una espada en la
mano de Barak y su mujer implora piedad, la Emperatriz se niega a tomar la
sombra, pues está manchada de sangre. Se abre la tierra y devora a los
habitantes de la casa.
Acto III
Escena I
En un subterráneo en el reino de Keikobad.
La mujer es atormentada por las voces de los no natos. Barak
está en una celda junto a ella y se arrepiente por haber intentado asesinar a
su mujer, mientras ella confiesa el gran amor que siente por su marido. Una voz
de lo alto los guía por separado hacia unas escaleras.
Escena II
En un muelle subterráneo.
Llega una barca mágica que lleva a la Emperatriz y al Aya.
El Aya intenta convencer a la Emperatriz de que huyan, pero la Emperatriz
reconoce las puertas que están detrás de ella como la entrada al Templo de
Keikobad y sabe que él la espera detrás de esas puertas; ella despide al Aya y
entra por las puertas. El Aya profetiza sobre las torturas que la esperan
detrás de las puertas, la mujer y Barak se encuentran por separado con ella,
buscándose mutuamente, ella para morir a manos de su esposo, él para perdonarla
y protegerla, el Aya los dirige en direcciones opuestas. Intenta entrar al
templo y el mensajero la detiene y le hace saber que está condenada al destierro
entre los humanos, perdiendo sus poderes mágicos.
Escena III
Dentro del templo de Keikobad.
La Emperatriz entra en el templo y se dirige a Keikobad, le
implora perdón y le pide encontrar un lugar entre los que arrojan sombra.
Aparece una fuente de la vida, un guardia le dice que puede reclamar la sombra
de la mujer si bebe de la fuente, la Emperatriz está a punto de hacerlo, pero
escucha las súplicas de Barak y su mujer y se detiene, no puede adquirir la
humanidad robándosela a otros, Keikobad le muestra al Emperador petrificado,
salvo por sus ojos suplicantes. A pesar de esto, ella no cede, no beberá de la
fuente. La prueba ha sido pasada, la Emperatriz obtiene una sombra y el
Emperador vuelve a la vida.
Escena IV
En un paisaje paradisíaco.
La Emperatriz y el Emperador cantan sobre las bendiciones
conyugales. Barak y su mujer se reúnen y ella obtiene su sombra nuevamente. Los
cuatro cantan un himno a las alegrías que les esperan, mientras las voces de
los no natos se regocijan sobre la vida que les espera.
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