sábado, 31 de mayo de 2025

El hombre que dio a conocer al mundo el horror nazi y el diario clandestino que publicó por primera vez el plan de exterminio

El Diario Infobae, en su edición digital, Publicó este artículo firmado por Alberto Amato.

El hombre que dio a conocer al mundo

el horror nazi y el diario clandestino que

publicó por primera vez el plan de

exterminio 

Emanuel Reingelblum escribió en 1942 en el periódico socialista y clandestino “Brigada de la Libertad” el primer relato público sobre
el gaseamiento de los detenidos judíos en el campo de concentración de Chelmno. Al día siguiente, el Daily Telegraph tituló una nota
“Alemanes asesinan a 700.000 judíos en Polonia” en la que hablaba de “cámaras de gas viajantes”. La historia de cómo la verdad
del Holocausto empezaba a propagarse 
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Emanuel Reingelblum, doctor en Historia,
Emanuel Reingelblum, doctor en Historia, reveló las atrocidades nazis. En la foto junto a su hijo Uri

Fue un héroe de la Segunda Guerra, casi anónimo, como anónimos son casi los héroes de las guerras. Fue el primero que alertó, o que intentó alertar al mundo, sobre las atrocidades que los nazis cometían contra los judíos polacos en la Polonia ocupada. Dio un grito de alerta sobre la barbarie alemana, sobre los crímenes masivos, sobre el uso de gas para asesinar a miles de personas, sobre fusilamientos masivos, sobre la gran tragedia que vestiría de luto a la moral universal.

El 1 de junio de 1942, hace ochenta y tres años, Emanuel Reingelblum publicó en el periódico socialista polaco y clandestino Brigada de la Libertadel primer relato público sobre el gaseamiento de miles de judíos en el campo de concentración de Chelmno. Reingelblum nunca estuvo allí, pero relató lo que le habían narrado Michael Podchlebnik, Solomon Weiner y Szlamek Bajler, tres de los pocos prisioneros que lograron huir de aquel infierno.

Reingelblum tenía entonces cuarenta y un años. Había nacido en Buczacz, Polonia, en noviembre de 1900, cuando esa ciudad pertenecía al imperio austro-húngaro que iba a quedar liquidado al final de la Primera Guerra Mundial. Doctor en historia de la Universidad de Varsovia se unió de muy joven al partido socialista-sionista Po’Alei Zion Left, y retrató en sus escritos y en sus investigaciones históricas el alma de la vida judía en Europa. Años después, sería el historiador del gueto de Varsovia, que se alzó contra los nazis en abril de 1943.

¿Qué fue lo que Reingelblum reveló al mundo? Que los nazis gaseaban a miles de personas mucho antes de que ese horror se “industrializara” con el nacimiento de las cámaras de gas en los grandes campos de concentración como el de Auschwitz, y al menos un año y medio antes de que, en la conferencia de Wannsee de enero de 1943, Hitler y la cúpula de su régimen de terror decidieran eliminar a toda la población judía de Europa, calculada en once millones de personas.

Ni bien iniciada la Segunda Guerra, en septiembre de 1939, con la invasión alemana a Polonia, las primeras medidas adoptadas por los nazis fue la de confinar a la población judía en guetos. Crearon alrededor de mil en ciudades y pueblos de la Europa que empezaron a dominar, en especial hacia el Este, el territorio que Hitler ansiaba incorporar a su Reich que iba a durar mil años. En Polonia, los dos guetos más grandes estaban en la capital, Varsovia, y en la ciudad de Lodz, que ya había estado bajo ocupación alemana en la Primera Guerra. En Lodz, cerca de doscientos mil judíos, llegados de los territorios vecinos, fueron confinados en el gueto sin electricidad, sin agua corriente, rodeados de alambres de púas y cercados por guardias nazis. Cuando se cerró, en agosto de 1944, sólo habían sobrevivido novecientas personas.

Emanuel Reingelblum, su esposa Yehudie
Emanuel Reingelblum, su esposa Yehudie Herman y el pequeño Uri. Toda la familia fue masacrada por los alemanes

Chelmno era entonces una localidad cercana a Lodz, a cuarenta y ocho kilómetros al noroeste. Los nazis levantaron allí un campo de exterminio destinado a aniquilar a la población judía que fue el primero de los campos que usó el gas para sus matanzas masivas. Lo que Reingelblum publicó, en esencia, fueron los relatos que le hicieron dos de los fugados del campo, Michael Podchlebnik y Szlama Blajer sobre aquellos primeros gaseamientos. Contó Podchlebnik que los condenados eran llevados al castillo de Chelmno, sede del comando nazi: “La gente entró el primer piso del castillo, donde había un baño. A los hombres, mujeres y niños se les dijo esto. No era un baño, pero los alemanes engañaron a la gente y les dijeron que debían desvestirse. Los obligaron a cruzar la habitación y salir al otro lado, donde los subieron a los camiones. Oímos a los camiones arrancar y a la gente llorar, y recitar el Shemá Israel, y los llantos se hicieron cada vez más débiles. Luego, se hizo un silencio total”.

Blajer explicó cómo eran esos vehículos: “Parecía un camión grande normal, pintado de gris, con dos puertas traseras herméticamente cerradas. Las paredes interiores eran de acero. No había asientos. El suelo estaba cubierto por una rejilla de madera, como en los baños públicos, con esteras de paja encima. Entre la cabina del conductor y la parte trasera había dos mirillas. Con una linterna, se podía observar a través de ellas si las víctimas ya estaban muertas. Bajo la rejilla de madera salían de la cabina dos tubos de unos 15 centímetros de grosor. Los tubos tenían pequeñas aberturas por las que salía gas. El generador de gas estaba en la cabina, donde el mismo conductor se sentaba todo el tiempo. Vestía un uniforme con las calaveras de las SS y tenía unos cuarenta años”.

Los nazis mataban con el monóxido de carbono que despedía el camión en el que iban encerradas las víctimas: después de una andar de unos quince o veinte minutos, el camión regresaba al castillo y el resto de los prisioneros eran obligados a descargar los cadáveres y transportarlos a un bosque cercano, donde eran enterrados o quemados.

El 2 de junio de 1942, al día siguiente de la aparición del artículo de Reingelblum en su periódico clandestino, el diario británico Daily Telegraph publicó una nota con el título “Alemanes asesinan a 700.000 judíos en Polonia”, con un subtítulo sobrecogedor: “Cámaras de gas viajantes”. El artículo, en la página cinco de la edición del diario de sólo seis páginas, se refería a la tragedia de Polonia como “La mayor masacre de la historia del mundo” y reunía datos sobre matanzas en siete pueblos y ciudades polacos. Señalaba que cincuenta mil judíos habían sido asesinados en Vilna en noviembre de 1941 y que trescientos mil habían sido “masacrados en este distrito y en los alrededores de Kovno, Lituania”. Para esa misma fecha, la BBC dio una versión diferente sobre cómo había sido descubierta la información sobre el campo de Chelmno. Afirmó que un activista clandestino, León Feiner, había enviado un informe a Londres en mayo de 1942 en el que documentaba el asesinato de la población judía polaca y describía los camiones de gas en Chelmno.

Un camión para transportar prisioneros
Un camión para transportar prisioneros judíos hacia el campo de exterminio de Chelmno

Reingelblum se convertiría luego en el historiador oficial, secreto y clandestino, del gueto de Varsovia. Se había casado con Yehudie Herman y tuvieron un hijo, Uri, que nació en 1930. Para entonces, Hitler iniciaba su ataque al poder en Alemania y la guerra acaso inevitable todavía estaba lejos, Reingelblum se había ganado un sitio en la elite de historiadores, era un destacado académico que, para cuando estalló la guerra, había publicado ya ciento veintiséis artículos e integraba el Comité Judío Estadounidense.

Ni bien los nazis invadieron Polonia, el joven historiador viajó al pueblo fronterizo polaco de Zbasyn, donde sobrevivían a duras penas seis mil refugiados judíos de Alemania; habían sido abandonados en la frontera porque, por un lado, los habían expulsado de Alemania y, por otro, les negaban el ingreso a Polonia. Reingelblum pasó un mes y medio entre aquellos refugiados sin refugio, creó una oficina de ayuda social, otra de acción legal, y una especie de departamento de migración con la intención de aquellos fantasmas tuvieran cobijo en alguna parte. El pequeño poblado de Zbasyn y el drama que encerraba lo marcaron muy hondo y, de alguna manera, decidieron cuál sería su destino durante la guerra.

Emanuel Reingelblum fue el historiador
Emanuel Reingelblum fue el historiador clandestino del gueto de Varsovia

Cuando los alemanes se adueñaron de Polonia, el 1 de septiembre de 1939, Reingelblum regresaba de Suiza, donde había sido delegado de su partido el 21° Congreso Sionista de Ginebra. Él llegaba cuando otros se iban: topó con el exilio forzado de centenares de líderes judíos que huían de la ocupación alemana. Decidió quedarse en Varsovia y participó de la defensa de la ciudad durante el sangriento sitio alemán. Creó entonces el archivo clandestino conocido como Oneg Shabat, que refiere a la tradicional reunión de la comunidad durante la celebración del Shabat y porque era el momento elegido por Reingelblum y los miembros de la organización para sus reuniones clandestinas.

El archivo se inició con una serie de crónicas individuales de Reingelblum, fechadas las primeras en octubre de 1939, ya con la guerra en pleno fuego y con el avance alemán desatado en Europa, Francia había caído en mayo de ese año. Su idea de reunir testimonios de la vida judía en Varsovia contó con centenares de voluntarios entusiastas, una cifra que creció cuando el gueto fue sellado por los nazis en forma total, en noviembre de 1940. Dirigió entonces el departamento de ayuda mutua del gueto, recibió informes precisos del terror nazi en Varsovia y en otras ciudades del interior de Polonia, y comprendió con lucidez que lo que sucedía con el judaísmo polaco, tal vez con el judaísmo europeo, no tenía precedentes y que era fundamental dejar un testimonio para las generaciones futuras. Ese fue el contexto que rodeó a la historia de los gaseamientos masivos en Chelmno, que impulsaron a Reingelblum a dar a conocer al mundo aquellos testimonios, en principio en las páginas de su modesto socialista, polaco y clandestino Brigada de la Libertad.

Luego de la Guerra se
Luego de la Guerra se desenterraron los archivos conservados en el gueto de Varsovia

La gigantesca deportación masiva de judíos polacos desatada en el verano de 1942, cinco o seis meses después de la conferencia que los nazis celebraron en Wannsee, Reingelblum se aferró a la idea de una resistencia armada. Mientras ampliaba la recolección de testimonios y de historias que pintaban la no vida en aquel gueto, redactó con mano propia el perfil de varios de sus más valiosos dirigentes. Cuando enfrentar a los nazis se hizo una decisión inapelable, cuando los judíos polacos intuyeron con dramática certeza que el gueto sería destruido y todos sus habitantes asesinados, Reingelblum reunió todo su riquísimo material histórico para guardarlo en contenedores resistentes, cajas metálicas y hasta “lecheras”, unos tarros de aluminio o latón, con cierre casi hermético.

La primera parte de los documentos fue colocada en diez cajas de hojalata, una tarea que estuvo a cargo del profesor Israel Lichtensztajn y dos de sus antiguos alumnos. El 3 de agosto de 1942 las cajas fueron enterradas en un búnker bajo la escuela pública donde Lichtensztajn había sido maestro, en la calle Nowolipki 68. En febrero de 1943, el propio Reingelblum junto a Lichtensztajn colocaron la segunda parte de los archivos en dos grandes “lecheras” y los enterraron también bajo el edificio de la escuela. El 18 de abril, un día antes del levantamiento del gueto, la tercera y última parte de los archivos fue colocada en un envase metálico cilíndrico que fue enterrado en los sótanos de un edificio de la calle Swietojerska 34. Nunca lo hallaron.

Los otros dos enterramientos fueron recuperados después de la guerra. Dos sobrevivientes de Oneg Shabat, Rachela Auerbach y Hersz Wasser, guiaron a la Comisión Histórica Judía de Polonia a la vieja escuela de la calle Nowolipki: las diez primeras cajas metálicas fueron desenterradas el 18 de septiembre de 1946. La segunda parte de los archivos fue descubierta el 1 de diciembre de 1950. Los atesora hoy el Instituto Histórico Judío de Varsovia.

Las cajas y los tarros
Las cajas y los tarros de leche en los que se mantuvo oculto el valioso material histórico

En marzo de 1943, cuando el levantamiento del gueto era casi un hecho, Reingelblum y su familia, su mujer y su hijo de trece años, lograron escapar y se escondieron en la zona no judía de Varsovia, en el llamado “distrito ario”. Pero Reingelblum regresó solo al gueto, ya en pleno y sangriento levantamiento. Fue capturado por los nazis y enviado al campo de trabajo de Trawniki, un subcampo del complejo de exterminio Lublin-Majdanek. También logró escapar de allí, con la ayuda de dos personas y reanudó su trabajo intelectual, metido como un “topo” en el “distrito ario” de Varsovia. Allí, a casi un año del levantamiento del gueto, el 18 de abril de 1944, fue delatado por Jan Lakinski, un muchacho de dieciocho años que por esa delación fue juzgado y ejecutado después de la guerra.

Emanuel Reingelblum, el historiador de la vida judía en Polonia, el hombre que dio a conocer al mundo el horror nazi, su mujer, su hijo y quienes habían ayudado a esconderlos en el “distrito ario” de la capital polaca, fueron arrestados por los nazis.

Los llevaron a las ruinas del gueto de Varsovia y allí los fusilaron a todos.

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El Mirador Nocturno – Radio / Cecilia Levit presenta: Tributo a Esther Lurie.


El Mirador Nocturno – Radio / Cecilia Levit presenta: Tributo a Esther Lurie.  

Cecilia Levit produce semanalmente este programa que se emite por Radio Sefarad. 

Esther Lurie: una mancha amarilla 

TRIBUTO: HISTORIAS QUE CONSTRUYEN MEMORIA DE LA SHOÁ, CON CECILIA LEVIT – Esther Lurie nació en 1913 en la ciudad de Liepaja, Letonia. A muy temprana edad descubrió su talento para el dibujo, la pintura y la escenografía teatral. Se formó en la academia de Bellas Artes de Amberes y emigró a la Tierra de Israel bajo el Mandato Británico en 1934. Expuso sus obras y en 1938 ganó el premio Dizengoff de Arte. Para ayudar a su hermana se trasladó a Kovno, Lituania y quedó atrapada en el terror nazi. Deportada al Gueto de Kovno y más tarde al campo de Stuthoff, Esther dibujó los horrores de la vida durante la Shoá y escondió 200 obras en vasijas de cerámica bajo tierra. Esther fue liberada por el ejército soviético en 1945 y se trasladó a Israel. A lo largo de su vida continuó pintando. Falleció en Tel Aviv en 1998. 

Hacé click en el reproductor para escuchar el programa. 

Paulinho da Costa


Paulinho da Costa nació en Río de Janeiro, Brasil, el 31 de mayo de 1948. Percusionista. 

El sitio www.paulinho.com publicó su biografía. 

Nacido en Río de Janeiro, Brasil, Paulinho Da Costa descubrió su amor por la percusión a la tierna edad de cinco años, explorando los diferentes sonidos de todo lo que caía en sus manos. Siendo aún un adolescente, se unió a varios grupos musicales y viajó extensamente por todo el mundo. Al llegar a Estados Unidos, el polifacético percusionista se hizo un hueco considerable en la comunidad musical. 

Aportando su perspectiva profesional y su amabilidad a ochocientos artistas, su nombre ha aparecido en más de dos mil álbumes y numerosos discos superventas, incluyendo obras de Quincy Jones, leyendas del jazz como Dizzy Gillespie y Miles Davis, además de superestrellas del pop como Madonna, Sting y Michael Jackson. Quizás aún más sobresaliente que la multitud y el calibre de artistas con los que toca, es la variedad de estilos musicales que domina. 

Percusionista dinámico, compositor innovador y productor cualificado, la versatilidad musical de Paulinho también queda patente en sus cuatro álbumes en solitario: Agora, Happy People, Sunrise y Breakdown. 

A lo largo de su prolífica carrera, Paulinho ha participado en algunos de los proyectos más vendidos de la década, incluyendo el disco Thriller, la emblemática grabación We Are The World y los éxitos de percusión de All Night Long y La Isla Bonita. 

Sin embargo, Da Costa no solo ha tenido un profundo impacto en la industria discográfica, sino que su talento es reconocido con orgullo tanto en cine como en televisión. Sus créditos cinematográficos abarcan desde la película nominada al Oscar El color púrpura hasta emocionantes éxitos de acción como Transformers y Misión Imposible. Además, Paulinho ha contribuido a innumerables películas que han conectado con público de todo el mundo, como las ganadoras del Óscar Dirty Dancing y Purple Rain, Fiebre del sábado noche, Footloose, Jurassic Park, Hairspray e Indiana Jones. 

A través de la radio y la televisión, los sonidos de Paulinho Da Costa llegan a tu hogar a diario. Ya sea para series de televisión de éxito como Will & Grace, Caso Abierto o Urgencias, anuncios nacionales de coches y comida o películas para televisión, su música se escucha en todo el mundo. Aún más destacada es su composición para el anuncio "Orquesta" de Coca-Cola, que alcanzó el número uno en las listas de éxitos de Estados Unidos e internacionales. 

Paulinho ha tenido el privilegio de colaborar con tantos artistas de increíble talento que han alcanzado el éxito mundial y han dejado su huella musical en generaciones futuras con sus numerosos éxitos. Muchos de esos temas han calado tanto en la gente que han sido sampleados repetidamente por superestrellas de la música actual como Beyoncé, Rihanna, Mariah Carey, LL Cool J, Jennifer Lopez, Kanye West y Black Eyed Peas. 

A lo largo de su carrera, Paulinho también ha actuado en directo con varios artistas de renombre mundial, así como para las causas más importantes de nuestro tiempo. Su participación en prestigiosos eventos y recintos ha incluido actuaciones en el Estadio de Wembley, los Centros Kennedy y Lincoln para las Artes Escénicas, el Festival de Jazz Playboy, el Pabellón Dorothy Chandler y el Festival de Jazz de Montreux. Además, Paulinho ha tocado en eventos clave en apoyo a causas mundiales, como el Homenaje Internacional a Nelson Mandela y Sudáfrica, con la participación de Natalie Cole, Bonnie Raitt, Anita Baker y Tracy Chapman; el evento benéfico de la Rainforest Foundation con Sting, Bruce Springsteen y Paul Simon; y el Concierto de las Américas, al que asistieron los presidentes de las Américas. Paulinho también ha tenido la maravillosa oportunidad de tocar junto a numerosos artistas talentosos, como Eric Clapton, Quincy Jones, Herbie Hancock, Rod Stewart, Mary J. Blige, Al Jarreau, Diana Krall, Seal, Jon Bon Jovi, Chaka Khan, John Legend, George Duke, Lalo Schifrin y David Foster, entre otros. 

En reconocimiento a su increíble talento, la Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación le otorgó a Paulinho el Premio al Intérprete Más Valioso por tres años consecutivos y el Premio honorífico a los Músicos Eméritos. Sus habilidades han provocado que el diario Los Angeles Times lo describa como “un virtuoso de la percusión” y que la revista Downbeat lo etiquete como “uno de los percusionistas más talentosos de nuestro tiempo”. 

A continuación, celebramos su cumpleaños, con Se Você Pensa, con Roberto Carlos. 


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Felix Mendelssohn. Obertura Las Hébridas en Si Menor Opus 26. Benjamín Britten.

Hadi Karimi

A continuación, de Felix Mendelssohn, la Obertura Las Hébridas en Si Menor Opus 26, en la versión de la Orquesta de Cámara Inglesa, dirigida por Benjamín Britten.


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viernes, 30 de mayo de 2025

Marie Fredriksson


Gun-Marie Fredriksson, más conocida como Marie Fredriksson, nació en Össjö, Escania, Suecia, el 30 de mayo de 1958, y murió en Djursholm, Suecia, el 9 de diciembre de 2019. Cantante y compositora. 

El sitio www.last.fm publicó este recordatorio. 

Nació el 30 de mayo de 1958 en Östra-Ljungby, Suecia. 

Desde temprana edad tuvo afinidad con la música, y en su juventud formó dos bandas en Suecia; Strul y Mamas Barn. Pero el reconocimiento vino después cuando se dedicó por completo a su carrera como solista. 

Su primer álbum "Het Vind" fue un gran éxito en 1984, posteriormente su segundo trabajo "Den Sjunde Vågen" la consagró como una artista de renombre en su país. En 1986 comenzó su trabajo junto a Roxette, pero insegura de este proyecto internacional decidió seguir con su música y en 1987 editó su tercer álbum "Efter Stormen" pero Roxette comenzaba a tomar forma y su carrera quedo hasta ahí. 

En 1989 el single "Sparvöga" la hizo regresar a su carrera como solista. Aquella balada fue de gran éxito en Suecia, pero Marie no tenía tiempo para un nuevo álbum, pues el éxito de Roxette y las giras internacionales no le permitieron volver a su carrera solista hasta 1992, año que regresa con el álbum "Den Standiga Resan" que vendió más que cualquier otro álbum de Marie. Una gira por Suecia la llevó al reencuentro con sus más fieles seguidores. La gira fue otro gran éxito en la carrera en sueco de esta diva. 

Ya más acostumbrada a las agendas de Roxette y a lo que significa ser parte de un grupo internacional, Marie regresó en distintas ocasiones y cada varios años. En 1996 "I En Tid Som Vår" nuevamente logra buenas ventas y 3 singles del álbum mantienen su carrera, como siempre, en el top! 

Su más reciente álbum, editado en el año 2000, recopila los mejores éxitos de Marie, "Äntligen - Bästa 1984-2000" El álbum incluye además 2 nuevas canciones; "Det Som Var Nu", una profunda balada cantada a dúo con Patrik Isaksson, y el alegre tema que da nombre al álbum "Äntligen", una nueva gira por Suecia comenzaba y el éxito llevo a más de 100,000 personas a asistir a sus conciertos. Aquel grandes éxitos ha vendido más de 300,000 copias en Suecia. 

En el año 2002 apareció en el mercado una caja que incluía los 5 álbumes de estudio de Marie grabados entre 1984 y 1996 más un álbum con sus mejores canciones en vivo de la reciente gira Äntligen 2000. En septiembre de ese mismo año, Marie iba a embarcarse junto a su compañero Per Gessle en una serie de conciertos sinfónicos, pero un evento hizo que este y muchos planes cambiasen de rumbo. Horas antes de conceder una conferencia de prensa, Marie Fredriksson se desmaya en su hogar y es rápidamente hospitalizada. Al día siguiente, luego de una serie de estudios, es diagnosticada con un tumor cerebral, noticia que conmocionó no sólo a sus seguidores sino también al mundo de la música. 

Semanas más tarde, Marie es intervenida quirúrgicamente y el tumor es removido por completo. Si bien la operación es un éxito, la exitosa cantante es sometida a un estricto tratamiento con el fin de evitar otras formaciones de cáncer. Como secuelas que dicha operación le dejo, tuvo que aprender nuevamente a leer y a contar. Durante casi dos años permanece lejos de la escena musical, dedicandose por completo a su familia y a su tratamiento. Durante ese lapso, escribe y graba un álbum que reflejó todos esos momentos vividos. 

"The Change" marca el regreso de Marie, pero esta vez en inglés, debutando así al mercado internacional. El álbum refleja los tristes episodios en la vida de Marie desde que se le detecto un tumor en 2002 y debió alejarse del mundo de la música por varios años. El álbum se editó en Suecia, Brasil y varios países de Europa en el año 2004. 

"Min Bäste Vän" sale al mercado en el año 2006 editado por EMI Svenska. Es una recopilación de covers de temas folk suecos de los años 70's, favoritos de Marie. 

En el año 2007 vuelve Marie a la escena musical, interpretando 4 canciones en el álbum debut de su esposo Mikael Bolyos "A Family Affair". En dicho álbum se incluye finalmente la canción "Hometown", que originalmente fue grabada en 1996 para la banda de sonido de la película sueca "Such is life". Dicha banda sonora por razones desconocidas nunca salió a la venta. 

A continuación, la recordamos en el día de su nacimiento, con uno de sus grandes éxitos: It Must Have Been Love. 


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jueves, 29 de mayo de 2025

Maribel Guardia


Maribel Fernández García, más conocida como Maribel Guardia, nació en San José, Costa Rica, el 29 de mayo de 1959. Actriz, cantante y presentadora.

El sitio www.elfinanciero.com.mx publicó esta biografía.

PERFIL Maribel Guardia: De un concurso de belleza a una trayectoria como actriz ‘aventurera’

La primera vez de Maribel Guardia en México ganó la atención de Televisa, donde forjó su carrera como actriz.

Por Redacción abril 12, 2023 | 14:37 hrs

La actriz y cantante Maribel Guardia, de 63 años, ha destacado en la industria del entretenimiento en México desde los años ochenta, por lo que cuenta con una trayectoria de más de cuatro décadas.

Su legado, que inculcó a su único hijo Julián Figueroa -quien recientemente murió de un infarto-, incluye varias participaciones en teatro, cine y televisión.

La trayectoria de Maribel Guardia

Maribel del Rocío Fernández García nació en mayo de 1959 en San José, Costa Rica. Su carrera despegó luego de participar a los 19 años en el concurso Miss Costa Rica en 1978, lo que le dio un lugar en Miss Universo, que ese año se realizó en Acapulco, México.

Además de ganarse el reconocimiento como Miss Fotogenia, también le ofrecieron una beca en el actual CEA de Televisa, en donde tomó clases de personalidades como Sergio Bustamante.

Sin embargo, su debut no fue en televisión sino en teatro con obras como Yo loco loco (1980) y Los caballeros de la mesa redonda (1980). El 2009 le dio vida a Elena Tejero en el musical Aventurera bajo la producción de Carmen Salinas.

Para el séptimo arte filmó Como México no hay dos (1981) y Pedro Navaja (1984), en donde compartió créditos con Andrés García. En 1985 ganó una Diosa de Plata como mejor actriz por la película Terror y encajes negros y perteneció al género de cine de ficheras.

La exclusividad con la televisora de San Ángel la hizo formar parte de varias telenovelas gracias a títulos como Seducción (1986), Prisionera de amor (1994), El privilegio de amar (1998), Amigos x siempre (2000) o Una familia con suerte (2011), en donde trabajó tanto en proyectos infantiles como para público en general.

Maribel también incursionó como cantante en palenques y teatros tras grabar 5 discos de distintos géneros como la música grupera. También ha sido conductora de desfiles, festivales y programas como Gran Musical, Muévete ya y Desmadruga2.

¿Por qué la actriz puso Guardia a su apellido?

A su llegada a México, la Asociación Nacional de Actores (ANDA) le pidió registrarse, pero entonces su nombre ya estaba ocupado por Maribel Fernández ‘La Pelangocha’. Por ello recurrió a los apellidos de su familia al elegir el que sonara mejor como nombre artístico.

La abuela paterna de Maribel se apellidaba Guardia, que proviene de su tatarabuelo, el único dictador que ha tenido su natal Costa Rica, Tomás Guardia.

La muerte de su hijo Julián Figueroa

En 1992 Maribel Guardia inició una relación con el ‘Rey del Jaripeo’ Joan Sebastian. Tras separarse, y luego de más de una década de relación, se casó en 2011 con Marco Chacón, quien le dio la noticia del deceso de su primogénito a los 27 años.

Guardia se despidió de su hijo y aseguró que para una madre enterrar a sus descendientes es uno de los dolores más grandes. “Era mi amor, el niño de mis ojos, y ha sido muy duro perderlo, pero Dios me lo dio, Dios me lo quitó; lo entrego en sus manos. Tenía tanto por recorrer, estaba empezando su carrera (...)”, contó a los medios de comunicación.

A continuación, celebramos su cumpleaños, con Besos Callejeros.

 

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miércoles, 28 de mayo de 2025

La joven enfermera polaca que se convirtió en amante de un jerarca nazi a cambio de salvar la vida de doce judíos

El Diario Infobae, en su edición digital, publicó este artículo firmado por Mariano Jasovich.

La joven enfermera polaca que se convirtió

en amante de un jerarca nazi a cambio de

salvar la vida de doce judíos

Irene Gut vivió todos los horrores de la guerra. Fue violada por soldados soviéticos y

luego sirvió en la casa de un militar alemán. Allí, fue forzada a compartir la cama con

el comandante Eduard Rügemer a cambio de esconder una docena de personas

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Irene Gut estudió enfermería en
Irene Gut estudió enfermería en Polonia

En la casa de los Gut en Kozienice, Polonia, las noches de invierno olían a sopa de remolacha y a cera de las velas con la que iluminaban sus reuniones alrededor de la mesa. Eran tiempos de fe, de rosarios al pie de la cama y de una convicción férrea: Dios observa siempre. Irene Gut, la mayor de cinco hermanas, creció en una familia católica, donde la bondad era un deber. Su madre, una mujer de voz suave y manos callosas, le enseñó a mirar a los ojos a los mendigos y ofrecerles pan sin preguntar nombres.

—Si alguna vez alguien llama a tu puerta, lo abrís —le dijo una vez—. No importa quién sea. Aquella frase, tan sencilla, se convertiría años más tarde en su mandamiento más radical.

La guerra aún no había comenzado, pero ya se sentía en Polonia en 1935. En Lwów, donde Irene se inscribió para estudiar enfermería, las tensiones se respiraban con cada cruce de calle. Judíos, ucranianos y polacos convivían como piezas forzadas de un rompecabezas que nadie quería armar.

Enfermera por vocación

Irene tenía 17 años, el cabello rubio recogido con cuidado y una energía casi eléctrica en los gestos. En el hospital donde hacía prácticas, preguntaba más que las demás. Quería saberlo todo: cómo se cosía una herida, cómo se calmaba a un niño moribundo, cómo se hablaba con un soldado al borde del colapso. La enfermería, creía, no era solo técnica. Era consuelo.

Irene, la segunda de la
Irene, la segunda de la derecha, junto al resto de su familia polaca

El 1 de septiembre de 1939, cuando los tanques alemanes cruzaron la frontera y comenzaron a bombardear Varsovia, Irene estaba en Lwów. Tenía 17 años y una esperanza terca: que todo terminaría pronto.

La vida se volvió una sucesión de huidas, silencios y órdenes gritadas en alemán. Los hospitales cerraron. Las calles se llenaron de escombros. Las iglesias, de cuerpos. En un día cualquiera de aquel otoño, un grupo de soldados soviéticos la interceptó en el bosque.

El horror de la guerra

Unos soldados soviéticos la detuvieron en los márgenes de un camino, bajo los árboles grises de un bosque cercano a Lwów. La arrastraron y la violaron. Durante años, Irene no le puso palabras a ese momento. Lo contaría décadas más tarde, con la voz baja y los ojos fijos en algún punto fuera del plano de cámara.

—Fue… algo que me rompió en dos. Pero también algo que, sin quererlo, me preparó para no tenerle miedo a nada.

Irene se acostaba cada noche
Irene se acostaba cada noche con el comandante nazi para salvar a las personas que se escondían en el sótano de la casa

La ocupación alemana llegó poco después, como una nueva tormenta sobre un campo ya arrasado. Las ciudades polacas se volvieron engranajes de una maquinaria de muerte. En Radom, donde Irene fue trasladada a la fuerza, la vida no era más que obediencia: a los alemanes, al hambre, al miedo.

Trabajaba como empleada doméstica en una villa requisada por los nazis. El nuevo amo de casa era el comandante Eduard Rügemer, oficial de alto rango. No era cruel en apariencia, pero su autoridad flotaba como gas venenoso en cada habitación. Irene debía servir los platos calientes a la hora exacta, mantener las copas brillando como espejos, y no mirar a los ojos.

Desde la cocina, escuchaba los diálogos entre oficiales. En un almuerzo, uno de ellos comentó, con una risa seca:

—Mañana vaciamos el gueto. Todos al tren. Lo llaman “traslado”, pero ya sabés qué significa.

Irene lo supo.

Irene, la solidaria

La ciudad tenía un gueto judío, cercado y vigilado, del cual ya no salía nadie. A veces veía camiones pasar cargados de muebles y ropas. Nunca de personas. Las personas simplemente desaparecían.

Volvió a su habitación esa noche sin cenar.

Se miró al espejo. Se vio delgada y pálida. El uniforme de mucama colgaba de sus hombros como una tela extranjera. No rezó. No lloró. Solo pensó en la frase que flotaba desde la infancia:

—Si alguien llama, abrís.

Comenzó a pasar comida. Escondía trozos de pan en el dobladillo de su vestido, papas entre los pliegues de su delantal. Se las daba a un trabajador judío de la lavandería, que las hacía llegar al gueto como quien pasa vida por entre barrotes. El gesto era pequeño. Pero, en un régimen donde todo era vigilancia, esa migaja era subversión.

Irene empeó pasando comida para
Irene empeó pasando comida para el gueto judío que habpian construido los nazis

—Tenía miedo cada minuto —diría años después—. Pero no tenía opción.

La joven polaca había visto niños caminando detrás de sus padres con mochilas vacías, mujeres con estrellas amarillas en el pecho, ojos que ya no pedían ayuda porque habían perdido la esperanza. Era testigo. Pero no podía ser solo eso. La historia está por girar. En el sótano de aquella casa de oficiales hay un hueco. Doce personas están por ocuparlo.

Estaba en la cocina, removiendo sopa de col en una olla de aluminio, cuando escuchó la voz del comandante desde el comedor:

—Van a vaciar el edificio de al lado. Una redada limpia. Los judíos que trabajan allí serán “reubicados”.

La palabra “reubicados” se clavó como una espina en el oído de Irene. Ya sabía lo que significaba: tren, vagón y Treblinka.

Aquella noche no pudo dormir. El colchón olía a humedad y a desesperanza. Escuchaba el viento golpear los postigos. Su respiración se mezclaba con otra —imaginaria, quizás, o profética— que parecía venir desde el subsuelo. Fue entonces cuando se acordó del sótano.

Era un espacio pequeño, húmedo, donde los alemanes guardaban vinos y cajas de papeles. Ninguno de ellos bajaba nunca.

Tres de las personas que
Tres de las personas que fueron salvadas por Irene

El gesto heroico de Irene

A la mañana siguiente, fue al lavadero, donde trabajaban prisioneros judíos. Se acercó a uno de ellos —Rubin, un hombre con los ojos gastados— y le susurró, sin mirarlo:

—Esta noche, después del turno. Vengan conmigo. Todos.

—¿Todos?

—Todos los que quepan. No hay tiempo. Ni explicación.

Y así, cuando el sol se ocultó detrás de los árboles y el sonido de las radios alemanas inundaba la casa, doce personas atravesaron la cocina de mármol blanco, sin hacer ruido, y descendieron por una puerta en e piso camuflada con una alfombra. Cada paso era una traición a los ojos nazis. Cada crujido, una posible ejecución.

Durante los meses siguientes, Irene vivió entre dos mundos. Uno de luz, de vajillas limpias, de desfiles militares y sonrisas fingidas para el comandante Rügemer. Y otro de sombra, donde se oía toser a una mujer embarazada bajo el piso y se cocinaban papas para catorce con porciones para dos.

—Los oficiales comían como reyes. Yo comía lo que podía esconder. Y ellos… —decía Irene— ellos no comían. Sobrevivían.

A veces, mientras trapeaba el piso, sentía las vibraciones de los cuerpos respirando debajo. Y se preguntaba qué ocurriría si alguien estornudaba, si un vaso se caía, si el comandante decidía bajar por vino.

Y sin embargo, un día, el mundo se vino abajo: Rügemer descubrió el secreto. Bajó al sótano sin avisar. Vio los colchones, las mantas, los rostros. No gritó. No disparó. Subió, miró a Irene con una mezcla de furia y fascinación.

Irene recién pudo hablar sobre
Irene recién pudo hablar sobre lo que había pasado cuando ya había emigrado a Estados Unidos

El pacto del horror

—Tu silencio por el mío. Tu cuerpo por sus vidas.

Irene aceptó. Lo dijo años después, con la cabeza alta.

—Lo hice. Porque el valor no siempre se ve como pensamos. Porque doce personas valían más que mi dignidad.

Y cada noche, después de cumplir con ese pacto monstruoso, bajaba al sótano, repartía sopa caliente, y sonreía. Porque estaban vivos.

Esa casa en Radom se convirtió en el refugio más improbable del Holocausto: la guarida de un oficial nazi que ocultaba, sin denunciar, a doce judíos. Porque una mucama rubia y católica convirtió su rol secundario de amante en un acto de resistencia heroica.

Lo que siguió no fue una violación brutal. Fue algo más corrosivo: la coacción. El chantaje. La imposición disfrazada de elección. Para que ellos vivieran, ella debía compartir la cama del verdugo.

Durante meses, Irene cumplió ese pacto. Cada noche, mientras los oficiales jugaban a las cartas y brindaban por Hitler, ella servía tragos con manos temblorosas. Y cuando el reloj marcaba la medianoche, cruzaba el pasillo hacia la habitación del comandante, con la misma expresión que una vez usó para llevar pan escondido bajo el abrigo.

—Me llevó medio siglo poder nombrarlo —diría en una entrevista años después—. Pero nunca me arrepentí. Porque mientras yo estaba allí… ellos seguían vivos.

Cada visita del comandante era una ruina emocional. Se lavaba con fuerza las manos, los brazos, como si pudiera desprenderse de algo. No podía. Pero se repetía que eso —ese cuerpo tomado como moneda de cambio— no la definía. Lo que la definía era lo que ocurría bajo sus pies: la vida que aún latía allí abajo.

Con el tiempo, el comandante dejó de preguntar. El pacto se volvió rutina. Un infierno sin sobresaltos. Y aun así, cada día que pasaba sin que llegara la Gestapo era una victoria silenciosa.

Irene se reencontró con las
Irene se reencontró con las personas que había salvado muchos años después

Revivir la guerra

En los años siguientes al fin de la guerra, Irene vivió como una refugiada más, en campos de desplazados en Alemania. No era una prisionera, pero tampoco era libre. No era víctima ni heroína. Era una mujer rota con una historia que nadie quería oír.

—En Europa todos estaban demasiado ocupados reconstruyendo —diría años después—. Nadie preguntaba qué habías hecho para sobrevivir.

En 1949 emigró a los Estados Unidos con una identidad nueva, o al menos, adaptada: Irene Gut Opdyke. Se casó con un exsoldado americano, William Opdyke, que había trabajado como ingeniero militar. No fue una historia romántica de película. Fue un encuentro entre dos personas que buscaban empezar desde cero.

Se instalaron en California. Irene aprendió inglés escuchando la radio, trabajando como decoradora de interiores, cocinando pierogi polacos para vecinos que apenas sabían qué país quedaba entre Alemania y Rusia. Tuvo una hija. Su nombre no se difundió. Su vida fue, durante mucho tiempo, anónima y común.

Pero cada noche, antes de apagar la luz, Irene pensaba en ese sótano. En los ojos de Rubin, de Miriam, de la niña que casi muere de fiebre. Y en el comandante. En las decisiones que había tomado para que esas personas siguieran vivas. Nunca escribió un diario. Nunca buscó notoriedad.

Fue recién en los años 70, cuando el juicio de algunos criminales nazis reactivó el interés, que comenzó a hablar en público. La invitaron a dar una charla en una escuela. La sala era pequeña. Los alumnos escuchaban en silencio. Cuando terminó, nadie aplaudió al principio. Una niña, de pie en la primera fila, dijo:

—¿Usted era una niña también?

Irene asintió.

—¿Y no tuvo miedo?

—Tuve miedo todos los días —respondió ella—. Pero no me parecía suficiente razón para no hacer nada.

A partir de allí, Irene se convirtió en testigo itinerante. Recorrió Estados Unidos, participó en foros de derechos humanos, congresos sobre genocidio, actos conmemorativos. Su rostro, sereno pero tenso, apareció en documentales, en libros, en prensa escrita.

En 1982, el Museo del Holocausto de Estados Unidos la incluyó en su programa de testimonios. En 1986, el Estado de Israel la reconoció como Justa entre las Naciones, el máximo honor para quienes arriesgaron su vida para salvar judíos. Plantaron un árbol con su nombre en Yad Vashem, en la Avenida de los Justos, en Jerusalén.

En 1999 publicó su autobiografía, In My Hands: Memories of a Holocaust Rescuer, escrita junto a Jennifer Armstrong. El libro tuvo una fuerte recepción: fue traducido a varios idiomas, adaptado a teatro y usado como material pedagógico. En él, Irene narraba con detalles sobrios y sin artificios lo que había hecho, lo que había perdido y lo que no quería olvidar.

Uno de los sobrevivientes que había escondido —un hombre que vivía en Haifa— viajó a Estados Unidos para verla. Le llevó una foto de sus nietos. “Ellos existen porque usted dijo que sí”. Irene guardó esa imagen en su mesa de noche hasta el final de sus días.

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