Memorias del horror nazi: así se recuperó,
en plena guerra, la fábrica donde nació el
mítico Escarabajo
Hace 75 años, el 11 de abril de 1945, se liberó la primera planta de Volkswagen, donde 20.000 personas fueron forzadas a trabajar. Ese mismo año empezó a producirse el auto más famoso de la historia
“No te quedan raíces. Buscas lo que has perdido pero nada de eso nunca volverá. Todo se ha ido”.
Sara Frenkel vive en Amberes. Tiene 97 años. Nació con el apellido Bass en la ciudad polaca de Lublin, que en septiembre de 1939 fue ocupada por las tropas alemanas. Junto con su familia, sus padres y dos hermanos, fueron confinados a vivir en un ghetto. En 1942, cuando el nazismo empezó allí con el plan de exterminio de judíos, los tres jóvenes intentaron escapar empujados por sus progenitores. Las mujeres, Sara y Lea, lo consiguieron. El varón, Chaim, fue atrapado por soldados de las SS. Las dos adolescentes escaparon a Alemania, adonde adoptaron falsas identidades para sobrevivir. Sara pasó a llamarse Stanislawa Gortscheza y bajo ese nombre trabajó como enfermera entre 1943 y 1945 en la planta de Volkswagen de la ciudad de Wolfsburgo. Se vio forzada a mostrarse como una católica ferviente, tanto que su charada, la obligada para sobrevivir, incluía cruces de cartas con el obispo de Lublin, las que luego exhibía ante los oficiales nazis para esconder sus orígenes. Así lo hizo hasta el 11 de abril de 1945, cuando terminó la parte vívida de una pesadilla que se extendió durante casi seis años y sobre la que puede seguir dando testimonio. A muchos otros, en cambio, se los llevó el insano veneno nazi, en un genocidio difícil de parangonar en la historia de la Humanidad.
La de Sara Frenkel es una de las miles de historias de sobrevivientes de la primera fábrica de Volkswagen, que estaba en el mismo sitio que hoy ocupa, en Wolfsburgo. Eran miles los que se encontraban trabajando allí cuando las tropas de Estados Unidos irrumpieron en la fábrica y determinaron su liberación. Se terminaba el cepo nazi. Las falsas identidades. El sometimiento. El sojuzgamiento. El dolor causado por una locura inentendible. Las huellas imborrables del exterminio. Se estaba acabando Tercer Reich, que definitivamente sucumbió en los primeros días de mayo, después del suicidio de Adolf Hitler, fechado históricamente el 30 de abril.
Wolfsburgo fue fundada por Hitler, el 26 de mayo de 1938, bajo el nombre de Stadt des KdF-Wagens bei Fallersleben, que en español podría traducirse como “Ciudad del Auto KdF en Fallersleben”. La sigla KdF corresponde al nombre de la asociación recreativa Kraft durch Freude vinculada al régimen nazi. Es decir que la ciudad nació alrededor de la planta del nuevo Auto del Pueblo, el Volks-Wagen, que el régimen había creado para darles a los alemanes un vehículo accesible. Lo había diseñado Ferdinand Porsche, el fundador de la marca homónima que, en la actualidad, integra el consorcio Volkswagen.
El auto era nada menos que el Escarabajo, el modelo más longevo de la historia de la industria automotriz, que había sido presentado en 1938 pero cuya producción para particulares empezó en 1945, en la misma planta que fuera liberada por las tropas estadounidenses. Es que cuando el Volks-Wagen estaba por lanzarse a la venta, a fines de la década del 30, estalló la Segunda Guerra Mundial y la planta de la flamante ciudad se dedicó a la fabricación de armamento y movilidad bélica.
Sara Bass conoció en la planta de Volkswagen a Manfred Frenkel, también judío que había llegado a Wolfsburgo junto con su familia después de pasar por Auschwitz. Se casaron en diciembre de 1945. Desde entonces es llamada Sara Frenkel-Bass. A su primer hijo, que nació en los primeros días de agosto de 1946, lo llamaron Chaim, en homenaje al hermano que no logró salir de Polonia.
El 11 de abril de 1945, Manfred y Sara dejaron la fábrica junto con los otros cerca de 9100 trabajadores. La mayoría de ellos, 7.700, eran operarios forzados de otros países. El grupo más grande, de 3.000 personas, provenía de la Unión Soviética, principalmente de Ucrania.
En la reconstrucción que realiza de aquellos días, Volkswagen indica que “durante las ocho semanas que siguieron, los estadounidenses tomaron decisiones innovadoras para el futuro de las personas, la ciudad y la planta”, porque sentaron “las bases de la democracia, la libertad y la reconstrucción en la región. Durante ese periodo se produjeron los "Volkswagen Jeeps", destinados al ejército americano. En junio de 1945, esa zona de Alemania pasó a ser parte de la ocupación británica.
La incertidumbre de la libertad
“Cuando llegaron las primeras tropas estadounidenses a través de la ciudad vecina de Fallersleben, los estudiantes inmediatamente establecimos contacto con ellas. Teníamos armas y vehículos y usábamos la estación de bomberos como cuartel general. A medida que las tropas avanzaban desde Fallersleben hasta el río Elba y al principio simplemente ignoraban la Stadt des KdF-Wagens, nuestro grupo tuvo que ganar tiempo hasta que llegaran las fuerzas de ocupación. Con cierta persuasión, finalmente logramos que algunos tanques estadounidenses condujeran por la ciudad. Nuestro grupo precedió a los tanques en un Kübelwagenen un intento de hacer cumplir el toque de queda que se había impuesto".
Henk 't Hoen era un estudiante holandés que fue forzado a trabajar en la planta de Volkswagen desde mayo de 1943 hasta abril de 1945. Falleció en 2006, a los 84 años. Antes dejó la reconstrucción de cómo fueron los días previos a la llegada de las tropas americanas. El Kübelwagenen del que habla es el conocido como Tipo 82, el último modelo en fabricarse en la planta antes de la caída del nazismo. El 10 de abril salieron las 50 unidades finales.
Las alarmas anunciaron el avance de los tanques estadounidenses en el área. La planta, que había sido destruida en gran parte por los ataques aéreos aliados en 1944, finalizó la producción en tiempos de guerra con un total de 66.285 vehículos.
Wolfsburgo no figuraba en los mapas que tenía el ejército de Estados Unidos. Por eso los estudiantes debieron ir en su búsqueda. El 11 de abril, las tropas estadounidenses liberaron la planta y la ciudad. Avanzaron desde Fallersleben a lo largo de Mittellandkanal (el canal artificial más largo de Alemania, de 325 kilómetros de extensión) hasta el antiguo puente en Hesslingen y atravesaron la ciudad sin encontrar resistencia militar.
La zona quedó en una suerte de vacío de poder. Ya habían huido los oficiales de las SS y los hombres de la Volkssturm, la milicia civil creada por Joseph Goebbels en 1944, que obligaba a enrolarse a todos los hombres de entre 16 y 60 años para la resistencia del avance aliado.
“Los trabajadores forzados y los prisioneros de guerra vieron que se había llegado al final de su sufrimiento. Tenían hambre y su ira acumulada por el sufrimiento y la injusticia que habían enfrentado fue liberada. Hubo algunos casos de saqueo, destrucción y violencia. Para mantener el orden, los trabajadores forzados formaron un equipo de seguridad provisional compuesto por prisioneros de guerra franceses y estudiantes holandeses que habían sido obligados a trabajar en la planta. Obtuvieron armas y vehículos en la planta y utilizaron la estación de bomberos de la planta como su cuartel general”, reconstruyó Volkswagen.
En total, unas 20.000 personas fueron forzadas a trabajar para la antigua Volkswagen, incluidas unos 5.000 prisioneros provenientes de campos de concentración. En 1944, dos tercios de quienes trabajaban en la fábrica estaban allí contra su voluntad, enfrentando discriminación racial. Incluían mujeres y hombres judíos, prisioneros de guerra y trabajadores reclutados, así como deportados y desplazados de países europeos bajo la ocupación alemana.
Un nuevo camino
“Es la tarde del 11 de abril. Silencio completo. Tiempo soleado. La paz ha vuelto. Se escuchan sólo algunas explosiones severas de vez en cuando. A las 2 de la tarde, los agricultores nos dan sopa de tocino y un trozo de pan. A las 3, hay una gran alarma. Tenemos que evacuar. Decido esconderme en los arbustos y hay disparos en el bosque. A las 3:30, orden contradictoria. Todos están felices: nos quedamos donde estamos. Inmediatamente sacamos nuestros cigarrillos y nos pusimos a jugar al fútbol”.
Jean Baudet, de 97 años, vive en Niza. El francés fue uno de los tantos trabajadores forzados, y estuvo en Volkswagen desde julio de 1943 hasta abril de 1945. En el momento del final, estaba en Neindorf, en una planta satélite ubicada a unos 10 kilómetros de la principal. Con esa cándida naturalidad recuerda los instantes finales del nazismo en Wolfsburgo.
Los estadounidenses establecieron esta ciudad como el punto de reunión de los prisioneros y refugiados de la zona, y allí organizaron su repatriación. En las semanas siguientes salieron trenes con vagones abiertos cargados de quienes respiraban un aire de alivio pero llevaban consigo la pesada carga del tormento vivido hasta entonces, las huellas que los iban a acompañar hasta el final.
Mientras tanto, el lugar dejaba de llamarse Stadt des KdF-Wagens y pasaba a ser Wolfsburgo. La joven ciudad tomó su nuevo nombre histórico del castillo de Wolfsburg, que se mencionó por primera vez en documentos en 1302.
En la planta, mientras empezaba a ser reconstruida, los estadounidenses establecieron primero un taller de reparación para sus propios vehículos militares. La producción, precaria, se reanudó poco después con 133 utilitarios Kübelwagen ensamblados para satisfacer las necesidades de movilidad de las tropas americanas.
Ya bajo la ocupación británica pero todavía en una atmósfera aún difícil por la complejidad de la posguerra, justo después de la Navidad de 1945 la planta de Volkswagen comenzó la producción en serie para civiles. La muerte y la pesadilla iniciaban su camino de retirada. Empezaba a fabricarse el Type 1. Nacía la leyenda del Escarabajo.
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