Eurídice es una ópera pastoral que fue encargada al compositor Jacobo Peri y al poeta Ottavio Rinuccini con ocasión del enlace matrimonial entre Enrique IV de Francia y María de Médici, que tuvo lugar en Florencia en el año 1600.
Las celebraciones se extendieron entre el 4 y 14 de octubre
de ese año, y el estreno de Euridice se realizó el día 6, en unas de las salas
del piso superior del palacio Pitti, ante unos 200 invitados, conformado por príncipes
y nobles.
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publicó este artículo firmado por Roberto
Montes.
Eurídice de Jacopo Peri
La ópera que presentamos a nuestros lectores es uno de esos
títulos de ‘record’: se trata de una de las primeras óperas de la historia, de
las que inauguraron el género allá por el año 1600, de las primeras también en
tomar el tema mitológico de Orfeo como base, la primera cuyo autor retrata en
su prólogo sus intenciones estéticas y la más temprana ópera cuya partitura se
conserva en su integridad. La primera ópera conservada, aunque sólo su texto,
es Dafne, estrenada en 1598. Le sigue Eurídice¸ en 1600, ambas con música de
Peri y versos de Ruccini, y Orfeo, de 1607, con música de Monteverdi y texto de
Striggio.
Por Roberto Montes
Recitar cantando
Para entender una obra de este tipo, una ópera que no es
tal, pues no sigue los cánones que actualmente entendemos como pertenecientes a
este género, hay que adentrarse en los orígenes del estilo representativo que
Peri y sus colegas de la Camerata Bardi pusieron en marcha a finales del siglo
XVI en Florencia. Así, desde el siglo XV venían representándose en Italia
piezas dramáticas de origen medieval en las que era costumbre intercalar bailes
y pantomimas, elementos que fueron adquiriendo importancia cada vez mayor. La
música y el drama se comenzaron a presentar en comedias populares de máscaras,
las cuales eran también disfrutadas por la aristocracia como también en dramas
intelectuales, reservados para la audiencia educada. Dichas comedias
intelectuales eran acompañadas por ciertas músicas incidentales, las cuales
eran conocidas como madrigales, los cuales se interpretaban entre los actos del
drama.
El empleo del canto en estas representaciones no era
dramático, pues la música consistía en canciones o madrigales, casi siempre con
acompañamiento instrumental. Ya en el siglo XVI, bajo la influencia del
renacimiento empiezan a representarse comedias latinas y pastorales, entre las
que destaca el drama pastoril Sacrificio, del poeta Agostino Beccari, con
música de Alfonso della Viola, obra representada en Ferrara en 1554 y en la que
hallamos el primer ejemplo conocido de canto monódico en estilo recitativo y
con acompañamiento instrumental. La transformación definitiva de esta pastoral
in música en el nuevo género de la ‘ópera in música‘, que con el tiempo vino a
llamarse simplemente ópera, se realizará en el seno dela Camerata florentina de
los Bardi.
Esta fue una academia aristocrática integrada por pintores,
literatos, músicos y poetas que se reunían en Florencia, en la casa del conde
Giovanni Bardi. Entre los principales componentes de aquel distinguido cenáculo
figuraban Giulio Caccini y Jacobo Peri, compositores a la vez que cantantes,
Emilio del Cavalieri, Vincenzo Galilei, a la sazón padre del astrónomo Galigeo
Galilei, y el poeta Ottavio Rinuccini. ‘Ha sido opinión de muchos que los
antiguos Griegos y Romanos cantasen sobre escena las tragedias enteras, pero
con una noble manera de recitar, además de renovada, pero, al menos que yo
sepa, hasta ahora no ha sido tentada por nadie’, comenta Rinuccini en el
prefacio del libreto de L’Euridice publicado en Florencia en 1600. Su empeño
fue el de revivir la antigua tragedia griega, o lo que entendían por tal, según
los estudios de la música helénica que algunos de ellos habían realizado. Como
fruto de aquellas preocupaciones y tras una serie de ensayos se logró crear
finalmente el nuevo estilo dramático llamado representativo, cuyo principio básico
era el recitado musical, es decir, el recitar cantando, pero con el acomodo
revolucionario de la monodia acompañado que los madrigalistas ya habían
experimentado. Renegando de la polifonía, de sus incomprensibles excesos y de
su falta de expresión, se buscó una vuelta al pasado intentando volver de forma
directa a la antigua civilización clásica a través del canto a voz sola,
considerado más cierto y más cercano al hombre y a sus pasiones, por ser más
natural frente al abigarramiento confuso de varios textos y/o voces de la
música polifónica coral.
La voz sola permitía un estilo que conciliase la voz
cantada, que es, para expresarlo con palabras de Jacopo Peri, ‘suspendida y
lenta’, con a la voz hablada, ‘segura y veloz’. Se rechazaron por tanto las
razones de la música defendidas por la polifonía, aventajando, poco a poco, las
razones del texto y de sus consecuencias expresivas, un texto ahora más
cuidadamente exaltado por una única línea melódica. Obviamente nadie imaginó
haber recreado el estilo griego, pero simplemente eso bastó para alejarse de la
usual praxis musical de aquella época. Se añadieron inéditos elementos de
ejecución, ya típicos del nuevo modo de cantar, impaciente, inquieto pero noble
y elegante al mismo tiempo: varios tipos de ornamentación que íntimamente se
ligaba a la concepción retórica del ejecutor y por tanto vector de indefinibles
actitudes expresivas.
El pionero fue Vincenzo Galilei, quien puso en música un
pasaje de la Divina Comedia, concretamente el episodio del conde Ugolino, que
él mismo cantó acompañándose con la viola. Con el propósito de acercarse más al
espíritu de la antigua música griega, Jacobo Peri (1561-1633) compuso un drama
en música titulado Dafne, sobre libreto de Rinuccini, obra que fue representada
en el palacio de Corsi en 1594. En esta ópera, la que se reconoce como la
primera de la historia pero cuya música se ha perdido, introdujo Peri por vez
primera en un drama representable el recién descubierto recitativo dramático.
‘Esta nueva manera de canto se debía imitar con el canto a quien habla (y sin
duda no se habló nunca cantando), estimé que los antiguos Griegos y Romanos…
usarían una armonía, que más allá de aquella del hablar ordinario, proviniese
tanto de la melodía del canto que tomase forma de cosa intermedia, y consideré
que aquel tipo de voz, que por los antiguos al cantar fue asignada, la cual
ellos denominaban diastemática (casi contenida y suspendida), pudiese en parte
acelerarse y tomar temperada carrera entre los movimientos del canto
suspendidos y lentos, y aquella del hablar lanzada y veloz. Y teniendo en
cuenta qué modos y qué acentos en la dulzura, la alegría y cosas similares nos
sirven, hice mover el bajo al tiempo de aquellos, ahora más ahora menos, según
los afectos’, afirma Jacopo Peri en las advertencias a los lectores de
Eurídice.
Texto de Rinuccini y música de Peri
Jacopo Peri nació probablemente en Roma 20 de agosto de 1561
y falleció en Florencia el 12 de agosto de 1633. Era apodado ‘lo Zazzerino’ (el
melenudo) por su cabello rubio, y fue uno de los mejores vocalistas de la
Camerana Bardi, de hecho, en el estreno de su Eurídice cantó el papel
protagonista de Orfeo. Viajó a Florencia siendo niño, donde estudió con
Cristofano Malvezzi, y fue a trabajar en varias iglesias de ahí, tanto como
organista como cantante. En 1588 comenzó a trabajar en la Corte de los Médicis,
primero como tenor, en 1591 como organista y sopranista bajo el gran duque
Fernando I de Médicis y luego bajo Cosme II de Médicis como «director principal
de música y de los músicos». Sus primeras obras fueron trabajos de música
incidental para el teatro y madrigales.
En 1601, tras su paso por la Camerana Bardi, Peri partió de
Florencia para establecerse en Ferrara, probando mejor fortuna en otros
proyectos. En 1608 escribió los recitativos para la producción en Mantua de
Arianna, con texto de Rinuccini y arias de Claudio Monteverdi. Produjo varias
óperas más, Tetide de Cini y Adone de Cicognini, que nunca se representaron.
También escribió otras obras para varios entretenimientos cortesanos. Si bien a
su muerte su estilo operístico fue considerado anticuado, cuando se le compara
con los jóvenes compositores reformistas de entonces como Monteverdi la
influencia de Peri en ellos es indiscutible.
Por su parte, Ottavio Rinuccini (1562-1621), poeta y
libretista, escribió no sólo los libretos de Dafne y Eurídice, sino que también proporcionó el texto de varias obras
de Monteverdi como Il Ballo delle Ingrate y Arianna, ambas de 1608, y los
madrigales Zefiro torna e Il lamento della Ninfa, también de Monteverdi.
En efecto, el primer fruto de la relación entre tres colegas
de la Camerana como Corsi, Rinuccini y Peri fue la representación de Dafne. El
libreto de Rinuccini deriva del mito griego de la naturaleza que habla de la
bella ninfa Dafne, tal como lo relata Ovidio en las Metamorfosis. El mundo
mágico e idílico de los dioses y los semidioses conjurado por Ovidio siguió
atrayendo a libretistas y compositores durante la temprana historia de la
ópera. La música de Dafne, gran parte de la cual se ha perdido, la compuso
Jacopo Peri con unos pocos añadidos del conde Corsi. Los fragmentos
supervivientes permiten hacerse una idea de cómo debía sonar, con su ‘stile
espressivo’ y su ‘stile rappresentativo’ declamatorio que venimos comentado.
A dicha obra le siguió Eurídice, también con texto de
Rinuccini y música de Peri. Este nuevo drama musical fue expresamente compuesto
con ocasión de las bodas de Enrique IV con María de Medicis y representado como
‘Tragedia en homenaje al ideal antiguo’ en el Palacio Pitti de Florencia el 6
de octubre de 1600. La asociación de la ópera con festividades y
manifestaciones de poder y grandeza se perpetuó en los teatros de los príncipes
menores y en los teatros de ópera subvencionados. Originalmente, la función festiva
se derivó de los ‘intermedi’, los interludios grandiosos y escénicamente
espectaculares insertados en los entreactos de las comedias que se
representaban para celebrar los acontecimientos domésticos importantes,
coronaciones, nacimientos, bodas en las vidas de los príncipes italianos del
siglo XVI.
A vueltas con el mito de Orfeo
Eurídice es la primera de las muchas óperas basadas en el
mito de Orfeo, el cantor y tañedor de lira tracio. Eurídice, la esposa de
Orfeo, muere a causa de la mordedura de una serpiente, por lo que Orfeo
desciende al Hades para rogar por la vida de Eurídice. Allí, su canto expresivo
mueve a compasión a los seres demoníacos y se le permite regresar al mundo con
Eurídice.
Caccini, rival de Peri, publicó ese mismo año otra Eurídice
sobre el mismo libreto de Rinuccini. En ambas obras la música, a menudo
expresiva, es de un estilo bastante convencional y artificioso. En todo caso,
la crítica más moderna reconoce el mérito, que hasta hace poco se negaba a
Peri, de que su Eurídice puede considerarse una auténtica precursora de la
revolucíón de Monteverdi.
Además del empleo incesante del recitativo, destacan
especialmente las arias, cuya melodía es muy espontánea, y los coros, muy
expresivos en su intento de comentar la acción dramática a la manera del coro
de la antigua tragedia griega. Si bien la parte confiada a los instrumentos
queda reducida a una rudimentaria función de sostén, la orquesta conserva
cierta vida independiente, que debió de ser más rica de lo que aparece ahora por
el amplio margen de improvisación que se dejaba entonces a los ejecutantes.
Poco después, el ejemplo dado por la Camerata Bardi encontró
rápidamente numerosos imitadores. En el mismo año de 1600 fue estrenada en Roma
en febrero la Representación del Alma y del Cuerpo con música de Emilio del
Cavalieri, el que podría denominarse como el primer oratorio de la historia de
la música, en el que el recitativo dramático tiene más vida y desempeña un
importante papel. No fue, sin embargo, en Florencia ni en Roma, sino en la
ciudad de Mantua donde el nuevo género alcanzó, gracias a Monteverdi, un grado
de perfección artística verdaderamente notable con su Orfeo de 1607.
No sin harta curiosidad, encontramos a Orfeo una y otra vez
a lo largo del tiempo en la historia de la ópera, incluyendo ejemplos cruciales
como los de Monteverdi y Gluck. No es vana coincidencia que Apolo, dios del sol
y de la música, y Orfeo aparezcan como personajes en las primeras óperas, un
tema frecuente acerca del poder enigmático de la propia música.
A continuación, la ópera Eurídice, de Jacopo Peri, según el siguiente
reparto: Orfeo - Roman Hrabovenskyi, tenor; Euridice - Halyna Honcharova, soprano;
La Tragedia, Dafne - Anastasiia Kulinich, mezzosoprano; Proserpina, Venere -
Liliia Denderys, soprano; Plutone - Markian Mandziuk, bajo; Caronte, Radamanto
- Ivan-Danylo Lykhach, barítono; Aminta - Yuriy Krasinskyi, tenor; Arcetro -
Vadym Manchuk, tenor; Tirsi - Maksym Shpynda, tenor; los Solistas del Coro
Municipal de Lviv Homin, el Conjunto de cuerdas de la Orquesta Sinfónica
Filarmónica de Luhansk, Svitlana Pozdnysheva en órgano, e Ivan Ostapovych, bajo
continuo y director.